En apariencia, Emily* tenía una vida feliz y normal; pero en su interior, ella guardaba un secreto: había sido víctima de abuso.
A medida que crecía, Emily se preguntaba en cuanto a su dignidad. ¿Había tenido la culpa de lo que le sucedió? Ella no pensaba que ese fuera el caso; pero aun así, se sentía humillada y asustada. Trató de olvidarlo todo.
Años más tarde, Emily tomó una decisión muy valiente: Le habló a su obispo sobre el abuso. Él le explicó que no era culpa de ella. Ahora, con la ayuda de profesionales, Emily ha podido sanar mucho de esas experiencias anteriores de abuso. ¡Ella tiene una vida muy feliz!
Esto es lo que Emily les dice a otras personas que han sido víctimas de abuso:
- El Señor te ama,
- Su corazón sufre por ti.
- Él sabe que tú no tienes la culpa.
Nota
Artículo adaptado de “¿Era yo digna?” de la revista Para la Fortaleza de la Juventud de julio de 2021.