Introducción
Ya sea que tenga usted problemas con alguna adicción o que esté relacionado con alguien que los tiene, esta guía puede constituir una bendición en su vida. Los Doce Pasos de Alcohólicos Anónimos se han adaptado al marco de la doctrina, los principios y las creencias de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, y aparecen como principios clave al comienzo de cada sección de esta guía, cuyo propósito es ayudarle en la aplicación de dichos principios, puesto que pueden cambiar su vida.
Esta guía contiene una serie de ejercicios y referencias para los integrantes de los grupos de apoyo para la recuperación de adicciones auspiciados por Servicios para la familia SUD. Sin embargo, la doctrina y los principios que aquí se imparten pueden ser también de gran utilidad para las personas que viven lejos de uno de estos grupos de apoyo. Esta guía es útil para todo el que desee cambiar su vida y, especialmente, para quienes deseen trabajar directamente con un obispo o un asesor profesional.
Servicios para la familia SUD ha invitado a hombres y mujeres que han sufrido los devastadores efectos de diversas adicciones y que han logrado recuperarse de ellas para que compartieran sus experiencias, fruto de la aplicación cotidiana de estos principios. Su punto de vista (expresado en esta guía a través del pronombre “nosotros”) propone transmitir la angustia provocada por la adicción, y la alegría, fruto de la curación y la recuperación. Usted también podrá hallar consuelo, apoyo y un vínculo común que le una a ellos.
En la elaboración de esta guía también han colaborado líderes de la Iglesia y asesores profesionales cuya sabiduría y experiencia constituyen otro testimonio de la realidad de la expiación de Jesucristo y de la posibilidad de recuperarse de una adicción.
Hemos padecido mucho, pero hemos visto cómo el poder del Salvador transformaba nuestras más devastadoras derrotas en gloriosas victorias espirituales. Nosotros, que una vez convivimos diariamente con la depresión, la ansiedad, el miedo y la debilitante ira, disfrutamos ahora de alegría y paz. Hemos presenciado milagros en nuestra vida y en la vida de otras personas atrapadas por la adicción.
La adicción nos ha obligado a pagar un amargo precio de dolor y sufrimiento que nos hemos infligido a nosotros mismos, pero cada paso por librarnos de ella se ha traducido en numerosas bendiciones. Tras haber despertado espiritualmente, nos esforzamos cada día por mejorar nuestra relación con nuestro Padre Celestial y Su Hijo Jesucristo, y ser sanados gracias a la expiación del Salvador.
Le invitamos con todo nuestro amor y comprensión a sumarse a nosotros para disfrutar de una vida gloriosa de libertad y seguridad, rodeado por los brazos de Jesucristo, nuestro Redentor. Sabemos por propia experiencia que puede librarse de las cadenas de la adicción. Independientemente de lo perdido y desesperanzado que pueda sentirse, usted es un hijo de un amoroso Padre Celestial. Si es incapaz de aceptar esta verdad, los principios de esta guía le ayudarán a redescubrirla y grabarla en lo más recóndito de su corazón. Además, le ayudarán a acercarse a Cristo y permitirle que Él le cambie. Al aplicar estos principios podrá invocar el poder de la Expiación, y el Señor le librará de su cautiverio.
Hay quienes creen que las adicciones no son más que malos hábitos que se pueden conquistar con la simple fuerza de voluntad, pero son muchos los que caen en una dependencia tal de una conducta o de una sustancia, que ya no pueden privarse de ella. Pierden la perspectiva y el sentido de otras prioridades en sus vidas, sin que les importe nada más que el satisfacer su desesperada necesidad. Al intentar abstenerse, experimentan una poderosa ansiedad física, psicológica y emocional, y la toma habitual de decisiones erróneas que les conduce a una disminución y restricción de su albedrío. El presidente Boyd K. Packer, del Quórum de los Doce Apóstoles, enseñó: “La adicción tiene la capacidad de desconectar la voluntad del ser humano y de anular su libertad moral individual, pudiendo privarle de su poder de decisión” (“La revelación en un mundo inconstante”, Liahona, enero de 1990, pág. 14).
Se consideran adicciones el uso de sustancias tales como el tabaco, el alcohol, el café, el té y las drogas (recetadas o ilegales), y comportamientos como el juego, la codependencia, el consumo de pornografía, la conducta sexual inapropiada y los desórdenes alimenticios. Estas sustancias y comportamientos restringen la capacidad de la persona para sentir el Espíritu, dañando su salud física y mental, así como su bienestar social, emocional y espiritual. El élder Dallin H. Oaks, del Quórum de los Doce, enseñó: “Tendríamos que evitar cualquier comportamiento que cree adicción. Cualquier cosa que genere adicción compromete nuestra voluntad. Someter nuestra voluntad a los impetuosos impulsos impuestos por cualquier forma de adicción no hace sino respaldar los propósitos de Satanás y trastoca los de nuestro Padre Celestial. Esto se aplica a la adicción a las drogas (como los narcóticos, el alcohol, la nicotina o la cafeína), la adicción a prácticas como el juego, y a cualquier otra conducta adictiva. La obediencia a los mandamientos de Dios nos protege de las adicciones” (“Free Agency and Freedom”, Brigham Young University 1987–1988 Devotional and Fireside Speeches, 1988, pág. 45).
Si es humilde y sincero, y acude a Dios y a otras personas en busca de ayuda, podrá superar sus adicciones por medio de la expiación de Jesucristo. Así como nosotros nos hemos recuperado, usted también puede hacerlo y disfrutar de todas las bendiciones del Evangelio de Jesucristo.
Si sospecha que padece alguna adicción y siente aunque sólo sea el más pequeño deseo de librarse de ella, le invitamos a unirse a nosotros en el estudio y la aplicación de los principios del Evangelio de Jesucristo que se imparten en esta guía. Le aseguramos que al seguir este camino con un corazón sincero, hallará el poder necesario para superar cualquier adicción. Al aplicar fielmente cada uno de estos doce principios, el Salvador le fortalecerá y “[conocerá] la verdad, y la verdad [le] hará libre” (Juan 8:32).