Ministerio que importa
El Salvador Jesucristo vino a la tierra para ministrar a los demás, para pasar Sus días prestando servicio y entregar Su vida para su salvación (véase Mateo 20:27–28). Como discípulos del Buen Pastor, recurrimos a Él como nuestro ejemplo y seguimos Su mandato: “Aquello que me habéis visto hacer, eso haréis vosotros” (3 Nefi 27: 21).
Ministrar significa hacer “la obra del Señor en la tierra” y ayudar a los demás a llegar a ser verdaderos seguidores de Jesucristo. Esa obra, ha dicho el presidente Thomas S. Monson, incluye tender la mano a “los ancianos, los viudos, los enfermos, los discapacitados, los menos activos y quienes no están guardando los mandamientos”.
A medida que “les tendamos la mano que ayuda y el corazón que conoce la compasión”, agregó, “llevaremos gozo a su corazón y nosotros sentiremos la profunda satisfacción que viene de ayudar a otra persona a lo largo del sendero que conduce a la vida eterna”.
Buscadle a Él
En su parábola de la oveja perdida, Jesús enseñó un principio esencial para ministrar de manera eficaz: dejar “las noventa y nueve en el desierto” y buscadle a Él (Lucas 15:4; véase también Mateo 18:12). Si una persona se ha perdido o va por el mal camino, si una familia necesita una bendición espiritual o temporal, o si los miembros de un barrio o estaca buscan consejo o fortalecimiento, el principio de buscarle a Él se aplica.
Durante una visita a Inglaterra en 2011, el élder David A. Bednar, del Quórum de los Doce Apóstoles, dijo que cuando los miembros del Quórum de los Doce ministran, buscan a las personas siguiendo el principio de “uno por uno” que se encuentra en el Libro de Mormón (véase 3 Nefi 11:15; 17:21).
Lea más sobre cómo ministrar, de la visita del élder Bednar a Inglaterra en el 2011.
El élder Bednar agregó: “Mientras estoy en Inglaterra, el Señor me envió para encontrar a una persona y en el camino tengo la oportunidad de participar en muchas reuniones, y tal vez logremos algo bueno, pero las llaves del reino fueron enviadas aquí para encontrar a una persona”.
Actuar de acuerdo con la inspiración
Cuando ministramos, debemos buscar activamente y prestar atención a los susurros del Espíritu. Como ha dicho el presidente Monson: “Si somos observadores y nos mantenemos informados, y si actuamos de acuerdo con la inspiración que recibimos, podemos hacer mucho bien. Naturalmente, a veces se necesita más que eso”.
En un discurso a las hermanas de la Sociedad de Socorro en septiembre de 2013, el presidente Monson contó la historia de una mujer llamada Sherrie que siguió un “sentimiento inconfundible” para llevarle pan a Tiffany, una mujer que apenas conocía, que vivía a 30 minutos de distancia.
“Y así fue que el Señor envió a alguien que era casi una persona extraña, al otro lado de la ciudad, a entregar no sólo la hogaza de pan deseada, sino también un claro mensaje de amor para Tiffany”, dijo el presidente Monson. “Aquel pan —lo que ella expresamente deseaba— se lo había llevado alguien a quien apenas conocía, alguien que no sabía nada de su necesidad, pero que escuchó el susurro del Espíritu y lo siguió”.
Lean o vean el relato completo en el discurso del presidente Monson, “Nunca caminamos solos”.
Nutrir
Al describir el cuidado que los miembros nuevos de la Iglesia recibieron en su época, Moroni escribió: “y se inscribían sus nombres, a fin de que se hiciese memoria de ellos y fuesen nutridos por la buena palabra de Dios, para guardarlos en el camino recto, para conservarlos continuamente atentos a orar, confiando solamente en los méritos de Cristo, que era el autor y perfeccionador de su fe” (Moroni 6:4; véase también Mosíah 23:18).
Del mismo modo, los hijos del Padre Celestial en nuestros días, tanto jóvenes como mayores, necesitan ser nutridos. Los Santos de los Últimos Días han hecho convenio de proporcionar ese cuidado al llevar las cargas los unos de los otros, al llorar y consolar a los demás y al ser testigos de Dios (véase Mosíah 18:8–9). El ministerio que importa incluye apoyo temporal y espiritual, amor y compasión, un oído atento, oraciones y bendiciones del sacerdocio y enseñar por el Espíritu.
“Muchas veces, todo lo que se requiere son pequeños actos de servicio para elevar y bendecir a los demás: una pregunta acerca de alguien de la familia, unas palabras de aliento, un sincero cumplido, una pequeña nota de agradecimiento o una breve llamada telefónica”, dijo el presidente Monson.
Ser fiel en su ministerio
Durante la sesión del sacerdocio de la Conferencia General de octubre de 2013, el presidente Monson contó la historia de Dick Hammer, quien conoció y se casó con una mujer Santo de los Últimos Días. Willard Milne, asignado como maestro orientador de la familia, fielmente les enseñó durante décadas, esforzándose por traer a Dick a la Iglesia.
Si además somos fieles en nuestros esfuerzos de ministrar sin darnos por vencidos, dijo el presidente Monson, seremos bendecidos.
“Nuestros esfuerzos en la orientación familiar son constantes”, añadió. “La obra nunca se terminará hasta que nuestro Señor y Maestro diga: ‘Es suficiente’. Hay vidas que iluminar; corazones que tocar; almas que salvar. Nosotros tenemos el sagrado privilegio de iluminar, de conmover y de salvar esas valiosas almas que se nos han confiado. Debemos hacerlo con fidelidad y con corazones llenos de alegría”.
Lea o vea el discurso del presidente Monson, “Verdaderos pastores”.
La orientación familiar: El llamamiento más sublime
Una de las maneras más eficaces en que podemos ministrar a los hijos del Padre Celestial es mediante el programa de orientación familiar.
El Manual 2: Administración de la Iglesia ofrece consejos que le ayudarán a los maestros orientadores a magnificar su ministerio hacia las personas y familias dentro de su mayordomía. Ese ministerio incluye:
- Recordar los nombres de quienes visitamos y familiarizarnos bien con ellos (véase Moroni 6:4).
- Amarlos sin juzgarlos (véase Juan 13:34–35).
- Velar por ellos y fortalecerlos espiritualmente “uno por uno” (3 Nefi 11:15; 17:21).
- Ser sus amigos y visitarlos a menudo (véase D. y C. 20:47).
A medida que magnificamos nuestro ministerio como maestros orientadores, también con espíritu de oración nos prepararemos para nuestras visitas y buscaremos la guía e inspiración de nuestro Padre Celestial determinando y satisfaciendo las necesidades de las familias y personas, incluso de los niños que visitamos.