Todas las personas nacen con la facultad de distinguir entre el bien y el mal. Dicha facultad, llamada conciencia, es una manifestación de la luz de Cristo
Información adicional
Cuando se obedecen los mandamientos y se toman decisiones correctas, se tiene paz de conciencia.
Si pecamos, sentiremos remordimiento o culpa, tal como se siente el dolor físico de una herida. Esa es una respuesta natural de nuestra conciencia al pecado, lo que puede conducirnos al arrepentimiento.
El arrepentimiento y el perdón nos devolverán la paz de conciencia; por otro lado, si hacemos caso omiso de la conciencia y no nos arrepentimos, nuestra conciencia quedará afectada como si hubiera sido “cauterizada” (1 Timoteo 4:2).
Debemos aprender a escuchar y seguir nuestra conciencia. Es una parte importante del ejercicio del albedrío. Cuanto más hagamos lo que nuestra conciencia nos dicte, más fuertes llegaremos a ser. Una conciencia sensible, es señal de un espíritu sano.
Véase también Albedrío; Luz de Cristo; Obediencia; Tentación
―Véase Leales a la fe, (2004), págs. 47–48