Por qué buscamos conocimiento
El Señor nos manda que diligentemente “[busquemos] conocimiento, tanto por el estudio como por la fe” (D. y C. 88:118). Buscamos conocimiento no sólo porque es un mandamiento, sino también porque nuestro Padre Celestial plantó en nosotros el deseo de preguntar, buscar y encontrar respuestas a las preguntas de la vida. Él desea que busquemos continuamente la verdad eterna porque es fundamental para descubrir cómo llegar a conocerlo. Por medio del estudio sincero del Evangelio restaurado, aprendemos sobre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Aprendemos quiénes somos, por qué estamos en esta Tierra y cómo debemos vivir para poder disfrutar de felicidad y paz en esta vida y una plenitud de gozo en la venidera.
Conocimiento por el estudio
El evangelio de Jesucristo es lo suficientemente abundante para desafiar e inspirar a la mente más brillante, sin embargo, lo suficientemente sencillo para que lo entienda un niño. Mientras que el estudio del Evangelio no requiere una formación académica formal, sí implica razonamiento y esfuerzo mental. El Señor espera que “[busquemos] diligentemente”. En nuestra búsqueda de la verdad, leemos, meditamos y analizamos la información y sopesamos su veracidad. Examinamos las hipótesis detrás de varias teorías, así como nuestros propios pensamientos y procuramos colocar los hechos en el contexto apropiado. Somos perceptivos y cuidadosos, recordando siempre que nuestro conocimiento es incompleto, pero que va en aumento. Buscamos continuamente el Espíritu y nos asimos a nuestra fe.
Conocimiento por la fe
Debido a que nuestra perspectiva y conocimiento son limitados, descubrimos las verdades espirituales sólo si la fe es parte de la fórmula. “La fe no es tener un conocimiento perfecto de las cosas; de modo que si tenéis fe, tenéis esperanza en cosas que no se ven, y que son verdaderas” (Alma 32:21). La fe, que empieza como una creencia o incluso el deseo de creer, requiere un esfuerzo mental y espiritual. Expresamos nuestra fe mediante las palabras que decimos y al actuar según la verdad que ya hemos recibido. Al hacerlo, nuestra fe crece, y adquirimos mayor conocimiento por medio del Espíritu y por nuestra experiencia; no viene todo de repente, sino línea por línea. Mientras tanto, la esperanza que genera nuestra fe sirve como un ancla para nuestra alma, haciéndonos seguros y firmes al tratar de aprender y obtener conocimiento (véase Éter 12:4).
La fe y la razón son como las alas de un avión, ambas son necesarias para mantener al avión en vuelo. Si desde nuestra perspectiva limitada la razón parece contradecir a la fe, continuemos nuestro estudio mientras nos asimos firmemente a nuestra fe. No renunciaríamos a la fe más de lo que quitaríamos el ala de un avión en vuelo.
La palabra de Dios
Nuestra búsqueda de la verdad será infructuosa si no prestáramos atención a la Fuente de verdad, a saber, Dios mismo. Al buscar conocimiento tanto por el estudio como por la fe, continuamente recurrimos a la palabra de Dios como se halla en las Escrituras, a las palabras de los profetas vivientes y a la revelación personal a través de la oración.
Una promesa
A medida que, paciente y diligentemente busquemos conocimiento tanto por el estudio como por la fe, “[aumentaremos] en el conocimiento de la gloria de aquel que [nos] creó, o sea, en el conocimiento de lo que es justo y verdadero” (Mosíah 4:12), porque Él promete: “Allegaos a mí, y yo me allegaré a vosotros; buscadme diligentemente, y me hallaréis; pedid, y recibiréis; llamad, y se os abrirá” (D. y C. 88:63).
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