Capítulo 35
La obediencia
Debemos obedecer a Dios de buena voluntad
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¿Qué importancia tiene el obedecer de buena voluntad en lugar de hacerlo de mala gana?
Cuando Jesús estuvo en la tierra, un intérprete de la ley le preguntó:
“Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento de la ley?
“Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma y con toda tu mente.
“Éste es el primero y grande mandamiento.
“Y el segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
“De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas” (Mateo 22:36–40).
De estos pasajes de las Escrituras aprendemos cuán importante es amar al Señor y a nuestro prójimo; pero, ¿cómo demostramos amor por el Señor?
Jesús respondió a esa pregunta cuando dijo: “El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre…” (Juan 14:21).
Cada uno de nosotros debería preguntarse por qué obedece los mandamientos de Dios. ¿Es porque tenemos miedo al castigo? ¿Es porque deseamos las recompensas de vivir una vida recta? ¿Es porque amamos a Dios y a Jesucristo y deseamos servirlos?
Es mejor obedecer los mandamientos por miedo al castigo que no obedecerlos; sin embargo, seríamos mucho más felices si obedeciéramos a Dios porque le amamos y deseamos obedecerle. Cuando le obedecemos libremente, Él también nos puede bendecir libremente. Él dijo: “…Yo, el Señor… me deleito en honrar a los que me sirven en rectitud y en verdad hasta el fin” (D. y C. 76:5). La obediencia también nos sirve para progresar y para ser más semejantes a nuestro Padre Celestial; pero quienes no hacen nada hasta que se les manda y luego guardan los mandamientos de mala voluntad, pierden su recompensa (véase D. y C. 58:26–29).
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¿Cómo podemos aumentar nuestro deseo de obedecer?
Podemos obedecer aun cuando no comprendamos el porqué
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¿Por qué no siempre tenemos que entender los propósitos del Señor a fin de ser obedientes?
Por medio de la obediencia a los mandamientos de Dios nos preparamos para la vida eterna y la exaltación. Algunas veces no sabemos la razón por la que se nos da un mandamiento en particular; sin embargo, demostramos nuestra fe y confianza en Dios cuando lo obedecemos a pesar de no entender la razón.
A Adán y a Eva se les mandó ofrecer sacrificios a Dios. Un día se le apareció un ángel a Adán y le preguntó por qué ofrecía sacrificios y Adán le respondió que no sabía cuál era la razón, que lo hacía porque el Señor se lo había mandado. (Véase Moisés 5:5–6 y la ilustración que se encuentra en este capítulo).
Entonces el ángel le enseñó el Evangelio a Adán y le habló acerca del Salvador que habría de venir. El Espíritu Santo descendió sobre Adán y éste profetizó acerca de los habitantes de la tierra hasta la última generación. (Véase Moisés 5:9–10; D. y C. 107:56). Debido a su obediencia, Adán recibió ese conocimiento y grandes bendiciones.
Dios preparará el camino
En el Libro de Mormón leemos que el Señor asignó a Nefi y a sus hermanos mayores una tarea muy difícil de lograr (véase 1 Nefi 3:1–6). Los hermanos de Nefi protestaron diciendo que era cosa difícil lo que se les había requerido; sin embargo, Nefi dijo: “…Iré y haré lo que el Señor ha mandado, porque sé que él nunca da mandamientos a los hijos de los hombres sin prepararles la vía para que cumplan lo que les ha mandado” (1 Nefi 3:7). Cuando sea difícil obedecer un mandamiento del Señor, debemos recordar las palabras de Nefi.
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¿Cuándo les ha preparado el Señor el camino para que pudieran obedecerle?
Ningún mandamiento es demasiado pequeño ni demasiado grande para obedecer
A veces podríamos pensar que un mandamiento no es en realidad tan importante. Las Escrituras nos hablan de un hombre llamado Naamán que pensaba de esa forma. Naamán sufría de una terrible enfermedad y viajó desde Siria hasta Israel para pedirle al profeta Eliseo que lo sanara. Naamán era una persona muy importante en su país y se ofendió cuando Eliseo no lo recibió en persona sino que envió a su siervo en su lugar; pero se ofendió aún más cuando recibió el mensaje que le mandó Eliseo, en el que le decía que fuera al río Jordán y se lavara siete veces. “…[Los] ríos de Damasco, ¿no son mejores que todas las aguas de Israel? Si me lavare en ellos, ¿no seré también limpio?…” replicó, y se fue enojado. Mas sus criados le preguntaron: “…si el profeta te mandara alguna gran cosa, ¿no la harías? ¡Cuánto más si sólo te ha dicho: Lávate, y serás limpio!” Naamán fue lo suficientemente sabio para comprender que era importante obedecer al profeta de Dios aun cuando pareciera algo completamente insignificante; por lo tanto, fue y se lavó en el río Jordán y fue sanado. (Véase 2 Reyes 5:1–14).
Algunas veces podríamos pensar que un mandamiento es muy difícil de obedecer. Al igual que los hermanos de Nefi, tal vez digamos que es muy difícil lo que Dios nos pide; pero, al igual que Nefi, podemos estar seguros de que el Señor no nos dará un mandamiento a menos que nos prepare el camino para obedecerle.
Fue “cosa difícil” lo que el Señor le mandó a Abraham que hiciera al pedirle que ofreciera a su amado hijo Isaac en sacrificio (véase Génesis 22:1–13; véase también el capítulo 26 de este libro). Abraham había esperado muchos años el nacimiento de Isaac, el hijo que Dios le había prometido. ¿Cómo podía perder a su hijo de esa manera? Este mandamiento debe haber sido extremadamente difícil para Abraham; pero aún así, decidió obedecer a Dios.
Nosotros también debemos estar dispuestos a hacer cualquier cosa que Dios nos pida. El profeta José Smith dijo: “Me impuse esta regla: Cuando el Señor te lo mande, hazlo” (Enseñanzas de los presidentes de la Iglesia: José Smith, 2007, pág. 170); ésa también puede ser nuestra regla.
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¿Cuándo ha recibido bendiciones como resultado de su obediencia a mandamientos aparentemente pequeños?
Jesucristo obedeció a Su Padre
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¿Qué ejemplos le vienen a la mente cuando piensa en la obediencia de Jesucristo hacia Su Padre?
Jesucristo fue el ejemplo más sublime de obediencia a nuestro Padre Celestial. Él dijo: “Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió” (Juan 6:38). Dedicó toda Su vida a obedecer a Su Padre con devoción a pesar de que no siempre era fácil para Él; fue tentado en todo aspecto como otros seres mortales (véase Hebreos 4:15). En el Huerto de Getsemaní oró a Su Padre, diciendo: “…Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú” (Mateo 26:39).
Gracias a que Jesucristo obedeció la voluntad del Padre en todas las cosas, hizo posible la salvación para todos nosotros.
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¿De qué forma puede ayudarnos a ser obedientes el recordar el ejemplo del Salvador?
Las consecuencias de la obediencia y la desobediencia
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¿Cuáles son las consecuencias de obedecer o desobedecer los mandamientos del Señor?
El reino de los cielos se rige por leyes y, cuando recibimos una bendición, se debe a la obediencia a la ley sobre la cual esa bendición se basa (véase D. y C. 130:20–21; 132:5). El Señor nos ha dicho que por medio de la obediencia y la diligencia obtendremos conocimiento e inteligencia (véase D. y C. 130:18–19) y que también progresaremos espiritualmente (véase Jeremías 7:23–24). Por otro lado, la desobediencia trae como resultado el desánimo y la pérdida de bendiciones. “¿Quién soy yo, dice el Señor, para prometer y no cumplir? Mando, y los hombres no obedecen; revoco, y no reciben la bendición. Entonces dicen en su corazón: Ésta no es la obra del Señor, porque sus promesas no se cumplen…” (D. y C. 58:31–33).
Cuando guardamos los mandamientos de Dios, Él cumple Sus promesas, tal como el rey Benjamín le dijo a su pueblo: “…él requiere que hagáis lo que os ha mandado; y si lo hacéis, él os bendice inmediatamente…” (Mosíah 2:24).
Los obedientes logran la vida eterna
El Señor exhorta: “Y si guardas mis mandamientos y perseveras hasta el fin, tendrás la vida eterna, que es el mayor de todos los dones de Dios” (D. y C. 14:7).
El Señor ha descrito otras bendiciones que recibirán aquellos que le obedezcan en rectitud y verdad hasta el fin:
“Porque así dice el Señor: Yo, el Señor, soy misericordioso y benigno para con los que me temen, y me deleito en honrar a los que me sirven en rectitud y en verdad hasta el fin.
“Grande será su galardón y eterna será su gloria.
“Y a ellos les revelaré todos los misterios, sí, todos los misterios ocultos de mi reino desde los días antiguos, y por siglos futuros, les haré saber la buena disposición de mi voluntad tocante a todas las cosas pertenecientes a mi reino.
“Sí, aun las maravillas de la eternidad sabrán ellos, y las cosas venideras les enseñaré, sí, cosas de muchas generaciones.
“Y su sabiduría será grande, y su conocimiento llegará hasta el cielo…
“Porque por mi Espíritu los iluminaré, y por mi poder les revelaré los secretos de mi voluntad; sí, cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han llegado siquiera al corazón del hombre” (D. y C. 76:5–10).
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¿Qué significa para usted la frase “perseverar hasta el fin”?
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¿Qué podemos hacer para ser fieles a los principios del Evangelio aun cuando no sea popular serlo? ¿Cómo podemos ayudar a los niños y a los jóvenes a mantenerse fieles a los principios del Evangelio?
Pasajes adicionales de las Escrituras
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Abraham 3:25 (vinimos a la tierra para probar que seríamos obedientes).
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1 Samuel 15:22 (la obediencia es mejor que el sacrificio).
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Eclesiastés 12:13; Juan 14:15; Romanos 6:16; D. y C. 78:7; 132:36; Deuteronomio 4:1–40 (debemos obedecer a Dios).
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2 Nefi 31:7 (Jesucristo fue obediente).
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Proverbios 3:1–4; 6:20–22; 7:1–3; Efesios 6:1–3; Colosenses 3:20 (los hijos deben obedecer a sus padres).
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D. y C. 21:4–6 (debemos obedecer al profeta).
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Juan 8:29–32; Mosíah 2:22, 41; D. y C. 82:10; 1 Nefi 2:20 (las bendiciones de la obediencia).
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D. y C. 58:21–22; 98:4–6; 134:5–7 (la obediencia a las leyes del país).
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Isaías 60:12; D. y C. 1:14; 93:39; 132:6, 39 (las consecuencias de la desobediencia).
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2 Nefi 31:16; D. y C. 53:7; Mateo 24:13; Lucas 9:62 (perseverar hasta el fin).