Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia
Recordemos nuestro legado espiritual


Capítulo 14

Recordemos nuestro legado espiritual

Los relatos de los sacrificios y de la fe de los primeros Santos de los Últimos Días nos inspiran a ser más diligentes en guardar nuestros convenios y en edificar el reino de Dios.

De la vida de Wilford Woodruff

Cuando enseñaba a los miembros de la Iglesia, Wilford Woodruff repetía muchas veces las historias de fe y valor de los Santos de los Últimos Días. Exhortaba a los de su generación a continuar en la fe, y a los de la próxima a seguir el ejemplo de sus antepasados, a “tener presente el gran esfuerzo, la preocupación y las penurias que sobrellevaron sus antepasados para establecer el fundamento de la Sión de nuestro Dios”1. Dijo: “Gracias a las misericordias de [Dios], hemos sido guiados hasta ahora. Sus bendiciones se han derramado multiplicadas sobre nosotros año tras año, se nos ha concedido más de lo que merecemos y el consejo y las instrucciones que se nos han dado han sido buenos. Espero que seamos prudentes y no dejemos que esos acontecimientos queden en el olvido como cuentos sin valor, sino que confirmemos su veracidad y estemos dispuestos a hacer cualquier cosa que se nos pida”2.

Este capítulo contiene relatos del presidente Woodruff de cuatro acontecimientos importantes de su vida y de la historia de la Iglesia: (1) el Campo de Sión; (2) el cumplimiento del mandato del Señor de reunirse en el sitio del templo de Far West, estado de Misuri; (3) la curación de enfermos en Commerce, estado de Illinois, y Montrose, estado de Iowa; y (4) la llegada de los pioneros al Valle del Lago Salado. Esos relatos son parte del legado espiritual de todo miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.

Las enseñanzas de Wilford Woodruff

El Campo de Sión

En 1833, los santos de Dios fueron expulsados por un populacho insubordinado del condado de Jackson, Misuri, y se refugiaron en el condado de Clay… Les habían quemado las casas y destruido sus propiedades y los expulsaron totalmente empobrecidos, obligándolos a cruzar el río [Misuri]. El Consejo [de esa zona] pidió voluntarios que fueran a Kirtland, a 1.600 kilómetros de distancia, para ver al profeta José Smith y pedirle que les aconsejara lo que debían hacer. Parley P. Pratt, cuya familia carecía totalmente de medios para mantenerse, y Lyman Wight, cuya esposa estaba acostada junto a un tronco caído en el bosque, con una criatura de tres días y sin alimento, ropa ni refugio, se ofrecieron para ir a ver al Profeta de Dios…

Cuando los élderes Pratt y Wight llegaron a Kirtland, hablaron con el profeta José sobre su penosa situación, y él preguntó al Señor lo que debía hacer. El Señor le dijo que juntara las fuerzas de Su casa, los hombres jóvenes y los de edad madura, para ir a redimir a Sión… La voluntad de Dios era que juntaran hasta quinientos hombres, pero que no fueran si no reunían por lo menos cien [véase D. y C. 103]. Los santos del Señor juntaron doscientos cinco hombres, la mayoría de los cuales se reunieron en Kirtland, en la primavera de 1834… Se nos organizó en compañías de a diez con un capitán cada una, y el Profeta de Dios dirigió a ese batallón de doscientos cinco hombres del Campo de Sión en una jornada de 1.600 kilómetros.

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Zion's camp

Al referirse al Campo de Sión, el presidente Woodruff dijo: “Logramos una experiencia que no habríamos tenido de ninguna otra manera”.

…El consejo y la palabra del Señor que nos llegó por medio de Su profeta, y su cumplimiento, junto con nuestras alegrías y nuestros pesares por esas situaciones y acontecimientos, han quedado grabados en nuestro corazón como si se hubiera escrito con un punzón de hierro sobre una roca, y su historia permanecerá a través de esta vida y de la eternidad3.

Yo estuve en el Campo de Sión junto al Profeta de Dios y presencié los tratos de Dios con él. Vi que tenía el poder de Dios; vi que era un Profeta. Lo que se le manifestó por el poder de Dios en aquella misión fue de gran valor para mí y para todos los que recibieron sus instrucciones. Me referiré a un caso en particular: Poco antes de que llegáramos a Misuri, José reunió a todos los del campo y profetizó y nos dijo todo lo que nos esperaba. Nos explicó la razón por la cual íbamos a sufrir una corrección, diciendo: “Ustedes me consideran uno más de los muchachos aquí reunidos. No se han dado cuenta de mi posición ante el Señor. Pero a este campo le espera una corrección”. Nos dijo que eso nos sobrevendría por no haber obedecido sus consejos. Una hora después de haber llegado a Misuri y de haber armado las tiendas… un hombre cayó enfermo acá, otro allá, y al poco rato había diez o doce extendidos sobre frazadas, enfermos de cólera. Al ver eso, el Profeta de Dios sintió compasión de ellos, y él y Hyrum le impusieron las manos al hermano Carter, el primero en enfermar; pero tan pronto como lo hicieron, se sintieron enfermos ellos mismos y tuvieron que salir del campamento. Después, él nos dijo: “Les anuncié lo que iba a pasar y cuando vino la enfermedad, extendí la mano para rechazarla y estuve a punto de caer enfermo yo mismo”. Esa misión fue muy interesante para mí4.

Al acercarnos al condado de Clay, Misuri, los habitantes del condado de Jackson se pusieron muy nerviosos; doce hombres en un transbordador cruzaron el río Misuri hasta Liberty, en el condado de Clay, y convocaron a una reunión en el municipio, donde dieron discursos enardecidos a fin de agitar a la gente para que fuera a destruir el campamento de los mormones. Pero los habitantes del condado de Clay no se mostraron dispuestos a hacerlo…

No obstante, en el condado de Jackson se reunió un populacho de hombres a caballo y a pie que cruzaron el río hasta el condado de Clay y fueron a nuestro encuentro para destruirnos. Habíamos acampado del lado este del río Fishing y ellos tenían la intención de provocarnos a pelear. Estábamos cerca de una iglesia bautista y el cielo estaba despejado, sin una nube a la vista. En seguida que armamos nuestras tiendas, aparecieron dos hombres a caballo que atravesaron el campamento gritando horribles vulgaridades… Al salir del lugar en dirección al este, apareció por el noroeste una pequeña nube que empezó a desplegarse como si fuera un rollo, y muy pronto todo el cielo se cubrió con una nube negra como tinta. Al poco rato, empezaron a brillar los relámpagos, a resonar los truenos y a caer la lluvia a torrentes; también cayó granizo, en nuestro campamento del tamaño de un huevo de pájaro, que cubrió rápidamente la tierra con un manto blanco. Todos tuvimos que correr a refugiarnos en la iglesia. El profeta José fue uno de los últimos en entrar5.

Al entrar el Profeta sacudiendo el agua de su sombrero y su ropa, nos dijo: “Muchachos, hay un significado en todo esto. Dios está en esta tormenta”. Cantamos alabanzas a Dios y pasamos la noche acostados en los bancos y bajo techo, mientras nuestros enemigos estaban en medio de la tempestad6.

El río, que podríamos haber cruzado casi sin mojarnos los pies cuando acampamos, había subido unos seis metros, así que ningún enemigo podía alcanzarnos desde el oeste; y la caballería, que estaba para el este, tuvo que correr a refugiarse en una escuela o en cualquier otro lugar que protegiera a los hombres del granizo que les caía encima. Los caballos de ellos, asustados por el granizo y la tormenta en general, se desparramaron por el bosque, a varios kilómetros de distancia, ensillados todavía, y no pudieron encontrarlos durante varios días7.

Se comentaba que, cuando estaban en la escuela, el capitán había dicho que era extraño que siempre que querían hacer algo contra los mormones había una granizada o una tormenta o cualquier otra cosa que los atrasara; pero no estaban dispuestos a reconocer que Dios peleaba nuestras batallas8.

Nosotros estábamos agradecidos al ver que Él peleaba nuestras batallas y nos liberaba, y que nuestros enemigos no intentaban perseguirnos más.

A la mañana siguiente (el 22 de junio), se recibió una revelación, en el río Fishing, que está registrada en Doctrina y Convenios, sección 105 [véanse los versículos 9 a 14, en los cuales el Señor pone fin a la misión original del Campo de Sión]. A partir de ese día, se ablandó el corazón de la gente del condado de Clay y continuamos nuestra jornada a través del condado, haciendo nuestro campamento final… en donde pasamos algunas aflicciones en cumplimiento de la palabra del Señor por la boca de José el Profeta…

Después de quedarse allí unos días y de poner en orden la Iglesia en el condado de Clay, el profeta José regresó a Kirtland con los miembros del Campo de Sión que tenían familia; los que no teníamos nos quedamos un poco en Misuri hasta que salimos hacia otras partes de la nación a predicar el Evangelio de Cristo9.

Cuando los integrantes del Campo de Sión fuimos llamados, muchos de nosotros jamás nos habíamos visto la cara; éramos extraños los unos para los otros, y algunos no habían visto nunca al Profeta. Habíamos estado dispersados por la nación, como granos de maíz en un cedazo. Éramos jóvenes y en aquel tiempo fuimos llamados para salir a redimir a Sión, y lo que teníamos que hacer debía hacerse con fe. Nos congregamos en Kirtland, procedentes de varios estados, y fuimos a redimir a Sión para cumplir el mandamiento que habíamos recibido de Dios. Él aceptó nuestras obras como aceptó las de Abraham. Nuestros logros fueron grandes, aunque hubo apóstatas e incrédulos que muchas veces nos preguntaron: “¿Y qué consiguieron?”. Logramos una experiencia que no habríamos tenido de ninguna otra manera. Tuvimos el privilegio de ver al Profeta y de viajar con él mil seiscientos kilómetros y de contemplar la influencia del Espíritu de Dios en él, las revelaciones que Jesucristo le da y el cumplimiento de esas revelaciones10.

La experiencia que obtuvimos al viajar con el Campo de Sión fue de más valor que el oro, y la historia de ese grupo pasará hasta las últimas generaciones de hombres11.

El cumplimiento del mandato del Señor de reunirse en el sitio del templo en Far West, estado de Misuri

Nota: El 26 de abril de 1838, el Señor reveló por medio del profeta José Smith que los oficiales presidentes de la Iglesia debían empezar a construir un templo en la ciudad de Far West, Misuri (véase D. y C. 115:7–10). El 26 de abril de 1839, exactamente un año después de haber dado esa revelación, también les mandó comenzar “de nuevo a poner los cimientos” (véase D. y C. 115:11). Más tarde, el presidente Woodruff explicó que este mandato era de “colocar la piedra angular del templo”12. El 8 de julio de 1838, el profeta José pidió: “Indícanos, oh Señor, tu voluntad en cuanto a los Doce” (encabezamiento de D. y C. 118). En respuesta, el Señor les reveló que en la primavera siguiente, los integrantes del Quórum de los Doce Apóstoles debían ir a Inglaterra a predicar el Evangelio. El Quórum debía reunirse en el sitio del templo en Far West el 26 de abril de 1839 como señal del comienzo de esa misión. También debían tomar medidas para que los élderes John Taylor, John E. Page, Wilford Woodruff y Willard Richards llenaran las vacantes del Quórum de los Doce Apóstoles (véase D. y C. 118:4–6).

Cuando se recibió la revelación [en 1838], reinaban la paz y la tranquilidad en Far West, la ciudad donde vivía la mayoría de los Santos de los Últimos Días; pero antes de que llegara el tiempo de cumplirse, los santos de Dios habían sido expulsados del estado de Misuri al estado de Illinois, por orden del gobernador Boggs; y los habitantes de Misuri juraban que si todas las demás revelaciones que había recibido José Smith se habían cumplido, ésa no se cumpliría. En ella se especificaba el día y el lugar donde los Doce Apóstoles debían despedirse de los santos para ir a sus respectivas misiones allende el mar, y los del populacho de Misuri habían afirmado que ellos iban a asegurarse de que la revelación no se cumpliera…

Cuando se acercó el momento en que debía cumplirse ese mandato del Señor, Brigham Young era el Presidente de los Doce Apóstoles; [Thomas] B. Marsh, que era el apóstol de más antigüedad, había apostatado. El hermano Brigham llamó a los integrantes de los Doce que estaban entonces en Quincy, Illinois, para averiguar qué pensaban con respecto a ir a Far West a cumplir la revelación. En ese momento, el profeta José y su hermano Hyrum, Sidney Rigdon, Lyman Wight y Parley P. Pratt estaban en la cárcel, en Misuri; pero Joseph Smith [padre], el patriarca, estaba en Quincy. Él y otras personas que estaban presentes consideraban que no sería prudente que tratáramos de ir allá, donde nuestra vida estaría en gran peligro; pensaban que el Señor aceptaría nuestros deseos de cumplir como tarea cumplida; pero cuando el presidente Young preguntó a los Doce qué opinábamos al respecto, todos a una voz dijimos que el Señor Dios había hablado y que debíamos obedecer. El cuidado de Sus siervos era asunto del Señor y nosotros debíamos cumplir el mandamiento o morir en la demanda.

Para comprender plenamente el riesgo que corríamos los Doce Apóstoles al embarcarnos en esa jornada, mis lectores deben recordar que Lilburn W. Boggs, gobernador del estado de Misuri, había publicado una proclamación por la cual todos los Santos de los Últimos Días tenían que abandonar el Estado o serían exterminados. Far West había sido capturado por la milicia, que no era más que un populacho organizado; se había obligado a los ciudadanos a entregar sus armas; todos los hombres [líderes de la Iglesia] que se había podido capturar estaban en la prisión; el resto de los santos —hombres, mujeres y niños— debían huir del estado como pudieran para salvar la vida, dejando atrás en manos del populacho las casas, las tierras y otras propiedades que no les fuera posible llevar consigo. De hecho, los enemigos mataron todas las reses y los cerdos de los santos que encontraron y robaron todo aquello a lo que pudieron echar mano. Los Santos de los Últimos Días fueron tratados con despiadada crueldad y tuvieron que soportar los más terribles abusos. Para muchos salir del estado fue sumamente difícil, especialmente para los hombres conocidos; porque allí había en esa época muchos hombres que parecían considerar que matar a un “mormón” no era peor que liquidar a un perro rabioso…

Después de haber decidido que cumpliríamos con lo que nos requería la revelación,… partimos para Far West…

En la mañana del 26 de abril de 1839, a pesar de las amenazas de nuestros enemigos que decían que la revelación que habría de cumplirse ese día no se cumpliría, a pesar de que diez mil santos habían sido expulsados del estado por orden del gobernador y a pesar de que el profeta José y su hermano Hyrum Smith, junto con otros líderes, estaban en manos enemigas, encadenados y en prisión, nos dirigimos al terreno del templo en la ciudad de Far West, donde nos reunimos en concilio y cumplimos la revelación y el mandamiento que se nos habían dado, además de muchas otras cosas que hicimos en ese concilio…

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Temple site in Far West

El sitio del templo en Far West, Misuri, donde los miembros del Quórum de los Doce se reunieron el 26 de abril de 1839, en obediencia al mandato del Señor.

Después de despedirnos del pequeño grupo de santos que se había quedado en el sitio del templo para vernos cumplir la revelación y el mandamiento de Dios, volvimos la espalda a Far West y a Misuri y regresamos a Illinois. Habíamos logrado la misión sin que ni un perro moviera la lengua ante nosotros [véase Éxodo 11:7] ni ningún hombre nos dijera: “¿Por qué lo hacen?”.

Cruzamos el río Misisipí en el vapor, entramos en Quincy el 2 de mayo y todos tuvimos gran regocijo de volver al seno de nuestra familia sanos y salvos y en paz13.

La curación de enfermos en Commerce, Illinois, y en Montrose, Iowa

Antes de partir para nuestra misión en Inglaterra [en 1839], era preciso que instaláramos a nuestras familias. Se eligió un lugar, Commerce, que después se llamó Nauvoo, como el sitio donde nuestro pueblo debía establecerse.

Salí de Quincy, junto con el hermano Brigham Young y nuestras respectivas familias, el 15 de mayo; y el 18, llegamos a Commerce. Después de hablar con José, cruzamos el río [Misisipí] a la altura de Montrose, Iowa. El presidente Brigham Young y yo, con nuestras familias, ocupamos un cuarto de unos dieciocho metros cuadrados. Al fin, el hermano Young consiguió otra habitación… Después, el hermano Orson Pratt y su familia se mudaron al mismo cuarto con nosotros.

Mientras vivía en esa cabaña… presenciamos durante todo un día el poder de Dios con el profeta José. Era una época de mucha enfermedad y él había dejado su casa de Commerce para los enfermos; tenía una tienda armada en el patio de su casa y estaba viviendo en ella. El gran número de santos que habían sido expulsados de Misuri llegaban continuamente a Commerce, pero no tenían casas para alojarse y vivían en carretas, en tiendas o en el suelo. Por eso, había muchos enfermos debido a la intemperie a que habían estado expuestos. El hermano José estuvo cuidando enfermos hasta quedar agotado y muy cerca de enfermar él mismo.

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Joseph healing the sick

El 22 de julio de 1839, el profeta José Smith anduvo entre los enfermos de Commerce, Illinois, y de Montrose, Iowa, sanándolos por el poder del sacerdocio.

El 22 de julio de 1839, por la mañana, se levantó pensando en la situación de los santos de Dios, en sus persecuciones y aflicciones, y elevó una oración de súplica al Señor; el poder de Dios vino sobre él con fuerza y, lo mismo que Jesús sanó a los enfermos en Su época, José, el Profeta de Dios, sanó a todos los que le rodeaban en esa ocasión; sanó a los que estaban en su casa y en su patio y luego, en compañía de Sidney Rigdon y varios de los Doce, fue a ver a los enfermos que estaban junto al río y, con voz potente y en nombre de Jesucristo, les mandó levantarse y sanar; y todos fueron sanados. Una vez que sanó a todos los enfermos del lado este del río, cruzaron el Misisipí en un transbordador hasta Montrose, al oeste, donde estábamos nosotros. La primera casa que visitaron fue la del presidente Brigham Young, que estaba en cama enfermo; el Profeta fue a su casa y lo sanó, y todos salieron juntos de allí. Al pasar frente a mi puerta, el hermano José me dijo: “Hermano Woodruff, sígame”. Aquéllas fueron las únicas palabras que se pronunciaron en el grupo desde el momento que salimos de la casa del hermano Brigham hasta que cruzamos la plaza pública y entramos en casa del hermano [Elijah] Fordham. El hermano Fordham había estado agonizando una hora y todos esperaban que en cualquier momento exhalara su último suspiro.

Sentí el poder de Dios que sobrecogía a Su Profeta.

Cuando entramos en la casa, el hermano José se acercó al hermano Fordham y le tomó la mano derecha; en la izquierda tenía el sombrero.

Vio que los ojos del hermano Fordham estaban vidriosos, que no hablaba y estaba inconsciente.

Después de tomarle la mano, lo miró fijamente y le dijo: “Hermano Fordham, ¿me reconoce, no es así?”. Al principio, no hubo respuesta, pero todos pudimos ver el efecto del Espíritu de Dios sobre él.

Volvió a decirle: “Elijah, ¿me reconoce?”.

Con un murmullo casi imperceptible, el hermano Fordham contestó: “¡Sí!”.

Entonces el Profeta le dijo: “¿Tiene fe en que puede ser sanado?”.

La respuesta, más clara que la anterior, fue: “Me temo que sea demasiado tarde. Si hubiera venido antes, creo que habría podido ser”.

Tenía el aspecto de un hombre que despierta de un sueño, el sueño de la muerte.

José le dijo entonces: “¿Cree usted que Jesús es el Cristo?”.

“Sí, creo, hermano José”, contestó.

El Profeta de Dios habló entonces con voz potente, como con la majestad de la Trinidad: “Elijah, ¡en el nombre de Jesús de Nazaret te mando que te levantes y sanes!”.

Las palabras del Profeta no eran como las de un hombre, sino como la voz de Dios. Me pareció que la casa se sacudía desde sus cimientos.

Elijah Fordham se levantó de su cama de un brinco como un hombre se levanta de los muertos. Su rostro cobró un color saludable y toda su persona emanaba vida.

Tenía los pies cubiertos de… cataplasmas cuyo contenido se desparramó al sacudírselas de encima; después pidió que le llevaran la ropa y se vistió; pidió un tazón de pan y leche, y comió; luego se puso el sombrero y salió con nosotros a la calle, a visitar a otros enfermos.

El incrédulo puede preguntar: “¿No hay algún engaño en eso?”.

Si hay dudas en la mente del incrédulo, no las hubo ciertamente en Elijah Fordham, el hombre agonizante, ni en los que estuvimos presentes con él; porque a los pocos minutos habría estado en el mundo de los espíritus, si no hubiera sido rescatado…

En cuanto salimos de la casa del hermano Fordham, fuimos a la de Joseph B. Noble, que estaba muy débil y gravemente enfermo. Al entrar, el hermano José lo tomó de la mano y le mandó, en el nombre de Jesucristo, levantarse y sanar. Él se levantó y sanó de inmediato.

Mientras eso sucedía, el malvado populacho… se había alarmado y nos siguió a la casa del hermano Noble.

Antes de llegar, el hermano José había pedido al hermano Fordham que ofreciera una oración.

Mientras él oraba, los del populacho entraron con todos los espíritus malos que los acompañaban.

Tan pronto como ellos entraron, el hermano Fordham, que estaba orando, se desmayó y cayó al suelo.

Cuando José vio al populacho dentro de la casa, se levantó e hizo que sacaran del cuarto tanto a aquella clase de hombres como a sus diabólicos acompañantes; el hermano Fordham se recuperó inmediatamente y terminó su oración.

Aquel hecho indica el poder que tienen los espíritus malos sobre el cuerpo de los hombres. Los santos se salvan del poder del diablo sólo por el poder de Dios.

El caso del hermano Noble fue la última curación de aquel día. Fue el día más grandioso de la manifestación del poder de Dios en el don de sanidades desde la organización de la Iglesia14.

La llegada de los pioneros al Valle del Lago Salado

Nota: En abril de 1834, Wilford Woodruff oyó esta profecía del profeta José Smith: “Habrá decenas de miles de Santos de los Últimos Días que se congregarán en las Montañas Rocosas, y allí abrirán la puerta para el establecimiento del Evangelio entre los lamanitas, que lo recibirán, así como sus investiduras y las bendiciones de Dios. Este pueblo irá a las Montañas Rocosas y allí edificará templos al Altísimo”15. En cumplimiento de esa profecía, trece años más tarde los santos comenzaron a establecerse en el Valle del Lago Salado, después de haber sido perseguidos y expulsados de lugar tras lugar. El élder Woodruff, que era entonces miembro del Quórum de los Doce Apóstoles, formó parte de la primera compañía de pioneros que partió en abril de 1847 de Winter Quarters, Nebraska, hacia su nueva tierra prometida, y llegó al Valle del Lago Salado en julio de 1847.

El 22 de [julio de ese año], Orson Pratt, [George] A. Smith y otros siete hombres entraron al valle después de haber dejado el campamento para explorar y mejorar el camino. El presidente Young estaba enfermo y yo lo llevaba en una cama que habíamos preparado en mi carromato; acampamos con el grupo principal de la compañía…

El 24 conduje el carromato, con el presidente Young acostado en él, y entramos en el valle; el resto de la compañía nos siguió. Al salir del cañón y tener una vista completa del valle, di vuelta el carromato de manera que enfrentara al oeste, y el presidente Young se levantó y contempló el territorio que estaba ante nuestros ojos. Mientras contemplaba el panorama, estuvo varios minutos absorto en una visión. Había visto ya el valle antes en una visión y en aquel momento veía la futura gloria de Sión y de Israel, tal como iba a ser, en los valles de estas montañas. Cuando la visión llegó a su fin, dijo: “Está bien. Éste es el lugar. ¡Adelante!”. Así que conduje el carromato hasta el campamento que ya habían formado los que nos habían precedido.

Cuando llegamos al campamento, los hermanos ya habían empezado a arar la tierra. Yo había llevado conmigo varios kilos de papas y me propuse no comer ni beber nada hasta que las hubiera plantado; terminé de plantarlas a la una y ésas, junto con las que los otros hermanos habían plantado, fueron el principio de la producción de papas de Utah.

Al atardecer, en compañía de Heber C. Kimball, [George] A. Smith y E. T. Benson, fui al [cañón] del City Creek a buscar madera. Mientras estábamos allí, cayó una lluvia que se extendió por casi todo el valle…

En la mañana del 28… el presidente Young se reunió en consejo con los Doce y luego fue a caminar al norte de nuestro campamento. En cierto punto se detuvo, clavó su bastón en la tierra, y dijo: “Aquí estará el Templo de nuestro Dios”. Ese punto está aproximadamente en el centro del sitio del Templo de Salt Lake16.

Dios nos ha bendecido, ha bendecido la tierra, y nuestras labores en el cultivo del suelo han sido sumamente productivas…Antes era estéril, desolada, llena de langostas, grillos y coyotes, y eso parecía que era la única producción natural del suelo. Empezamos a trabajar por la fe, no tanto por lo que la vista ofrecía, y a cultivar la tierra. El primer día rompimos casi todos los arados que teníamos. Tuvimos que desviar corrientes de agua para mojar el suelo, y por experiencia tuvimos que aprender a cultivar casi todo. El extraño que llegue a Salt Lake City y vea nuestras huertas y los árboles que hay en las calles pensará qué lugar productivo y hermoso es éste. No se le ocurriría pensar que casi todos los árboles que contempla, durante veinte o veinticuatro años, según su edad, han tenido que ser regados dos veces por semana todo el verano, de lo contrario se habrían secado hace mucho tiempo. Tuvimos que unirnos para hacer esas cosas; el Señor ha bendecido nuestras labores y Sus misericordias han estado sobre este pueblo17.

En la jornada pionera, tuvimos que venir acá [al Valle del Lago Salado] por la fe; no sabíamos nada de esta tierra, pero queríamos venir a las montañas. Antes de su muerte, José había organizado una compañía que viniera aquí; él tenía todo esto delante de los ojos y lo entendía perfectamente. Dios le había revelado el futuro de esta Iglesia y reino, y de cuando en cuando le había dicho que la obra para la cual estaba estableciendo el cimiento llegaría a ser un reino sempiterno, que permanecería para siempre. El presidente Young condujo a los pioneros a esta tierra, porque tenía la fe para creer que el Señor nos sostendría; todos los que vinieron aquí en esa época tenían la misma fe. El Espíritu de Dios estaba con nosotros, el Espíritu Santo nos acompañaba. Y los ángeles del Señor estaban con nosotros y recibimos bendiciones. Todo lo que esperábamos al venir aquí se ha realizado, y más aún, según el tiempo lo ha permitido18.

Nosotros, los pioneros y pueblo de Dios, estamos cumpliendo profecía y haciendo historia… Toda nuestra vida, nuestra historia y nuestros viajes han sido indicados por los antiguos profetas. Al venir los pioneros a este desierto árido y seguirlos los santos para cumplir las profecías de hacer que el desierto florezca como la rosa [véase Isaías 35:1], para sembrar nuestro grano junto a los pequeños arroyos y a las aguas quietas, para usar el abeto, el pino y el boj a fin de embellecer el lugar del santuario de Dios y hacer glorioso el lugar de Sus pies [véase Isaías 60:13]… magnifiquemos nuestro llamamiento y edifiquemos la Sión y reino de Dios hasta que se perfeccione ante los cielos y la tierra; no decepcionemos a los que nos enviaron ni a los que nos han visto en visión y por revelación, sino terminemos y cumplamos nuestro destino a satisfacción de nuestro Padre Celestial, Sus ángeles y todos los hombres de bien19.

Sugerencias para el estudio y la enseñanza

Considere estas ideas al estudiar el capítulo o al prepararse para enseñarlo. Si necesita más ayuda, fíjese en las páginas V–X.

  • Repase los comentarios del presidente Woodruff en la página 139. ¿Por qué debemos aprender sobre los primeros Santos de los Últimos Días? ¿Qué podemos hacer para que las historias de su vida “no queden en el olvido como cuentos sin valor”? ¿Cómo podemos preservar los relatos de la vida de nuestros antepasados?

  • ¿Qué beneficios recibió Wilford Woodruff de sus experiencias con el Campo de Sión? (Véanse las páginas 140–143.) En su opinión, ¿cómo le habrán servido esas experiencias para prepararlo para dirigir la Iglesia más adelante? ¿De qué forma le han preparado a usted para prestar servicio las experiencias que ha tenido?

  • ¿Por qué sentían los miembros del Quórum de los Doce Apóstoles que debían ir al sitio del templo en Far West, Misuri? (Véanse las páginas 144–147.) ¿Qué aprendemos de ese relato?

  • ¿Qué aprende usted del relato sobre la curación de Elijah Fordham y de las demás personas? (Véanse las páginas 147–150.) ¿De qué modo puede ayudar ese relato a los poseedores del Sacerdocio de Melquisedec cuando se preparan para bendecir a los enfermos?

  • ¿Qué nos enseña sobre la fe el viaje de los pioneros al Valle del Lago Salado? ¿Qué otros principios del Evangelio ve en la vida de esos pioneros? (Véanse las páginas 151–153.)

  • ¿Qué pioneros modernos hay en su familia? ¿y en su comunidad o país? ¿Qué han hecho esas personas para ser consideradas pioneros?

  • ¿En qué sentido comparten todos los miembros de la Iglesia el legado espiritual de los primeros Santos de los Últimos Días?

Pasajes de las Escrituras relacionados: Santiago 5:14–15; Alma 15:1–12; Éter 12:6; D. y C. 42:44–48; 103; 105; 115; 118; 136.

Notas

  1. “A Pioneer Address”, Millennial Star, 3 de septiembre de 1888, pág. 563.

  2. En Journal of Discourses, tomo IX, pág. 223.

  3. Deseret News: Semi-Weekly, 27 de julio de1880, pág. 2.

  4. En “Conference Report”, abril de 1898, págs. 29–30.

  5. Deseret News: Semi-Weekly, 27 de julio de 1880, pág. 2.

  6. En History of the Church, tomo II, pág.104, nota al pie.

  7. Deseret News: Semi-Weekly, 27 de julio de 1880, pág. 2.

  8. En History of the Church, tomo II, pág.104, nota al pie.

  9. Deseret News: Semi-Weekly, 27 de julio de 1880, pág. 2.

  10. The Discourses of Wilford Woodruff, sel. por G. Homer Durham, 1946, pág. 305.

  11. Deseret News: Semi-Weekly, 27 de julio de 1880, pág. 2.

  12. Deseret News: Semi-Weekly, 21 de diciembre de 1869, pág. 1.

  13. “Leaves from My Journal”, Millennial Star, 10 de octubre de 1881, págs. 645–647.

  14. “Leaves from My Journal”, Millennial Star, 10 y 17 de octubre de 1881, págs. 647, 669–671.

  15. Citado por Wilford Woodruff en “Conference Report”, abril de 1898, pág. 57.

  16. Deseret News: Semi-Weekly, 27 de julio de1880, pág. 2.

  17. Deseret News, 22 de mayo de 1872, pág. 216.

  18. Deseret News: Semi-Weekly, 21 de diciembre de 1869, pág. 1.

  19. Deseret News: Semi-Weekly, 27 de julio de 1880, págs. 2–3.

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