Liahona
Ayudemos a los que han salido de la senda de los convenios
Julio de 2024


Mensaje del Área

Ayudemos a los que han salido de la senda de los convenios

Ha sido emocionante e inspirador ver los continuos esfuerzos de tantos líderes del sacerdocio, de las organizaciones y de los miembros en general de atender el llamado de nuestro amado profeta de ministrar a los miembros.

Al hablar a los miembros por primera vez como Presidente de la Iglesia, el presidente Russell M. Nelson dijo: “Permane[zcan] en [la senda] de los convenios”. El hacer convenios y guardarlos “abrirá la puerta a toda bendición y privilegio espiritual que están al alcance”.

Es nuestro el privilegio ir al recate de los que han salido de la senda de los convenios y ayudarlos a regresar a ella por medio de una ministración inspirada. Si nuestra motivación y propósito es ayudar a los demás a llegar a ser más semejantes al Salvador, ello cambiará la forma en que ministramos.

El Salvador enseñó: “No obstante, no lo echaréis de vuestras sinagogas ni de vuestros lugares donde adoráis, porque debéis continuar ministrando por estos; pues no sabéis si tal vez vuelvan, y se arrepientan, y vengan a mí con íntegro propósito de corazón, y yo los sane; y vosotros seréis el medio de traerles la salvación” (3 Nefi 18:32).

Hace algunos años leí un artículo (Liahona, mayo de 1987) del élder Hartman Rector Jr. en donde él citaba el capítulo 15 de Lucas para describir tres formas distintas de cómo surge la inactividad, o la falta de participación de los miembros, y tres sugerencias para lograr rescatarlos. Este es el tema de las tres parábolas: 1) a oveja perdida (Lucas 15:4–7), 2) la moneda perdida (Lucas 15:8–10) y 3) el hijo pródigo (Lucas 15:11–32).

La oveja perdida

En la parábola de la oveja perdida, parece ser que la oveja se perdió porque se desvió. Probablemente no tenía intención de perderse, pero se distrajo y no puso atención hacia donde iba.

¿Cómo se consigue que una oveja perdida regrese al rebaño? Se va en su busca, se la encamina y se la trae hasta el rebaño. Generalmente la oveja se siente tan feliz de encontrarse a salvo en el rebaño que corre y salta de alegría.

La moneda perdida

En la parábola de la moneda perdida, la moneda se perdió por la negligencia de la dueña. Al darse cuenta de lo que había hecho, ella tiene la responsabilidad de buscar en forma diligente hasta encontrar lo que se había perdido.

Es probable que entre las personas que necesitan ser rescatadas se encuentren algunos que se sientan ofendidos o víctimas de actos desconsiderados.

Esta parábola nos enseña que cuando ofendemos a alguien, tenemos la responsabilidad de enmendar la situación o de buscar hasta encontrar lo que perdimos.

El hijo pródigo

En la tercera parábola, el hijo menor se perdió porque quiso perderse. No se desvió del camino sin intención, ni se perdió debido a la negligencia de su padre. Planeó su partida y seguramente no debe haber sido fácil tratar de convencerlo para que regresara. A menudo este tipo de personas no regresa sino hasta que han acarreado sobre sí mismos un gran sufrimiento por causa de sus transgresiones. En la parábola, el hijo decidió regresar cuando “volvi[ó] en sí” (Lucas 15:17), cuando su sufrimiento lo hizo recapacitar en lo que había hecho.

En este tipo de situación, nuestra responsabilidad es estar allí, siempre listos para aceptar a la persona que regresa al rebaño y ayudar a hacer el regreso lo más fácil posible. No debemos permanecer sin caridad, insistiendo en que se haya “pag[ado] hasta el último cuadrante” (Mateo 5:26) como retribución por el privilegio de hacer uso del arrepentimiento.

Cuando en la parábola el padre vio a su hijo “cuando aún estaba lejos”, pudo haber pensado que venía por más dinero. Sin embargo, fue movido por la misericordia y corrió, y se echó sobre su cuello y lo besó (Lucas 15:20). En este simple acto se manifiesta la completa ausencia de condenación.

Queridos hermanos, sin importar cuál sea el caso, desesperadamente necesitamos demostrar caridad el uno hacia el otro. El Señor ha prometido: “Aunque vuestros pecados sean como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; aunque sean rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana” (Isaías 1:18).

Comparto mi testimonio de que Dios vive, que Jesús es el Cristo, es nuestro Redentor y Salvador. Él vive y Él dirige Su Iglesia mediante la revelación que da a Sus siervos escogidos. El presidente Russell M. Nelson es un profeta de Dios. Testifico que Dios nos dará la inspiración y fortaleza para seguir el ejemplo del Buen Pastor, Él es el modelo supremo de una ministración significativa.

En el nombre de Jesucristo. Amén.

Notas

  1. Presidente Russell M. Nelson, “Al avanzar juntos”, Liahona, mayo de 2018.

  2. Véase “De vuelta al redil”, Liahona, mayo de 1987.

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