Voces de los miembros
Un abrazo hizo que me quedara
Una experiencia que marcó mi vida e hizo que quisiera conocer más sobre La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días
A finales de 2014, fui invitada por primera vez a asistir a La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, nunca había escuchado sobre esa Iglesia. Por muchos años había visitado diferentes iglesias, pero en ninguna sentí que era mi lugar, ni tampoco que era bienvenida. Al principio dudé en aceptar la invitación e incluso la rechacé, pero después de unas horas de meditarlo, acepté y fui a la Iglesia.
Al entrar al edificio, me invadió el sentimiento de que ese era mi hogar. Cuando escuché los mensajes y testimonios, estos llenaron mi corazón y sentí que eran verdaderos.
Terminó la reunión sacramental, todos se saludaban. Me sentía muy nerviosa, no conocía a nadie, así que preferí mirar al suelo. Cuando decidí levantar la mirada, de repente vi que la joven más feliz que había visto se acercaba a mí. Tenía una sonrisa gigante y cuando se acercó me dijo: “Hola, soy Dominique, bienvenida” y me dio un abrazo.
Nunca alguien me había dado un abrazo tan genuino y lleno de amor como ese. Durante todo el día tuve ganas de llorar porque una jovencita, casi de mi edad, me hizo sentir especial, amada y bienvenida sin siquiera conocerme. Gracias a eso, decidí quedarme en todas las clases ese día e incluso continuar asistiendo todos los domingos siguientes hasta que fui bautizada, porque supe que era mi lugar, mi hogar y mi familia.
Esa experiencia me ha dejado muchas enseñanzas. Una de ellas, y la más importante, es hacer sentir a toda persona que esté cerca de mí que es amada, especial y bienvenida para participar de este Evangelio, para que conozca más de su Salvador Jesucristo. Nosotros, como miembros de la Iglesia, somos una parte indispensable en Su obra de salvación. Tenemos el Espíritu con nosotros, el cual, a través de nuestros frutos y rectitud, hará que otros vengan y pertenezcan con nosotros.
El Señor nos dejó ese cometido cuando dijo en Mateo 5:14–16: “Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una vela y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”.
Al igual que esa joven que con su luz me hizo encontrar a Jesucristo, también podemos con nuestra luz, amabilidad y buenas obras hacer que otros vengan a Él y se queden con Él. El orar para ser como Él y seguir Su ejemplo nos permitirá experimentar grandes milagros en esta obra de salvación y preparar el camino para cuando venga de nuevo y podamos servir junto a Él.
Sé que Cristo nos ama. Sé que tenemos un Padre en los cielos que nos quiere de regreso en Su casa. Podemos representarlos sobre la tierra si oramos para ser como Ellos e invitar a todos a venir a Cristo.