Devocionales mundiales
Gustar la luz


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Gustar la luz

Una velada con el élder Lynn G. Robbins

Devocional mundial para jóvenes adultos • 3 de mayo de 2015 • Tabernáculo de Salt Lake

Hermanos y hermanas, bienvenidos a este devocional mundial para jóvenes adultos, con una bienvenida especial para aquellos de ustedes que se graduarán este año de seminario, logro digno de alabanza y evidencia de su fe y amor por el Señor. Los invito a seguir el ejemplo de muchos otros que se encuentran aquí esta noche y continuar su búsqueda del aprendizaje espiritual en un instituto de religión o en una universidad de la Iglesia. Les prometo que continuarán recibiendo importante guía para todas las otras decisiones trascendentales de su vida, además de conocer personas que tendrán un impacto significativo en ustedes.

Esta noche van a oírme expresar mi testimonio del Señor Jesucristo y de Su evangelio. Van a oírme utilizar las palabras “yo sé”. Quiero describirles cómo llegué a saber que Él es el Hijo literal de Dios, el Redentor y Salvador del mundo, y que Su evangelio es verdadero.

También quiero ayudarles a descubrir que su propio testimonio del Señor Jesucristo y Su evangelio es mucho más firme de lo que ustedes podrían pensar.

¿Dónde se encuentra mi testimonio en el espectro de la fe?

Me gustaría comenzar haciendo que ustedes realicen una autoevaluación mental. Miren la línea en esta ilustración y denle a su testimonio una puntuación en este espectro de la fe.

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En la parte inferior se encuentra el ateo. Al ateo vamos a colocarle una puntuación de cero. En la parte superior de la escala hay un 10, que es tener un conocimiento perfecto de Jesucristo y Su evangelio. ¿Dónde se colocarían ustedes en este espectro? Sospecho que muchos de ustedes se darían una puntuación más baja de lo que merecen.

Recuerden la puntuación que se dieron a ustedes mismos para ver si esta aumenta durante el transcurso de esta presentación, a medida que analicemos varios aspectos edificadores de la fe de los testimonios y cómo cada uno de ellos nos ayuda a avanzar en el espectro de la fe y a experimentar una mayor paz y felicidad.

Alma invita a cada persona a dar el primer paso hacia adelante en el espectro de la fe al “experimentar con mis palabras, y [ejercitar] un poco de fe, sí, aunque no sea más que un deseo de creer” (Alma 32:27; cursiva agregada).

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Deseo

El siguiente punto de vista ilustra la sabiduría de dar este primer paso del deseo.

En 1623 nació el prodigio francés, matemático e inventor Blaise Pascal. Entre sus otros descubrimientos se encuentra la teoría matemática de las probabilidades, que proporcionó la ciencia detrás de la teoría de la elección racional, un enfoque lógico para la toma de decisiones óptimas. Con la teoría de la decisión, Pascal observe astutamente que en el juego de la vida los seres humanos no pueden evitar la mayor apuesta: si Dios existe o no. Esto se ha llegado a conocer como la Apuesta de Pascal, en donde la vida de una persona, o más específicamente su vida eterna, está en juego, como muestra esta ilustración:

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En los encabezamientos de las columnas hay dos opciones: o Dios existe o no. En las filas también hay dos opciones: puedo elegir creer o no creer.

Las combinaciones resultantes posibles son las siguientes:

  • Si Dios existe, y yo lo creo y actúo en consecuencia, puedo heredar la vida eterna.

  • Si yo creo en Dios y Él no existe, no pierdo nada.

  • Si yo no creo ni honro u obedezco a Dios y Él existe, pierdo la vida eterna.

  • Si yo no creo y Dios no existe, no he ganado nada.

  • La Apuesta de Pascal sostiene que la decisión óptima es creer en la existencia de Dios y que sólo un tonto apostaría en contra de la existencia de Dios, debido a que así tiene todo que perder y nada que ganar.

El hijo pródigo argumentaría que lo que pierde es la posibilidad de “comer, beber y divertirse” (véase 2 Nefi 28:7), un premio de consolación mediocre si tenemos en cuenta lo que está en juego. Podrá “[gozar] de su obra por un tiempo, [pero] de aquí a poco viene el fin” (3 Nefi 27:11). Sus sueños de festejos y jolgorio se convierten en una pesadilla viviente cuando inevitablemente se despierta a la resaca espiritual del día siguiente que él experimenta en esta vida y descubre por sí mismo que “la maldad nunca fue felicidad” (Alma 41:10) y más tarde, en el día del juicio, cuando “[confiese] ante Dios que sus juicios son justos” (Mosíah 16:1). A su debido tiempo se entera de que ha sido engañado por el maestro de la ilusión con su endulzada marca de desdicha disfrazada de placer. Por lo tanto, “No tenga tu corazón envidia de los pecadores” (Proverbios 23:17).

Menos mal que hubo una segunda oportunidad para el hijo pródigo, una de las grandes lecciones que el Salvador desea que aprendamos de esta parábola (véase Lucas 15:11–32).

Sembrar la semilla—Comenzar el aprendizaje

Alma describe la manera en que la persona con deseo puede comenzar su búsqueda de la fe:

“…dejad que este deseo obre en vosotros, sí, hasta creer de tal modo que deis cabida a una porción de mis palabras.

“Compararemos, pues, la palabra a una semilla. Ahora bien, si dais lugar… sea sembrada [la] semilla en vuestro corazón” (Alma 32:27–28; cursiva agregada).

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Sembrar la semilla significa que ahora han actuado según el deseo con una inspirada curiosidad en el experimento. Ahora han iniciado el proceso de aprendizaje.

Según las Escrituras, este proceso de aprendizaje debe realizarse de dos maneras: “Y por cuanto no todos tienen fe, buscad diligentemente y enseñaos el uno al otro palabras de sabiduría; sí, buscad palabras de sabiduría de los mejores libros; buscad conocimiento, tanto por el estudio como por la fe” (D. y C. 88:118; cursiva agregada).

Las Escrituras también nos enseñan acerca de dos canales de aprendizaje a través de los cuales el Espíritu nos enseña:

“Sí, he aquí, hablaré a tu mente y a tu corazón por medio del Espíritu Santo que vendrá sobre ti y morará en tu corazón.

“Ahora, he aquí, éste es el espíritu de revelación…” (D. y C. 8:2–3; cursiva agregada).

Alinear los métodos y los canales de aprendizaje

Antes de regresar al espectro de la fe, quiero ilustrar la interrelación que hay entre los dos métodos y los dos canales de aprendizaje. El uso de ambos canales debería darles ideas útiles sobre cómo seguimos avanzando a lo largo del espectro de la fe.

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Cuando José Smith aprendió acerca de la oración por el estudio, estaba leyendo en la Biblia: “Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, quien da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada” (Santiago 1:5).

José aprendió acerca de la oración por fe cuando actuó de acuerdo con su creencia y fue a la Arboleda Sagrada a orar.

En la parte superior de la ayuda visual aparecen los dos canales del aprendizaje: la mente y el corazón.

Conectar el aprendizaje por el estudio con la mente

Cuando buscamos el aprendizaje por medio del estudio, el Señor le habla a nuestra mente en la forma de pensamientos inspirados. Entre otras palabras posibles relacionadas con la intersección del “Estudio” y la “Mente”, podríamos añadir las siguientes, las cuales describen cómo cultivar la semilla:

Sembrar

  • Pensamientos

  • Interés

  • Curiosidad

  • Examinar

  • Estudiar

  • Buscar

  • Considerar

  • Preguntas

  • Meditar

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Las preguntas inspiradas causan que reflexionemos, y el reflexionar bajo la influencia del Espíritu nos lleva al siguiente nivel del aprendizaje, en el que el estudio se intersecta con el corazón.

Conectar el aprendizaje por el estudio con el corazón

La semilla pronto comienza a brotar, y comenzamos a tener sentimientos inspirados por el Espíritu. Es el corazón, o los sentimientos inspirados, que transforman un pensamiento en una creencia.

Brota

  • Sentimientos

  • Creencia

  • Entendimiento

  • Deliciosa

  • Corazón profundamente conmovido

  • Aumento de fe y esperanza

  • Inspirado a actuar

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Alma lo declara de esta manera: “…si es una semilla verdadera, o semilla buena, y no la echáis fuera por vuestra incredulidad, resistiendo al Espíritu del Señor, he aquí, empezará a hincharse en vuestro pecho; y al sentir esta sensación de crecimiento, empezaréis a decir dentro de vosotros: Debe ser que ésta es una semilla buena, o que la palabra es buena, porque empieza a ensanchar mi alma; sí, empieza a iluminar mi entendimiento; sí, empieza a ser deliciosa para mí” (Alma 32:28; cursiva agregada).

Mientras que normalmente asociamos la palabra entender con la mente, varios pasajes de las Escrituras vinculan la comprensión con el corazón, tales como: “y se abrieron sus corazones, y comprendieron en sus corazones las palabras que él oró” (3 Nefi 19:33). Cuando habló acerca de Santiago 1:5, el joven José dijo: “Ningún pasaje de las Escrituras jamás penetró el corazón de un hombre con más fuerza que éste en esta ocasión, el mío” (José Smith—Historia 1:12).

Con ese tipo de sentimientos, Alma dice: “He aquí, ¿no aumentaría esto vuestra fe? Os digo que sí; sin embargo, no ha llegado a ser un conocimiento perfecto” (Alma 32:29; cursiva agregada).

Todavía no es un conocimiento perfecto. Sin embargo, con el corazón conmovido, nos inspira a dar un paso más en el espectro de la fe. Para José, esto lo inspiró aactuar y a aceptar la invitación a orar que le ofrecían las Escrituras. Él no “[recibiría] ningún testimonio sino hasta después de la prueba de [su] fe” (Éter 12:6).

Conectar el aprendizaje por la fe con la mente

El aprendizaje por la fe requiere que actuemos de acuerdo con sentimientos y creencias1. El Salvador extendió esta misma invitación a aprender por la fe cuando dijo: “El que quiera hacer la voluntad de él conocerá si la doctrina es de Dios o si yo hablo por mí mismo” (Juan 7:17; cursiva agregada). En este versículo el Señor nos enseña que el hacer es el acto de fe que convierte una creencia en conocimiento. Para los pesimistas, Él exhorta: “aunque a mí no me creáis, creed a las obras, para que conozcáis y creáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre” (Juan 10:38; cursiva agregada).

Al hablar de saber, Alma dice:

“Y he aquí, por haber probado el experimento y sembrado la semilla, y porque ésta se hincha, y brota, y empieza a crecer, sabéis por fuerza que la semilla es buena.

“Y ahora bien, he aquí, ¿es perfecto vuestro conocimiento? Sí, vuestro conocimiento es perfecto en esta cosa, y vuestra fe queda inactiva; y esto porque sabéis… vuestro entendimiento empieza a iluminarse y vuestra mente comienza a ensancharse” (Alma 32:33–34; cursiva agregada).

El actuar de acuerdo con la fe les ha dado conocimiento.

Entre otras palabras que podríamos asociar con el aprendizaje por la fe y la mente, podríamos agregar las siguientes:

Crece

  • Hacer

  • Conocimiento (perfectos en esa cosa)

  • Orar

  • Arrepentirse

  • Cambiar conducta

  • Obedecer

  • Experiencias

  • Gustar

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Alma utiliza el verbo gustar de una manera muy peculiar al referirse a gustar la luz. Escuchen:

“Luego, ¿no es esto verdadero? Os digo que sí, porque es luz; y lo que es luz, es bueno, porque se puede discernir; por tanto, debéis saber que es bueno; y ahora bien, he aquí, ¿es perfecto vuestro conocimiento después de haber gustadoesta luz?

“He aquí, os digo que no; ni tampoco debéis dejar a un lado vuestra fe, porque tan sólo habéis ejercitado vuestra fe para sembrar la semilla, a fin de llevar a cabo el experimento para saber si la semilla era buena” (Alma 32:35–36; cursiva agregada).

Es el gustar la luz y saborearla lo que les ha dado un conocimiento perfecto en esa cosa, o el saber que la semilla es buena. La luz los invita a venir a Jesucristo, “y el poder de Dios [obra] milagros en [ustedes]… y [son] convertidos al Señor” (Alma 23:6).

Conectar el aprendizaje por la fe con el corazón

Alma continúa: “Y he aquí, a medida que el árbol empiece a crecer, diréis: Nutrámoslo con gran cuidado… con gran diligencia y con paciencia, mirando hacia adelante a su fruto…

“… he aquí que con el tiempo recogeréis [o gustaréis] su fruto, el cual es sumamente precioso…” (Alma 32:37, 41–42; cursiva agregada).

Nutrir y gustar

  • Conversión

  • Llegar a ser

  • Gran cambio de corazón

  • Bautismo

  • Espíritu Santo

  • Bendiciones

  • Gozo y felicidad

  • Deseo de compartir

  • Llegar a ser como Jesucristo

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El probar el fruto nos hace avanzar hasta donde se intersectan el aprendizaje por la fe y el corazón. Aquí descubrimos por nosotros mismos que el fruto es, de hecho, dulce y precioso. El seguir a Jesucristo y hacer Su voluntad nos permite gustar Su expiación y el Evangelio de múltiples maneras. Más temprano en el proceso, nuestro corazón fue profundamente conmovido. Ahora, “un gran cambio [de] corazón” está ocurriendo, como describe Alma (Alma 5:12), y el Espíritu está convirtiendo nuestra experiencia y conocimiento en conversión.

Cuando estamos “convertidos al Señor” (Alma 23:8), seguimos al Salvador al ser bautizados y recibir el don del Espíritu Santo. A medida que “gustamos los frutos” del Evangelio, experimentamos bendiciones y tal gozo y felicidad que queremos compartirlo con los demás, al igual que lo hizo Lehi: “Y al comer de su fruto, mi alma se llenó de un gozo inmenso; por lo que deseé que participara también de él mi familia, pues sabía que su fruto era preferible a todos los demás” (1 Nefi 8:12).

Ser “convertidos al Señor”, en un sentido literal, es el gran cambio y transformación de llegar a ser como Jesucristo al “…[someternos] al influjo del Santo Espíritu, y [despojarnos] del hombre natural, y [hacernos santos] por la expiación de Cristo el Señor…” (Mosíah 3:19). En el sentido más amplio de la palabra, nuestra conversión no estará completa hasta que hayamos crecido espiritualmente “…a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo” (Efesios 4:13). Esta será una búsqueda de por vida y una jornada de fe en Él y con Su gracia o ayuda divina (véase 2 Nefi 25:23).

Esta conversión de toda la vida claramente requerirá nutrición constante de nuestra parte para evitar el efecto de marchitación descrito por Alma: “Mas si desatendéis el árbol, y sois negligentes en nutrirlo, he aquí, no echará raíz; y cuando el calor del sol llegue y lo abrase, se secará” (Alma 32:38).

“Por tanto, debéis seguir adelante con firmeza en Cristo, teniendo un fulgor perfecto de esperanza y amor por Dios y por todos los hombres. Por tanto, si marcháis adelante, deleitándoos en la palabra de Cristo, y perseveráis hasta el fin, he aquí, así dice el Padre: Tendréis la vida eterna” (2 Nefi 31:20; cursiva agregada).

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Este gran cambio y conversión no significa que no tendremos preguntas todavía. Sin embargo, después de haber probado la luz, las preguntas deben establecer en nosotros el deseo de seguir aprendiendo en lugar de causar dudas que pueden marchitar nuestra creciente fe; “y a quien crea en mi nombre, sin dudar nada, yo le confirmaré todas mis palabras, aun hasta los extremos de la tierra” (Mormón 9:25).

Las preguntas son buenas; nos hacen reflexionar, escudriñar y orar. José Smith continuó teniendo preguntas a lo largo de su vida. Casi todas las secciones de Doctrina y Convenios fueron reveladas a través de él como resultado de una pregunta que llevó al Señor en oración, línea por línea, precepto por precepto. Esa es la misma forma en la que aprendió el Salvador: “y no recibió de la plenitud al principio, sino que continuó de gracia en gracia hasta que recibió la plenitud” (D. y C. 93:13).

Un conocimiento perfecto

Volviendo a nuestro espectro de la fe, hemos llamado la parte superior un “conocimiento perfecto de Jesucristo y Su evangelio”.

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Examinemos la frase “conocimiento perfecto”. Al referirse a “gustar la luz”, Alma enseñó que “vuestro conocimiento es perfecto en esta cosa” (Alma 32:34). En el siguiente versículo, presten atención al uso de la misma frase, “conocimiento perfecto”, por parte del profeta Mormón, cuando añade su testimonio de la misma luz:

“Pues he aquí, mis hermanos, os es concedido juzgar, a fin de que podáis discernir el bien del mal; y la manera de juzgar es tan clara, a fin de que sepáis con un perfecto conocimiento, como la luz del día lo es de la obscuridad de la noche.

“Pues he aquí, a todo hombre se da el Espíritu de Cristo para que sepa discernir el bien del mal; por tanto, os muestro la manera de juzgar; porque toda cosa que invita a hacer lo bueno, y persuade a creer en Cristo, es enviada por el poder y el don de Cristo, por lo que sabréis, con un conocimiento perfecto, que es de Dios…

“Ahora bien, mis hermanos, en vista de que conocéis la luz por la cual podéis juzgar, la cual es la luz de Cristo, cuidaos de juzgar equivocadamente…” (Moroni 7:15–16, 18; cursiva agregada).

Ambos profetas dan testimonio de que es la luz de Cristo la que nos da un conocimiento perfecto de la verdad. Incluso las personas del mundo reconocerían que tienen un sentido interno del bien y el mal. Reconocen la luz de Cristo en el uso de la palabra conciencia, que proviene de la palabra latina conscientia, o “conocimiento dentro de uno mismo”2.

Con esa luz como nuestro sello de la verdad, seguimos avanzando en el espectro lineal de la fe, línea por línea, precepto por precepto (véase 2 Nefi 28:30; D. y C. 98:12; 128:21), “y por el poder del Espíritu Santo podréis conocer la verdad de todas las cosas” (Moroni 10:5; cursiva agregada).

En un momento vamos a intentar el experimento de Alma en la realidad, para poder recordarles el gusto de la luz y cómo ésta nos da un conocimiento perfecto.

La oposición revela la verdad

Antes de proseguir con el experimento, es importante detectar otro elemento esencial en el proceso. En 2 Nefi 2 se nos enseña que “…es preciso… una oposición en todas las cosas…” (2 Nefi 2:11). La humanidad “[prueba] lo amargo para saber apreciar lo bueno” (Moisés 6:55). La salud, por ejemplo, es principalmente el estudio de su opuesto, la enfermedad y las dolencias; la libertad, el estudio de la opresión y la esclavitud; la felicidad, el estudio de la tristeza, etc.; y al igual que el pequeño milagro de las luciérnagas, la luz no se aprecia sin un entorno oscuro.

La oposición es indispensable para nuestra educación y felicidad. Sin ella, la verdad permanece oculta a plena vista, como cuando damos por sentado al aire hasta el momento en que boqueamos por aire. Debido a que la luz de Cristo está siempre presente, muchas personas no se dan cuenta del Espíritu en su vida, al igual que los lamanitas de 3 Nefi 9:20, que “fueron bautizados con fuego y con el Espíritu… y no lo supieron”.

La oposición no sólo revela o da a conocer la verdad sino que manifiesta el inherente poder, gozo y dulzura de ésta. Por ejemplo, al hijo pródigo le hizo falta probar la vida amarga para darse cuenta de la vida dulce que había abandonado en su hogar y que había dado por sentada en su juventud.

Es sólo a través del dolor y la enfermedad que llegamos a valorar nuestra salud. Como víctimas de la falta de honradez, atesoramos la integridad. Al experimentar la injusticia y la crueldad, apreciamos el amor y la bondad; todo con un “conocimiento perfecto”, habiendo gustado el fruto de cada uno por la luz que hay en nosotros. El conocimiento perfecto llega fruto por fruto, a través de la oposición en todas las cosas. La obediencia a los mandamientos de Dios promete la felicidad, el crecimiento y el progreso definitivos a través de la oposición, no al pasarla por alto. “Los mares en calma no preparan marineros diestros”3.

Consideren esta profunda declaración del profeta José Smith: “Al poner a prueba los contrarios, la verdad se manifiesta”4.

Y de Brigham Young: “Todos los hechos son probados y manifestados por su opuesto”5.

El experimento de la fe

Ahora, hagamos que sean participantes en el experimento al considerar varios mandamientos de “ser” o virtudes cristianas, contrastando cada una con su opuesto. Al considerar cada una de ellas, la luz de Cristo que está en ustedes debe afirmarles a su mente y su corazón que cada virtud Cristiana es dulce, mientras que su opuesto es amargo:

  • El amor frente al odio, la hostilidad, la oposición

  • La honradez frente a la mentira, el engaño, el robo

  • El perdón frente a la venganza, el resentimiento, la amargura

  • La amabilidad frente a la ruindad, el enojo, la grosería

  • La paciencia frente al mal genio, la impulsividad, la intolerancia

  • La humildad frente al orgullo, la incapacidad de aprender, la arrogancia

  • Los pacificadores frente a los contenciosos, conflictivos, provocadores

  • La diligencia frente al cansancio, el abandono, la testarudez

Estas son sólo un puñado de las muchas virtudes cristianas, pero son suficientes para demostrar claramente la eficacia del experimento de la semilla.

Al reflexionar en esta lista, reconocen que han llegado a conocer el poder, la verdad y la dulzura de cada virtud, una por una, a través de miles de “experiencias de validación”, como las denominó el élder Neal A. Maxwell. El buen fruto viene con su propia prueba y validación inherente: su sabor. La prueba está en comer, fruto por fruto y línea por línea, cada una con un “conocimiento perfecto”. Tal vez eso es lo que el apóstol Pablo quiso decir cuando declaró: “Examinadlo todo; retened lo bueno” (1 Tesalonicenses 5:21; cursiva agregada). Si han integrado esas y otras virtudes en su vida, están mucho más avanzados en el espectro de la fe de lo que probablemente pensaron que estaban.

Sin embargo, esto es sólo lo que yo llamaría un testimonio terrestre o de la gloria de la luna. Cualquier buena persona temerosa de Dios, de cualquier religión, tiene ese mismo testimonio, porque ellos también tienen la luz de Cristo, de la cual habló Mormón, y han aceptado una porción de Su evangelio.

El experimento de la fe—Siguiente nivel

Un testimonio celestial, o de la gloria del sol, viene cuando uno busca “la plenitud del Padre” (véase D. y C. 76:75–78; 93:19). Cuando una persona se bautiza y es digna del don del Espíritu Santo, él o ella recibe una mayor dotación de la luz de Cristo, como se ha señalado en este versículo del Libro de Mormón: “si éste es el deseo de vuestros corazones, ¿qué os impide ser bautizados en el nombre del Señor… para que él derrame su Espíritu más abundantemente sobre vosotros?” (Mosíah 18:10, cursiva agregada).

El presidente Dieter F. Uchtdorf nos enseñó que crecemos en luz: “Cuanto más volcamos nuestro corazón y mente hacia Dios, más luz celestial se destila sobre nuestra alma”6.

“…y el que recibe luz y persevera en Dios, recibe más luz, y esa luz se hace más y más resplandeciente hasta el día perfecto” (D. y C. 50:24).

No hace falta que les diga que una mayor abundancia de luz mejora la visión; ustedes saben eso. El profeta José Smith dijo: “cuanto más se acerca el hombre a la perfección, tanto más claros son sus pensamientos y tanto mayor su gozo”7.

Con mayor luz con la cual ver, llevemos el experimento al nivel celestial y contrastemos algunas de las doctrinas que son exclusivas en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días con las que se encuentran en otros lugares bajo una luz tenue pero que generalmente tienen intenciones puras:

  • Dios es nuestro Padre y fuimos creados a Su imagen, frente a Dios no es literalmente nuestro Padre y es incomprensible e incognoscible

  • Su organización con profetas y apóstoles, frente al abandono de Su modelo establecido

  • El Señor es un Dios de orden que gobierna a través de quienes poseen las llaves del sacerdocio, frente a la confusión, las voces dispares, los “espíritus que son falsos” (D. y C. 50:2)

  • La autoridad del sacerdocio y ser llamado por Dios, frente a un título en teología; elegidos, contratados o autodesignados.

  • Ordenanzas y convenios, frente a simplemente vivir una buena vida.

  • Los niños son inocentes, frente al bautismo de los niños pequeños

  • El Libro de Mormón, un segundo testigo, frente a la Biblia, un único testigo

  • La obra del templo por los muertos, frente a prender una vela y orar por los muertos.

  • El matrimonio y las familias eternas, frente a Hasta que la muerte nos separe.

Es esclarecedor contrastar la verdad con su opuesto. Ayuda a revelar lo obvio, lo que está oculto a la vista. Reconocemos que sabemos mucho más de lo que creíamos; esto debería inspirarnos a “[buscar] diligentemente en la luz de Cristo… y… [aferrarnos] a todo lo bueno” (Moroni 7:19).

“…bienaventurados los que no vieron y creyeron” (Juan 20:29)

Ahora examinemos otro aspecto interesante de la fe y el testimonio.

La Guía para el Estudio de las Escrituras indica que para “conducir a la salvación, la [verdadera] fe debe centrarse en Jesucristo.

“…es tener esperanza en lo que no se ve pero que es verdadero” [Hebreos 11:1]”8.

¿No es interesante que la verdadera fe en Jesucristo sea “creer sin ver” cuando el mundo cree lo contrario, “ver para creer”?

El hombre natural descubre el mundo a través de los cinco sentidos, demandando señales como prueba. Y sin embargo, las Escrituras están llenas de ejemplos de personas que recibieron manifestaciones de la presencia y el poder de Dios a través de los cinco sentidos sin recibir una conversión permanente:

  • Lamán y Lemuel vieron un ángel (véase 1 Nefi 3:29); oyeron la voz del Señor que “los amonestó severamente” (1 Nefi 16:39); sintieron el poder de Dios cuando Nefi extendió su mano y “el Señor los sacudió” (1 Nefi 17:54). Ellos saborearon y olieron: “Yo haré que vuestros alimentos os sean sabrosos para que no tengáis que cocerlos” (1 Nefi 17:12). A pesar de las múltiples manifestaciones a través de los cinco sentidos, ellos se rebelaron. Para ellos, ¿fue ver para creer?

  • Cuando Moisés condujo a los hijos de Israel fuera de Egipto, ellos fueron testigos de plagas, pilares de fuego, vieron partirse el mar Rojo, probaron el maná, todas ellas experiencias con todos los cinco sentidos. “Y a pesar de ser guiados, yendo el Señor su Dios, su Redentor, delante de ellos, conduciéndolos de día y dándoles luz de noche, y haciendo por ellos todo cuanto al hombre le era propio recibir, endurecieron sus corazones y cegaron sus mentes e injuriaron a Moisés y al Dios verdadero y viviente” (1 Nefi17:30). ¡Ver ciertamente no fue creer para ellos!

  • Hay muchos otros ejemplos similares en las Escrituras, pero el ejemplo más pasmoso de todos es el de los espiritualmente ineptos que rechazaron al Salvador en Su presencia. “Pero, a pesar de haber hecho tantos milagros delante de ellos, no creían en él” (Juan 12:37; véase también D. y C. 138:26).

Hay demasiados ejemplos de lo contrario como para decir que hay que ver para creer. Aquellos que esperan solo una experiencia espectacular para ayudar a definir su testimonio no se dan cuenta que el mayor testimonio del Espíritu viene a nosotros todos los días, de muchas maneras pequeñas, como la última vez que subrayaron sus Escrituras. Piensen en ello. La razón por la que subrayaron las Escrituras es porque recibieron una impresión, una idea, un ¡Ajá! Una impresión inspirada es una revelación.

Otro ejemplo de revelación es cuando sienten la impresión de ser amables o de hacer una buena acción, “porque toda cosa que invita a hacer lo bueno… es enviada por el poder y el don de Cristo” (Moroni 7:16). ¡La luz de Cristo está siempre presente! Ustedes la gustan a diario. Y a partir de esos susurros, de esas “cosas pequeñas[,] proceden las grandes” (D. y C. 64:33).

“…por el poder del Espíritu Santo podréis conocer la verdad de todas las cosas” (Moroni 10:5).

¿Pueden pensar en alguien del Libro de Mormón que haya visto un ángel y haya creído? Probablemente estén pensando en Alma, hijo. El ángel se les apareció a él y a los hijos de Mosíah y “…descendió como en una nube; y les habló como con voz de trueno…” (Mosíah 27:11). Ya conocen el resto de la historia, el arrepentimiento de Alma y su ministerio subsiguiente.

Para Alma, ¿fue ver para creer? ¡No! ¿Por qué? Porque Alma todavía debía ejercer su albedrío al aprender por el estudio y por la fe y aún no había orado para conocer la verdad. El ver no es un atajo a la fe o a un testimonio, como se evidencia en los muchos ejemplos que acabo de mencionar. El propio Alma describe cómo recibió su testimonio, y no lo atribuye a la aparición de un ángel. De hecho, no hay en absoluto ninguna mención del ángel en su testimonio:

“Y esto no es todo. ¿No suponéis que sé de estas cosas yo mismo? He aquí, os testifico que yo sé que estas cosas de que he hablado son verdaderas. Y ¿cómo suponéis que yo sé de su certeza?

“He aquí, os digo que el Santo Espíritu de Dios [la luz] me las hace saber. He aquí, he ayunado y orado muchos días para poder saber estas cosas por mí mismo. Y ahora sé por mí mismo que son verdaderas; porque el Señor Dios me las ha manifestado por su Santo Espíritu; y éste es el espíritu de revelación que está en mí” (Alma 5:45–46; cursiva agregada).

Un “llamado de atención” o un cambio en la conducta a corto plazo pueden resultar de las influencias externas hacia adentro, a través de los cinco sentidos, pero siempre son de corta duración, como lo fue con Lamán y Lemuel. Un testimonio perdurable sólo puede venir de adentro hacia afuera, a medida que uno aprende por el estudio y por la fe, con el Espíritu Santo plantando el Evangelio “en su mente y [escribiéndolo] en sus corazones” (Jeremías 31:33). Es por eso que los nefitas, a pesar de haber visto, oído y tocado al Salvador en el momento de Su visita a ellos, además de haber probado y olido el pan y el vino que Él proporcionó en forma milagrosa, (véase 3 Nefi 20:3–9), aun así, “…oraron por lo que más deseaban; y su deseo era que les fuese dado el Espíritu Santo” (3 Nefi 19:9).

Hace algunos años, un misionero mayor compartió la siguiente historia conmigo. Le sucedió a él cuando era un joven en los años sesenta y también ilustra que es sólo a través del estudio y la oración que el Espíritu Santo nos da testimonio de la verdad.

“Vivía solo en Provo, Utah, en un pequeño apartamento cerca del centro de la ciudad. Trabajaba como vendedor en una pequeña tienda de muebles en Provo y fue durante el fin de semana largo que rodea a las vacaciones de Año Nuevo cuando se produjo este incidente.

“Tuvimos un fin de semana largo de vacaciones. Era el jueves 31 de diciembre, víspera de Año Nuevo. Se nos había dado asueto en el trabajo desde el jueves hasta el domingo y yo estaba en mi apartamento sin ningún plan de celebración. Estaba preparando mi cena, esperando que se cociera en el horno, y quería algo para leer. Como no tenía nada en el apartamento, me fui al de al lado para preguntarles a los jóvenes que vivían allí (estudiantes de BYU) si tenían algo para prestarme, esperando que tuvieran alguna revista de pesca y cacería, o algo de ese estilo. Me dijeron que no tenían revistas pero que tenían un libro que quizás me gustaría leer, y me entregaron una copia del Libro de Mormón.

“Si bien yo había oído hablar de la Iglesia Mormona (¿y quién no en Utah?), no estaba familiarizado con el libro. Les agradecí y me lo llevé a mi departamento. Durante la cena lo hojeé y comencé a leerlo. Admito que sólo recorrí con la mirada varias partes, tratando de descubrir la trama. Había nombres y lugares que nunca había escuchado antes y no logré sentirme interesado. Así que, después de la cena, tomé el libro y volví con un ‘No, gracias’.

“‘¿Oraste acerca del libro?’, me preguntó un joven. ‘¿Orar acerca de él?’, respondí. ‘Yo sólo quería algo para leer, no algo acerca de lo cual orar’. Esto comenzó una conversación muy interesante acerca del contenido del Libro de Mormón. Me dijeron que era un libro de Escrituras, un libro acerca del cual si primero oraba al respecto y luego lo leía con un verdadero deseo de saber si era verdad o no, que Dios me revelaría la verdad de él por el poder del Espíritu Santo.

“Yo había sido criado católico y aunque no estaba activo en ese momento, me aferraba a mi condición de miembro de la Iglesia Católica bien fuerte, porque era todo lo que alguna vez había conocido. Las únicas oraciones que había hecho alguna vez eran el Padre Nuestro, el Ave María y la lectura de mi misal, algo que no había hecho en mucho, mucho tiempo. Y ahora, unos jóvenes me pedían que orara a un Dios al que realmente no conocía y que le pidiera que me dijera si el libro era verdadero o no. Bueno, ¿por qué no?, no tenía nada más para hacer y ese iba a ser un fin de semana muy largo. Me llevé el libro a casa, abrí una botella de cerveza, encendí un cigarrillo y me arrodillé a pedirle a Dios que me dijera si ese libro era verdadero. Entonces comencé a leer: ‘Yo, Nefi, nací de buenos padres’.

“Los nombres y los lugares eran los mismos que había leído sólo un par de horas antes; la única diferencia esta vez fue una ‘suspensión de la incredulidad’ que mágicamente me sobrevino. ¡Yo estaba literalmente en el libro! Podía ver a Nefi; podía ver a sus hermanos, y me enfurecía cuando lo maltrataban. ¡Me gustaba Nefi! Alenté a los buenos y me sentí apenado por los malos. Leí durante horas; no podía dejar el libro. Cuando finalmente miré mi reloj, eran casi las cinco de la mañana. Me deseé un feliz Año Nuevo a mí mismo y me fui a dormir.

“Me desperté a las 8:30 e instintivamente tomé el libro. Y esa es la manera en que continuó todo el fin de semana. Como le sucedió al hermano Parley P. Pratt, el pensar en comida era una molestia, no quería que nada me molestara. Descolgué el auricular del teléfono y leí todo el día, con sólo interrupciones ocasionales para comer unos bocadillos rápidos. Al igual que en la primera noche, finalmente me di cuenta que era de madrugada; dormí un par de horas, tomé el libro y continué con mi maratón autoimpuesta. Finalmente, a alrededor de las cinco de la mañana del lunes, terminé el libro y me quedé dormido, agotado.

“Justo antes de la Navidad de ese año, había vendido una gran alfombra a un cliente del área de American Fork. Se trataba de un tipo especial de alfombra y mi jefe quería que supervisara su colocación. Mi jefe era un ex obispo del área de Provo y me había hablado de la Iglesia en varias ocasiones, pero yo no estaba interesado. Él era un buen jefe, pero no me gustaba provocarlo porque tenía mal genio. Fue en ese lunes por la mañana, a las ocho, que se suponía que yo debía supervisar la instalación de la alfombra. El tiempo señalado llegó y yo no aparecí; se hicieron las nueve, y luego las diez.

“Finalmente, a alrededor de las 10:30, mi jefe, furioso, vino a mi apartamento, entró por la puerta listo para regañarme, me vio tumbado en el sofá con el Libro de Mormón sobre mi pecho y cambió de idea. Cerró la puerta silenciosamente y volvió a la tienda, confiando en que él podía comenzar la colocación de la alfombra. Justo después de las 11:30 me desperté (sin saber de la visita de mi jefe), mire el reloj y, por segunda vez en un período relativamente corto, hice otra oración. Me vestí rápidamente (creyendo que cuando llegara allí ya no tendría trabajo), subí a mi coche y conduje a toda prisa hasta el lugar del trabajo.

“Vi a mi jefe allí y me acerqué a él para disculparme. Él se volvió; una sonrisa apareció en su rostro y me preguntó: ‘¿Te gustó el libro?’. Al darme cuenta de lo que debió suceder, mi mente volvió al fin de semana anterior y con los ojos llenos de lágrimas le dije la única cosa que podía decir: ‘El libro es verdadero. El Libro de Mormón es la palabra de Dios’. Luego comencé a llorar, y él se acercó, colocó sus brazos a mi alrededor y me abrazó. Fui bautizado miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días el 22 de enero de 1965”.

Conocí a este buen hermano algunas décadas después de su conversión, mientras él cumplía una misión con su esposa en el centro de visitantes del Batallón Mormón en San Diego. El motivo por el que me gusta tanto esta historia es por el contraste en sus dos intentos de leer el Libro de Mormón. La primera vez que comenzó a leerlo, fue sin verdadera intención ni oración. En el segundo intento, con deseo y oración, fue una experiencia totalmente diferente.

Sólo hay una manera de saber si el Libro de Mormón y el Evangelio son verdaderos, y hace falta algo más que curiosidad y más que los cinco sentidos. Hace falta un uso sincero del albedrío y actuar de acuerdo con el deseo de saber:

“Y cuando recibáis estas cosas, quisiera exhortaros a que preguntéis a Dios el Eterno Padre, en el nombre de Cristo, si no son verdaderas estas cosas; y si pedís con un corazón sincero, con verdadera intención, teniendo fe en Cristo, él os manifestará la verdad de ellas por el poder del Espíritu Santo;

“y por el poder del Espíritu Santo podréis conocer la verdad de todas las cosas” (Moroni 10:4–5).

Esa promesa no se expresa en términos de “tal vez” o “quizás” o “acaso”. La promesa es: “él os manifestará la verdad de ellas por el poder del Espíritu Santo”.

Otro principio profundo que descubrimos en esta historia es que no tienen que leer todo el Libro de Mormón antes de recibir un testimonio. Para el hombre de la historia, él gustó la luz en la página uno. No necesitó comer toda la pizza antes de saber que era deliciosa. Para otras personas, puede tratarse más de un gusto adquirido a medida que la luz se hace más deliciosa con el tiempo. Eso parece ser lo que Alma dice en este versículo: “…sí, empieza a iluminar mi entendimiento; sí, empieza a ser deliciosa para mí” (Alma 32:28).

Su testimonio es más firme de lo que ustedes piensan

Al comienzo les pedí que le pusieran una puntuación a su testimonio en el espectro de la fe. Espero que hayan descubierto que su testimonio se encuentra mucho más avanzado de lo que imaginaban. Con el Espíritu Santo como su maestro, ustedes han estado obteniendo un conocimiento perfecto de muchos frutos del Evangelio y, línea por línea, su testimonio se ha fortalecido día a día.

Slide from a Powerpoint presentation given by Elder Lynn G. Robbins for May 3, 2015 CES Devotional.

Cuanto más uno aprende y vive el Evangelio, más luz recibe y en mayor medida el plan del Padre se convierte en el Evangelio del sentido común. Aprendemos, por nuestras propias experiencias, que el fruto del árbol de la vida es, en verdad, precioso y “lo más dulce, superior a todo cuanto [hemos] probado antes” y que llena nuestra alma “de un gozo inmenso” (1 Nefi 8:11–12). Lo amamos cada vez más a causa de las bendiciones, el gozo y el control que nos da de los resultados positivos en nuestra vida y la esperanza de felicidad sin fin como familias eternas.

Doy mi testimonio de que yo sé, y sé que sé, por el Espíritu Santo, que el Libro de Mormón es la palabra de Dios. Es dulce y precioso de saborear. Me encanta y atesoro su sabor. Doy mi testimonio de que Jesucristo es el Hijo de Dios y que fue crucificado y sufrió por los pecados del mundo. Él es nuestro Salvador y continúa liderando y guiando Su Iglesia y reino aquí sobre la tierra a través de profetas y apóstoles vivientes. Doy testimonio de Su nombre y de estas verdades en el sagrado nombre de Jesucristo. Amén.

Notas

  1. Véase “Buscar conocimiento por la fe”, por el élder David A. Bednar, Liahona, septiembre de 2007.

  2. Véase Wordsense.eu Dictionary, “conscientia”, www.wordsense.eu/conscientia/.

  3. Proverbio africano

  4. Joseph Smith, en History of the Church, Tomo VI, página 428.

  5. Brigham Young, Discourses of Brigham Young, sel. John A. Widtsoe, [1954, pág. 433.

  6. Dieter F. Uchtdorf, “Cómo recibir un testimonio de luz y verdad”,Liahona, noviembre de 2014, pág. 22.

  7. Joseph Smith, en History of the Church, tomo II, pág. 8.

  8. La Guía para el Estudio de las Escrituras, Fe.