¿La adversidad es un peldaño o una piedra de tropiezo?

Por Jennifer Maddy
Young Men Camp (Brazil)

Mientras servía como miembro del Cuórum de los Setenta, el élder Steven E. Snow preguntó una vez: “¿Cómo convertimos la adversidad en un peldaño y no en una piedra de tropiezo? ¿Cómo podemos hacer que una mala experiencia se convierta en una experiencia de aprendizaje?”1.


Buenas preguntas. Cuando la adversidad azota, como inevitablemente lo hace, es fácil centrarse en las dificultades en sí, en lugar de en lo que podemos aprender de ella. Considerar la adversidad como una experiencia de aprendizaje puede ser especialmente difícil para los niños pequeños, que tienen experiencia limitada en cuanto a situaciones difíciles.


Las siguientes son algunas maneras en que podemos ayudar a nuestros hijos a ver los momentos difíciles como experiencias que son “peldaños”: oportunidades de aprender, crecer y acercarse más a nuestro Padre Celestial.

Miren y aprendan

Cuando un hijo se enfrenta a una situación difícil, puede ser tentador apresurarse y atender los problemas de nuestros hijos por ellos; pero tómense el tiempo para cuidar realmente de sus hijos. Velar por aquellos a quienes enseñamos es un principio eterno (véase Doctrina y Convenios 20:42 y 46:27). Al velar por sus hijos, fíjense en cómo ellos reaccionan ante situaciones difíciles; traten de entender la forma en que piensan y sienten. Recuerden que probablemente ellos no respondan a las pruebas de la misma manera que ustedes, por ejemplo, ustedes podrían enfrentarse a un obstáculo cara a cara y rápidamente, mientras que a su hijo le toma más tiempo pensar en la situación.


Cuando comprendan la respuesta de sus hijos a los obstáculos, tendrán una mejor idea de cómo, cuándo y si (véase “Luchar: Puede ser algo bueno”, más abajo) deben ayudarlos.

Sean un ejemplo (im)perfecto

Los niños observan a los adultos; ven que mamá hace un lanzamiento perfecto en un juego de sóftbol, papá resuelve las ecuaciones matemáticas con facilidad y el abuelo habla con confianza ante una gran audiencia. Tal vez piensen que a mamá, papá o al abuelo nunca se les dificultó hacer algo difícil.


Por supuesto, eso no es verdad. ¿Ese lanzamiento perfecto? Mamá primero falló cientos de lanzamientos. ¿La difícil ecuación matemática? Papá una vez reprobó una prueba de matemáticas. ¿El inspirador discurso en la Iglesia? El abuelo solía aterrorizarse de hablar en público.


Todos trabajamos duro para llegar a donde estamos hoy en día. Hablar a sus hijos sobre sus dificultades puede ayudarles a darse cuenta de que no están solos en sus desafíos. Hablen con su hijo acerca de cómo hayan superado las dificultades de su vida. Compartan historias familiares de lucha y éxito. De hecho, hay investigaciones que muestran que compartir historias familiares puede ayudar a los hijos a ser más resilientes2.


Esto no quiere decir que debamos contarles automáticamente a nuestros hijos cada lucha que hemos tenido, en particular en cuanto a las transgresiones graves de las cuales nos hayamos arrepentido plenamente. Escuchen al Espíritu Santo y podrán saber qué compartir. Y cuando compartimos experiencias, debemos analizar nuestras dificultades de una manera que eleve y edifique el testimonio.


Tomemos el caso de Alma, hijo. Él pudo haber ocultado sus luchas de juventud a sus hijos, pero no lo hizo. Más bien, utilizó sabiamente su experiencia para enseñar a sus hijos la importancia de la expiación de Jesucristo (véase Alma 42). Y la experiencia de Alma no solo inspiró a sus propios hijos; en la actualidad, el testimonio de Alma de la expiación del Salvador es una de las declaraciones más grandiosas de las Escrituras del poder redentor de Jesucristo.

Luchar: Puede ser algo bueno

Sí, podría ser desgarrador ver a nuestros hijos luchando, y es natural que los padres quieran proteger a su hijo de la desilusión y el sufrimiento. Sin embargo, el luchar con una situación estresante puede ser en realidad positivo para los hijos; puede ayudarles a ganar confianza, independencia y habilidades para hacer frente a situaciones difíciles.


Eso no significa que tengan que mantenerse al margen y en silencio. ¡Sean los animadores más entusiastas de sus hijos! Apóyenlos en sus desafíos, háganles saber que ustedes tienen confianza en su conocimiento y sus habilidades para resolver problemas.


Y lo que es más importante, a medida que sus hijos afronten obstáculos en su vida, enséñenles la importancia de tener fe en sí mismos y en sus habilidades, y fe en que Dios los bendecirá, fortalecerá y consolará al afrontar los desafíos de la vida.


Por ejemplo, cuando Nefi fue enviado a obtener las planchas de bronce, su padre, Lehi, no le dijo cómo recuperarlas; en vez de ello, Lehi animó a Nefi, testificando que el Señor les había mandado obtener las planchas de bronce y que Nefi sería bendecido (véase 1 Nefi 3:5–6). Más tarde, cuando Nefi se enfrentó a una intensa oposición, recordó a Lamán y Lemuel que era el Señor quien les había mandado obtener las planchas, tal como su padre había testificado (véase 1 Nefi 4:1–3). Nefi perseveró, y su experiencia al obtener las planchas, aunque fue sumamente difícil, le enseñó a seguir el Espíritu.


Aprender a considerar la adversidad como un peldaño en lugar de una piedra de tropiezo requiere tiempo. Es algo en lo que todos trabajaremos a lo largo de nuestra vida, así que no esperen que sus hijos tengan una actitud perfecta de inmediato. Hagan lo mejor que puedan, guíen por medio del ejemplo y el Señor los ayudará en sus esfuerzos.

Prueben estas sugerencias de “peldaño” cuando sus hijos se enfrenten a obstáculos:

  • Oren. Oren con sus hijos. Pidan al Padre Celestial que los bendiga con consuelo y confianza para superar sus dificultades. Animen a sus hijos a orar al respecto por su cuenta.
  • Escriban un plan. Identifiquen el obstáculo, la meta final y los pasos para resolver el problema. Trabajen con sus hijos para determinar lo que sienten que pueden hacer por sí mismos y con qué necesitan ayuda.
  • Tómense un respiro. Determinen algunas maneras en que sus hijos pueden controlar el estrés de una manera saludable. Podrían dar un paseo, escuchar música, jugar algo o tomar una siesta.
  • Conversen a menudo. Programen un día o una hora regulares para una conversación cara a cara con sus hijos acerca de cómo están y si piensan que se debe hacer algún ajuste. Asegúrense de que sepan que ustedes los aman y los apoyan.

Notas

  1. Steven E. Snow, “Stepping-Stones and Stumbling Blocks” (devocional de la Universidad Brigham Young, 11 de septiembre de 2012), speeches.byu.edu.
  2. Bruce Feiler, “The Stories That Bind Us”, nytimes.com.