CAPÍTULO DIECIOCHO
LA MISIÓN DE LOS DOCE
Mientras los santos se establecían en Nauvoo, el profeta José Smith hacía planes de expandir la Iglesia por el extranjero. Esa expansión había empezado en 1837, con el llamamiento de los élderes Heber C. Kimball y Orson Hyde a cumplir una misión en Inglaterra. Ya en el año 1835 el Señor había explicado a los miembros del Quórum de los Doce Apóstoles que debían ser “testigos especiales del nombre de Cristo en todo el mundo” y que tenían que “edificar la iglesia y regular todos los asuntos de ella en todas las naciones”; se les dieron las llaves “para abrir la puerta por medio de la proclamación del Evangelio de Jesucristo” a todos los seres humanos (D. y C. 107:23, 33, 35). Además, se les prometió: “…sea cual fuere el lugar donde proclames mi nombre, te será abierta una puerta eficaz para que reciban mi palabra” (D. y C. 112:19). Esta promesa se cumplió el mismo día en que se recibió la revelación, el 23 de julio de 1837, cuando invitaron al élder Heber C. Kimball y a sus compañeros a predicar en la capilla de Vauxhall, de Preston, Inglaterra, invitación que dio como resultado los primeros bautismos que se efectuaron en las Islas Británicas. Al ir avanzando la obra con todo éxito en esa tierra, se esperaba que hubiera aún más participación de los Apóstoles en ella.
LLAMAMIENTO DE LOS DOCE A GRAN BRETAÑA
En marzo de 1838, poco después de haberse instalado en Far West, Misuri, José Smith empezó a hacer preparativos para extender la obra misional de los Doce a Gran Bretaña. David W. Patten, uno de los Apóstoles, recibió en una revelación instrucciones precisas de prepararse para cumplir una misión el año siguiente (véase D. y C. 114:1). El 8 de julio de ese mismo año, en otra revelación, se llamó a John Taylor, John E. Page, Wilford Woodruff y Willard Richards al Consejo de los Doce, y se encargó a los Apóstoles salir “para cruzar las grandes aguas, y allá promulg[ar] mi Evangelio en su plenitud y [dar] testimonio de mi nombre” (D. y C. 118:4; véase también el vers. 6). Además, el Señor les dijo la fecha exacta en que debían salir de Far West, que era el 26 de abril de 1839.
Cuando los hermanos recibieron la revelación, pensaron que no tendrían dificultades en cumplir lo que se les mandaba hacer, pero las persecuciones subsiguientes y la expulsión de los santos de Misuri hicieron que la partida en el mes de abril fuera extremadamente peligrosa; había populachos que amenazaban a los miembros que todavía permanecían allí y que fanfarroneaban diciendo que la revelación no se cumpliría. No obstante, Brigham Young animó a sus compañeros a que fueran a Far West, tal como el Señor lo había indicado, y les prometió que Él los protegería.
En la madrugada del 26 de abril, poco después de medianoche, los élderes Brigham Young, Heber C. Kimball, John E. Page, Orson Pratt, Wilford Woodruff, John Taylor y George A. Smith se reunieron en el terreno del templo en Far West, junto con unos veinte miembros de la Iglesia. A la luz de la luna, recomenzaron la tarea de colocar el cimiento para la Casa del Señor arrastrando una enorme piedra hasta la esquina del sudeste. Brigham Young comentó lo siguiente: “Así se cumplió esa revelación de la cual habían dicho nuestros enemigos que, aunque todas las demás revelaciones de José Smith se cumplieran, esa no se cumpliría porque tenía una fecha fija”1. En las primeras horas de la mañana, Theodore Turley, uno de los miembros que había estado con los Apóstoles en Far West, fue a la casa del apóstata Isaac Russell para despedirse de él; éste se quedó asombrado al enterarse de que su amigo había estado en Far West con miembros del Consejo de los Doce, y más aún al saber que la profecía se había cumplido.
Hasta que los miembros de la Iglesia encontraron un nuevo lugar en el que pudieran habitar, Commerce (llamada después Nauvoo), no hubo más preparativos para la misión a Gran Bretaña. El 27 de junio de 1839, la Primera Presidencia y el Consejo de los Doce tuvieron una reunión especial. En ella reinstituyeron a Orson Hyde en su puesto entre los Doce después que confesó humildemente algunas imprudencias y pecados que había cometido2; además, el profeta José Smith instruyó a los hermanos en los principios básicos del Evangelio con el fin de prepararlos mejor para sus misiones. Una semana más tarde, en Montrose, Iowa, después de darles más instrucciones, la Primera Presidencia bendijo a cada uno de los Apóstoles y a sus esposas. Con respecto a esas bendiciones, Wilford Woodruff comentó: “…si éramos fieles, se nos prometía que volveríamos al seno de nuestra familia y que seríamos bendecidos en nuestra misión y muchas almas pondrían el sello a nuestro ministerio”. A continuación, José Smith les explicó que no se les “enviaba para recibir enseñanzas sino para enseñar; que cada uno fuera solemne y estuviera alerta, con todas sus palabras moderadas por la amabilidad; y que recordara que era ‘un día de amonestación y no de muchas palabras’ [D. y C. 63:58]”3.
El domingo 7 de julio los Apóstoles hablaron en una reunión de despedida que se llevó a cabo en su honor; cada uno de ellos expresó un fuerte testimonio de la obra en la que se hallaban embarcados. Era evidente que estaban ansiosos por ponerse en camino a Inglaterra, pero, lamentablemente, no les fue posible salir de inmediato. A la semana siguiente, la región de Nauvoo se vio atacada por una epidemia de malaria de la cual enfermaron también los Apóstoles, por lo que su misión tuvo que posponerse. No obstante, después del “‘día de manifestarse el poder de Dios”’, el 22 de julio, “los Doce estaban… determinados, ‘sanos o enfermos’, a cumplir su misión. El domingo 4 de agosto, un día de ayuno y oración, el Profeta repitió sus instrucciones de salir ‘sin bolsa ni alforja, de acuerdo con las revelaciones de Jesucristo’ ”4.
LA PARTIDA DE LOS MISIONEROS
John Taylor y Wilford Woodruff, que todavía se hallaban enfermos de malaria, decidieron partir sin demora. El hermano Woodruff escribió lo siguiente al respecto: “El 8 de agosto, temprano por la mañana, me levanté de mi lecho de enfermo, le puse las manos sobre la cabeza a mi esposa, Phoebe, que también estaba enferma y la bendije. Después me aparté de los brazos de mi compañera y partí dejándola con escaso alimento y falta de las cosas más necesarias de la vida. Ella soportó el sufrimiento de mi partida con la entereza de una santa, porque comprendía las responsabilidades de su compañero…
“Aunque estaba muy débil, me fui caminando hasta la orilla del río Misisipí. Allí, el presidente Young me llevó en una canoa… en la que atravesamos el río. Cuando desembarcamos, me acosté a descansar en un trozo de cuero que había junto a la oficina de correos. El hermano José, el Profeta de Dios, se acercó a mí. ‘Bueno, hermano Woodruff’, me dijo, ‘ha comenzado su misión’. Le contesté: ‘Sí, pero me siento más bien como un cadáver listo para la disección que como un misionero’. El hermano José exclamó: ‘¿Por qué ha dicho eso? ¡Levántese y vaya! Ya verá que todo le saldrá bien’ ”5.
John Taylor y Wilford Woodruff tuvieron una ardua jornada para llegar a la costa del este; en el estado de Indiana, la salud del élder Taylor se agravó tanto que el élder Woodruff tuvo que dejarlo allí encomendándolo en las manos del Señor. Después de recuperarse milagrosamente, John Taylor continuó su viaje y, aunque volvió a enfermarse, por fin pudo reunirse de nuevo con su compañero en Nueva York.
La partida de los demás hermanos fue igualmente dificultosa. Brigham Young estaba preparado para salir el 14 de septiembre, poco después que su esposa, Mary Ann, había dado a luz a una niña. Pero al ponerse en camino en Montrose, estaba tan enfermo que no le fue posible recorrer sin ayuda ciento cincuenta metros, que era la distancia aproximada que lo separaba del río; a los tres días, la hermana Young, que todavía estaba debilitada por el parto, cruzó el río para ir a cuidar al esposo que estaba en Nauvoo, hospedado en la casa de Heber C. Kimball. El 18 de septiembre, los élderes Young y Kimball decidieron que había llegado el momento de comenzar la misión para la cual los habían llamado; ambos se sentían tan mal que fue necesario que los ayudaran a subir al carromato. Todos los de la familia Kimball estaban enfermos y en cama, con excepción del pequeño Heber Parley, que no tenía más que cuatro años y sólo podía acarrear agua para los enfermos.
El hermano Kimball dijo que, mientras se alejaban, sintió “destrozarse mis entrañas de dolor al dejar a mi familia en esas condiciones, casi se podría decir que en el umbral de la muerte. Me pareció que no iba a poder soportarlo. Le pedí al conductor que se detuviera y le dije al hermano Brigham: ‘Esto es terrible, ¿verdad? Levantémonos y démosles ánimo’. Nos levantamos y, agitando tres veces los sombreros por encima de la cabeza, exclamamos: ‘¡Hurra, hurra por Israel!’ Al oírnos, Vilate [la esposa] se levantó de la cama y se asomó a la puerta sonriendo, y ella y Mary Ann Young nos gritaron: ‘¡Adiós; que Dios los bendiga!’ ”6.
Cuando estaban en camino, se les unió el élder George A. Smith. Durante el viaje, cada vez que Brigham Young metía la mano en su maleta encontraba suficiente dinero para pagar el pasaje de la diligencia que tenían que tomar para el tramo siguiente, y creía que el hermano Kimball le estaba reponiendo secretamente lo que gastaba, pero después descubrió que no era así. Los élderes comenzaron el viaje con $13,50 [dólares] que les habían regalado, pero gastaron más de $87 en los pasajes de diligencia, y no tenían idea de cómo había llegado el dinero a su equipaje, “a menos que proviniera de algún agente invisible del mundo celestial con el fin de que siguiera adelante la prédica del Evangelio”7. Los hermanos tuvieron que quedarse unas semanas en la región norte de Nueva York debido a su estado de salud. Brigham Young cayó enfermo en Moravia (Nueva York), donde lo cuidaron las familias de Caleb Haight y William Van Orden; además, el hermano Van Orden confeccionó un sobretodo para George A. Smith, que sólo tenía un acolchado con el cual cubrirse para mantenerse abrigado.
Siete de los Apóstoles llegaron en invierno a la ciudad de Nueva York, donde predicaron el Evangelio, atendieron algunos asuntos de la Iglesia y consiguieron los fondos necesarios para sus pasajes a Inglaterra. Parley P. Pratt comentó lo siguiente: “Durante los pocos días que estuvimos juntos en Nueva York hicimos muchas reuniones muy hermosas, en las cuales los santos se llenaron de gozo y los asistentes quedaron cada vez más convencidos de la verdad de nuestro mensaje. Cerca de cuarenta personas se bautizaron y entraron a aumentar las filas de la Iglesia en esa ciudad en el transcurso de los pocos días que los hermanos pasamos allí”8. Wilford Woodruff, John Taylor y Theodore Turley fueron los primeros en embarcarse para Inglaterra el 19 de diciembre de 1839; llegaron a su destino veintitrés días más tarde. Los demás partieron en marzo de 1840 y llegaron a Liverpool el 6 de abril, día del décimo aniversario de la organización de la Iglesia.
Casi en seguida se hizo evidente la importancia de la presencia de los Doce allí. Después de la primera misión que se había cumplido en 1837, muchos de los miembros habían caído en la apostasía o abandonado la Iglesia por la persecución o debido a la falta de buena dirección local. Los ataques a la Iglesia que publicaban los periódicos se hacían cada vez más frecuentes e intensos, y los ministros de otras religiones azuzaban a la oposición con sus discursos y conferencias. Entre los miembros hubo algunos que desafiaron la autoridad de la presidencia de la misión, formada por Joseph Fielding, Willard Richards y William Clayton, y arrastraron pequeños grupos de santos para desviarlos, demorando así el progreso de la obra misional.
El élder Heber C. Kimball había escrito varias cartas alentadoras desde los Estados Unidos, con las que logró animar a los miembros y descubrir a los que obstaculizaban el progreso de la Iglesia en Inglaterra. Pero, para que ésta se mantuviera firme allí, era indispensable contar con predicadores y maestros enérgicos, que estuvieran firmemente fundados en la doctrina del Evangelio restaurado, y con líderes de experiencia que establecieran orden en las ramas.
Las Islas Británicas estaban listas para el arribo de los Doce en su función de misioneros. La mayoría de los británicos tenían un idioma, una cultura y una ascendencia similares a las de los misioneros que llegaban de los Estados Unidos; en casi todos esos países prevalecía la libertad de religión, pero no había allí la misma fuerte influencia del clero que existía en el resto de Europa; a la gente le encantaba leer la Biblia y había una marcada preferencia por la versión del rey Santiago que los Apóstoles empleaban en sus prédicas. Por otra parte, en Inglaterra el gobierno del país estaba centralizado, lo cual aseguraba que las leyes fueran uniformes con respecto a la práctica de una religión; o sea, dondequiera que los misioneros fueran tenían igualdad legal con cualquier otro ministro religioso. Más aún, la revolución industrial que tuvo lugar desbarató la condición social de las clases bajas dejándolas con la impresión de que sus ministros y pastores las habían abandonado; por ese motivo, había muchas personas en busca de satisfacción y apoyo espirituales y temporales.
Así fue cómo el Señor preparó el terreno para llevar el Evangelio a Gran Bretaña.
LOS APÓSTOLES EN GRAN BRETAÑA
Wilford Woodruff y John Taylor, que fueron los primeros en llegar, se apresuraron a dirigirse a las oficinas de la Iglesia en Preston para hablar con la presidencia de la misión. Una vez allí, decidieron separarse, y el élder Taylor regresó a Liverpool con Joseph Fielding, mientras que el élder Woodruff se encaminaba hacia el sur con Theodore Turley, a un lugar llamado Alfarerías Staffordshire por la industria que se desarrollaba allí.
Los élderes Taylor y Fielding empezaron su labor en Liverpool el 23 de enero, y el 4 de febrero bautizaron a los primeros conversos; también en el mes de febrero bautizaron a toda la familia de George Cannon, que era cuñado de John Taylor. Uno de los hijos, George Q. Cannon, que entonces tenía doce años, con el tiempo iba a llegar a ser un gran misionero en las Islas Hawaianas y después miembro del Consejo de los Doce y consejero de cuatro presidentes de la Iglesia, incluso de su tío John Taylor. La obra en Liverpool progresaba continuamente y, cuando los otros Apóstoles llegaron a Inglaterra en abril, ya había una rama de la Iglesia en esa ciudad portuaria.
En la zona de las alfarerías, el élder Woodruff organizó ramas en los diversos pueblecitos de la región y puso al élder Turley a cargo de éstas. En el mes de marzo, Wilford Woodruff recibió la inspiración de dirigirse al sur, hasta Herefordshire, adonde lo acompañó uno de sus conversos de nombre William Benbow; allí se pusieron en contacto con el hermano y la cuñada del hermano Benbow, John y Jane Benbow, y con un grupo de seiscientas personas que habían formado una sociedad religiosa llamada Hermanos Unidos. Al fin, el líder del grupo, Thomas Kington, y todos los demás con excepción de una persona, aceptaron el Evangelio restaurado y se bautizaron; cientos de habitantes de los alrededores también se convirtieron a la Iglesia.
A pesar de lo que prosperó la obra, no se logró el éxito sin encontrar oposición. Un día, un guardia local fue a arrestar al élder Woodruff por estar predicando sin obtener un permiso, pero, en cambio, después de escuchar un discurso inspirado, se bautizó; en otra ocasión, dos clérigos [de la Iglesia de Inglaterra] a quienes se había enviado para averiguar qué enseñaba el élder Woodruff también se bautizaron. Además, el clero de la región escribió al Arzobispo de Canterbury, prelado de la Iglesia de Inglaterra, solicitándole que empleara su influencia para conseguir que se prohibiera la presencia de los mormones en Gran Bretaña; reconociendo que las leyes de la nación fomentaban la tolerancia religiosa, el arzobispo les aconsejó a los ministros que trataran de resolver el problema siendo ellos mismos pastores más dedicados en su ministerio. Pero, en lugar de seguir el consejo, los clérigos empezaron a atacar a los mormones en sus discursos y a agitar a la prensa local para que hostilizara a los Santos de los Últimos Días.
A medida que la Iglesia progresaba, aumentaba también la oposición en la zona. Una vez, mientras predicaba en el pueblo de Hawcross, Wilford Woodruff se vio rodeado de un populacho amenazante; después que algunas personas pidieron que las bautizara, el élder Woodruff les dijo que si tenían suficiente fe para bautizarse, él tenía suficiente fe para llevar a cabo la ordenanza a pesar de las amenazas de violencia. Formando un pequeño grupo, los interesados fueron caminando hasta un estanque, donde muy pronto los rodeó una chusma armada con piedras. El élder Woodruff relató lo siguiente: “Entré en el agua con los pensamientos puestos en Dios y bauticé a seis personas mientras los del populacho me aporreaban a pedradas; una de las piedras me golpeó en la cabeza y estuvo a punto de hacerme caer”10.
En otra oportunidad, el ministro del pueblo de Dymock dirigió a un populacho formado por más de cincuenta hombres para que apedrearan una casa en la cual los santos llevaban a cabo en ese momento una reunión de oración. Aunque esas experiencias no eran muy frecuentes en Gran Bretaña, le hacían comprender al élder Woodruff la fuerte oposición que se presentaba al Evangelio restaurado.
Gracias a los esfuerzos de Wilford Woodruff y otros misioneros, se convirtieron unas mil ochocientas personas en los condados de Hereford, Worchester y Gloucester. Un día en que el élder Woodruff visitaba el pueblo de Ledbury, el ministro bautista del lugar lo invitó a predicar ante su congregación; después de la prédica, él y varios de sus feligreses solicitaron el bautismo. Otra vez en que se hallaba bautizando a algunas personas, llegaron varios ministros en un carro, aceptaron el bautismo llenos de gratitud y siguieron su camino con gran regocijo. Al recordar ese extraordinario período de su vida, Wilford Woodruff escribió lo siguiente: “La historia entera de esta misión a Herefordshire demuestra la importancia de prestar atención a la voz apacible y suave del Espíritu de Dios y a las revelaciones del Espíritu Santo. Las personas estaban orando para recibir la luz y la verdad, y el Señor les envió lo que pedían”11
En abril de 1840, cuando los otros Apóstoles llegaron a las Islas Británicas, Brigham Young, que había asumido la responsabilidad de dirigir la Iglesia en la Misión Británica, convocó a los hermanos para una conferencia general en Preston. Hubo en asistencia cerca de mil seiscientos miembros, provenientes de treinta y tres ramas. El primer asunto que se trató fue la ordenación de Willard Richards al apostolado, de acuerdo con la revelación que se había recibido en 1838; también se presentó y se sostuvo a Brigham Young como Presidente del Quórum de los Doce Apóstoles. Con eso, había entonces ocho miembros del Consejo en las Islas Británicas: Brigham Young, Heber C. Kimball, Parley P. Pratt, Orson Pratt, John Taylor, Wilford Woodruff, George A. Smith y Willard Richards; otros dos, William Smith y John E. Page, no cumplieron una misión en Gran Bretaña; Orson Hyde llegó un tiempo después, trabajó varios meses con sus hermanos en Inglaterra y luego viajó a Palestina, donde dedicó la tierra para el retorno de los judíos. En aquella época todavía quedaba un lugar vacante en el Consejo de los Doce.
En la conferencia, también se aprobó una propuesta del presidente Young de publicar el Libro de Mormón, un himnario y un periódico para los santos en Inglaterra. Siguiendo una sugerencia del élder Woodruff, se resolvió dar a la publicación el título de Latter-day Saints, Millennial Star, y se nombró editor al élder Parley P. Pratt. Los Apóstoles dieron fin a la conferencia animando a los santos a emigrar a Nauvoo12.
En su labor de dirigir la Iglesia en Gran Bretaña, Brigham Young demostró gran habilidad espiritual y administrativa. Una vez, mientras visitaba a Wilford Woodruff y a los Hermanos Unidos que se habían convertido a la Iglesia en el sur, ejerció el poder del sacerdocio en una curación notable: Mary Pitt, una mujer que había estado inválida durante once años y que era hermana del músico William Pitt, pidió que le dieran una bendición. Los Pitt acababan de bautizarse el día anterior. Esto es lo que escribió Wilford Woodruff sobre esa experiencia: “Oramos por ella y le impusimos las manos. El hermano Young pronunció la bendición y le mandó que sanara; ella puso la muleta a un lado y jamás volvió a usarla. Al día siguiente caminó cinco kilómetros”13. Mary Pitts fue una de los muchos miembros de la Iglesia que sanaron en Inglaterra por el poder de las bendiciones del sacerdocio que recibieron de Brigham Young.
El presidente Young también se dedicó a expandir la obra misional en aquellos países; bajo su dirección, Heber C. Kimball fue a visitar las ramas de la Iglesia que estaban en el norte de Inglaterra, donde había sido misionero durante 1837 y 1838; en esa visita fortaleció a los que habían permanecido fieles y se esforzó por atraer nuevamente a muchos que se habían apartado debido a la persecución. Willard Richards fue enviado para ayudar a Wilford Woodruff en el sur. John Taylor, que había tenido cierto éxito con los inmigrantes irlandeses en Liverpool, se embarcó con tres irlandeses que lo acompañaron con destino a Irlanda a fin de introducir el Evangelio en esa tierra; a pesar de no haber tenido éxito, dejaron establecido un fundamento allí. De regreso en Liverpool, el élder Taylor sintió la impresión de que debía extender la obra a la Isla de Man, en el Mar de Irlanda, donde vivían muchos parientes de Leonora, su esposa; al poco tiempo bautizó a varias personas; también organizó una rama en la isla.
A Orson Pratt se le dio la asignación de llevar el Evangelio a Escocia, donde trabajó sobre los cimientos establecidos ya por dos conversos escoceses, Samuel Mulliner y Alexander Wright, que en 1839 habían regresado a su tierra natal procedentes de Canadá con el propósito de dar a conocer el Evangelio a sus familiares y amigos; antes de que él llegara ellos ya habían convertido a veinte personas. El élder Pratt organizó la primera rama de la Iglesia en Paisley, a pocos kilómetros de Glasgow, el 8 de mayo de 1840. A fines de ese mes, ofreció una oración en Arthur’s Seat (una colina de Escocia) y pidió al Señor que hubiera doscientos conversos. En Edimburgo, la capital, la obra iba despacio al principio, y para agosto sólo se habían convertido dieciocho personas. Pero el hermano Pratt, que era un misionero enérgico, trabajó arduamente durante diez meses llegando a tener hasta siete reuniones callejeras en un día. Publicó un folleto titulado An Interesting Account of Several Remarkable Visions (“Un interesante relato de varias visiones extraordinarias”), que contenía el primer relato que se publicó de la primera visión del profeta José Smith. El élder Pratt pasó en Escocia casi todo el tiempo que duró su misión y para el momento de su partida, en marzo de 1841, su oración había recibido respuesta: el distrito de Edimburgo contaba para entonces con doscientos veintiséis miembros.
En agosto de 1840, el élder George A. Smith acompañó a los élderes Kimball y Woodruff a Londres, que en ese tiempo era una de las ciudades más grandes del mundo. Se les negó la oportunidad de predicar en el Temperance Hall, uno de los salones más conocidos, por lo que fueron al Mercado Smithfield, que era al aire libre; cuando les informaron que allí tampoco podían hacerlo, un relojero local los condujo hasta el Tabernacle Square, que estaba en las afueras de la ciudad, donde el élder Smith pronunció un discurso ante un público bullicioso pero interesado. Al informarles un ministro local que George A. Smith era mormón y decirles que no debían escucharlo, prevaleció la típica simpatía de los británicos por los desafortunados y la multitud prestó más atención, aunque ninguno estuvo dispuesto a bautizarse.
Después de varios días de predicar sin éxito, los Apóstoles se vieron recompensados cuando Henry Connor, el relojero que se había mostrado amistoso con ellos, se decidió a abrazar el Evangelio. No obstante, la Iglesia creció lentamente en Londres. En un informe que enviaron a Brigham Young, los hermanos le decían: “En nuestros viajes, tanto en los Estados Unidos como en Europa, nunca hemos encontrado una gente que nos presentara una variedad tan grande de objeciones a las que tuviéramos que responder ni una combinación tal de obstáculos que nos viéramos obligados a remover, a fin de despertarles el interés en el tema y prepararles el corazón para la palabra de Dios, como las personas que hemos hallado en Londres”14. Brigham Young fue de visita a Londres en diciembre de 1840 para dar apoyo a la obra misional; el 14 de febrero de 1841 ya había suficientes miembros bautizados para organizar un distrito de la Iglesia allí, con un joven misionero recién llegado de los Estados Unidos, Lorenzo Snow, como su presidente. Durante los tres años que el élder Snow estuvo en Londres, llevó a la Iglesia varios cientos de conversos y presentó sendas copias del Libro de Mormón, hermosamente encuadernado, a la reina Victoria y al príncipe Alberto, monarcas de Gran Bretaña.
Durante su ministerio en Gran Bretaña, Parley P. Pratt se concentró principalmente en escribir y publicar materiales de la Iglesia vitales para el éxito de la obra misional que se llevaba a cabo; escribió varios folletos y se encargó de editar la publicación mensual Millennial Star, la cual proporcionó a los santos de Inglaterra el primer material impreso con la historia de José Smith y las revelaciones que él recibió; contenía también noticias generales del funcionamiento de la Iglesia en los Estados Unidos, estableciendo con ello un lazo de unión entre los miembros ingleses y sus hermanos estadounidenses. El Millennial Star continuó siendo un importante periódico de la Iglesia por el resto del siglo diecinueve, publicando siempre gran cantidad de documentos históricos y discursos de las autoridades eclesiásticas.
EL IMPACTO DE LA MISIÓN DE LOS APÓSTOLES EN GRAN BRETAÑA
La Iglesia tuvo un enorme progreso en 1840, bajo la dirección capaz e inspirada de Brigham Young y de los Apóstoles. En la conferencia general que se llevó a cabo en Manchester, en el mes de octubre, “se realizaron ordenaciones, se resolvieron casos disciplinarios, se estableció un fondo para mantener a los misioneros que no contaran con los medios necesarios [muchos de ellos ciudadanos británicos] y se hicieron asignaciones en la obra misional. Se informó que el número total de miembros había aumentado en 1.115 desde el mes de julio, y que en Herefordshire había setenta congregaciones locales de la Iglesia y 1.007 miembros”15.
Antes de la conferencia de Manchester ya había comenzado la emigración de los santos británicos a los Estados Unidos. El 1º de junio de 1840, Brigham Young y Heber C. Kimball se reunieron con unos cuarenta y seis miembros con el fin de organizarlos para su viaje a Nauvoo. John Moon, uno de los miembros fieles que se había convertido durante la misión anterior del élder Kimball, fue nombrado para presidir a ese grupo mientras se hallaba en camino. Cuando llegaron a Nauvoo, esos miembros escribieron cartas a sus amigos alentándolos y respaldando la idea de congregarse, en contraste con ciertos comentarios negativos que se habían publicado en los periódicos británicos sobre emprender viaje a un lugar tan alejado.
La mayoría de los miembros ingleses estaban muy dispuestos a emigrar. Aun antes de que se hablara del recogimiento, querían ir a los Estados Unidos para ver al Profeta y para vivir con sus hermanos de allá. Brigham Young le escribió esto a su hermano Joseph: “Es tan fuerte el espíritu de recogimiento que sienten, que irían aun cuando supieran que van a morir tan pronto como lleguen, o que apenas pongan pie ahí el populacho va a echárseles encima para expulsarlos”16. En los primeros meses de 1841, hubo aproximadamente mil santos que emigraron, y al poco tiempo se estableció una agencia de embarque para encargarse de los arreglos para los viajes. En Liverpool se compraron casas en las cuales pudieran alojarse los miembros que estaban esperando para partir, y el Millennial Star empezó a publicar instrucciones detalladas con el fin de ayudarles a prepararse para la larga jornada. Durante la década siguiente, hubo más de diez mil miembros británicos que se embarcaron con destino a los Estados Unidos. Para 1870 habían emigrado otros veintiocho mil, y la mayoría de los miembros adultos de la Iglesia en Utah habían nacido en las Islas Británicas.
A principios de 1841, el profeta José Smith escribió a los Apóstoles diciéndoles que debían regresar a Nauvoo en la primavera [marzo a junio en el hemisferio norte]. Al acercarse el momento de partir, los Apóstoles visitaron los lugares donde habían trabajado con el objeto de fortalecer a los santos; en los primeros días de abril tuvieron una serie de reuniones en Manchester, las que culminaron en una conferencia general que se llevó a cabo el 6 de abril. En el transcurso de la conferencia expresaron el gozo que les producía la abundante cosecha de conversos con la que el Señor los había bendecido. “El número de miembros” era de “5.864, un aumento de casi 2.200 desde la conferencia de octubre y de más de 4.300 desde la primera conferencia, realizada un año antes”18. Esas cifras no incluían a los que ya habían emigrado. Casi todos los Apóstoles partieron de Inglaterra a fines de abril y llegaron a Nauvoo en el mes de julio. Parley P. Pratt se quedó para presidir la misión y continuar publicando el Millennial Star.
Esa misión fue un período importante de capacitación y maduración para el Quórum de los Doce Apóstoles, y en ella Brigham Young pudo fortalecer sus habilidades de líder, que muy pronto tendría que ejercer en Nauvoo, particularmente después del asesinato del profeta José Smith. Debido a las pruebas y los sacrificios que tuvieron que pasar en Gran Bretaña, y también al hecho de trabajar en bien de una meta común, los Apóstoles quedaron unidos con lazos que aseguraron a la Iglesia una dirección firme para los años por venir. Con la llegada de Lorenzo Snow a Londres, hubo cuatro futuros presidentes de la Iglesia trabajando juntos en la Misión Británica: Brigham Young, John Taylor, Wilford Woodruff y Lorenzo Snow. Además, los conversos británicos que emigraron a Nauvoo proporcionaron a los Apóstoles un apoyo esencial después de la muerte de José Smith.
El Profeta se daba cuenta de la experiencia en liderazgo que adquirieron los Apóstoles durante su misión en Gran Bretaña y también reconocía el sacrificio que habían hecho para cumplir, tanto ellos como sus respectivas familias; él escribió lo siguiente: “Quizás no haya habido otros hombres que se hayan embarcado en tan importante misión y en circunstancias tan particularmente difíciles y adversas… Y, sin embargo, a pesar de sus aflicciones y pruebas, el Señor intervino siempre en bien de ellos y no permitió que los envolvieran los brazos de la muerte; de una u otra manera encontraron la forma de escapar, y se les presentaron amigos cuando más los necesitaban, que les proveyeron lo necesario; así pudieron proseguir en su jornada y regocijarse en el Santo de Israel. En efecto, ellos fueron ‘andando y llorando [al llevar] la preciosa semilla’, mas volvieron ‘con regocijo, trayendo sus gavillas’ [Salmos 126:6]”19.
La obra misional en otras partes del mundo también adelantó después gracias a la labor llevada a cabo en Gran Bretaña. El Imperio Británico se convirtió en el medio de esparcir el Evangelio a muchas partes del mundo, especialmente cuando los conversos de allá iban como inmigrantes o viajaban por negocios o asuntos militares.
LA MISIÓN DE ORSON HYDE A PALESTINA
En 1839 el élder Orson Hyde no se había recuperado de la malaria para ir con sus hermanos Apóstoles a la misión en Gran Bretaña, y, aunque se esforzó por hacer obra misional en los Estados Unidos, no lograba verse libre de la fiebre y los escalofríos. Él comentó: “Caí enfermo con las fiebres, que me duraron meses y estuvieron a punto de matarnos a mí y a mi familia. En la conferencia de abril de 1840, estaba reducido a un mero esqueleto”20.
Durante esa conferencia el élder Hyde anunció que hacía tiempo que el Espíritu lo inspiraba a llevar a efecto una misión entre los judíos que el profeta José Smith había predicho nueve años antes; se refería a una visión que había tenido hacía aproximadamente un mes, en la que había visto Londres, Amsterdam, Constantinopla y Jerusalén, y en la que el Espíritu le había dicho: “Aquí se encuentran muchos de los hijos de Abrahán que yo recogeré en la tierra que di a sus padres, y aquí también está el campo de tus labores”21. El Profeta llamó al élder Hyde y a John E. Page, compañero del apostolado, para que visitaran a los judíos que se hallaban en Europa y fueran después a Palestina con el fin de dedicar la Tierra Santa para el retorno de los judíos22.
Mientras se dirigían a la costa este, los élderes Hyde y Page iban predicando y al mismo tiempo reuniendo fondos para su misión, incluso dinero para traducir al alemán el Libro de Mormón y otros materiales de la Iglesia, debido a que pensaban ponerse en contacto con judíos europeos que hablaban ese idioma. En Pensilvania, el élder Page se demoró un poco, por lo que el élder Hyde, sintiendo fuertemente la urgencia de la misión, continuó solo su camino hacia Nueva York. Más adelante vio confirmada su impresión con estas palabras que José Smith escribió el 15 de enero de 1841 en el periódico Times and Seasons: “El Señor no está complacido con ellos por el hecho de haber demorado su misión (particularmente el élder John E. Page), y la Primera Presidencia les pide que se apresuren en su jornada”23. El élder Page no respondió a este mensaje; por ese motivo, no le quedó al élder Hyde otra alternativa que partir para Europa sin él, lo cual hizo el 13 de febrero de ese año.
Orson Hyde pasó tres meses y medio con los otros Apóstoles en Inglaterra, y, después que la mayoría de ellos había regresado a los Estados Unidos, escribió una breve historia del origen de la Iglesia. Mientras se hallaba en Inglaterra, se puso en contacto con líderes judíos que vivían en Londres; en el mes de junio partió para visitar Rotterdam, Amsterdam (en Holanda) y Francfort (en Alemania), distribuyendo copias de un discurso dirigido a los judíos; luego se embarcó para navegar por el Danubio hasta la costa del Mar Negro. El viaje desde el oeste de Turquía hasta Beirut fue sumamente desagradable; el barco contaba con provisiones para una semana solamente, pero se vio forzado a permanecer en el mar durante diecinueve días. El élder Hyde registró lo siguiente: “Mientras nuestro barco estaba inmovilizado en medio de una serie de islas pequeñas y deshabitadas [por falta de viento que lo impulsara], me vi obligado varios días a comer caracoles que juntaba en las rocas; lo peor de todo era que no podía sacar suficiente cantidad”. Se encontraba tan débil y exhausto que, al llegar a Jaffa [Palestina], apenas logró trasladarse desde el barco hasta la costa24.
Orson Hyde llegó a Jerusalén el 21 de octubre de 1841; cuando contempló por primera vez la Ciudad Santa, que había sido su objetivo durante los últimos diecinueve meses, se conmovió hasta las lágrimas. Más tarde, le escribió a Parley P. Pratt diciéndole que tenía el aspecto “exacto, de acuerdo con la visión que tuve”25. El domingo 24 de octubre por la mañana, antes del amanecer, después de varios días de intentar inútilmente hacer obra misional, Orson Hyde atravesó silenciosamente los portones abiertos de Jerusalén, cruzó el valle de Cedrón y subió al monte de los Olivos. Al mirar hacia abajo, pensó: “Esta ciudad que estoy contemplando ahora ¿es realmente Jerusalén, cuyos pecados e iniquidades colmaron de pesar el corazón del Salvador y arrancaron tantas lágrimas a Sus ojos misericordiosos? Y aquel pequeño espacio cercado del valle de Cedrón, donde las ramas de los solitarios olivos agitan grácilmente sus verdes hojas en la suave brisa, ¿es realmente el huerto de Getsemaní, donde los poderes infernales volcaron el torrente de la angustia tenebrosa del infierno sobre la majestuosa cabeza del Redentor inmortal?”26.
Mientras se hallaba en ese estado de ánimo espiritual y meditabundo, “en silencio solemne, con pluma, tinta y papel, tal como lo había visto en la visión”, Orson Hyde ofreció la oración que dedicó oficialmente la Tierra Santa para el retorno de los judíos y para la futura edificación de un templo en Jerusalén. Le suplicó al Señor con estas palabras: “…que sea quitada la aridez y esterilidad de esta tierra, y permite que broten manantiales de agua viviente para dar de beber a su tierra sedienta. Haz que la vid y el olivo produzcan con su fuerza, y que la higuera florezca y se desarrolle”. Después de esa experiencia solemne y de acuerdo con la costumbre de la antigüedad, el hermano Hyde levantó una pila de piedras como testigo del acontecimiento27.
Una vez que cumplió la misión que llevaba, fue a conocer algunos de los lugares bíblicos famosos y después viajó a Egipto; se vio obligado a quedarse un tiempo en Alejandría, donde tuvo oportunidad de conocer a varios judíos, y desde allí le envió un informe de su misión a Parley P. Pratt, que lo publicó en el Millennial Star. Asu retorno a Europa, el élder Hyde pasó unos meses en Alemania y publicó un tratado de 109 páginas sobre el Evangelio, en alemán, titulado A Cry Out of the Wilderness [“Un clamor en el desierto”]. Más tarde regresó a los Estados Unidos con una compañía de inmigrantes británicos, llegando a Nauvoo el 7 de diciembre de 1842. Había cumplido una de las misiones más extensas (treinta y tres mil kilómetros), más peligrosas y más importantes en la historia de la Iglesia, cuyas penurias se pueden comparar con las de los viajes del apóstol Pablo.
LOS MISIONEROS EN LAS ISLAS DEL PACÍFICO
Inmediatamente después de que los Apóstoles regresaron de Inglaterra a Nauvoo, maduros en cuanto a las responsabilidades de su llamamiento, el Profeta les asignó la dirección de la obra misional de la Iglesia en todo el mundo. En la primavera de 1843 se llamó a cuatro hombres para llevar el Evangelio a las islas del Pacífico; dos de ellos, Addison Pratt y Benjamin Grouard, habían estado antes en esa zona como marineros. Noah Rogers y Knowlton Hanks eran los otros dos. Igual que los Apóstoles, esos misioneros dejaron atrás a sus respectivas esposas y familias. En octubre de 1843 partieron de un puerto de Nueva Inglaterra y llegaron el 30 de abril de 1844 a Tubuai, una isla que quedaba a poco menos de 500 kilómetros al sur de Tahití. Durante el viaje, el élder Hanks murió de tuberculosis.
Los misioneros tenían la intención de seguir su viaje hasta las islas de Hawai, pero los habitantes de Tubuai, que ya eran cristianos y deseaban tener un ministro permanente, le suplicaron al élder Pratt que se quedara con ellos; así lo hizo, dejando que sus dos compañeros siguieran hacia el norte, hasta Tahití. Durante el primer año que estuvo en Tubuai, convirtió y bautizó a sesenta personas, una tercera parte de la población de la isla, incluso a unos cuantos blancos constructores de barcos que vivían allí (con excepción de uno). El atender a los nuevos miembros de la Iglesia se convirtió en una pesada responsabilidad, puesto que acudían a él en busca de consejos, tanto en asuntos espirituales como temporales.
Mientras tanto, el progreso de la obra en Tahití y las otras islas era mucho más lento; había representantes de la “Sociedad de Misioneros” de Londres que llevaron a cabo una campaña de calumnias y hostilidades que retrasaron el avance de la obra misional. El élder Rogers escuchó unos informes vagos en cuanto a actos de violencia contra la Iglesia en Illinois y, temiendo por la seguridad de su familia, se embarcó para los Estados Unidos y regresó a Nauvoo en diciembre de 1845.
Por su parte, el élder Grouard tuvo un éxito considerable en el atolón de Anaa, que forma parte del archipiélago Tuamotu y está al este de Tahití; aprendió el tahitiano y se adaptó con facilidad a las costumbres de la isla; los amistosos isleños fueron especialmente receptivos al mensaje que les llevaba, y a los cuatro meses ya había bautizado a treinta y cinco personas. En una conferencia de la Iglesia que realizaron el 24 de septiembre de 1846, los élderes Pratt y Grouard reunieron a ochocientos sesenta y seis miembros procedentes de diez ramas. En noviembre de ese año, el élder Pratt partió de regreso a los Estados Unidos con la intención de volver con más misioneros.
La misión de los Apóstoles a las Islas Británicas, el viaje de Orson Hyde a Palestina y la iniciación de la obra misional en las islas del Pacífico dieron comienzo al cumplimiento de las revelaciones del Señor al profeta José Smith. En 1837 el Señor había prometido lo siguiente: “…a quienesquiera que envíen en mi nombre, por la voz de tus hermanos los Doce, debidamente recomendados y autorizados por ti, tendrán el poder para abrir la puerta de mi reino en cualquier nación a donde los mandes” (D. y C. 112:21). Por medio de los doce Apóstoles, la palabra del Señor empezó así a llegar a todas las naciones de la tierra.
Historia Fecha |
Acontecimientos importantes |
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26 de abril de 1839 |
Los miembros del Consejo de los Doce se reúnen en Far West en cumplimiento de la revelación, antes de su partida para la misión en Gran Bretaña. |
27 de junio de 1839 |
La Primera Presidencia capacita a los Apóstoles para su misión. |
Abril de 1840 |
Orson Hyde y John E. Page son llamados para ir a dedicar la tierra de Palestina para el retorno de los judíos. |
Mayo de 1840 |
Se publica por primera vez en Gran Bretaña el Millennial Star. |
Marzo–agosto de 1840 |
Wilford Woodruff y otros misioneros bautizan a cerca de mil ochocientas personas provenientes de tres condados. |
Junio de 1840 |
Por primera vez, emigran miembros británicos a los Estados Unidos. |
Abril de 1841 |
Los Apóstoles realizan en Manchester una gloriosa conferencia, regresando después a los Estados Unidos. |
24 de octubre de 1841 |
Orson Hyde ofrece la oración dedicatoria en el Monte de los Olivos. |
Junio de 1843 |
Los Apóstoles extienden a cuatro hermanos el llamamiento para ser misioneros en las islas del Pacífico. |
Sinopsis de los viajes y las labores de Wilford Woodruff en 18409. Viajó 7.374 kilómetros. Realizó 230 reuniones. Estableció la prédica en 53 lugares. Organizó 47 ramas de la Iglesia. en las que había 1.500 miembros. 28 élderes. 110 presbíteros. 24 maestros. 10 diáconos. Asistió a 14 conferencias. Bautizó a 336 personas. entre las que se incluían otros 57 predicadoress (de religiones). 2 clérigos de la Iglesia de Inglaterra. Ayudó a bautizar a otras 86 personas. Confirmó a 420 conversos. Ayudó a confirmar a otras 50 personas. Ordenó a 18 élderes. 97 presbíteros. 34 maestros. 1 diácono. Bendijo a 120 niños. Dio bendiciones de salud a 120 enfermos. Ayudó a conseguir 1.0 libras esterlinas para la publicación del Millennial Star, de tres mil ejemplares del himnario y de cinco 2.0 mil ejemplares del Libro de Mormón. Ayudó en la emigración de 200 miembros a los Estados Unidos. Escribió 2200 cartas. Recibió 112 cartas. Los populachos lo atacaron cuatro veces. |