Nuestra vida eterna
Muchos de nosotros nos pasamos la vida buscando algo a lo que aferrarnos, algo que perdure. Buscamos medios para evitar envejecer o para llegar a ser famosos o ricos, pero con el tiempo nos damos cuenta de que esta vida es temporal. Nuestros familiares y amigos envejecen y mueren, las personas famosas pronto se olvidan y la riqueza se pierde tan rápidamente como se obtuvo.
Nuestra esperanza y felicidad dependen de saber quiénes somos, de dónde venimos y a dónde podemos ir. Somos seres eternos, hijos espirituales de un Dios eterno. Nuestra vida puede compararse a una obra de teatro en tres actos: la vida preterrenal (antes de venir a la tierra), la vida mortal (nuestro tiempo aquí en la tierra) y la vida posterrenal (a donde vamos después de morir). Dios tiene preparado un plan para nuestra vida desde el comienzo del primer acto, un plan que, al seguirlo, nos brinda consuelo y guía ahora, y salvación y felicidad eterna en la vida posterrenal.
Entender los puntos siguientes puede ayudarnos a tener una vida más feliz y satisfactoria ahora y en la eternidad.
Dios es el Padre de nuestros espíritus. Somos creados a Su imagen. Tenemos una naturaleza y un destino divinos.
Antes de nacer, vivíamos con Dios, El Padre de nuestros espíritus. Todas las personas de la tierra son literalmente hermanos y hermanas de la familia de Dios.
Nuestra vida en la tierra tiene un propósito. El venir a la tierra es parte del plan que Dios tiene para nosotros, con el fin de obtener un cuerpo físico y aprender a elegir entre el bien y el mal.
Nuestro Padre Celestial envió a Su hijo, Jesucristo, para ser nuestro Salvador y mostrarnos la manera de vivir según el plan de Dios.
Seguir el plan que Dios tiene para nosotros es la manera más segura de encontrar felicidad y enfrentar los desafíos de la vida.
Nuestra vida no acaba cuando morimos. Nuestra vida futura se determina por la manera en que la vivimos ahora.