“Capítulo 6: Esfuércese por tener atributos semejantes a los de Cristo”, Predicad Mi Evangelio: Una guía para compartir el Evangelio de Jesucristo, 2023
“Capítulo 6”, Predicad Mi Evangelio
Capítulo 6
Esfuércese por tener atributos semejantes a los de Cristo
Introducción
Al comienzo de Su ministerio terrenal, Jesús caminó por la orilla del mar de Galilea y llamó a dos pescadores, Pedro y Andrés. “Venid en pos de mí”, dijo, “y os haré pescadores de hombres” (Mateo 4:19; véase también Marcos 1:17).
El Señor lo ha llamado también a usted para hacer Su obra y lo invita a seguirlo. “¿Qué clase de hombres habéis de ser?”, preguntó Él. “En verdad os digo, aun como yo soy” (3 Nefi 27:27).
Algunos capítulos de Predicad Mi Evangelio se centran en lo que usted debe hacer como misionero, por ejemplo, cómo estudiar, cómo enseñar, cómo fijar metas. La clase de persona que usted es y la que llegue a ser es tan esencial como lo que usted haga. Ese es el tema central de este capítulo.
Como misionero, y durante toda su vida, es esencial que se esfuerce por tener los atributos semejantes a los de Cristo que describen las Escrituras. Un atributo semejante al de Cristo es una cualidad o un rasgo del carácter y la naturaleza del Salvador. Este capítulo describe algunos de esos atributos. Estúdielos, así como los pasajes de las Escrituras relacionados con ellos, y busque otros atributos semejantes a los de Cristo mientras estudia otros pasajes.
“Buscar a este Jesús”
El profeta Moroni dijo: “… quisiera exhortaros a buscar a este Jesús de quien han escrito los profetas y apóstoles” (Éter 12:41). Una manera importante de buscar a Jesús es hacer un esfuerzo diligente para aprender sobre Él y llegar a ser más semejante a Él. Su misión es un tiempo ideal para centrarse en eso.
Al esforzarse por parecerse más a Cristo, cumplirá mejor su objetivo como misionero. Experimentará gozo, paz y crecimiento espiritual a medida que Sus atributos formen parte del carácter de usted. También establecerá una base para continuar siguiendo a Cristo a lo largo de su vida.
Dones de Dios
Los atributos semejantes a los de Cristo son dones de Dios. Como todas las cosas buenas, estos dones vienen mediante “la gracia de Dios el Padre, y también del Señor Jesucristo, y del Espíritu Santo” (Éter 12:41).
Céntrese en Cristo mientras se esfuerza por cultivar Sus atributos (véase Doctrina y Convenios 6:36). Esos atributos no son elementos de una lista de verificación, no son técnicas que usted desarrolle en un programa de superación personal y no se obtienen solo a través de la determinación personal. Más bien, es algo que puede recibir a medida que se esfuerce por llegar a ser un discípulo más devoto de Jesucristo.
Ore para que Dios lo bendiga con esos atributos. Reconozca humildemente su debilidad y necesidad de Su poder en la vida de usted. A medida que lo haga, Él “har[á] que las cosas débiles sean fuertes para [usted]” (Éter 12:27).
Un proceso gradual
Parecerse más al Salvador es un proceso gradual que dura toda la vida. Con el deseo de agradar a Dios, mejore una decisión a la vez.
Tenga paciencia consigo mismo; Dios sabe que el cambio y el crecimiento llevan tiempo. Él se complace con sus deseos sinceros y lo bendecirá por cada esfuerzo que haga.
A medida que procure ser más semejante a Cristo, sus deseos, pensamientos y acciones cambiarán. Mediante la Expiación de Jesucristo y el poder del Espíritu Santo, su naturaleza misma será refinada (véase Mosíah 3:19).
El Espíritu Santo expande y agranda nuestras habilidades. Él “inspira virtud, amabilidad, bondad, ternura, mansedumbre y caridad […]. En pocas palabras, es, por así decirlo, médula para los huesos, gozo para el corazón, luz para los ojos, música para los oídos y vida para todo el ser” (Parley P. Pratt, Key to the Science of Theology, 1855, págs. 98–99).
Fe en Jesucristo
Para que la fe conduzca a la salvación, debe centrarla en Jesucristo (véanse Hechos 4:10–12; Mosíah 3:17; Moroni 7:24–26). Cuando usted tiene fe en Cristo, confía en Él como el Hijo Unigénito de Dios. Confía en que al arrepentirse, será perdonado de sus pecados por medio de Su sacrificio expiatorio y será santificado por el Espíritu Santo (véase 3 Nefi 27:16, 20).
La fe no es tener un conocimiento perfecto. Más bien es una certeza del Espíritu de cosas que no se ven pero que son verdaderas (véase Alma 32:21).
Uno manifiesta su fe a través de la acción. Estas acciones incluyen seguir las enseñanzas y el ejemplo del Salvador. Incluyen servir a los demás y ayudarles a elegir seguir a Cristo. Usted también expresa su fe a través de la diligencia, el arrepentimiento y el amor.
La fe es un principio de poder. Al ejercer fe en Jesucristo, será bendecido con Su poder adecuado a su circunstancia. Será capaz de experimentar milagros de acuerdo con la voluntad del Señor (véanse Jacob 4:4–7; Moroni 7:33; 10:7).
Su fe en Jesucristo crecerá a medida que lo conozca más a Él y comprenda mejor Sus enseñanzas. Aumentará a medida que escudriñe las Escrituras, ore con sinceridad y obedezca los mandamientos. La duda y el pecado debilitan la fe.
“La fe no es solo un sentimiento, sino una decisión; con la oración, el estudio, la obediencia y los convenios, edificamos y fortalecemos nuestra fe. Nuestra convicción del Salvador y de Su obra en los últimos días se convierte en el poderoso lente a través del cual juzgamos todo lo demás; y entonces, cuando nos encontramos en el crisol de la vida, tenemos la fortaleza de tomar el curso correcto” (véase Neil L. Andersen, “Es verdadero, ¿no es así? Entonces, ¿qué importa lo demás?”, Liahona, mayo de 2007, pág. 74).
Esperanza
La esperanza no es simplemente un deseo; por el contrario, es una confianza permanente, basada en su fe en Cristo, de que Dios cumplirá las promesas que le ha hecho (véase Moroni 7:42). Es la expectativa “de las cosas buenas por venir” a través de Cristo (Hebreos 9:11).
La fuente máxima de esperanza para usted es Jesucristo. El profeta Mormón preguntó: “… ¿qué es lo que habéis de esperar?”. Entonces Él respondió: “… debéis tener esperanza, por medio de la expiación de Cristo y el poder de su resurrección, en que seréis levantados a vida eterna, y esto por causa de vuestra fe en él, de acuerdo con la promesa” (Moroni 7:41; véanse los versículos 40–43).
Al centrar su esperanza en Cristo, usted tiene la seguridad de que todas las cosas obrarán juntamente para su bien (véase Doctrina y Convenios 90:24). Esa seguridad lo ayuda a perseverar con fe cuando enfrenta pruebas. También puede ayudarlo a crecer a partir de las pruebas y a desarrollar resiliencia y fortaleza. La esperanza en Cristo proporciona un ancla para su alma (véase Éter 12:4).
La esperanza le da la seguridad de que Dios magnificará sus esfuerzos diligentes y justos (véase Doctrina y Convenios 123:17).
Una forma de aumentar la esperanza es a través del arrepentimiento. El llegar a ser limpios y perdonados por medio del sacrificio expiatorio de Jesucristo engendra y reaviva la esperanza (véase Alma 22:16).
Nefi exhortó: “… debéis seguir adelante con firmeza en Cristo, teniendo un fulgor perfecto de esperanza y amor por Dios y por todos los hombres” (2 Nefi 31:20). A medida que viva el Evangelio, aumentará su capacidad de “abund[ar] en esperanza” (Romanos 15:13).
“En tiempos de aflicción, podremos asirnos fuertemente a la esperanza de que ‘todas las cosas obrarán juntamente para [nuestro] bien’ si seguimos el consejo de los profetas de Dios. Este tipo de esperanza en Dios, Su bondad y Su poder nos renueva con valor durante desafíos difíciles y da fortaleza a quienes se sienten amenazados por los muros sofocantes del temor, de la duda y de la desesperación” (Dieter F. Uchtdorf, “El poder infinito de la esperanza”, Liahona, noviembre de 2008, pág. 23).
Caridad y amor
Una vez, un hombre preguntó a Jesús: “Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento de la ley?”. Jesús respondió: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante a este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22:36–39).
La caridad es “el amor puro de Cristo” (Moroni 7:47). Abarca el amor eterno de Dios por todos Sus hijos.
El profeta Mormón enseñó: “Pedid al Padre con toda la energía de vuestros corazones, que seáis llenos de este amor” (Moroni 7:48). Cuando ore para que la caridad llene su corazón, saboreará el amor de Dios. Su amor por las personas aumentará, y llegará a sentir una preocupación sincera por su felicidad eterna. Los verá como hijos de Dios que son, con el potencial de llegar a ser como Él, y se esforzará en bien de ellos.
Al orar para pedir el don de la caridad, estará menos inclinado a tener sentimientos negativos como la ira o la envidia. Será menos probable que juzgue o critique a los demás. Tendrá un mayor deseo de tratar de entenderlos y comprender sus puntos de vista; llegará a ser más paciente y tratará de ayudar a las personas cuando tengan dificultades o estén desanimadas (véase Moroni 7:45).
La caridad, al igual que la fe, lleva a la acción. Usted la fortalece cuando sirve a los demás y da de sí mismo.
La caridad es transformadora. El Padre Celestial la otorga “a todos los que son discípulos verdaderos de su Hijo Jesucristo […]; para que cuando él aparezca, seamos semejantes a él […]; para que seamos purificados así como él es puro” (Moroni 7:48).
Virtud
“Creemos en ser […] virtuosos”, declaran los Artículos de Fe (1:13). La virtud es un modelo de pensamiento y de conducta que se basa en normas morales elevadas. Es la fidelidad a Dios y a los demás. Una parte esencial de la virtud es esforzarse por ser limpio y puro espiritual y físicamente.
La virtud tiene su origen en los pensamientos y deseos. “Deja que la virtud engalane tus pensamientos incesantemente”, dijo el Señor (Doctrina y Convenios 121:45). Céntrese en pensamientos rectos y edificantes. Aparte de su mente los pensamientos indignos, en lugar de albergarlos.
Su mente es como el escenario de un teatro. Si usted permite que los pensamientos dañinos permanezcan en el escenario de su mente, es más probable que peque. Si llena activamente su mente con cosas sanas, es más probable que acepte lo que es virtuoso y evite lo que es malo. Sea prudente con lo que permite que entre y permanezca en el escenario de su mente.
Al esforzarse por vivir virtuosamente, su “confianza se fortalecerá en la presencia de Dios; y […] el Espíritu Santo será tu compañero constante” (Doctrina y Convenios 121:45–46).
Integridad
La integridad proviene del primer gran mandamiento de amar a Dios (véase Mateo 22:37). Debido a que ama a Dios, usted es fiel a Él en todo momento. Como los hijos de Helamán, usted “and[a] rectamente ante él” (Alma 53:21).
Cuando tiene integridad, entiende que existe el bien y el mal y que hay una verdad absoluta: la verdad de Dios. Usted usa su albedrío para elegir de acuerdo con la verdad de Dios, y se arrepiente rápidamente cuando no lo hace. Lo que usted decide pensar —y lo que hace cuando cree que nadie lo observa— es una indicación clara de su integridad.
Tener integridad significa que no rebaja sus normas ni su conducta para impresionar a los demás o ser aceptado por ellos. Usted hace lo que es correcto, incluso cuando otras personas se burlan de su deseo de ser fiel a Dios (véase 1 Nefi 8:24–28). Vive con honor en todos los ambientes; esto incluye la forma en que se representa a sí mismo en línea.
Cuando tiene integridad, honra sus convenios con Dios, así como sus compromisos rectos con los demás.
La integridad incluye ser honesto con Dios, consigo mismo, con sus líderes y con las demás personas. Usted no miente, no roba, no hace trampas ni engaña. Cuando hace algo que está mal, acepta la responsabilidad y se arrepiente en lugar de tratar de justificarlo o racionalizarlo.
Al vivir con integridad, tendrá paz interior y respeto por sí mismo. El Señor y los demás confiarán en usted.
Conocimiento
El Señor aconsejó: “Buscad conocimiento, tanto por el estudio como por la fe” (Doctrina y Convenios 88:118). Durante su misión y a lo largo de su vida, busque conocimiento, especialmente conocimiento espiritual.
Estudie las Escrituras todos los días, así como las palabras de los profetas vivientes. Por medio del estudio y de la oración, procure encontrar ayuda para las preguntas específicas, los desafíos y las oportunidades. Busque pasajes de las Escrituras que pueda utilizar en la enseñanza y para responder a preguntas sobre el Evangelio.
Al estudiar diligentemente y en oración, el Espíritu Santo iluminará su mente. Él le enseñará y le dará entendimiento. Le ayudará a poner en práctica las enseñanzas de las Escrituras y de los profetas de los últimos días en su vida. Como Nefi, usted puede decir:
“Mi alma se deleita en las Escrituras, y mi corazón las medita […]. He aquí, mi alma se deleita en las cosas del Señor, y mi corazón medita continuamente en las cosas que he visto y oído” (2 Nefi 4:15–16).
Paciencia
La paciencia es la capacidad de confiar en Dios al enfrentar demoras, oposición o sufrimiento. Mediante su fe, usted confía en el tiempo de Dios para que se cumplan Sus bendiciones prometidas.
Cuando es paciente, mira la vida desde una perspectiva eterna, no espera bendiciones o resultados inmediatos. Sus deseos justos generalmente se realizarán “línea por línea […], un poco aquí y un poco allí” (2 Nefi 28:30). Es posible que algunos deseos justos no se alcancen hasta después de esta vida.
La paciencia no es ociosidad ni resignación pasiva. Es “[hacer] con buen ánimo cuanta cosa esté a [su] alcance” mientras sirve a Dios (Doctrina y Convenios 123:17). Usted planta, riega y nutre la semilla, y Dios la hace crecer “con el tiempo” (Alma 32:42; véase también 1 Corintios 3:6–8). Usted trabaja en colaboración con Dios, confiando en que cuando usted haya hecho su parte, Él llevará a cabo Su obra en Su tiempo según el albedrío individual.
La paciencia también significa que cuando algo no se puede cambiar, uno llega a aceptarlo con valor, gracia y fe.
Desarrolle la paciencia con los demás, incluidos su compañero y las personas a las que sirve. También sea paciente consigo mismo y esfuércese por conseguir lo mejor de sí mismo, sabiendo que crecerá paso a paso.
Al igual que otros atributos semejantes a los de Cristo, crecer en paciencia es un proceso que dura toda la vida. Ejercitar la paciencia puede tener una influencia sanadora en su alma y en los que lo rodean.
“Ser paciente significa esperar y perseverar de forma activa. Significa persistir en algo y hacer todo cuanto podamos: trabajar, tener esperanza, ejercer la fe y enfrentar las dificultades con fortaleza, incluso cuando los deseos de nuestro corazón se ven demorados. ¡La paciencia no es simplemente sobrellevar las cosas, sino hacerlo bien!” (Dieter F. Uchtdorf, “Continuemos con paciencia”, Liahona, mayo de 2010, pág. 57).
Humildad
La humildad es la disposición a someterse a la voluntad del Señor. Es estar dispuesto a darle a Él el honor por lo que se ha logrado. Es ser enseñable (véase Doctrina y Convenios 136:32). La humildad incluye la gratitud por las bendiciones que se reciben de Dios y un reconocimiento de la constante necesidad de Su ayuda. Él ayuda a los que son humildes.
La humildad es una señal de fortaleza espiritual, no de debilidad. La humildad es un catalizador vital para el crecimiento espiritual (véase Éter 12:27).
Si confía humildemente en el Señor, puede tener la tranquilidad de saber que Sus mandamientos son para su bien. Usted siente la confianza de que, si se apoya en Él, podrá hacer lo que sea que Él requiera de usted; también está dispuesto a confiar en Sus siervos y seguir los consejos de ellos. La humildad lo ayudará a ser obediente, a trabajar arduamente y a servir.
Lo opuesto a la humildad es el orgullo. Ser orgulloso significa poner más confianza en uno mismo que en Dios, y también significa dar mayor importancia a lo que proviene del mundo que a lo que proviene de Dios. El orgullo es competitivo; los orgullosos procuran tener más que otros y se creen mejores que los demás. El orgullo es una gran piedra de tropiezo.
Diligencia
La diligencia es un esfuerzo constante y sincero. En la obra misional, la diligencia es una expresión de su amor por el Señor. Cuando es diligente, siente gozo y satisfacción en la obra del Señor (véase Alma 26:16).
La diligencia incluye hacer muchas cosas buenas por su propia voluntad en lugar de esperar a que los líderes le digan qué hacer (véase Doctrina y Convenios 58:27–29).
Continúe haciendo el bien incluso cuando sea difícil o esté cansado; pero reconozca la necesidad de equilibrio y descanso para que no “corra más aprisa de lo que sus fuerzas le permiten” (Mosíah 4:27).
Centre su corazón y sus intereses en el Señor y en Su obra. Evite las cosas que lo distraigan de sus prioridades. Centre su tiempo y sus esfuerzos en las actividades que serán más efectivas en su área y más útiles para las personas a quienes enseñe.
“Esta es la Iglesia del Señor. Él nos ha llamado y ha confiado en nosotros a pesar de las debilidades que sabía que teníamos. Él conocía las pruebas que pasaríamos. Mediante el servicio fiel y por medio de Su Expiación, podemos llegar a desear lo que Él desea y ser lo que debemos ser para bendecir a aquellos a quienes servimos por Él. Si le prestamos servicio durante el tiempo que sea necesario y lo hacemos con diligencia, seremos cambiados. Podremos llegar a ser más como Él es” (Henry B. Eyring, “Obrar con toda diligencia”, Liahona, mayo de 2010, pág. 63).
Obediencia
Su servicio como misionero es una extensión de los convenios que hizo con Dios en el bautismo y en el templo. Cuando usted recibió las ordenanzas del bautismo y la investidura, hizo convenio de guardar Sus mandamientos.
El rey Benjamín enseñó: “Y además, quisiera que consideraseis el bendito y feliz estado de aquellos que guardan los mandamientos de Dios. Porque he aquí, ellos son bendecidos en todas las cosas, tanto temporales como espirituales; y si continúan fieles hasta el fin, son recibidos en el cielo, para que así moren con Dios en un estado de interminable felicidad” (Mosíah 2:41).
El obedecer los mandamientos es una expresión de amor al Padre Celestial y a Jesucristo (véase Juan 14:15). Jesús dijo: “Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor” (Juan 15:10).
Siga las pautas que se encuentran en Normas misionales para los discípulos de Jesucristo. Siga también el consejo de su presidente de misión y su esposa cuando le aconsejen en rectitud.
“La obediencia es nuestra decisión. El Salvador lo dejó claro. Como se declara en la Traducción de José Smith de Lucas 14:28, Jesús nos indicó que nos propongamos esto en nuestros corazones, que haremos lo que Él nos enseñare y nos mandare. Es así de sencillo […]. A medida que lo hagamos, aumentará grandemente nuestra estabilidad espiritual. Evitaremos malgastar los recursos que Dios nos ha dado y hacer desviaciones improductivas y destructivas en nuestras vidas” (Dale G. Renlund, “Edificando la estabilidad espiritual” [Devocional en la Universidad Brigham Young, 16 de septiembre de 2014], pág. 2, speeches.byu.edu).
Un modelo para llegar a ser más semejante a Cristo
El siguiente modelo puede ayudarlo a desarrollar y recibir los atributos descritos en este capítulo y otros atributos descritos en las Escrituras:
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Determine cuál es el atributo que quiere esforzarse por tener.
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Escriba una descripción de ese atributo.
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Enumere y estudie pasajes de las Escrituras que muestren ejemplos del atributo o que enseñen sobre él.
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Anote sus sentimientos e impresiones.
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Fije metas y haga planes para progresar en el atributo.
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Ore a Dios para que lo ayude a desarrollar y recibir el atributo.
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Evalúe su progreso periódicamente.
“El Señor bendice a aquellos que desean mejorar, que aceptan la necesidad de los mandamientos y tratan de guardarlos, que atesoran las virtudes semejantes a las de Cristo y se esfuerzan, al máximo de sus posibilidades, por adquirirlas. Si tropiezan en ese esfuerzo, también lo hacen los demás. El Salvador está allí para ayudarlos a seguir adelante […]. Con el tiempo, lograrán el éxito que buscan” (Jeffrey R. Holland, “Jehová hará mañana maravillas entre vosotros”, Liahona, mayo de 2016, pág. 126).
Ideas para el estudio y la puesta en práctica
Estudio personal
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Periódicamente, complete la “Actividad de atributos” que está al final de este capítulo.
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Busque uno de los atributos que se mencionan en este capítulo y pregúntese lo siguiente:
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¿Cómo puedo aprender más sobre este atributo?
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El procurar ese atributo, ¿cómo me ayudará a ser un mejor ministro del Evangelio de Jesucristo?
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Busque ejemplos de atributos semejantes a los de Cristo en los hombres y las mujeres de las Escrituras. Anote sus impresiones en el diario de estudio.
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Encuentre ejemplos de atributos semejantes a los de Cristo en la música sagrada de la Iglesia. En tanto que procura un atributo, memorice la letra de los himnos o las canciones para encontrar fortaleza y poder. Repita o cante las palabras para recibir inspiración e invitar la influencia del Espíritu.
Estudio y análisis con el compañero
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Estudien las referencias a los atributos semejantes a los de Cristo en la Biblioteca del Evangelio y en otros recursos aprobados. Analicen cómo poner en práctica lo aprendido. También pueden hablar de lo que han aprendido en sus esfuerzos personales por llegar a ser como Cristo.
Consejo de distrito, conferencias de zona y consejo de líderes de la misión
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Varios días antes del consejo o la conferencia, pida a cada misionero que prepare un discurso de cinco minutos sobre un atributo de Cristo. Dedique un tiempo de la reunión para que algunos misioneros presenten sus discursos.
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Divida a los misioneros en cuatro grupos y deles la siguiente asignación:
Grupo 1: Que lean 1 Nefi 17:7–16 y contesten las siguientes preguntas:
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¿Cómo ejerció Nefi su fe?
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¿Qué hizo Nefi que fue semejante a lo que haría Cristo?
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¿Qué promesas hizo el Señor a Nefi?
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¿Cómo se aplica este relato a la obra misional?
Grupo 2: Que lean Marcos 5:24–34 y contesten las siguientes preguntas:
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¿De qué manera la mujer ejerció su fe en Jesucristo?
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¿Por qué fue sanada?
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¿Cómo podemos seguir su ejemplo en nuestra labor misional?
Grupo 3: Que lean Jacob 7:1–15 y contesten las siguientes preguntas:
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¿Por qué la fe de Jacob fue lo suficientemente fuerte como para resistir el ataque de Sherem?
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¿Cómo ejerció Jacob la fe al hablar con Sherem?
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¿En qué se asemejaron las acciones de Jacob a las de Cristo?
Grupo 4: Que lean José Smith—Historia 1:8–18 y contesten las siguientes preguntas:
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¿Cómo ejerció José Smith la fe en Jesucristo?
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¿Cómo se puso a prueba su fe?
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¿Qué hizo él que haya sido similar a lo que haría Cristo?
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¿Cómo podemos seguir el ejemplo de José Smith?
Después de que los grupos terminen, reúna a todos los misioneros y pídales que hablen de lo que analizaron en los grupos.
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Líderes y consejeros de misión
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Pida a los misioneros que lean uno de los cuatro Evangelios del Nuevo Testamento o 3 Nefi 11–28. Dígales que subrayen lo que hizo el Salvador y que ellos también puedan hacer.
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Emplee la idea del establecimiento y la planificación de metas para enseñar a los misioneros sobre la diligencia. Demuéstreles por qué la diligencia para centrarse en las demás personas es una expresión de amor.
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Durante las entrevistas y en las conversaciones, pida a los misioneros que le hablen del atributo que estén tratando de obtener.
Actividad de atributos
El propósito de esta actividad es ayudarlo a identificar oportunidades de crecimiento espiritual. Lea cada uno de los conceptos que aparecen a continuación. Determine hasta qué punto es verdadera cada afirmación para su caso personal y elija la respuesta adecuada. Anote sus respuestas en el diario de estudio.
Nadie puede responder “siempre” en todas las afirmaciones. El crecimiento espiritual es un proceso de toda la vida. Esa es una de las razones por las que es emocionante y gratificante: porque hay innumerables oportunidades para crecer y experimentar las bendiciones del crecimiento.
Siéntase cómodo comenzando desde el nivel en el que está. Comprométase a hacer el trabajo espiritual necesario para crecer. Busque la ayuda de Dios y, cuando tenga contratiempos, confíe en que Él lo ayudará. Mientras ora, busque guía sobre los atributos en los que debe centrarse en distintos momentos de su misión.
Clave para las respuestas
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1 = nunca
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2 = a veces
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3 = con frecuencia
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4 = casi siempre
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5 = siempre
Fe
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Creo en Cristo y lo acepto como mi Salvador (2 Nefi 25:29).
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Tengo la seguridad de que Dios me ama (1 Nefi 11:17).
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Confío lo suficiente en el Salvador como para aceptar Su voluntad y hacer lo que Él me pide (1 Nefi 3:7).
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Creo que mediante la Expiación de Jesucristo y el poder del Espíritu Santo, puedo ser perdonado de mis pecados y ser santificado al arrepentirme (Enós 1:2–8).
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Tengo fe en que Dios escucha y contesta mis oraciones (Mosíah 27:14).
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Pienso en el Salvador durante el día y recuerdo lo que Él ha hecho por mí (Doctrina y Convenios 20:77, 79).
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Tengo fe en que Dios traerá cosas buenas a mi vida y a la vida de los demás a medida que nos dediquemos a Él y a Su Hijo (Éter 12:12).
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Sé por el poder del Espíritu Santo que el Libro de Mormón es verdadero (Moroni 10:3–5).
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Tengo fe para lograr lo que Cristo quiere que haga (Moroni 7:33).
Esperanza
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Uno de mis deseos más grandes es heredar la vida eterna en el Reino Celestial (Moroni 7:41).
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Confío en que tendré una misión feliz y de éxito (Doctrina y Convenios 31:3–5).
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Siento paz y optimismo en cuanto al futuro (Doctrina y Convenios 59:23).
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Creo que algún día viviré con Dios y llegaré a ser como Él (Éter 12:4).
Caridad y amor
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Siento un deseo sincero de que los demás tengan bienestar y felicidad eternos (Mosíah 28:3).
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Cuando oro, pido caridad: el amor puro de Cristo (Moroni 7:47–48).
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Me esfuerzo por entender los sentimientos y el punto de vista de los demás (Judas 1:22).
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Perdono a los que me han ofendido o lastimado (Efesios 4:32).
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Tiendo la mano con amor para ayudar a los que están solos, con dificultades o desanimados (Mosíah 18:9).
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Cuando es apropiado, expreso mi amor y preocupación por los demás ministrándolos en palabra y obra (Lucas 7:12–15).
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Busco oportunidades para servir a los demás (Mosíah 2:17).
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Hago comentarios positivos sobre otras personas (Doctrina y Convenios 42:27).
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Soy amable y paciente con los demás, aunque sean personas con las que resulte difícil llevarse bien (Moroni 7:45).
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Me alegro ante los logros de los demás (Alma 17:2–4).
Virtud
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Soy limpio y puro de corazón (Salmos 24:3–4).
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Deseo hacer lo bueno (Mosíah 5:2).
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Me centro en pensamientos rectos y edificantes, y alejo los malos pensamientos de mi mente (Doctrina y Convenios 121:45).
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Me arrepiento de mis pecados y me esfuerzo por vencer mis debilidades (Doctrina y Convenios 49:26–28; Éter 12:27).
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Siento la influencia del Espíritu Santo en mi vida (Doctrina y Convenios 11:12–13).
Integridad
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Soy fiel a Dios en todo momento (Mosíah 18:9).
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No rebajo mis normas ni mi conducta para impresionar a los demás o ser aceptado por ellos (1 Nefi 8:24–28).
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Soy sincero con Dios, conmigo, con mis líderes y con otras personas (Doctrina y Convenios 51:9).
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Soy digno de confianza (Alma 53:20).
Conocimiento
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Me siento seguro en cuanto a mi comprensión de la doctrina y los principios del Evangelio (Alma 17:2–3).
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Estudio las Escrituras a diario (2 Timoteo 3:16–17).
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Procuro entender la verdad y hallar respuesta a mis preguntas (Doctrina y Convenios 6:7).
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Procuro obtener conocimiento y guía por medio del Espíritu (1 Nefi 4:6).
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Atesoro las doctrinas y los principios del Evangelio (2 Nefi 4:15).
Paciencia
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Espero pacientemente que se cumplan las bendiciones y las promesas del Señor (2 Nefi 10:17).
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Puedo esperar sin enojarme ni sentir frustración (Romanos 8:25).
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Soy paciente en los problemas que se me presentan en la misión (Alma 17:11).
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Soy paciente con los demás (Romanos 15:1).
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Soy paciente conmigo mismo y confío en el Señor mientras me esfuerzo por vencer mis debilidades (Éter 12:27).
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Enfrento la adversidad con paciencia y fe (Alma 34:40–41).
Humildad
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Soy manso y humilde de corazón (Mateo 11:29).
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Confío en Dios para recibir ayuda (Alma 26:12).
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Estoy agradecido por las bendiciones que he recibido de Dios (Alma 7:23).
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Mis oraciones son intensas y sinceras (Enós 1:4).
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Aprecio la guía que recibo de los líderes y maestros (2 Nefi 9:28–29).
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Me esfuerzo por ser sumiso a la voluntad de Dios (Mosíah 24:15).
Diligencia
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Trabajo eficazmente, incluso cuando no estoy bajo supervisión (Doctrina y Convenios 58:26–27).
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Centro mis esfuerzos en las cosas más importantes (Mateo 23:23).
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Hago una oración personal por lo menos dos veces al día (Alma 34:17–27).
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Centro mis pensamientos en mi llamamiento como misionero (Doctrina y Convenios 4:2, 5).
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Me fijo metas y hago planes con regularidad (Doctrina y Convenios 88:119).
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Trabajo arduamente hasta que termino mi labor (Doctrina y Convenios 10:4).
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Siento gozo y satisfacción en mis labores (Alma 36:24–25).
Obediencia
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Cuando oro, pido fortaleza para resistir la tentación y hacer lo correcto (3 Nefi 18:15).
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Soy digno de tener una recomendación para el templo (Doctrina y Convenios 97:8).
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De buena gana obedezco las reglas de la misión y sigo el consejo de los líderes (Hebreos 13:17).
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Me esfuerzo por vivir de acuerdo con las leyes y los principios del Evangelio (Doctrina y Convenios 41:5).