La noche antes de Su crucifixión, Jesucristo se reunió con Sus Apóstoles e instituyó la Santa Cena (véase
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Cuando instituyó la Santa Cena, Jesucristo dijo: “Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí. . . . Esta copa es el nuevo convenio en mi sangre, que por vosotros se derrama” (Lucas 22:19–20). La Santa Cena ofrece a los miembros de la Iglesia la oportunidad de meditar y recordar con gratitud la vida, el ministerio y la expiación del Hijo de Dios. El pan partido es un recordatorio de Su cuerpo y Su sufrimiento físico, en particular Su sufrimiento en la cruz. Es también un recordatorio de que por medio de Su misericordia y gracia, todas las personas resucitarán y tendrán la oportunidad de vivir eternamente con Dios.
El agua es un recordatorio de que el Salvador derramó Su sangre debido a un intenso sufrimiento y angustia espirituales que comenzaron en el Jardín de Getsemaní y concluyeron en la cruz. En el jardín, Él dijo: “Mi alma está muy triste, hasta la muerte” (Mateo 26:38). Al someterse a la voluntad del Padre, Él sufrió más de lo que nos es posible comprender: “La sangre le [brotó] de cada poro, tan grande [fue] su angustia por la iniquidad y abominaciones de su pueblo” (Mosíah 3:7). Él sufrió por los pecados, los pesares y los dolores de todas las personas, para hacer posible la remisión de los pecados de los que se arrepientan y vivan el Evangelio (2 Nefi 9:21–23). Por medio del derramamiento de Su sangre, Jesucristo salvó a toda la gente de lo que las Escrituras llaman la “transgresión original” de Adán (Moisés 6:54).
El participar de la Santa Cena es un testimonio ante Dios de que el recuerdo de Su Hijo se extenderá más allá del corto tiempo que dura esa sagrada ordenanza. El prometer recordarle siempre y testificar estar dispuesto a tomar sobre uno mismo el nombre de Jesucristo y guardar Sus mandamientos forman parte de esta ordenanza. Al participar de la Santa Cena y hacer estos compromisos, los miembros de la Iglesia renuevan los convenios que hicieron al bautizarse (véase Mosíah 18:8–10; D. y C. 20:37).
A cambio, el Señor renueva la promesa de redimir los pecados y permitir que los miembros de la Iglesia “siempre puedan tener su Espíritu consigo“ (D. y C. 20:77). La compañía constante del Espíritu es uno de los mayores dones de la vida terrenal.
En preparación para la Santa Cena, todas las semanas, los miembros de la Iglesia dedican un tiempo para examinar sus propias vidas y arrepentirse de sus pecados. No tienen que ser perfectos para participar de la Santa Cena, pero deben tener un espíritu de humildad y arrepentimiento en sus corazones. Todas las semanas dan lo mejor de sí para prepararse para esa sagrada ordenanza con un corazón quebrantado y un espíritu contrito (véase 3 Nefi 9:20).
Véase también Convenio; Expiación de Jesucristo
—Véase Leales a la fe, 2004, págs. 176–178
Referencias de las Escrituras
Materiales adicionales para el estudio
-
“Santa Cena”
Encyclopedia of Mormonism -
“Santa Cena”
Guía para el Estudio de las Escrituras -
“¿Adoran los mormones a Jesucristo en sus servicios de adoración?”
Newsroom.ChurchofJesusChrist.org