Devocionales de Navidad
“Venid, adoremos”


11:38

“Venid, adoremos”

Devocional de Navidad de 2023 de la Primera Presidencia

Domingo, 3 de diciembre de 2023

Mis queridos hermanos y hermanas, qué gozo es comenzar otra temporada navideña en la que conmemoramos el nacimiento de nuestro Salvador y Redentor, el Señor Jesucristo.

Cada vez que nace un niño es un acontecimiento sagrado. Miren la reacción de uno de nuestros bisnietos cuando carga a su hermanito por primera vez.

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¡No es de extrañar que en esa noche tan santa hace más de 2000 años, cerca del pueblito de Belén, huestes celestiales cantaran gozosas! Un ángel les enseñó a los pastores esta magnífica verdad:

“He aquí os doy nuevas de gran gozo, que serán para todo el pueblo;

“que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor”1.

Y ahora, mis queridos hermanos y hermanas: “Venid, adoremos”2.

Como para muchos de ustedes, la Navidad ha cambiado para mí con el paso de los años. Mis recuerdos de la infancia tienen como telón de fondo la Gran Depresión de la década de 1930. El dinero escaseaba. Los regalos eran particularmente preciados.

Mis padres hacían magia de Navidad para mí y mis hermanos. Cada año nos convertíamos en una familia “sustituta de Papá Noel” para otra familia. Preparábamos regalos adecuados y se los llevábamos en la víspera de Navidad. Cuando nos alejábamos de su casa y nos despedían con los rostros bañados de lágrimas, sentíamos el verdadero gozo de dar.

En aquel entonces me encantaba la música de Navidad, igual que ahora. Cada año, a la hermana Nelson y a mí nos encanta escuchar y cantar El Mesías de Händel. Me encanta el significado hebreo de la palabra aleluya. Literalmente significa “alabad al Señor Dios, Jehová”3. Las palabras que se cantan en este oratorio no solo se aplican al nacimiento del Señor, sino también a Su reino milenario:

Porque un niño nos es nacido,

hijo nos es dado;

y el principado estará sobre su hombro;

y se llamará su nombre Admirable, Consejero,

Dios fuerte,

Padre eterno,

Príncipe de paz.4

Fue durante los años de mi juventud que adquirí un profundo testimonio de Dios el Padre y de Su Hijo Amado, Jesucristo. He llegado a saber por mí mismo que Jesucristo nació de la Virgen María, quien era “un vaso precioso y escogido”5. Sé que Él realmente es el Hijo de Dios6 y la figura central de toda la historia de la humanidad.

¡Piensen en la incomprensible magnitud de lo que logró Jesucristo, todo de acuerdo con la voluntad de Su Padre! Jesús ya era un Dios cuando condescendió a venir a la tierra para completar la hazaña más decisiva por cada uno de nosotros. Una hazaña que literalmente salvaría y cambiaría vidas. Una hazaña que ninguno de nosotros podría hacer por sí mismo.

El Salvador “sufri[ó] dolores, aflicciones y tentaciones de todas clases”7, a fin de que, “según la carne sepa cómo socorrer[nos] […], de acuerdo con [nuestras] debilidades”8.

Durante los últimos meses, he aprendido mucho más sobre el dolor y su influencia refinadora. Mi corazón se ha entregado a nuestro Salvador al intentar imaginar el alcance de Su sufrimiento. ¡Mi mente mortal sencillamente no puede comprender cómo Él tomó sobre Sí todos los dolores, todos los pecados, toda la angustia y todas las aflicciones de todos los que hayan vivido!

En el acto más supremo de compasión que desafía la comprensión o descripción humana, el Salvador se sometió a una agonía espiritual y física sin precedentes.

Veneramos al Niño de Belén precisamente porque Él más adelante ofreció el sacrificio incomprensible e infinito en el Jardín de Getsemaní y en la cruz del Calvario. Esta ofrenda nos redime cuando decidimos arrepentirnos y seguirlo a Él. Luego, como Su acto supremo en la tierra, se levantó de la tumba al tercer día, y nos concedió a cada uno de nosotros la bendición sin precedentes de la Resurrección y la vida después de la muerte.

En esta época, a menudo cantamos o deseamos con alegría: “Feliz Navidad”. Mis queridos hermanos y hermanas, el deseo de mi corazón para cada uno de ustedes esta noche tiene varios componentes. En realidad, no es mi deseo para ustedes; es mi oración por ustedes en esta época sagrada de Navidad.

Primero, ruego que sientan el amor profundo y eterno que nuestro Salvador tiene por ustedes personalmente. Jesucristo los ha conocido desde el reino preterrenal. Él los conoce y los ve ahora. Él sabe de sus gozos y sus pesares; Él ha experimentado cada uno de ellos.

Él tiene una compasión perfecta por sus dificultades y se regocija cada vez que siguen adelante en rectitud, durante los buenos y los malos momentos.

Ruego que obtengan su propio testimonio de que Jesucristo es el Hijo de Dios, que Él está lleno del poder de la divinidad, y que, gracias a Su gran sacrificio, nunca tendrán que sentir que deben afrontar las difíciles pruebas de la vida solos. A medida que pidan, busquen y llamen con sinceridad9, tendrán acceso constante a Su poder para ayudarlos, fortalecerlos y sanarlos10.

Ruego que puedan aprovechar al máximo la Expiación del Salvador al arrepentirse a diario, al hacer que su vida sea cada vez más pura y al buscar guía celestial en todo lo que hagan. En otras palabras, ruego que experimenten el gozo de siempre pensar de manera celestial.

También ruego que usen esta temporada navideña para empezar una época de una mayor adoración personal. Comiencen de nuevo a estudiar las enseñanzas y la Expiación de Jesucristo. Nadie en esta tierra los ama como Él los ama. Nadie los entiende mejor ni realmente conoce más sus pesares y debilidades. Nadie en la tierra tiene el poder que tiene Jesucristo. Nadie aquí está más deseoso de que lleguen a ser todo lo que pueden llegar a ser. Nadie ruega al Padre por ustedes como Él lo hace.

El Señor Jesucristo es nuestro Salvador y Redentor. Él es el Hijo de Dios, el Santo de Israel. Él es el Ungido11. Bajo la dirección del Padre, Él es el Creador de todo lo que ha sido creado12. Jesucristo fue el Gran Jehová, el Dios del Antiguo Testamento13. Él es el Emanuel prometido14. Él es nuestro gran Ejemplo15 y nuestro Abogado ante el Padre16. Gracias a Su Evangelio restaurado, todas las bendiciones de Su sacerdocio están disponibles para todos los seres humanos, si vienen a Él y se perfeccionan en Él.

Hermanos y hermanas, vivamos con el espíritu de “Aleluya”, siempre alabando al Señor Dios Jehová. En esta gloriosa temporada de Navidad, ¡venid y adoremos a Cristo Jesús!

¡Sé que Dios vive! ¡Jesús es el Cristo! Esta es Su Iglesia. Él dirige la Restauración continua de Su Evangelio. De ello testifico en el sagrado nombre de Jesucristo. Amén.