Historia de la Iglesia
“Tenemos nuestro hogar”


“‘Tenemos nuestro hogar’”, Historias mundiales: Portugal, 2019

“‘Tenemos nuestro hogar’”, Historias mundiales: Portugal

“Tenemos nuestro hogar”

Antonio y Felismina Melo vivían en Lisboa con sus dos hijos en 1989 cuando Antonio recibió una oportunidad de trabajo a más de 1400 km (870 millas) de distancia en Graciosa, una de las pequeñas islas que conforman las Azores. Se habían unido a la Iglesia solo dos años antes y eran reacios a dejar atrás su barrio, pero estaban decididos a aprovechar esa oportunidad al máximo. “A veces, las cosas más difíciles de la vida son las que nos dan más felicidad”, dijo Antonio. “Creo que había una razón para que fuéramos allí, tal vez algo más que un trabajo profesional”.

Durante los primeros meses en Graciosa, los Melo se esforzaron por encontrar un lugar en su nueva comunidad. Se difundieron rumores sobre los recién llegados, ya que eran los únicos Santos de los Últimos Días en la isla. Durante la transición, su hogar se convirtió en su santuario. Al igual que habían hecho en Lisboa, honraban el día de reposo. “El domingo es un día para renovar nuestros convenios bautismales y olvidar los problemas del mundo”, dijo Antonio. Llevaban a cabo fielmente reuniones de la Iglesia en su casa, a la misma hora todos los domingos, y llevaban en un diario un registro de las actas. Incluso después de que sus hijos se fueron de casa para asistir a la universidad, Antonio y Felismina continuaron efectuando todas las reuniones normales, e incluso se separaban durante una hora para el estudio individual de los manuales de lecciones del sacerdocio y de la Sociedad de Socorro. “Si no puedo estar aquí con cien, entonces estaré aquí con solo dos”, dijo Antonio. “Es mi deber y privilegio”.

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La familia Melo

La familia Melo en su casa de Graciosa, aproximadamente en 1998

Con el tiempo, a medida que los Melo tendían una bondadosa mano de amistad a sus vecinos, las actitudes hacia ellos mejoraron. Deseando compartir el Evangelio con sus vecinos, Antonio inició un programa de radio semanal. “Hubo un tiempo en el que la gente no quería hablar del Evangelio a nivel personal”, dijo. Encontró puntos en común al comenzar con temas como la honradez, el trabajo y la fe. Con el tiempo, su audiencia estuvo dispuesta a escuchar los himnos de los Santos de los Últimos Días y las enseñanzas de los profetas.

“Esta es una Iglesia mundial”, reflexionó Antonio. “Es la Iglesia de Jesucristo”. Viviera donde viviera, él sería fiel a ese testimonio. “Tal vez no tengamos una capilla, pero tenemos nuestro hogar”.