El élder Ronald A. Rasband enseñó que quienes tienen sentimientos transgénero “necesitan ser rodeados con los brazos de su Salvador y saber que se les ama. Muchas veces el Señor nos llama y Él espera que seamos Sus brazos amables y acogedores. Debemos alentar a los amigos de ellos a que también lo sean” (“Jesucristo es la respuesta”, una velada con una Autoridad General, 8 de febrero de 2019).
Hablar acerca de los sentimientos de incongruencia de género puede resultar difícil y confuso. Es posible que su ser querido no sepa cómo hablar con usted al respecto, y puede que usted a veces se sienta inadecuado. Aunque es posible que no siempre sepa cómo reaccionar ante las dificultades que otra persona afronta, nunca se arrepentirá de demostrarle amor y comprensión.
No se desanime si reacciona de manera exagerada, se enoja o dice cosas que podría lamentar. Esto también podría ser difícil para usted, pero es solo un momento en toda una vida de conversaciones que tendrá con su ser querido. Si siente que debe disculparse por sus hechos, hágalo.
Si está preocupado o afligido por esta situación, sepa que no está solo. Tal vez le preocupe que el futuro que había imaginado para su familia se está desvaneciendo. Este proceso doloroso puede llevar tiempo (véase “Pesar”, Temas del Evangelio, topics.ChurchofJesusChrist.org).
La hermana Bonnie H. Cordon explicó: “Todos deseamos ser reconocidos; ser importantes, ser recordados y sentirnos amados. […] Podemos escuchar y amar sin juzga[r], y ofrecer esperanza y ayuda con la guía prudente del Espíritu Santo. […] Ya sea que nuestras ovejas estén fuertes o débiles, alegres o con angustia, podemos asegurarnos de que ninguna camine sola” (“Llegar a ser un pastor”, Liahona, noviembre de 2018, págs. 74, 76).
Las reacciones iniciales pueden resultar complicadas. Su primera reacción podría ser el enojo o la negación, y es importante tener suficiente autocontrol para dejar todo eso de lado, tener paciencia y comenzar a hablar, a escuchar y a tratar de comprender mejor. No tiene que resolverlo todo en un mes, una semana o un año.
Al tender una mano y ministrar, siempre es importante reconocer los sentimientos y las experiencias de la otra persona. Nos esforzamos por tratar a las personas con amor y comprensión semejantes a los de Cristo dondequiera que se encuentren en la senda de la vida terrenal, y desde allí avanzar.
Es importante entender que cada persona se encuentra en un lugar distinto de la senda, y debemos reconocer las necesidades de las personas que nos rodean. Todos tenemos dificultades; algunas personas tienen dificultades importantes de las que no sabemos nada. Dios nos ama a todos. Debemos intentar ver a los demás con una mirada similar a la de Cristo y no permitir que el juicio determine el modo en que interactuamos con las personas. La vida no consiste únicamente en nuestro propio progreso, sino en ayudar a otras personas a progresar también. Estamos donde estamos para poder amar y elevar a los demás.
Ser discípulo de Cristo significa que debemos ayudar a otras personas a lo largo de la senda. El Evangelio de Jesucristo no margina a las personas; las personas lo hacen, y tenemos que arreglar eso. Debemos ser sensibles, amarlas y darles la oportunidad de progresar, florecer y ser la mejor versión de sí mismas. Ellas tienen talentos, habilidades y personalidad que se necesitan en el Reino de Dios. Cuando las personas van a la Iglesia, de inmediato deberían sentirse bien recibidas, amadas, elevadas e inspiradas, y de este modo, al salir por la puerta, serán mejores porque saben que el Señor las ama y saben que tienen amigos en su fe.
Si tiene familiares o amigos que se definen a sí mismos como personas transgénero, ore para obtener el amor de Cristo mientras se esfuerza por seguir el ejemplo del Salvador y por amarlos. El mandamiento de amarnos los unos a los otros incluye a aquellos que no ven el mundo de la misma forma que nosotros.
El presidente Dallin H. Oaks enseñó: “En tantas relaciones y circunstancias de la vida, debemos vivir con diferencias. En los casos de vital importancia, no debemos negar ni abandonar nuestra opinión respecto a esas diferencias, pero como seguidores de Cristo debemos vivir en paz con los demás que no compartan nuestros valores ni acepten las enseñanzas basadas en ellos. El Plan de Salvación del Padre, el que conocemos por medio de la revelación profética, nos coloca en una situación terrenal en la que debemos guardar Sus mandamientos. Eso incluye amar a nuestro prójimo de diversas culturas y creencias, así como Él nos ha amado. Tal como enseñó un profeta del Libro de Mormón, debemos seguir adelante, teniendo ‘amor por Dios y por todos los hombres’ (2 Nefi 31:20)” (“Amar a los demás y vivir con las diferencias”, Liahona, noviembre de 2014, pág. 28).
La hermana Jean B. Bingham declaró: “Una de las mejores maneras de desarrollar y demostrar amor al prójimo es ser generosos en nuestros pensamientos y palabras. […] Las palabras tienen un poder sorprendente, tanto para construir como para destruir. Tal vez todos recordemos palabras negativas que nos desanimaron y otras que se dijeron con amor y que edificaron nuestro espíritu. Elegir decir sobre los demás solo lo que es positivo, o decírselo a ellos, eleva y fortalece a los que nos rodean y los ayuda a seguir a la manera del Salvador” (“Traeré la luz del Evangelio a mi hogar”, nullLiahona, noviembre de 2016, págs. 6, 7).
La hermana Sharon Eubank explicó que algunas personas no se sienten aceptadas o aceptables:
“El Nuevo Testamento muestra los grandes esfuerzos que hizo Jesús por llegar a todo tipo de personas: leprosos, recaudadores de impuestos, niños, galileos, rameras, mujeres, fariseos, pecadores, samaritanos, viudas, soldados romanos, adúlteros, los ritualmente impuros. En casi todos los relatos, Él tiende la mano a alguien que no era tradicionalmente aceptado en la sociedad. […]
“Un requisito inquebrantable de los discípulos cristianos y de los Santos de los Últimos Días es demostrar amor verdadero los unos a los otros” (“Cristo: La luz que resplandece en las tinieblas”, nullLiahona, mayo de 2019, pág. 74).
Tómese siempre en serio la depresión y las amenazas de intento de suicidio, aunque crea que la persona no está pensando seriamente en quitarse la vida o que solo quiere llamar la atención. Véanse “Cómo ayudar a alguien que afronta una crisis” y “Señales de advertencia de suicidio”.
Si tiene dificultades en cualquier ámbito de su vida, la terapia profesional podría ayudarle a entender y responder de formas saludables. En las situaciones de la vida suele haber varios factores determinantes y nos podría resultar difícil vernos de forma objetiva. Un terapeuta profesional podría aportar una perspectiva útil.
En lo que respecta a las cuestiones relacionadas con el género, usted debe tener sumo cuidado a la hora de escoger a un terapeuta que respete sus valores y no procure imponer un resultado concreto. Los terapeutas deben respetar su derecho a decidir cuáles son sus valores y sus metas para la vida.
Véase también “Personas que se identifican como transgénero”, Manual General: Servir en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, 38.6.23.