“Capítulo 10: Enseñe para edificar la fe en Jesucristo”, Predicad Mi Evangelio: Una guía para compartir el Evangelio, 2023
“Capítulo 10”, Predicad Mi Evangelio
Capítulo 10
Enseñe para edificar la fe en Jesucristo
Usted ha sido llamado a enseñar el Evangelio restaurado de Jesucristo a cuantas personas le reciban. La enseñanza es fundamental en todo lo que haga. A medida que confíe en el Señor para recibir ayuda, Él ha prometido:
“Y quienes os reciban, allí estaré yo también, porque iré delante de vuestra faz. Estaré a vuestra diestra y a vuestra siniestra, y mi Espíritu estará en vuestro corazón, y mis ángeles alrededor de vosotros, para sosteneros” (Doctrina y Convenios 84:88).
Ore, estudie y practique a fin de mejorar su habilidad para enseñar. Ponga en práctica los principios que se enseñan en este y otros capítulos de este libro. Procure fervientemente el don de enseñar para que pueda bendecir a otras personas y glorificar a Dios. El Señor le ayudará a enseñar con poder y autoridad a medida que usted lo busque a Él con diligencia y aprenda Su palabra.
Procure enseñar como enseñaba el Salvador
Durante Su ministerio terrenal, Jesús anduvo “enseñando […], y predicando […], y sanando” (véase Mateo 4:23). Él enseñaba en muchos lugares: en sinagogas, en hogares y por los caminos. Enseñaba en reuniones multitudinarias y en conversaciones privadas. Algunas de Sus interacciones más poderosas fueron muy breves o acontecieron en contextos poco comunes. Él enseñaba por medio de Sus hechos y Sus palabras.
El Salvador enseñaba a cada persona conforme a sus necesidades particulares. Por ejemplo, cuando ayudó a un hombre paralítico, Él perdonó sus pecados y lo sanó (véase Marcos 2:1–12). Cuando ministró a una mujer que había cometido adulterio, Él la protegió y la invitó a no pecar más (véase Juan 8:2–11). Cuando habló con un hombre rico que deseaba la vida eterna, Él “lo amó” a pesar de que el joven rechazó Su invitación a seguirlo (Marcos 10:21; véanse los versículos 17–21).
Usted puede mejorar su enseñanza al aprender cómo enseñaba el Salvador. Por ejemplo, Él amaba al Padre y a aquellos a quienes enseñaba. Oraba constantemente. Enseñaba de las Escrituras. Se preparaba espiritualmente. Hacía preguntas inspiradas. Invitaba a las personas a actuar con fe. Comparaba los principios del Evangelio con la vida cotidiana.
El tratar de enseñar como enseñaba el Salvador es una búsqueda que dura toda la vida, y usted irá recibiendo línea por línea a medida que lo siga a Él (véanse 2 Nefi 28:30; Éter 12:41).
“Procura obtener mi palabra”
Para enseñar el Evangelio de Jesucristo, usted ha de conocer su doctrina y sus principios básicos. También necesita conocimiento espiritual y una confirmación de las verdades del Evangelio. El Señor dijo: “No intentes declarar mi palabra, sino primero procura obtenerla”.
“Obtener” la palabra del Señor significa estudiarla y dejar que anide en lo más profundo del corazón. A medida que se esfuerce por hacerlo, Él promete: “… entonces será desatada tu lengua; luego, si lo deseas, tendrás mi Espíritu y mi palabra, sí, el poder de Dios para convencer a los hombres” (Doctrina y Convenios 11:21).
El Señor también dijo: “… atesorad constantemente en vuestras mentes las palabras de vida” (Doctrina y Convenios 84:85). Atesorar las palabras del Señor aumentará su conocimiento y fortalecerá su testimonio. Asimismo, aumentará su deseo de enseñar el Evangelio y su habilidad para hacerlo. (véanse Jacob 4:6–7; Alma 32:27–42; 36:26; 37:8–9).
Con espíritu de oración, obtenga y atesore la palabra del Señor por medio del estudio de las Escrituras, las palabras de los profetas vivientes y las lecciones del capítulo 3.
Enseñe por el Espíritu
El Evangelio de Jesucristo es “poder de Dios para salvación a todo aquel que cree” (Romanos 1:16). Por esa razón, el mensaje de la restauración del Evangelio debe enseñarse por poder divino: el poder del Espíritu Santo.
Es importante que desarrolle habilidades de enseñanza. También es importante que aprenda la doctrina y los principios que enseña. No obstante, cuando enseñamos verdades espirituales no nos apoyamos primariamente en nuestras propias habilidades y conocimiento.
Las verdades espirituales se enseñan por el poder del Espíritu Santo. El Señor dijo: “Y se os dará el Espíritu por la oración de fe; y si no recibís el Espíritu, no enseñaréis” (Doctrina y Convenios 42:14; véase también Doctrina y Convenios 50:13–14, 17–22).
¿Qué significa enseñar por el Espíritu?
Cuando enseña por el Espíritu, usted ora para tener el poder del Espíritu Santo en su enseñanza. También ora para que las personas reciban las verdades por el Espíritu. Las personas pueden convencerse de algunas verdades, pero para ser convertidas, necesitan tener experiencias con el Espíritu (véase Doctrina y Convenios 8:2–3).
Prepárese para ser un instrumento por medio del cual el Espíritu pueda enseñar. Considere al Espíritu Santo su compañero en la enseñanza.
Confíe en que el Espíritu le ayude a saber qué decir. Él le ayudará a recordar la doctrina que ha estudiado. Le ayudará a planificar y adaptar lo que enseñe en función de las necesidades de cada persona.
Cuando enseñe por el Espíritu, Él llevará su mensaje al corazón de las personas y confirmará ese mensaje, cuando usted dé su testimonio. Usted y quienes reciban lo que usted enseñe por el Espíritu serán edificados, se comprenderán mutuamente y se regocijarán juntos (véanse 2 Nefi 33:1; Doctrina y Convenios 50:13–22).
“El Espíritu es el elemento más importante en esta obra. Cuando el Espíritu magnifica su llamamiento, usted puede realizar milagros para el Señor en el campo misional. Sin el Espíritu, nunca tendrá éxito; no importa cuánto talento y habilidad usted tenga” (Ezra Taft Benson, Seminario para nuevos presidentes de misión, 25 de junio de 1986).
La promesa de su llamamiento
Usted ha sido llamado y apartado para “predicar mi evangelio por el Espíritu, sí, el Consolador que fue enviado para enseñar la verdad” (Doctrina y Convenios 50:14). En ocasiones puede que se sienta nervioso o incapaz. Tal vez le preocupe no saber lo suficiente o no tener suficiente experiencia.
Su Padre Celestial, que le conoce perfectamente, le ha llamado por lo que usted es capaz de ofrecer como seguidor comprometido de Jesucristo, y no le desamparará. Confíe en que el Espíritu magnificará sus habilidades y enseñará la verdad a aquellos que sean receptivos.
El élder Neil L. Andersen dijo: “Al contemplar los desafíos de servir en una misión, me sentí muy incapaz y sin preparación. Recuerdo que al orar decía: ‘Padre Celestial, ¿cómo puedo servir en una misión si tengo tan poco conocimiento?’. Creía en la Iglesia, pero sentía que mi conocimiento espiritual era muy limitado. Al orar, tuve este sentimiento: ‘No lo sabes todo, ¡pero sabes lo suficiente!’. Ese sentimiento tranquilizador me brindó el valor de dar el siguiente paso para ir a la misión” (“Sabes lo suficiente”, Liahona, noviembre de 2008, pág. 13).
Invite al Espíritu cuando comience a enseñar
Los primeros momentos con las personas son sumamente importantes. Sea sincero y respetuoso. Muestre interés y amor sinceros. Procure ganarse su confianza. Una manera de hacerlo es que las personas sientan el Espíritu con usted.
Haga algunas preguntas sencillas que le ayuden a entender los antecedentes de las personas y lo que esperan de las visitas de los misioneros. Escuche con atención.
Antes de comenzar, invite a todos los presentes a participar en la lección. Anímelos a apartar las distracciones para que puedan sentir el Espíritu del Señor.
Explique que le gustaría comenzar y terminar cada lección con una oración, y ofrézcase a decir usted la primera. Ore de manera sencilla y sincera para que Dios bendiga, en todos los aspectos de la vida, a las personas a las que va a enseñar. Ore para que puedan sentir la verdad de lo que usted enseñará. Recuerde que “la oración eficaz del justo puede mucho” (Santiago 5:16).
Tenga fe en el poder del Espíritu Santo para convertir. Siguiendo la guía del Espíritu, al comenzar a enseñar usted podría expresar ideas como las que figuran a continuación:
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Dios es nuestro amoroso Padre Celestial. Todos somos hermanos y hermanas. Él desea que sintamos gozo.
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Todos tenemos desafíos y dificultades. Sean cuales sean sus circunstancias, Jesucristo y Sus enseñanzas pueden ayudarle. Él puede ayudarle a hallar paz, esperanza, sanación y felicidad. Jesús puede ayudarle a recibir una mayor fortaleza para hacer frente a los desafíos de la vida.
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Todos cometemos errores que pueden causarnos sentimientos de culpa, vergüenza y remordimiento. Esos sentimientos solo desaparecerán a medida que nos arrepintamos y procuremos el perdón de Dios. Solo por medio de la Expiación de Jesucristo podemos ser completamente sanados de nuestros pecados.
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Nosotros seremos los guías para que pueda conocer la veracidad de nuestro mensaje por usted mismo. Le invitaremos a hacer algunas cosas, tales como leer, orar y asistir a la Iglesia. Nuestra función consiste en ayudarle a actuar de conformidad con esas invitaciones y explicarle las bendiciones que puede recibir. Por favor, haga preguntas.
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Hemos sido llamados por un profeta de Dios para compartir lo que sabemos, y sabemos que nuestro mensaje es verdadero.
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Le enseñaremos el modo de hacer convenios —o promesas especiales— con Dios. Esos convenios le conectarán con Dios y le permitirán recibir gozo, fortaleza y promesas especiales de Él.
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Usted aprenderá el modo de realizar cambios en su vida y de seguir a Jesucristo y Sus enseñanzas. Una enseñanza fundamental de Jesucristo —y el primer convenio que hacemos— es seguir Su ejemplo y ser bautizados por medio de la debida autoridad (véanse Juan 3:5; Doctrina y Convenios 22).
Antes de enseñar una lección, haga un pequeño resumen de lo que enseñará, y ayude a las personas a entender la relevancia que tendrá para ellas. Por ejemplo, podría decir: “Estamos aquí para compartir el mensaje de que Jesucristo ha establecido Su Iglesia sobre la tierra hoy en día y ha llamado a profetas vivientes para que nos guíen”; o bien: “Estamos aquí para ayudarle a saber que Dios le ama y tiene un plan para que usted sea feliz”.
Todas las personas se beneficiarán a medida que acepten y vivan el Evangelio de Jesucristo. Puede que el Padre Celestial haya bendecido a las personas a las que encuentre con una valiosa preparación espiritual (véase Alma 16:16–17).
Invitar al Espíritu y compartir la verdad en su primer encuentro ayudará a las personas a reconocer que ustedes son siervos del Señor.
Utilice las Escrituras
Los libros canónicos de la Iglesia son la fuente básica para enseñar el Evangelio restaurado de Jesucristo. Hay muchas razones por las cuales es de vital importancia utilizar las Escrituras como la base de su enseñanza; por ejemplo:
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Las Escrituras invitan al Espíritu Santo a ser parte de su enseñanza (véase Lucas 24:13–32).
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Las Escrituras tienen un efecto más potente en la mente de las personas que cualquier otra cosa (véase Alma 31:5).
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Las Escrituras abordan las grandes preguntas del alma (véase el capítulo 5; véanse también 2 Nefi 32:3; Jacob 2:8).
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Las Escrituras dan autoridad y validez a su enseñanza.
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El Señor y Sus profetas nos han dicho que lo hagamos (véanse Doctrina y Convenios 42:12, 56–58; 71:1).
Al utilizar las Escrituras en su enseñanza, usted puede ayudar a las personas a comenzar a estudiarlas por sí mismas. Si el amor que usted siente por las Escrituras es evidente, ellas sentirán el deseo de estudiar. Muestre el modo en que estudiar las Escrituras les ayudará a aprender el Evangelio y a sentir el amor de Dios. Dé ejemplos del modo en que las Escrituras pueden ayudarles a encontrar respuestas a sus preguntas y a recibir guía y fortaleza.
Dedíquese al estudio de las Escrituras para que pueda enseñar de ellas con efectividad (véase el capítulo 2). Su habilidad para enseñar de las Escrituras mejorará a medida que las estudie cada día, tanto personalmente como con su compañero.
Ayude a las personas a desarrollar la fe en Jesucristo por medio del estudio de las Escrituras, especialmente del Libro de Mormón. Las sugerencias que figuran a continuación podrían serle de utilidad.
Presente el pasaje de las Escrituras
Describa brevemente el contexto del pasaje. Los siguientes ejemplos muestran algunas maneras de presentar un pasaje de las Escrituras:
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“En la historia de José Smith, José nos cuenta con sus propias palabras lo que sucedió cuando fue a la arboleda a orar. Él dijo: ‘Vi una columna de luz…’”.
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“En este pasaje, el profeta Alma enseña a los pobres a ejercer la fe en la palabra de Dios. Él compara la palabra de Dios a una semilla que se puede sembrar en el corazón. ¿Podría comenzar a leer en el versículo…?”.
Lea el pasaje
Lea los versículos en voz alta o pida a la persona a la que está enseñando que lo haga. Sea sensible a las personas que tengan dificultades para leer. Si un pasaje les resulta difícil de entender, lea con ellos y explíquelo según sea necesario. Defina palabras y frases difíciles o deles a leer un pasaje más sencillo. Invítelos a buscar aspectos específicos en el pasaje.
Aplique las Escrituras
Nefi dijo: “… comparé todas las Escrituras a nosotros mismos para nuestro provecho e instrucción” (1 Nefi 19:23). “Comparar” significa aplicar las Escrituras a nuestra vida.
Compare las Escrituras a las personas a quienes enseña, mostrando el modo en que los relatos y los principios se aplican personalmente a ellos. Por ejemplo:
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“Al igual que usted, el pueblo de Alma sobrellevaba cargas pesadas, casi más de lo que podían soportar, pero a medida que ejercieron la fe y oraron, Dios los fortaleció de manera que pudieron sobrellevar sus desafíos, y entonces Él los libró de sus pruebas. Tal como hizo con esas personas, yo sé que Dios le ayudará con sus pruebas si usted…” (véase Mosíah 24).
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“La instrucción de Alma a su pueblo en las aguas de Mormón se aplica a nosotros en la actualidad. Juan, ¿está usted dispuesto a…” (véase Mosíah 18).
Enseñe a las personas a “comparar” las Escrituras a su vida por sí mismas. Descubrir aplicaciones personales les ayudará a aplicar y experimentar el poder de la palabra de Dios.
Invite y ayude a las personas a leer por su cuenta
A fin de obtener un testimonio de la verdad, las personas a las que enseña necesitan leer las Escrituras, especialmente el Libro de Mormón. Al utilizar las Escrituras eficazmente mientras enseña, usted puede ayudar a las personas a comenzar a estudiar las Escrituras por su cuenta.
Después de cada visita, sugiera capítulos o versículos concretos que desee que lean. Sugiera preguntas que puedan hacerse a medida que leen y anímelos a estudiar diariamente las Escrituras por su cuenta y con su familia. También podría pedir a los miembros que lean con ellos entre una lección y otra.
Antes de comenzar la siguiente lección, haga un repaso hablando de lo que les invitó a leer. Según sea necesario, ayúdelos a entender y a “comparar” esos pasajes de las Escrituras. Anímelos a anotar sus pensamientos y sus preguntas.
Al ayudar a las personas a leer, entender y aplicar las Escrituras, especialmente el Libro de Mormón, ellas tendrán experiencias espirituales con la palabra de Dios, estarán más dispuestas a leer por su cuenta y a hacer de las Escrituras una parte importante de su vida.
Ayude a las personas a saber acceder a las Escrituras
Las Escrituras y las palabras de los profetas vivientes están disponibles de más maneras y en más idiomas que nunca. Averigüe cuáles son las opciones impresas y digitales disponibles para las personas a las que enseña y ayúdelas a acceder a las Escrituras de la manera que mejor se adapte a sus necesidades y preferencias. Tenga en cuenta lo siguiente:
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Pregunte a las personas en qué idioma les gustaría leer o escuchar las Escrituras.
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Quienes tienen dificultades para leer o para entender lo que leen podrían beneficiarse de leer juntos en voz alta o de escuchar las grabaciones de audio disponibles gratuitamente en las aplicaciones y los sitios web de la Iglesia.
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Si la persona tiene un dispositivo digital, ayúdela a saber cómo acceder a las Escrituras, especialmente al Libro de Mormón. Las aplicaciones Libro de Mormón y Biblioteca del Evangelio son gratuitas y fáciles de compartir.
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Si utiliza mensajes de texto, chat o correo electrónico, envíe vínculos o imágenes de las Escrituras. Cuando enseñe por videoconferencia, considere la posibilidad de compartir su pantalla para poder leer versículos juntos.
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Ayude a las personas a saber cómo acceder a las palabras de los profetas vivientes.
Comparta su testimonio
Un testimonio es una confirmación espiritual que da el Espíritu Santo. Compartir su testimonio es hacer una declaración sencilla y directa de lo que sabe o lo que cree acerca de una verdad del Evangelio y añade su atestiguación personal de las verdades que usted ha enseñado de las Escrituras.
Compartir su testimonio es una poderosa manera de invitar al Espíritu y de ayudar a los demás a sentir Su influencia. Una de las misiones del Espíritu Santo es testificar del Padre Celestial y de Jesucristo, y a menudo lo hace juntamente con usted, a medida que usted comparte su testimonio.
Un testimonio poderoso no depende de la elocuencia ni del volumen de la voz, sino de la convicción y la sinceridad de su corazón. Tenga cuidado de no decir su testimonio con prisa ni de dramatizarlo. Dé a las personas la oportunidad de sentir que el Espíritu Santo les testifica de que lo que usted ha enseñado es verdad.
Su testimonio puede ser tan sencillo como “Jesucristo es nuestro Salvador y Redentor” o “He aprendido por mí mismo que el Libro de Mormón es verdadero”. También podría compartir alguna experiencia breve acerca de cómo adquirió ese testimonio.
Al enseñar, comparta su testimonio cuando se sienta inspirado a hacerlo, no solo al final. Cuando su compañero enseñe, comparta su testimonio para proporcionar un segundo testigo de lo que él ha enseñado.
Comparta su testimonio de que el principio que usted va a enseñar será una bendición en la vida de la persona, si lo observa. Hable de la forma en que vivir ese principio ha bendecido su vida. Su testimonio sincero ayudará a crear el ambiente para que las personas sientan que el Espíritu Santo les confirma la verdad.
Planifique y adapte la enseñanza para atender las necesidades
Cada persona a la que enseña es única. Procure entender sus intereses, necesidades y preocupaciones espirituales. Haga preguntas y escuche con atención. Aunque tal vez no entienda plenamente las necesidades de una persona, recuerde que el Padre Celestial sí las entiende. Él le guiará por medio del Espíritu Santo.
Deje que el Espíritu determine el orden de las lecciones
Deje que el Espíritu determine el orden en que enseñe las lecciones. Usted tiene flexibilidad para enseñar las lecciones en el orden que mejor se ajuste a las necesidades, preguntas y circunstancias de aquellos a quienes enseñe.
De vez en cuando, podría combinar principios de diferentes lecciones para atender las necesidades y los intereses de una persona. Observe los tres ejemplos que se dan a continuación:
Yuki le encontró a usted en línea y pregunta por qué sus amigos de la Iglesia no fuman ni beben alcohol. Usted podría enseñarle acerca de las bendiciones de tener mandamientos utilizando las siguientes secciones del capítulo 3:
Samuel siente que no encaja en ningún lugar. Podría enseñarle en cuanto a su identidad y al lugar que ocupa en la familia de Dios utilizando las siguientes secciones del capítulo 3:
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La vida preterrenal: el propósito y el plan de Dios para nosotros
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El Evangelio de Jesucristo bendice a todos los hijos de Dios
Tatyana ha estudiado muchas religiones y desea saber qué hace a la Iglesia diferente. Podría enseñarle acerca de la restauración del Evangelio de Jesucristo utilizando las siguientes secciones del capítulo 3:
El Padre Celestial conoce a Sus hijos, así que busque inspiración para tomar estas decisiones al prepararse para enseñar. Ore para recibir el don del discernimiento a medida que decide lo que enseñará y preste atención a los pensamientos y sentimientos que reciba.
Dé tiempo a las personas para poner en práctica lo que están aprendiendo
Cuando enseñe, dé tiempo a las personas para que pongan en práctica lo que están aprendiendo (véase 3 Nefi 17:2–3). Busque maneras apropiadas de apoyarlos para que cumplan sus compromisos y céntrese en ayudarlos con acciones que edifiquen un fundamento de fe, tales como la oración, la lectura y la asistencia a la Iglesia. Esto les permitirá cumplir compromisos adicionales.
Al planificar y enseñar, sea consciente de la cantidad de información nueva que imparte. Uno de los principales objetivos de su enseñanza es ayudar a las personas a edificar la fe en Jesucristo que conduzca al arrepentimiento. Su objetivo no es comprobar cuánta información es capaz de proporcionar.
Enseñe a un ritmo adecuado para las personas. Haga preguntas y escuche con atención para saber si están aprendiendo y poniendo en práctica lo que les está enseñando.
Las verdades que enseña, unidas al poder del Espíritu Santo, pueden influir en las personas para que ejerzan su albedrío de maneras que edifiquen su fe en Cristo. A medida que ellas ejerzan la fe en el Señor para poner en práctica lo que aprenden, llegarán a saber por el Espíritu que el Evangelio es verdadero.
Utilice una variedad de oportunidades de enseñanza
Las oportunidades de enseñanza se presentan de muchas maneras, tales como visitas en persona, videoconferencias, llamadas telefónicas, mensajes de texto o redes sociales.
Respete el tiempo de las personas
Enseñe con sencillez y sea breve. Es más probable que las personas se reúnan con usted si respeta sus tiempos y peticiones. Pregúnteles cuánto tiempo tienen para la visita y comiencen y terminen cada conversación a la hora que hayan estipulado, ya sea que estén enseñando en persona o en línea. Tenga en cuenta que, en algunos lugares, las llamadas telefónicas o las videoconferencias pueden ser caras.
Necesitará varias reuniones para enseñar los principios que se encuentran en una lección. En general, una visita para enseñar no debe durar más de treinta minutos, y se puede enseñar a una persona en solo cinco minutos. Ajuste su enseñanza al tiempo del que disponga la persona.
Utilice sabiamente la tecnología
Usted tiene muchas oportunidades de enseñar a las personas utilizando la tecnología. Algunas personas prefieren la comodidad o privacidad de las interacciones a través de medios electrónicos. Incluso aquellos a quienes visita en persona podrían beneficiarse del apoyo adicional que ofrece la tecnología. Analice los recursos disponibles para comunicarse, y luego haga un seguimiento y mantenga el contacto. Permita que las preferencias de cada persona determinen sus interacciones.
Tecnologías como las videollamadas pueden ser especialmente útiles para enseñar a las personas que están muy ocupadas o viven lejos. En ocasiones, es más fácil para los miembros participar en una lección por medio de la tecnología.
Ayude a los más jóvenes que están aprendiendo
Durante Su ministerio, el Salvador dijo a Sus discípulos: “Dejad a los niños venir a mí y no se lo impidáis, porque de los tales es el reino de Dios” (Marcos 10:14). Cuando enseñe a niños, adapte su mensaje y su enfoque a las necesidades de ellos. Ayúdelos a aprender el Evangelio hablando de cosas que les resulten familiares y asegúrese de que entienden lo que está enseñando.
Al enseñar con su compañero, demuestren unidad
El Señor dijo: “Y saldréis por el poder de mi Espíritu, de dos en dos, predicando mi evangelio” (Doctrina y Convenios 42:6). Él también les manda a su compañero y a usted que “[sean] uno” (véase Doctrina y Convenios 38:27). Su enseñanza será más poderosa e interesante si su compañero y usted trabajan unidos. Tomen turnos para enseñar pequeñas porciones de las lecciones.
Durante el estudio con el compañero, analicen y practiquen el modo en que enseñarán para poder estar unidos. Preparen la forma en que trabajarán juntos cuando enseñen a las personas en línea y sigan las medidas de protección en el uso de la tecnología que se describen en el capítulo 2.
Cuando su compañero esté enseñando, ore por él, escúchelo y mírelo. Apoye a su compañero sirviendo de segundo testigo de las verdades que haya enseñado (véase Alma 12:1). Cuando el Espíritu le indique que diga algo, siga esas impresiones.
Muestre interés sincero por las personas a las que enseña. Escúchelas y mantenga el contacto visual cuando ellas o usted estén hablando. Observe con atención sus respuestas y escuche las impresiones espirituales.
Invite a los miembros a participar
Invite a los miembros a que le ayuden a enseñar y a apoyar a las personas con las que está trabajando, ya sea en persona o de manera virtual. Durante la reunión de coordinación semanal, delibere en consejo con los líderes de barrio en cuanto a las personas que podrían ayudar.
Cuando los miembros participan en la enseñanza y el hermanamiento, pueden aportar reflexiones y entablar amistad, y sentirán el gozo de la obra misional.
Invite a los miembros a ayudarle a enseñar
Antes de las lecciones, planifique con los miembros el modo en que trabajarán juntos. Podría usar un mensaje de texto o una breve llamada telefónica para confirmar lo que van a enseñar, quién ofrecerá la oración, quién dirigirá la conversación y otros detalles.
La principal función de los miembros durante las lecciones es ofrecer testimonio sincero, compartir breves experiencias personales y desarrollar relaciones con las personas a las que se enseña. Podría pedir a los miembros que compartan cómo pudieron aprender, aceptar y vivir cierto principio de la lección. Si son conversos, invítelos a compartir cómo decidieron unirse a la Iglesia.
Cuando los miembros les den referencias, invítelos a participar en la enseñanza. Es posible que se involucren más en estos casos. Hable con ellos en cuanto al modo en que les gustaría participar.
Considere el modo en que utilizar la tecnología para enseñar con los miembros podría ser lo adecuado. La tecnología permite que los miembros se unan a ustedes sin el compromiso de tiempo que requiere una visita en persona.
En la reunión de coordinación semanal, planifique con los líderes de barrio que haya algún miembro participando en tantas lecciones como sea posible (véase el capítulo 13). Considere la posibilidad de pedir a los nuevos miembros que le ayuden a enseñar.
Invite a los miembros a que den apoyo
Los miembros también pueden ofrecer un valioso apoyo a las personas entre una visita de enseñanza y otra. Pueden enviar mensajes de texto, leer las Escrituras con ellas, invitar a las personas a su casa o a las actividades, e invitarlas a sentarse juntos en la Iglesia. Pueden responder preguntas y mostrarles cómo es su vida como miembros de la Iglesia. Su experiencia de vida y su perspectiva pueden ayudarles a relacionarse con las personas de maneras que a veces son muy diferentes al modo en que estas se relacionan con los misioneros.
Hable con los miembros sobre las maneras en que pueden trabajar juntos para apoyar a las personas fuera de las visitas de enseñanza.
Enseñe de un modo que se entienda
Enseñe el Evangelio de Jesucristo de tal manera que las personas lo entiendan. Estudie las Escrituras y las lecciones para poder enseñar de ellas con claridad. Cuanto más claramente enseñe, más oportunidades tendrá de que el Espíritu Santo testifique de la verdad.
Haga preguntas para ayudar a las personas a reflexionar sobre lo que usted ha enseñado, y luego escuche para saber si lo entienden y lo aceptan.
Enseñar de un modo que se entienda implica explicar palabras, frases e ideas. Usted puede mejorar su habilidad para enseñar el Evangelio haciendo lo siguiente:
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Entender las palabras que utilice.
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Definir las palabras que otras personas tal vez no entiendan.
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Hacer preguntas tales como: “¿Podría explicarnos lo que entiende de lo que acabamos de enseñar?” o “¿le gustaría hacer un resumen de lo que hemos hablado?”.
A medida que enseñe la doctrina que se encuentra en el capítulo 3, anote palabras, frases o ideas que las personas tal vez no entiendan y defínalas usando los recursos de la Biblioteca del Evangelio, tales como Guía para el Estudio de las Escrituras o Temas del Evangelio.
Enseñe con sencillez y sea breve. Mantenga el enfoque en el Evangelio de Jesucristo, edificando la comprensión de la doctrina y de los principios básicos. Ayude a las personas a buscar la comprensión que procede del Espíritu Santo. Al recibir ese tipo de comprensión, llegarán a creer el mensaje del Evangelio.
Haga preguntas
El Salvador hacía preguntas que invitaban a las personas a pensar y a interiorizar las verdades que enseñaba. Sus preguntas fomentaban la introspección y el compromiso.
Hacer buenas preguntas también es importante para su enseñanza, ya que le ayudarán a entender los intereses, las preocupaciones y las preguntas de las personas. Las buenas preguntas pueden invitar al Espíritu y ayudar a las personas a aprender.
Haga preguntas inspiradas
Procure la guía del Espíritu para hacer buenas preguntas. Las preguntas correctas en el momento adecuado pueden ayudar a las personas a aprender el Evangelio y a sentir el Espíritu.
Hacer preguntas inspiradas y escuchar de manera sincera ayudará a las personas a sentirse más cómodas a la hora de hablar abiertamente y compartir sus sentimientos. Esto puede ayudarlas a descubrir un testimonio creciente. También se sentirán más cómodas a hacerle preguntas cuando no entiendan o les preocupe algo.
La siguiente tabla muestra algunos principios de hacer preguntas inspiradas junto con algunos ejemplos.
Principios y ejemplos de preguntas inspiradas
Principios |
Ejemplos |
Haga preguntas que ayuden a las personas a sentir el Espíritu. |
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Haga preguntas que sean sencillas y fáciles de entender. |
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Haga preguntas que ayuden a las personas a reflexionar sobre lo que usted está enseñando. |
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Haga preguntas que le ayuden a saber el grado de comprensión de las personas a las que está enseñando. |
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Haga preguntas que ayuden a las personas a compartir lo que sienten. |
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Haga preguntas que muestren amor e interés. |
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Haga preguntas que ayuden a las personas a poner en práctica lo que están aprendiendo. |
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Evite hacer preguntas inefectivas o excesivas
Trate de no hacer preguntas que:
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Tengan respuestas obvias.
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Podrían hacer que las personas se sintieran avergonzadas si no saben la respuesta.
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Abarquen más de una idea.
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Tengan que ver con doctrina que aún no haya enseñado.
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No tengan un propósito claro.
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Sean excesivas.
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Sean entrometidas o puedan irritar u ofender a las personas.
Los siguientes son ejemplos de preguntas poco eficaces:
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¿Quién fue el primer profeta? (La persona podría no conocer la respuesta).
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¿Por qué el mantener puro nuestro cuerpo nos ayudará a tener el Espíritu y demostrará que estamos dispuestos a seguir a un profeta de Dios? (Incluye más de una idea).
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¿Es importante conocer los mandamientos de Dios? (Es una pregunta que se contesta con un sí o un no, y la respuesta es demasiado obvia).
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¿Qué podemos hacer todos los días para sentirnos más cerca de Dios? (Es una pregunta imprecisa que busca una respuesta específica: orar).
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¿Quién fue el siguiente profeta después de Noé? (La persona podría no conocer la respuesta, y la pregunta no es importante para su mensaje).
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¿Entiende lo que estoy diciendo? (La persona podría pensar que le habla con aires de superioridad).
Escuche
Cuando escucha atentamente a otras personas, las entiende mejor. Si ellas saben que lo que piensan y sienten es importante para usted, es más probable que sean receptivas a sus enseñanzas, compartan experiencias personales y hagan compromisos.
Al escuchar, usted recibirá impresiones en cuanto a la manera de adaptar su enseñanza a las necesidades e intereses de ellos, y tendrá una mayor comprensión de cuáles son las verdades del Evangelio que les beneficiarían más.
Sobre todo, escuche para detectar los susurros del Espíritu. Cuando otras personas comparten sus sentimientos, el Espíritu Santo puede inspirarle con pensamientos o ideas. El Espíritu también puede ayudarle a entender lo que las personas están tratando de expresar.
Escuche con interés sincero
Escuchar requiere esfuerzo e interés sincero. Mientras los demás hablan, asegúrese de concentrarse en lo que están diciendo. Evite la tendencia a estar planeando lo que va a decir.
El élder Jeffrey R. Holland enseñó: “Pero quizás aún más importante que hablar sea el escuchar. Esas personas no son objetos inanimados disfrazados de estadística bautismal […]. Pregunten a esos amigos qué es lo más importante para ellos, lo que ellos atesoren y lo que ellos consideren de más valor. Luego, escuchen. Si la situación es propicia, podrían preguntarles cuáles son sus temores, lo que anhelan o lo que piensen que les falta en la vida. Les prometo que en algo de lo que ellos digan siempre se destacará una verdad del Evangelio sobre la cual ustedes pueden dar testimonio y ofrecer más conocimiento […]. Si escuchamos con amor, no habrá necesidad de preguntarnos qué decir, pues nos será dado por el Espíritu y por nuestros amigos” (“Me seréis testigos”, Liahona, julio de 2001, pág. 16).
Preste atención a los mensajes no verbales
Las personas se comunican también por medio del lenguaje corporal. Fíjese en la forma en que se sientan, en sus expresiones faciales, en lo que hacen con las manos, en su tono de voz y hacia dónde miran. Observar esos mensajes no verbales puede ayudarle a entender los sentimientos de las personas a las que enseña.
Sea consciente también de su propio lenguaje corporal. Escuche con sinceridad a fin de enviar un mensaje de interés y entusiasmo.
Dé tiempo a las personas para pensar y responder
El Salvador a menudo hacía preguntas que requerían tiempo para que las personas respondiesen. Cuando formule una pregunta, haga una pausa para darle a la persona la oportunidad de pensar y responder. No tenga miedo al silencio. Las personas suelen necesitar tiempo para pensar en las preguntas y responderlas o para expresar lo que sienten.
Podría hacer una pausa después de formular una pregunta, de compartir una experiencia espiritual o cuando a las personas les cueste expresarse. Asegúrese de darles tiempo para redondear sus pensamientos antes de que usted responda, y no los interrumpa cuando están hablando.
Reaccione con empatía
Cuando una persona responda a una pregunta, comience por expresar empatía si resulta apropiado. La empatía muestra que su interés es sincero. Absténgase de sacar conclusiones, de ofrecer soluciones inmediatamente o de parecer que tiene todas las respuestas.
Confirme que entiende lo que las personas dicen
Al tratar de entender lo que dice una persona, haga preguntas para asegurarse de que lo entiende. Por ejemplo, podría decir: “Entonces, lo que está diciendo es que , ¿es así?”, o “si lo entendí bien, usted piensa que ”. Cuando no esté seguro de si ha entendido bien, pida a la persona que aclare lo que ha dicho.
Aprenda a sortear las interacciones complicadas
Usted ayudará a las personas principalmente enseñándoles el Evangelio de Jesucristo. Puede que algunas quieran acaparar la mayor parte de la conversación. En ocasiones, simplemente necesitan alguien que escuche sus dificultades y sus sentimientos con compasión. Otras personas puede que busquen dominar o discutir.
Aprenda a manejar ese tipo de situaciones con tacto y con amor. Tal vez podría adaptar su enseñanza para hablar de algo que la persona haya compartido, o quizás tenga que decir educadamente que le gustaría hablar de lo que les preocupa en otro momento. El Espíritu puede ayudarle a saber cómo reaccionar ante situaciones difíciles.
Ayude a las personas a sentirse en confianza de expresar lo que realmente piensan
Para evitar sentir vergüenza, algunas personas contestarán las preguntas como creen que usted quiere que las contesten en lugar de expresar lo que verdaderamente piensan. Trate de cultivar con ellas una relación que les permita sentir confianza para compartir sus verdaderos pensamientos con usted.
Entender a las personas y conectar con ellas le permitirá ayudarlas, atender sus intereses y necesidades, y expresar el amor que el Salvador siente por ellas. Establezca una relación de confianza siendo sincero, manteniendo una relación misional apropiada y mostrando respeto.
Ayude a las personas a encontrar respuesta a sus preguntas e inquietudes
Haga un esfuerzo sincero por dar respuesta a las preguntas de las personas y ayúdelas a resolver sus inquietudes. No obstante, no es su responsabilidad responder cada pregunta. Al final, las personas deben resolver sus preguntas e inquietudes por sí mismas.
Usted debe entender que no todas las preguntas e inquietudes pueden ser completamente respondidas. Algunas respuestas se vuelven más claras con el tiempo. Otras todavía no han sido reveladas. Céntrese en edificar un cimiento firme de las verdades básicas y esenciales del Evangelio. Este cimiento le ayudará a usted y a las personas a las que enseña a seguir adelante con paciencia y fe cuando haya preguntas difíciles o que no tengan respuesta.
En esta sección se indican algunos principios acerca de cómo responder preguntas.
Comprender la inquietud
Algunas de las cosas que enseñe podrían resultar difíciles o extrañas para las personas. Si tienen preguntas o inquietudes, procure primero entenderlas con claridad. A veces, las inquietudes de las personas son como un iceberg, o témpano de hielo flotante, del que solo se aprecia una pequeña porción en la superficie. Esas inquietudes pueden ser complejas. Ore para tener el don del discernimiento y siga el Espíritu en el modo en que usted responda. El Padre Celestial conoce el corazón y las experiencias de todas las personas —el iceberg completo—, y le ayudará a saber lo que es mejor para cada persona.
A menudo, las inquietudes tienen que ver con el aspecto social más que con la doctrina. Por ejemplo, algunas personas pueden temer a la oposición de los miembros de su familia si se unen a la Iglesia, o tal vez teman el rechazo de sus amigos en el trabajo.
Procure entender el origen de la inquietud haciendo preguntas y escuchando. ¿Surgió esa inquietud debido a que la persona no ha recibido una confirmación espiritual de la verdad de la Restauración? ¿Surgió porque la persona no desea comprometerse a vivir un principio del Evangelio? Conocer la raíz de la inquietud le ayudará a saber si debe centrarse en el testimonio o en el compromiso.
Utilizar las Escrituras, en especial el Libro de Mormón, para responder preguntas
Muestre a las personas cómo las verdades que se encuentran en las Escrituras pueden ayudar a dar respuesta a sus preguntas y abordar sus inquietudes (véase “El Libro de Mormón aborda las preguntas del alma”, en el capítulo 5). Cuando las personas buscan inspiración mediante el estudio y la aplicación de las Escrituras, aumenta su capacidad para escuchar y seguir al Señor. Su fe en Él aumentará y, con una mayor fe, llegarán el testimonio, el arrepentimiento y la ordenanza del bautismo.
“A veces me dirijo a las Escrituras en busca de doctrina. Otras veces voy a ellas para recibir instrucción. Acudo con una pregunta en mente, que por lo general es: ‘¿Qué es lo que quiere Dios que haga?’ o ‘¿qué es lo que quiere que sienta?’. Invariablemente encuentro nuevas ideas, pensamientos que no he tenido antes, y recibo inspiración e instrucción y respuestas a mis interrogantes” (Henry B. Eyring, “Un análisis sobre el estudio de las Escrituras”, Liahona, julio de 2005, pág. 8).
Puede ser útil explicar que gran parte de nuestra comprensión del Evangelio de Jesucristo proviene de lo que le fue revelado al profeta José Smith y a quienes lo sucedieron. Las preguntas acerca de la veracidad del Evangelio se pueden resolver adquiriendo un testimonio de que José Smith fue un profeta de Dios. Leer y orar en cuanto al Libro de Mormón es esencial para adquirir ese testimonio.
Ayude a las personas a centrarse en fortalecer su fe en Jesucristo. Leer y orar en cuanto al Libro de Mormón es una manera importante de fortalecer su fe.
Invitar a las personas a actuar con fe
A medida que desarrollan y fortalecen su testimonio del Evangelio restaurado, las personas podrán abordar sus preguntas e inquietudes desde un cimiento de fe. Al actuar con fe en las verdades que creen, serán capaces de adquirir un testimonio de otras verdades del Evangelio.
Algunas maneras de actuar con fe incluyen:
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Orar con frecuencia y verdadera intención para recibir inspiración y guía.
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Estudiar las Escrituras, especialmente el Libro de Mormón.
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Asistir a la Iglesia.
Deje algo que estudiar y por lo que orar
Al final de cada visita de enseñanza, proponga a las personas algo que estudiar, en lo que meditar y por lo que orar a fin de prepararse para la siguiente reunión. Leer, orar y meditar entre una y otra visita de enseñanza invita la influencia del Espíritu Santo en sus vidas.
Podría invitar a las personas a leer capítulos concretos del Libro de Mormón, o animarlas a usar los recursos de la Iglesia, como la Biblioteca del Evangelio, para encontrar respuestas a sus preguntas, aprender en cuanto a un tema o ver un video. Eso puede convertirse en el tema inicial de la conversación la próxima vez que se reúnan.
Evite dar a las personas muchas cosas que hacer, sobre todo si tiene la oportunidad de enseñarles de manera breve y frecuente.
Ayudar a las personas con adicciones
Usted puede ayudar a las personas que tienen dificultades para superar una adicción hablando con amor en cuanto a sus dificultades, apoyándolos y presentándoles recursos. Podría animarlos a asistir a uno de los grupos de apoyo para recuperarse de las adicciones que organiza la Iglesia. Esos grupos pueden reunirse en persona o en línea (Véase AddictionRecovery.ChurchofJesusChrist.org). Anímelos a utilizar los recursos que se encuentran en la sección “Adicción” de Ayuda para la vida, en Biblioteca del Evangelio.
Los líderes y los miembros locales de la Iglesia también pueden proporcionar apoyo. Algunas personas con adicciones podrían necesitar tratamientos médicos o de salud mental profesionales.
A continuación se dan algunas sugerencias para apoyar a aquellos que luchan por superar la adicción:
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Reconozca los esfuerzos que ellos hacen para venir a Cristo. Ayúdelos a entender que el Padre Celestial y Jesucristo conocen y valoran los esfuerzos que hacen por recuperarse y sanar. Enséñeles que pueden recibir fortaleza por medio del Salvador y Su Expiación. Él reconoce plenamente la intención que tienen en su corazón de hacer lo bueno.
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Ore por ellos en sus oraciones personales y ore con ellos. Cuando sea apropiado, aliéntelos a recibir una bendición del sacerdocio de manos de los líderes del sacerdocio.
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Continúe enseñándoles el Evangelio de Jesucristo. Enséñeles que el Padre Celestial, el Salvador y el Espíritu Santo los aman y desean que triunfen.
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Aliéntelos a asistir a la Iglesia con regularidad y a trabar amistad con los miembros.
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Sea positivo y apóyelos, especialmente si recaen.
Las adicciones son difíciles de superar, y puede haber recaídas. Esto no debe sorprender a los líderes ni a los miembros de la Iglesia, quienes deben mostrar amor y no juzgar.
Un miembro nuevo que deja de asistir a la Iglesia quizás haya vuelto a una vieja adicción y puede que se sienta indigno y desanimado. Una visita inmediata para darle ánimo y apoyo puede ayudar. Los miembros deben demostrar con palabras y hechos que la Iglesia es un lugar donde se puede hallar el amor de Cristo (véase 3 Nefi 18:32).
Enseñar a personas que no son cristianas
Puede que algunas personas a las que enseñe no sean cristianas, o tal vez no crean en el Padre Celestial y en Jesucristo. Sin embargo, muchas de esas personas tienen creencias, prácticas y lugares que consideran sagrados. Es esencial que muestre respeto por sus creencias y tradiciones religiosas.
Ayúdelos a entender quién es Dios
Tal vez se pregunte cómo podría adaptar su enseñanza para las personas que no son cristianas. Los principios que contribuyen a que las personas edifiquen la fe son los mismos en todas las culturas. Ayude a las personas a adquirir una correcta comprensión de Dios y de la misión divina de Jesucristo. La mejor manera de aprender estas verdades es que tengan experiencias espirituales personales. Algunas maneras en que puede ayudarles a tener esas experiencias se describen a continuación:
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Enseñe que Dios es nuestro Padre Celestial y que nos ama. Somos Sus hijos. Invítelos a buscar ese testimonio por sí mismos.
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Enseñe acerca del Plan de Salvación.
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Enseñe que Dios el Padre y Jesucristo se aparecieron al profeta José Smith.
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Comparta un testimonio sincero del Evangelio, incluso cómo siente usted el amor del Padre Celestial y por qué escoge seguir a Jesucristo.
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Invítelos a ofrecer oraciones sencillas y sinceras, tanto con ustedes como por su cuenta.
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Invítelos a leer el Libro de Mormón diariamente, tanto con ustedes como por su cuenta.
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Invítelos a asistir a la Iglesia.
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Presénteles a miembros de la Iglesia que puedan explicarles cómo llegaron a creer en el Padre Celestial y en Jesucristo.
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Invítelos a guardar los mandamientos.
La mayoría de las personas desean tener una mayor conexión con Dios y encontrar propósito y significado en su vida. Ayúdelas a entender que son hijos de un amoroso Padre Celestial y que Él tiene un plan para ellos. Por ejemplo, podría comenzar diciendo algo así:
Dios es nuestro Padre Celestial y nos ama. Somos Sus hijos. Antes de nacer, vivíamos con Él. Dado que somos Sus hijos, todos somos hermanos y hermanas. Él desea que regresemos a Él. Debido al amor que siente por nosotros, ha preparado la manera de que regresemos a Él por medio de Su Hijo, Jesucristo.
Adapte su enseñanza según sea necesario
Muchos conversos que no eran de procedencia cristiana dicen que no entendían mucho de lo que los misioneros enseñaban, pero que sintieron el Espíritu y tuvieron deseos de hacer lo que ellos pedían. Haga todo lo posible por ayudar a las personas a comprender la doctrina del Evangelio. Sea paciente y ofrezca apoyo. Puede que tome tiempo que las personas aprendan a reconocer sus sentimientos y a expresarlos. A fin de ayudarlas, es posible que tenga que ajustar el ritmo y la profundidad de su enseñanza.
Las siguientes sugerencias podrían ayudarle al prepararse para enseñar a personas que no son cristianas:
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Entienda cuál es la necesidad o el interés espiritual que las ha llevado a reunirse con usted.
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Haga un resumen o un repaso sencillo de cada lección.
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Pídales que le expliquen lo que entienden y lo que hayan experimentado.
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Defina palabras y principios esenciales. Las personas tal vez no estén familiarizadas con muchas de las palabras que usted usa al enseñar.
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Regrese a una lección que haya enseñado con anterioridad a fin de enseñar la doctrina con mayor claridad. Esto puede ser necesario en cualquier momento durante el proceso de enseñanza.
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Determine qué invitaciones podría extender a fin de ayudar a las personas a experimentar las bendiciones del Evangelio.
Los siguientes son algunos recursos de la Biblioteca del Evangelio que podría utilizar para ayudar a las personas que no son cristianas.
Ideas para el estudio y la puesta en práctica
Estudio personal
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Imagine que se encuentra en las siguientes situaciones. ¿Cómo podría poner en práctica los principios y las habilidades que se describen en este capítulo para ayudar a estas personas a progresar? Planifique cómo los pondría en práctica en cada situación.
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Alguien que se ha estado preparando para el bautismo le dice que ya no quiere seguir reuniéndose con usted.
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Se reúne por séptima vez con una persona que ha recibido las enseñanzas de varios misioneros en un período de dos años. Ha habido muy pocos indicios de progreso.
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Escoja una de las lecciones misionales y seleccione uno o dos pasajes de las Escrituras de cada uno de los principios centrales. Practique la enseñanza de esos pasajes tal como se describe en la sección “Utilice las Escrituras” de este capítulo.
Estudio y análisis con el compañero
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Lea el relato de Ammón y el rey Lamoni en Alma 18–19 y el relato de Aarón en Alma 22:4–18. A medida que lea, determine y describa el modo en que Ammón y Aarón hicieron lo siguiente:
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Siguieron al Espíritu y enseñaron con amor.
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Comenzaron a enseñar.
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Adaptaron sus enseñanzas para atender las necesidades.
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Dieron testimonio.
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Usaron las Escrituras.
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Hicieron preguntas, escucharon y ayudaron a quienes enseñaban a resolver sus inquietudes.
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Animaron a las personas a las que enseñaban a hacer compromisos.
Analice el impacto que el servicio que ellos prestaron y su enseñanza tuvieron en el rey Lamoni, en su padre y en Abish.
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Consejo de distrito, conferencias de zona y consejo de líderes de la misión
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Invite a su reunión a miembros o a personas a las que esté enseñando actualmente. Explique al grupo que quiere que los misioneros mejoren su habilidad para compartir su importante mensaje. Seleccione una lección y una habilidad y pida a los misioneros que, durante veinte minutos, enseñen a la persona o personas la lección que usted haya seleccionado, centrándose en la habilidad que haya escogido. Pídales que cambien de persona a la que enseñan después de veinte minutos. Cuando los misioneros hayan acabado de enseñar, reúna al grupo y pida a la persona o personas que diga(n) a los misioneros lo que fue más efectivo y una manera en que pueden mejorar.
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Muestre ejemplos en video de misioneros enseñando o contactando con personas. Escojan una habilidad y analicen el modo en que los misioneros aplicaron los principios correspondientes a esa habilidad.
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Seleccione una habilidad y busque una doctrina o algunos pasajes de las Escrituras que la respalden. Enseñe a los misioneros el fundamento doctrinal de esa habilidad.
Líderes y consejeros de misión
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De vez en cuando, acompañe a los misioneros cuando enseñen. Planifique cómo puede participar usted en la enseñanza.
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Anime a los líderes locales a participar con los misioneros en sus visitas de enseñanza.
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Enseñe y ayude a los misioneros a practicar una de las habilidades de enseñanza que se describen en este capítulo, tales como hacer buenas preguntas o escuchar.
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Al enseñar a los misioneros en conferencias de zona, consejos de líderes de la misión o entrevistas, muestre maneras eficaces de utilizar las Escrituras. Haga lo mismo cuando enseñe con ellos.
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Ayude a los misioneros a entender las Escrituras y a llegar a amarlas. El élder Jeffrey R. Holland aconsejó a los líderes de misión:
“Hagan del amor por la palabra de Dios un elemento esencial de la cultura de su misión […] para que el conocimiento de las revelaciones y el uso frecuente de las Escrituras sea una de las características principales de sus misioneros el resto de sus días.
“Cuando enseñen a los misioneros —es decir, todo el tiempo—, enseñen de las Escrituras. Dejen que vean de dónde reciben ustedes su fortaleza e inspiración. Enséñenles a amar esos cúmulos de revelaciones y a confiar en ellas.
“[Mi] presidente de misión enseñaba del Libro de Mormón y de las Escrituras siempre que estábamos con él, o eso nos parecía. Las entrevistas personales estaban impregnadas de Escrituras. Los bosquejos de las reuniones […] procedían de los libros canónicos […].
“Por entonces no lo sabíamos, pero nuestro presidente nos estaba armando a diestra y siniestra, exhortándonos con todas las energías de su alma y con toda la facultad que poseía a que nos aferráramos a la barra de hierro a fin de no perecer jamás [véase 1 Nefi 15:23–25]”, (“El poder de las Escrituras”, Seminario para nuevos líderes de misión, 25 de junio de 2022).