Las cinco preguntas de William McLellin
Dos meses después de su bautismo, el cual se efectuó el 20 de agosto de 1831, William E. McLellin, quien había trabajado como maestro de escuela, llegó a sumergirse profundamente en la historia de la Restauración. Tras su conversión, McLellin fue ordenado élder y predicó el Evangelio con Hyrum Smith durante unas semanas antes de viajar a Orange, Ohio, a finales de octubre para asistir a una conferencia general de la Iglesia. McLellin señaló en su diario personal lo que sucedió en esa conferencia: “Vi por primera vez al hermano José el Vidente, también a los hermanos Oliver [Cowdery], John [Whitmer] y Sidney [Rigdon] y muchos otros élderes”. En la conferencia, McLellin fue ordenado sumo sacerdote y escuchó a José enseñar acerca de los poderes y los deberes de ese oficio. “La asistencia a esa conferencia brindó mucha edificación espiritual y consuelo a mi corazón”, declaró1.
D. y C. 66
Tras la conferencia, McLellin viajó a Kirtland y en el transcurso de su viaje, “al bajar de un tronco grande, [se lesionó] fuertemente el tobillo”, tanto que pidió a José que lo sanara. “Él puso las manos sobre” el tobillo, escribió McLellin en su diario, “y fue sanado, a pesar de que se había hinchado y me dolía muchísimo”2. Apenas unos días más tarde, McLellin decidió poner a prueba el llamamiento de José Smith. Después de ir a casa de José en Hiram, Ohio, el 29 de octubre, McLellin “acudió al Señor en secreto y de rodillas le pidió que le revelara la respuesta a cinco preguntas por medio de su Profeta”. Sin dar a conocer a José cuáles eran las cinco preguntas, McLellin le pidió a José que le indicara la voluntad de Dios. La revelación resultante —la sección 66 de la actual Doctrina y Convenios— contestó las cinco preguntas de McLellin para su “satisfacción plena y completa”. Aun después de apartarse de la Iglesia, McLellin expresó que él aún consideraba esa revelación como una “prueba” del llamado profético de José “que no puedo refutar”, según sus palabras3.
D. y C. 65
Un día después de recibir esta revelación, McLellin asistió a una reunión de la Iglesia en el hogar de John Johnson, donde vivía José, y se dirigió a los asistentes durante una hora y media. “Y no era yo, sino el espíritu y el poder de Dios que había en mí”, explicó4. En la misma reunión, José recibió otra revelación, que pasó a integrar las Escrituras como la sección 65 de la edición actual de Doctrina y Convenios. La revelación proclamaba: “Las llaves del reino de Dios” de nuevo “han sido entregadas al hombre en la tierra”, y “rodará el evangelio hasta los extremos de ella… hasta que llene toda la tierra”5 (véase D. y C. 65: 2).
D. y C. 68
Dos días más tarde, el 1º de noviembre, McLellin asistió a una conferencia de élderes celebrada en Hiram, Ohio. A pesar de que ya había recibido una revelación de José que le indicaba la voluntad del Señor para él, McLellin se unió a otros tres hombres en la conferencia —Orson Hyde, Luke Johnson y Lyman Johnson— para pedirle a José que les revelara “la disposición y la voluntad del Señor” en cuanto a sus responsabilidades6. McLellin recordó más tarde que cuando fue ordenado sumo sacerdote, él “no entendió los deberes del oficio”7. Tal vez esa falta de comprensión le condujo en parte a pedir la revelación que siguió, actualmente Doctrina y Convenios 68, la cual proporcionó a McLellin y a sus compañeros la información sobre los deberes de los sumos sacerdotes y de los élderes de predicar el Evangelio a toda la tierra8.
D. y C. 1
Dada esa responsabilidad de predicar y dado que la revelación del 30 de octubre declaraba que “rodará el evangelio hasta los extremos de [la tierra]”, era indispensable que se publicaran las revelaciones que José ya había recibido. McLellin recordó más tarde que “se dedicaron horas” en la conferencia a analizar si debían publicar las revelaciones antes de que “por fin se decidiera imprimirlas”9. Según recordó McLellin, en aquella conferencia de noviembre se le asignó a él, a Oliver Cowdery y a Sidney Rigdon la redacción del borrador de un prefacio para el Libro de Mandamientos. No obstante, cuando estos hombres presentaron el prefacio a la conferencia, los asistentes “lo hicieron pedazos con críticas” y “pidieron a José que consultara al Señor al respecto”. Después de arrodillarse en oración con la conferencia, José, según McLellin, “dictó el prefacio por el Espíritu”, mientras se hallaba sentado “junto a una ventana de la sala en la que se desarrollaba la conferencia”. McLellin recordó: “José pronunciaba unas frases y Sydney [Rigdon] las escribía, luego las leía en voz alta, y si eran correctas, José procedía y dictaba más”. Según McLellin, “mediante este proceso se recibió el prefacio”, lo que es actualmente la sección 1 de Doctrina y Convenios10.
D. y C. 67
José Smith también deseaba que los participantes de la conferencia dieran su testimonio del origen divino de las revelaciones. Algunos se mostraban reacios a hacerlo, lo cual condujo al dictado de otra revelación, lo que es en la actualidad la sección 67 de Doctrina y Convenios. En esta revelación, el Señor indicó una manera para que los élderes determinaran si las revelaciones eran de Dios: “…si hay entre vosotros alguien que pueda hacer uno semejante”, a las revelaciones, declaraba, “entonces sois justificados al decir que no sabéis que son verdaderos”; si nadie puede “hacer uno semejante, estáis bajo condenación si no testificáis que son verdaderos”11 (véase D. y C. 67:6–8).
Según una fuente, McLellin se ofreció para tratar de escribir su propia revelación, pero fracasó rotundamente12. De allí en adelante, McLellin, junto con otros asistentes a la conferencia, adjuntaron su nombre a un testimonio, preparado por José, que declaraba: “Dios ha confirmado a nuestra alma por medio del Espíritu Santo derramado sobre nosotros que estos mandamientos son dados por la inspiración de Dios y son útiles para todos los hombres y son ciertamente verdaderos”13.
D. y C. 133
Una vez concluida la conferencia, McLellin permaneció con José Smith durante otras dos semanas, copiando revelaciones y preparándose para servir en una misión poco después con Samuel H. Smith, en los estados del este14. Quizá ni siquiera estuvo presente el 3 de noviembre, cuando José recibió lo que llegaría a conocerse como el apéndice del Libro de Mandamientos, que se encuentra en la sección 133 del libro Doctrina y Convenios actual.
Al igual que la sección 1, advertía a los habitantes de la tierra del regreso inminente de Cristo y de la necesidad de arrepentirse y aceptar la guía de Dios como figuraba en las revelaciones otorgadas a José. Fortalecido por la palabra de Dios, McLellin salió a servir en su misión con Smith el 16 de noviembre y predicó el Evangelio durante varias semanas15.
Más adelante, McLellin sería llamado como uno de los primeros miembros del Quórum de los Doce Apóstoles, pero no permaneció fiel a su testimonio; se apartó de la Iglesia e incluso participó en la persecución de los santos en Misuri16. Sin embargo, durante unas semanas del otoño de 1831, él fue testigo presencial del llamamiento profético de José Smith, presenció varias revelaciones, entre ellas algunas destinadas directamente a él, y participó en la decisión de publicar las revelaciones como el Libro de Mandamientos. McLellin, junto con otros participantes en otra conferencia de noviembre de 1831, declaró que estas revelaciones “valían las riquezas de toda la tierra para la Iglesia”. Para él, contenían “las claves de los misterios del Reino y las riquezas de la eternidad para la Iglesia”17