Sacrificar es renunciar a algo valioso o precioso, a menudo con la intención de lograr un propósito u objetivo de mayor valor. El sacrificio siempre ha sido parte del evangelio de Jesucristo. Es un recordatorio del gran sacrificio expiatorio de Jesucristo por todos los que han vivido o vivirán sobre la tierra. Antes del ministerio de Cristo, se ofrecían sacrificios de animales con este fin. Después de la
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La expiación de Jesucristo es el gran y eterno sacrificio que constituye el núcleo del Evangelio (véase Alma 34:8–16). Antes de que el Salvador realizara la Expiación, los de Su pueblo del convenio sacrificaba animales como símbolo de Su sacrificio. Esa práctica les ayudó a esperar con expectativa la Expiación (véase Moisés 5:4–8). El mandamiento de ofrecer sacrificios de animales terminó con la muerte de Jesucristo y, actualmente en la Iglesia, la ordenanza de la Santa Cena es el recordatorio de la expiación del Salvador.
Además de recordar el sacrificio expiatorio de Jesucristo, los miembros de la Iglesia ofrecen su propio sacrificio: un corazón quebrantado y un espíritu contrito. El Salvador dijo: “Ya no me ofreceréis más el derramamiento de sangre; sí, vuestros sacrificios y holocaustos cesarán. . . . Y me ofreceréis como sacrificio un corazón quebrantado y un espíritu contrito. Y al que venga a mí con un corazón quebrantado y un espíritu contrito, lo bautizaré con fuego y con el Espíritu Santo” (3 Nefi 9:19–20).
Tener un corazón quebrantado y un espíritu contrito significa ser humilde y receptivo a la voluntad de Dios y al consejo de los que Él ha llamado para dirigir Su Iglesia. También significa sentir un profundo pesar por el pecado y un sincero deseo de arrepentirse. El profeta Lehi recalcó la importancia de ofrecer este sacrificio: “He aquí, [Cristo] se ofrece a sí mismo en sacrificio por el pecado, para satisfacer las demandas de la ley, por todos los de corazón quebrantado y de espíritu contrito; y por nadie más se pueden satisfacer las demandas de la ley” (2 Nefi 2:7).
Aquellos que demuestren su disposición de sacrificarse tal como el Señor lo ha mandado serán aceptados por Él. Él enseñó: “Todos los que . . . saben que su corazón es sincero y está quebrantado, y su espíritu es contrito, y están dispuestos a cumplir sus convenios con sacrificio, sí, cualquier sacrificio que yo, el Señor, mandare, éstos son aceptados por mí” (D. y C. 97:8).
Véase también Amor; Arrepentimiento; Expiación de Jesucristo; Obediencia; Santa Cena; Servicio
Véase Leales a la fe, 2004, págs. 171–172
Referencias de las Escrituras
Materiales adicionales para el estudio
-
“Sacrificios”
Guía para el Estudio de las Escrituras -
“Para edificar el reino de Dios”
La Mujer Santo de los Últimos Días, Parte B, Lección 10 -
“El sacrificio”
Principios del Evangelio, Capítulo 26