Reverencia


La reverencia es una actitud de profundo respeto y amor. Una conducta reverente hacia Dios incluye honrarlo, expresarle gratitud y obedecer Sus mandamientos.

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Cuando las personas dan muestras de reverencia hacia Dios, también evidencian reverencia y gratitud por Sus bendiciones, los mandamientos, los profetas, la Iglesia, las ordenanzas, el sacerdocio y el plan de Dios para Sus hijos. Una actitud reverente incluye la pureza personal y el respeto por uno mismo. Esta lleva a las personas a adorar adecuadamente y a comportarse de forma correcta.

La conducta reverente comprende la oración, el estudio de las Escrituras, el ayuno y el pago de los diezmos y las ofrendas. Implica también tener pensamientos puros, usar ropa modesta y un lenguaje limpio y sano. La medida de nuestra reverencia se hace evidente en la clase de música y otros entretenimientos que escogemos, en la forma en que hablamos de temas sagrados, así como en nuestra forma de vestir y actuar cuando vamos a la Iglesia y al templo. La reverencia incluye también tomar decisiones correctas incluso cuando nadie nos ve. Demostramos reverencia por el Señor cuando prestamos servicio a los demás y los tratamos con bondad y respeto.

La reverencia nos lleva a una silenciosa transformación en la vida. Si somos reverentes, el Señor derramará su Espíritu sobre nosotros con mayor abundancia, nos sentiremos menos preocupados y confundidos, y recibiremos revelación para resolver problemas personales y familiares.

Así como la reverencia nos acerca más a Dios, la irreverencia cumple los objetivos del adversario. Satanás tentará a las personas a seguir la tendencia del mundo hacia cada vez más bullicio, más emociones efímeras, más contención, menos autocontrol y dignidad interior.

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Materiales adicionales para el estudio

  • “Reverencia” Guía para el Estudio de las Escrituras

  • “La reverencia” Deberes y bendiciones del sacerdocio, Parte A, Lección 32

  • “Reverencia” La Mujer Santo de los Últimos Días, Parte A, Lección 7

  • “Los elementos de la adoración” Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: David O. McKay, Capítulo 4