“¿Caminar y conversar puede ‘contar’ como ministrar?”, Liahona, octubre de 2023.
Envejecer fielmente
¿Caminar y conversar puede “contar” como ministrar?
Mostrar interés cuenta para el Señor y para los demás.
Cuando éramos pequeños, a mi hermano y a mí nos encantaba visitar a nuestra abuela. Vivía a unos quince minutos de nuestra casa, así que la visitábamos con frecuencia. Muchas veces, cuando llegábamos a su casa, la encontrábamos hablando por teléfono. Una vecina la llamaba casi todos los días, simplemente para conversar, y nosotros no podíamos entender por qué la abuela pasaba tanto tiempo hablando por teléfono con una vecina, así que le decíamos que le dijera a la vecina que estaba ocupada. La abuela terminaba la llamada, sonreía y luego nos dedicaba su atención.
Sesenta o más años después, me doy cuenta de que a la abuela no le molestaban las frecuentes llamadas de su vecina. Más bien, esas dos viudas se apoyaban mutuamente conversando entre ellas cuando los demás no tenían tanto tiempo o interés para conversar.
El servicio es una demostración de discipulado
Al esforzarnos por llegar a ser más como nuestro Salvador, aceptamos las oportunidades de servir independientemente del “quién” o el “cuándo”. Observen el modo en que el Salvador dedicó tiempo a enseñar a Nicodemo, un fariseo que fue de noche a hacerle preguntas (véase Juan 3). De manera similar, Jesús mostró amor y compasión al enseñar a la mujer samaritana junto al pozo (véase Juan 4).
Pero ¿qué sucede si estamos ocupados en cosas buenas y otra persona necesita nuestra ayuda en ese momento? De nuevo, el Salvador es nuestro ejemplo. Cuando la mujer que tenía flujo de sangre extendió la mano para tocarlo mientras se dirigía a prestar servicio a otra persona, Él se detuvo y la ministró antes de ir a ministrar a la joven que estaba a punto de morir (véase Mateo 9:20–25). El ejemplo de Jesús nos muestra que incluso las interrupciones son ricas oportunidades para ministrar.
La hermana Jean B. Bingham, que fue Presidenta General de la Sociedad de Socorro, hizo un excelente resumen de cómo podemos ministrarnos unos a otros conforme se acerca la Segunda Venida: “¡Qué mejor manera de prepararse para recibirlo que esforzarse por llegar a ser como Él al ministrarnos con amor los unos a los otros! Tal como Jesucristo enseñó a Sus seguidores al comienzo de esta dispensación: ‘Si me amas, me servirás’ [Doctrina y Convenios 42:29]. Nuestro servicio a los demás es una muestra de discipulado y nuestra gratitud y amor por Dios y Su Hijo, Jesucristo”1.
¿Dónde encontramos oportunidades para ministrar?
A menudo, ministrar a la manera de Cristo ocurre mediante actos pequeños y sinceros que realizamos cada día2.
Mi vecino Marriner Rigby tiene noventa y cinco años. Hace unos años, se encontraba en un estacionamiento cuando un conductor distraído lo embistió, fracturándole la pierna izquierda. Después de seis semanas de rehabilitación, pudo caminar de nuevo con la ayuda de un andador. Comenzó a caminar hasta un kilómetro y medio cada día [una milla]. Una mañana en la que tomó una ruta diferente, pasó por la casa de Ron Bracken, un miembro del barrio de ochenta y cuatro años que sufría de cáncer de huesos en estado muy avanzado. Dado que ninguno de los dos tenía la asignación de ministrar, decidieron ministrarse el uno al otro mientras caminaban por el vecindario.
Hablaban de todo: de fe, economía, familia, planes para el futuro… sí, así es, de planes para el futuro. Eran realistas en cuanto a sus dolencias, pero se motivaban mutuamente a ponerse metas para el futuro. De nuevo, lo importante no era tanto lo que hablaban, sino que estaban juntos. Se dedicaban tiempo el uno al otro.
Ministrar puede incluir hablar y escuchar, caminar y conversar, planificar y recordar. Puede que a veces nos preocupe lo que “cuenta” como ministración, pero interesarse con sinceridad cuenta para el Señor y para los demás. Todos podemos hacerlo, ¡y marca una diferencia propia de una persona cristiana!
El autor vive en Utah, EE. UU.