Voces de los miembros
La obra vicaria une a las familias
Tuve la bendición de conocer el Evangelio a los veintidós años, mi papá ya había fallecido para ese entonces. Recuerdo una experiencia que me impactó e hizo que mi testimonio creciera.
Un domingo de ayuno y testimonios, el consultor de historia familiar de la rama compartió un sueño que había tenido unas semanas antes. En el sueño vio que se acercaba un señor, se presentó y le dio la mano, le dijo que se llamaba Gabriel. Eso fue todo lo que habló, se dio la vuelta y se fue. Luego vio acercarse a una señora, quien le dijo: “Ustedes tienen los medios para trabajar y no lo hacen”, se dio la vuelta y se fue.
En ese momento, me caían las lágrimas porque el Espíritu me hizo saber que ese señor del sueño era mi padre, yo aún no había podido hacer la obra vicaria por él porque me faltaba información. Al finalizar la reunión de testimonios me acerqué al hermano y le mostré una fotografía de mi papá para saber si era la misma persona que vio en su sueño. Me dijo que sí, él no conoció a mi papá, no sabía su nombre y yo nunca le conté sobre mi padre. Mi corazón se llenó de muchos sentimientos por haberme enterado de ese sueño.
Ese sueño fue un atento recordatorio que yo debía hacer la obra vicaria por mi padre. Así que me puse manos a la obra y busqué la información que hacía falta para realizarla.
Agradezco la bendición de tener templos, la oportunidad de haber hecho la obra vicaria por mi padre y que pronto tendremos un templo en San Pedro Sula, muy cerca de casa, eso me llena de gozo y gratitud hacia mi Padre Celestial.