LECCIÓN 12
CÓMO AYUDAR A LOS DEMÁS A ESTAR ANHELOSAMENTE CONSAGRADOS
“Porque he aquí, no conviene que yo mande en todas las cosas; porque el que es compelido en todo es un siervo perezoso y no sabio; por tanto, no recibe galardón alguno.
“De cierto digo que los hombres deben estar anhelosamente consagrados a una causa buena, y hacer muchas cosas de su propia voluntad y efectuar mucha justicia;
“porque el poder está en ellos, y en esto vienen a ser sus propios agentes. Y en tanto que los hombres hagan lo bueno, de ninguna manera perderán su recompensa” (D. y C. 58:26-28).
PRINCIPIO DE LIDERAZGO
Es posible que los líderes tengan que ayudar a aquellos a quienes presten servicio a “estar anhelosamente consagrados a una causa buena”.
CONCEPTO DE LA LECCIÓN
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Es posible que los líderes tengan que exhortar a aquellos a quienes presten servicio a ser más como Cristo y a ayudar en la edificación del reino de Dios.
CONCEPTO 1: ES POSIBLE QUE LOS LÍDERES TENGAN QUE EXHORTAR A AQUELLOS A QUIENES PRESTEN SERVICIO A SER MÁS COMO CRISTO Y A AYUDAR EN LA EDIFICACIÓN DEL REINO DE DIOS.
COMENTARIOS
La función de los líderes de la Iglesia y de la familia es ayudar a la gente a ser más como Cristo y a edificar el reino de Dios. Idealmente, toda persona debería estar “anhelosamente consagrada” en esas labores, y haciendo “muchas cosas de su propia voluntad” (D. y C. 58:27). Pero, en la práctica, muchas veces los líderes tienen que motivar a la gente.
Motivar quiere decir alentar, inspirar, activar, influir, animar o entusiasmar a alguien para realizar buenas obras. Fíjese en la lista del élder Dallin H. Oaks sobre los motivos que tiene la gente para prestar servicio (págs. 40-41). Los líderes de la Iglesia y de la familia pueden recurrir a algunos de esos motivos para ayudar a las personas a estar anhelosamente consagradas a aplicar los principios del Evangelio.
El élder Gene R. Cook, miembro de los Setenta, escribió: “El amor es una motivación divina; motiva al Señor y por eso debe también motivarnos a nosotros, particularmente en el trato con nuestra familia” (Raising Up a Family to the Lord, 1993, pág. 176).
Muchas veces, los líderes, simplemente al enseñarles las verdades del Evangelio, motivan a aquellos a quienes dirigen. Muchos nos sentimos motivados a hacer lo bueno por nuestra creencia en el Padre Celestial y en Su plan de salvación. El presidente Marion G. Romney, siendo miembro del Quórum de los Doce Apóstoles, enseñó esto: “La creencia de un Santo de los Últimos Días en que la segunda venida de Cristo es inminente debería motivarlo a seguir con mayor diligencia los planes revelados del Señor para abolir la guerra y eliminar la pobreza y la contaminación ambiental. Debería estimular su deseo de obtener una educación, especialmente en el conocimiento de Dios y en cuanto a la vida eterna” (en “Gospel Forum”, Ensign, ene. de 1971, pág. 16).
De la misma forma, los líderes pueden motivar alentando a las personas a quienes dirijan a estudiar las Escrituras y las palabras de los profetas actuales. El élder Parley P. Pratt, en ese entonces integrante del Quórum de los Doce Apóstoles, escribió:
“Cuando tenía siete años, mi madre me daba lecciones de las Escrituras para leer; leí sobre José en Egipto, sus sueños, su período de esclavitud, su tentación y su triunfo; su bondad y afecto hacia el padre y los hermanos. Todo eso me inspiró con los más nobles sentimientos que se hayan grabado en el pecho de un hombre.
“Leí sobre David y Goliat; sobre Saúl y Samuel; sobre Sansón y los filisteos, y todo ello me inspiró aborrecimiento hacia las acciones de los malvados y amor por los hombres buenos y por sus hechos.
“Después, leí sobre Jesús y Sus Apóstoles. ¡Cuánto llegué a amarlos! Y anhelaba caer a los pies de Jesús, adorarlo u ofrecer mi vida a cambio de la Suya.
“Cuando tenía unos doce años, leí acerca de la primera resurrección, tal como la describe Juan el Apóstol en el capítulo 20 de Apocalipsis. Supe de los mártires por la causa de Jesús y de cómo ellos y aquellos que guarden Sus mandamientos vivirán y reinarán con Cristo durante mil años, mientras el resto de los que hayan muerto no volverán a vivir sino hasta que los mil años hayan transcurrido. Esto me impresionó profundamente; me retiré para descansar después de haber pasado las primeras horas de la noche en esa lectura; pero no podía dormir, pues sentía un gran deseo y una ansiedad inexpresable de asegurarme mi parte en tan gloriosa resurrección” (Autobiography of Parley P. Pratt, 1985, pág. 2).
Fundado en esas experiencias con la Biblia, el élder Pratt llegó a ser uno de los grandes líderes de la Iglesia en esta dispensación.
El profeta José Smith advirtió a los líderes que se cuidaran de “ejercer injusto dominio” (D. y C. 121:39), o sea, de emplear injustamente la autoridad. “…cuando intentamos encubrir nuestros pecados, o satisfacer nuestro orgullo, nuestra vana ambición, o ejercer mando, dominio o compulsión sobre las almas de los hijos de los hombres, en cualquier grado de injusticia, he aquí, los cielos se retiran, el Espíritu del Señor es ofendido, y cuando se aparta, se acabó el sacerdocio o autoridad de tal hombre…
“Ningún poder o influencia se puede ni se debe mantener en virtud del sacerdocio, sino por persuasión, por longanimidad, benignidad, mansedumbre y por amor sincero;
“por bondad y por conocimiento puro, lo cual ennoblecerá grandemente el alma sin hipocresía y sin malicia” (vers. 37, 41-42).
Los líderes pueden utilizar recompensas materiales para motivar, pero deben hacerlo con mucho cuidado. Ese tipo de recompensa no está directamente relacionada con el mérito que la acredita; por ejemplo, dar dinero a una persona para que lea las Escrituras. El dar premios de esa clase quizás dé resultado, pero si se emplean imprudentemente, pueden ser nocivos para la madurez espiritual del receptor. El elogio excesivo, por otra parte, puede sonar falso o parecer una maquinación. Es posible también que las recompensas materiales tiendan a disminuir la motivación interior de una persona.
Otra forma de motivar que tienen los líderes es referirse a las historias y las enseñanzas de Jesucristo. El presidente Harold B. Lee, cuando era Consejero de la Primera Presidencia, enumeró las maneras en que Jesús ejemplificó los principios de la buena enseñanza, las cuales también se aplican al liderazgo:
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El Maestro sentía amor verdadero hacia Dios y hacia los hijos de Dios.
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Tenía una ardiente convicción de Su misión de prestar servicio y salvar a la humanidad.
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Tenía una comprensión clara y misericordiosa de los seres humanos y de sus necesidades esenciales.
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Él era un estudioso constante y aplicado; conocía ‘la ley y los profetas’; conocía la historia y las condiciones sociales de Su época.
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Discernía la verdad y la defendía sin transigencias.
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Su manera sencilla de expresarse le permitía transmitir Su mensaje a personas de toda clase social y condición, y mantener la atención de éstas.
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Su talento creativo hizo que Sus lecciones fueran vívidas en toda época.
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Él dirigió a las personas de manera que tuvieran hambre y sed de rectitud.
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Inspiró una bondad activa, un deseo de aplicar el Evangelio en el servicio ennoblecedor.
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Demostró Su fe viviéndola constante y valientemente” (“And Ye Shall Teach”, Ensign, set. de 1971, pág. 5).
IDEAS PARA LA ENSEÑANZA
Explique a la clase que muchas veces los líderes deben ayudar a las personas a madurar en el Evangelio y a aprender a prestar un servicio eficaz en sus llamamientos. Analicen algunos de los motivos que nos impulsen a prestar servicio, tanto a los líderes como a los seguidores, y anótelos en la pizarra. Pida a los alumnos que los coloquen en orden de importancia, de menor a mayor, y analicen sus razones.
Analicen Doctrina y Convenios 121:34-46. Determinen los motivos y tipos de conducta que, según esos versículos, indican injusto dominio; hagan lo mismo para reconocer los que caracterizan a un liderazgo correcto. Destaque la importancia de estar en armonía con el Espíritu Santo.
Analicen algunas de las desventajas de emplear recompensas materiales para motivar a la gente a vivir conforme a los principios del Evangelio.
Enumeren las maneras en las que Jesucristo ejemplificó el liderazgo perfecto. Exhorte a los alumnos a aplicar en sus funciones de liderazgo los puntos positivos que se han analizado en estas lecciones.
IDEA PARA LA ENSEÑANZA
Léales o cuénteles el relato del élder Hugh B. Brown sobre el grosellero, que aparece a continuación, en la sección “Fuentes de recursos para el maestro”. Dirija a los alumnos en un análisis de los motivos que impulsaron al élder Brown antes y después de esa experiencia.
FUENTE DE RECURSOS PARA EL MAESTRO
Las mujeres fieles tienen una misión gloriosa
Es una bendición extraordinaria ser hija de Dios hoy en día. Tenemos la plenitud del Evangelio de Jesucristo. Contamos con la bendición de tener el sacerdocio restaurado en la tierra. Somos guiados por un Profeta de Dios que posee todas las llaves del sacerdocio. Amo y honro al presidente Gordon B. Hinckley y a todos nuestros hermanos que poseen el sacerdocio y son dignos de él.
Me siento inspirada por la vida de las mujeres buenas y fieles. Desde el principio del tiempo, el Señor ha depositado una considerable confianza en ellas. Nos ha enviado a la tierra en una época como ésta para efectuar una gran y maravillosa misión. Doctrina y Convenios enseña: “Aun antes de nacer, ellos, con muchos otros, recibieron sus primeras lecciones en el mundo de los espíritus, y fueron preparados para venir en el debido tiempo del Señor a obrar en su viña en bien de la salvación de las almas de los hombres” (D. y C. 138:56). ¡Qué magnífica visión nos da ese pasaje con respecto a nuestro propósito en la tierra!
A quien mucho se da, mucho se requiere. Nuestro Padre Celestial nos pide a Sus hijas que seamos virtuosas, que vivamos con rectitud a fin de que cumplamos la misión de nuestra vida, así como Sus propósitos. Él desea que salgamos adelante con éxito y nos amparará si buscamos Su ayuda.
Se dio a las mujeres cualidades especiales
El que las mujeres hayamos nacido como tales en esta tierra se determinó largo tiempo antes del nacimiento terrenal, como así también las diferencias divinas que hay entre hombre y mujer. Me deleito en la claridad de las enseñanzas de la Primera Presidencia y el Quórum de los Doce Apóstoles que se exponen en la Proclamación sobre la familia. Allí dice: “El ser hombre o mujer es una característica esencial de la identidad y el propósito eternos de los seres humanos en la vida premortal, mortal y eterna”1. En esa declaración se nos enseña que toda niña era mujer y femenina mucho antes de su nacimiento terrenal.
Dios envió a las mujeres a la tierra con algunas cualidades extraordinarias. Al dirigirse a las mujeres jóvenes, el presidente Faust dijo que la femineidad “es el adorno divino del género humano, que se expresa en… su capacidad para amar, su espiritualidad, delicadeza, resplandor, sensibilidad, creatividad, encanto, refinamiento, ternura, dignidad y serena fuerza. Se manifiesta en forma diferente en cada jovencita o mujer, pero todas… la poseen. La femineidad es parte de su belleza interior”2.
El cuidado de nuestro aspecto
Nuestro aspecto exterior es un reflejo de lo que somos interiormente. Nuestras vidas reflejan aquello que buscamos. Y si de todo corazón buscamos en verdad conocer al Salvador y ser más semejantes a Él, lo lograremos, porque Él es nuestro divino y eterno Hermano. Pero es más que eso: es nuestro amado Salvador, nuestro querido Redentor. Junto con Alma de antaño, preguntamos: “¿Habéis recibido su imagen en vuestros rostros?” (Alma 5:14).
Se puede reconocer a las mujeres que están agradecidas de ser hijas de Dios, por su aspecto externo. Estas mujeres comprenden la mayordomía que tienen sobre su cuerpo y lo tratan con decoro; lo cuidan como cuidarían un santo templo porque entienden la enseñanza del Señor: “¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?” (1 Corintios 3:16).
Las mujeres que aman a Dios nunca profanarían un templo ni lo desfigurarían con inscripciones mundanas; ni abrirían de par en par las puertas de ese santo y dedicado edificio para invitar al mundo a mirarlo. Cuánto más sagrado que un templo es el cuerpo, puesto que no ha sido hecho por el hombre, sino que fue hecho por Dios. Nosotras somos las mayordomas, las guardas de la pureza que nuestro cuerpo trajo del cielo. “Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es” (1 Corintios 3:17).
Las agradecidas hijas de Dios cuidan su cuerpo con esmero, puesto que saben que son la fuente de la vida y reverencian la vida; no descubren su cuerpo para congraciarse con el mundo, sino que son recatadas para recibir la aprobación de su Padre Celestial, porque saben que Él las ama profundamente.
El ministerio de la mujer
Se puede reconocer a las mujeres que están agradecidas de ser hijas de Dios por su actitud; ellas saben que las tareas de los ángeles se han dado a la mujer y desean estar al servicio de Dios para amar a Sus hijos y ministrarles; para enseñarles las doctrinas de la salvación; para llamarlos al arrepentimiento; para salvarlos espiritualmente; para guiarlos en el desempeño de la obra de Dios, para dar a conocer los mensajes de Él3. Ellas comprenden que pueden ser una bendición para los hijos de su Padre Celestial en los hogares y en los vecindarios de éstos, y más aún. Las mujeres que están agradecidas de ser hijas de Dios glorifican Su nombre.
El magnificar los dones
Se puede reconocer a las mujeres que están agradecidas de ser hijas de Dios por sus aptitudes. Cumplen su potencial eterno y magnifican sus dones divinos. Son mujeres competentes y firmes que hacen bien a las familias, sirven al prójimo y entienden que “la gloria de Dios es la inteligencia” (D. y C. 93:36). Son mujeres que abrazan las virtudes eternas para ser todo lo que nuestro Padre Celestial necesita que sean. El profeta Jacob habló de algunas de esas virtudes cuando dijo que “son de sentimientos sumamente tiernos, castos y delicados ante Dios, cosa que agrada a Dios” (Jacob 2:7).
La reverencia por la maternidad
Se puede reconocer a las mujeres que están agradecidas de ser hijas de Dios mediante su reverencia por la maternidad, aun cuando esta bendición les haya sido denegada temporariamente. En estas circunstancias, su recta influencia puede ser una bendición en la vida de los niños a quienes amen. Su enseñanza ejemplar es eco de la voz de un hogar fiel y hace resonar la verdad en el corazón de los niños que necesiten otro testimonio.
Las hijas agradecidas de Dios le aman y enseñan a sus hijos a amarle sin reserva ni resentimiento. Son como las madres del joven ejército de Helamán, las cuales tenían una gran fe y “les habían enseñado que si no dudaban, Dios los libraría” (Alma 56:47).
Al observar a una madre amable y gentil en acción, se ve a una mujer de gran fortaleza. Al buscar estas madres la compañía del Espíritu Santo y la guía del Espíritu de Dios, su familia puede percibir un espíritu de amor, respeto y seguridad cuando está cerca de ellas. La familia es bendecida por la sabiduría y buen juicio de la madre. Los maridos y los hijos cuyas vidas ellas bendigan contribuirán a la estabilidad de las sociedades de todo el mundo. Las agradecidas hijas de Dios aprenden las verdades de sus madres, abuelas y tías, y enseñan a sus hijas el dichoso arte de crear un hogar. Buscan una buena educación para sus hijos, y ellas mismas tienen sed de conocimiento. Ayudan a sus hijos a desarrollar destrezas que puedan emplear en el servicio a los demás. Saben que el camino que han escogido no es el más fácil, pero sí que merece la pena sus mejores esfuerzos.
Ellas entienden lo que quiso decir el élder Neal A. Maxwell con estas palabras: “Cuando la historia final de la humanidad se revele, ¿hará resonar el tronar del cañón o el eco de una canción de cuna? ¿Los grandes armisticios hechos por los militares o la acción pacificadora de la mujer en el hogar? Lo que ocurre en las cunas y en los hogares, ¿no tendrá mayor efecto que las grandes resoluciones tomadas en los congresos?4”.
Las hijas de Dios saben que es la naturaleza de la mujer la que puede proporcionar bendiciones eternas, y por ello viven para cultivar ese atributo divino. Por cierto que cuando una mujer reverencia la maternidad, sus hijos se levantarán y la llamarán bienaventurada (véase Proverbios 31:28).
No somos como las mujeres del mundo
Las mujeres de Dios no pueden ser como las mujeres del mundo. El mundo tiene suficientes mujeres duras; necesitamos mujeres tiernas. Hay suficientes mujeres groseras; necesitamos mujeres bondadosas. Hay suficientes mujeres rudas; necesitamos mujeres refinadas. Hay suficientes mujeres que tienen fama y dinero; necesitamos más mujeres que tengan fe. Hay suficiente codicia; necesitamos más abnegación. Hay suficiente vanidad; necesitamos más virtud. Hay suficiente popularidad; necesitamos más pureza.
¡Ah, cuánto rogamos que toda jovencita crezca y llegue a ser la mujer extraordinaria que Dios sabe que puede ser! Suplicamos que su madre y su padre le indiquen el camino correcto. Imploramos que las hijas de Dios honren el sacerdocio y apoyen a los que lo poseen dignamente; que comprendan su gran capacidad de fortaleza en el ámbito de las virtudes eternas de las que algunos se burlan en el mundo moderno de mujeres liberadas de restricciones.
Comprendamos y cultivemos nuestro potencial
Rogamos que las madres y los padres comprendan el gran potencial para el bien que sus hijas han heredado de su hogar celestial. Debemos alimentar su dulzura, su naturaleza caritativa, su espiritualidad y sensibilidad innatas, así como su aguda inteligencia. Celebren el hecho de que las niñas sean diferentes de los muchachos. Siéntanse agradecidos por el lugar que ellas ocupan en el gran plan de Dios. Y recuerden siempre lo que dijo el presidente Hinckley: “Sólo después de que la tierra hubo sido formada, después de que el día fue separado de la noche, después de que las aguas hubieron sido separadas de la tierra seca, después de que fueron creadas la vegetación y la vida animal, y después de que el hombre hubo sido puesto en la tierra, fue creada la mujer; y sólo entonces se dijo que la obra estaba hecha y que era buena”5.
Padres de familia, esposos y hombres jóvenes, ruego que comprendan todo lo que las mujeres son y pueden ser. Por favor, sean dignos del santo sacerdocio de Dios que poseen y hónrenlo, puesto que nos bendice a todos nosotros.
Hermanas, tengan la edad que tengan, comprendan todo lo que son y deben ser, todo aquello para lo cual Dios mismo las preparó en la existencia preterrenal. Ruego que utilicemos con gratitud los dones inestimables que se nos han dado para ayudar a los seres humanos a pensar con mayor rectitud y a tener más nobles aspiraciones, y lo hago en el nombre de Jesucristo. Amén.
ELEMENTOS PARA EL ESTUDIO
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Hagan una lista de las expresiones positivas e inspiradoras que la hermana Nadauld emplea en su discurso (por ejemplo, “bendición extraordinaria”, “magnífica visión”, “diferencias divinas”, etc.). ¿Qué lecciones podemos aprender nosotros, como líderes, con esas expresiones que podamos aplicar en nuestra comunicación con los demás?
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Comparen el efecto de las expresiones positivas y de las negativas para motivar a otras personas.
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Según la hermana Nadauld, ¿cuáles son algunos elementos del aspecto de una persona de rectitud? ¿Por qué serán éstos importantes en un líder?
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¿Por qué son esos elementos más importantes que la belleza física?
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¿Cómo podemos ayudar a otras personas a darse cuenta de su potencial divino?