Historia de la Iglesia
“Una puerta que ningún hombre puede cerrar”


“Una puerta que ningún hombre puede cerrar”

El 25 de junio de 1850, el apóstol Lorenzo Snow y otros misioneros llegaron a Génova, Italia, para abrir una nueva misión de la Iglesia. La mayoría de ellos fueron hacia el norte, a la región Piamonte, mientras que Joseph Toronto, un italiano que se había unido a la Iglesia en Boston en 1843, partió hacia Sicilia para enseñar a sus familiares y amigos.

En el Piamonte, no se le permitió al élder Snow ni a sus compañeros predicar públicamente doctrinas opuestas al Catolicismo. En cambio, se les invitó a asistir a unas reuniones pequeñas y privadas entre los valdenses, un grupo que se había separado de la Iglesia Católica varios siglos antes de la Reforma Protestante. Luego de una reunión prolongada, Jean Antoine Bose se convenció de que los misioneros enseñaban la verdad. Poco después, Bose se convirtió en la primera persona que se bautizaba en Italia. “A todos nos parecieron dulces los delicados sonidos en italiano mientras yo administraba la ordenanza”, recordó el élder Snow, “y abría una puerta que ningún hombre puede cerrar”.

Otros valdenses también se unieron a la Iglesia. Se bautizó la familia Malan; John Daniel Malan llegó a ser el primer miembro local ordenado al Sacerdocio de Melquisedec, y el hogar de los Malan pronto se convirtió en la sede extraoficial de la Iglesia en Italia. Otra de las primeras familias conversas fueron los Cardon, quienes creían que los misioneros daban cumplimiento a un sueño profético. Diez años antes, su hija menor, Marie, soñó que llegaban tres predicadores a su familia y les enseñaban nuevas doctrinas y les traían libros. Ellos reconocieron a los misioneros como los predicadores del sueño de Marie.

Marie Cardon, ahora ya una mujer joven, comenzó a ir con los misioneros y les servía de traductora. Un domingo, ella se enfrentó a un populacho que se había juntado para confrontar a los misioneros. Marie los enfrentó, levantando la Biblia en alto, y les mandó que se fueran. “Dios estaba conmigo”, escribió ella más tarde. “Todo se calmó al instante y aquel grupo de hombres fuertes y feroces quedó desarmado frente a una muchacha débil y temblorosa, pero intrépida”.

Las familias Malan y Cardon, junto con muchos otros de los primeros conversos italianos, emigraron a Utah. La misión, al no estar en capacidad de expandirse hacia otras zonas, se cerró en 1867.