Y Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida
Una velada con el élder Gerrit W. Gong
Discurso dirigido a los educadores religiosos del SEI • 17 de febrero de 2017 • Tabernáculo de Salt Lake
Queridos hermanos y hermanas, es un privilegio especial reunirnos esta noche. Gracias a muchos de ustedes por sus amables mensajes de amor y de aliento. Al hablar de Cristo, regocijarnos en Cristo1 y aprender de Cristo, ruego que nos acerquemos más a Él en reverencia.
Familiares y cónyuges, es un honor estar con ustedes. Si el plural de “esposo” o “esposa” fuera “especia”, entonces el plural de “esposos” sería “especias”. Los cónyuges son las especias de nuestra vida; se levantan temprano, se quedan hasta tarde y viven con fe en cada paso. Gracias por todo lo que son y hacen.
La asignación para participar en una velada con una Autoridad General se recibe mediante una carta firmada por el presidente Thomas S. Monson, el presidente Henry B. Eyring y el presidente Dieter F. Uchtdorf. Siento el amor de nuestra Primera Presidencia por cada uno de ustedes cuando ellos piden que el Señor bendiga e inspire nuestros esfuerzos esta noche.
Cuando recibí esta asignación, invité al élder Kim B. Clark y al hermano Chad Webb a que me enseñaran acerca de ustedes: nuestros maestros de Seminario e Instituto, misioneros y empleados del SEI de todo el mundo.
Supe que 45 731 maestros y misioneros de Seminario e Instituto que han recibido un llamamiento enseñan en 133 países: 34 527 de ustedes sirven fuera de Estados Unidos y 11 204 en Estados Unidos. En conjunto, contribuyen 20 807 605 horas de servicio en el Evangelio cada año. ¡Gracias!
Supe que 2 878 empleados de Seminarios e Institutos de Religión sirven en 129 países: 1 849 de ustedes en Estados Unidos y 1 029 fuera de Estados Unidos. Sirven fielmente en países que literalmente van de la A (Albania) a la Z (Zambia), con Botswana, Bulgaria, Hungría, Lituania y Mozambique, entre otros, entremedio. ¡Gracias!
Algunos de ustedes han enseñado durante muchos años. Por ejemplo, a la hermana Enid May, de Columbia Británica, se la acaba de relevar después de enseñar Seminario durante 35 años. La hermana May enseñó a nueve de sus diez hijos, a dos de sus nietos y a su actual obispo. Ella dijo que oró para que su vehículo funcionara cada año. El último día en que enseñó Seminario, mientras retrocedía en la entrada de su casa, la transmisión del auto finalmente dejó de funcionar.
Otros de ustedes recién comienzan a enseñar. Por ejemplo, la hermana Jang Dongran, de Corea, y la hermana Johanna Mercader, de la República Dominicana, quienes empezaron a enseñar este año después de ser miembros de la Iglesia por solo seis semanas.
La hermana Margaret Masai, de Kenia, comenzó a enseñar Seminario solo unas semanas después de unirse a la Iglesia. Ella dice modestamente que sus alumnos, muchos nacidos en la Iglesia, le enseñaron y ayudaron a establecer un fundamento del Evangelio que ha bendecido sus diecisiete años de enseñanza en Seminario.
Ustedes enseñan y sirven en todo clima, bajo toda condición, con alumnos de todas las circunstancias, en clases grandes y pequeñas.
El hermano Benjamin Hadfield enseña en el Polo Norte, Alaska, y la hermana Lorena Tossen enseña en Ushuaia, cerca de la Antártida, donde está el Polo Sur.
Los miércoles, en el Instituto universitario de Salt Lake, el hermano Jared Halverson enseña a casi 400 alumnos. Le pregunté cómo lo hace y él dijo: “Enseño al grupo, pero me comunico con las personas, un texto a la vez”.
En Polonia, la hermana Dagmara Martyniuk, una joven adulta soltera, se levanta temprano para trabajar en la panadería y después se queda levantada hasta tarde para enseñar Instituto.
La clase de Seminario de la hermana Mayra Flores Aguilar, en Honduras, comienza a las 5:00 de la mañana; y la clase de Instituto del hermano Reuben Adrover, en San Juan, Argentina, comienza a las 10:00 de la noche.
Ustedes también enseñan y administran clases de enseñanza primaria y secundaria en México, Kiribati, Fidji, Tonga y Samoa.
Gracias a ustedes, más jóvenes y jóvenes adultos están leyendo las Escrituras y las palabras de los profetas vivientes que nunca antes.
Gracias a ustedes, más jóvenes están aprendiendo a adquirir conocimiento espiritual y a responder sus propias preguntas al entender la doctrina.
Y gracias a ustedes, los cursos fundamentales de nuestras escuelas e institutos de la Iglesia están acercando a los alumnos a Jesucristo, la principal piedra del ángulo.
Nuevamente, admiramos quiénes son y cómo sirven. Dondequiera que estén, cualesquiera sean sus circunstancias, gracias por reunirse esta noche con corazones y mentes abiertas, ya sea como uno, dos o más, en Su nombre2.
En una ocasión, después de una larga asignación juntos, cuando estábamos por aterrizar en el aeropuerto de Salt Lake, con expectativa, el presidente Boyd K. Packer dijo: “Gerrit, mi esposa, Donna, en este momento está poniendo el pan en el horno; el pan estará fresco y caliente cuando llegue a casa”.
¿Pueden imaginarse o recordar un pan delicioso? ¿Lo pueden oler, fresco y caliente? ¿Sienten su sabor, tal vez un poco dulce, un poco salado?
El pan es un alimento básico universal; la gente de todas las edades y en toda circunstancia ha comido pan. Por supuesto, con nuestro grupo mundial, el pan viene en todos los tamaños, formas e ingredientes, incluso con diferentes nombres.
Quizás porque toda la gente de todas partes entiende y depende del pan, nuestro Salvador declaró: “Yo soy el pan de vida”3.
En este mundo, entre espinas y cardos, comemos pan con el sudor de nuestro rostro, al igual que Adán y Eva. El albedrío moral viene con opciones reales; el crecimiento espiritual proviene de desafíos reales. Pero nuestro Salvador no nos deja ver solo los palos y las piedras, los límites y la escasez de este mundo; Él nos bendice con maná, el pan de cada día, Su promesa en la Santa Cena de poder tener vida, esperanza, gozo, y que los tengamos en abundancia4.
Nuestro Señor declara:
“Yo, el Señor, extendí los cielos y formé la tierra, hechura de mis propias manos; y todas las cosas que en ellos hay son mías.
“Y es mi propósito abastecer a mis santos, porque todas las cosas son mías…
“Porque la tierra está llena, y hay suficiente y de sobra”5.
En otras palabras, el Suyo no es un mundo de palos y piedras, es un mundo de panes y peces.
¿Recuerdan cómo Jesús alimentó a la multitud con unos pocos panes y peces? Miremos e imaginemos que estuvimos allí.
[Video]
Jesús: “Mirad la multitud”.
Discípulo 1: “El lugar es desierto y la hora ya muy entrada. Despídelos para que vayan a las aldeas y compren para sí pan, porque no tienen qué comer”.
Jesús: “Dadles de comer vosotros”.
Discípulo 2: “¿Quieres que vayamos y compremos pan por doscientos denarios y les demos de comer?”.
Jesús: “¿Cuántos panes tenéis?”.
Discípulo 1: “Cinco, y dos peces”.
Jesús: “Traédmelos acá. Dividid a la gente en grupos de cincuenta para poder alimentarlos… Oh, Padre, Señor del cielo y de la tierra, gracias por tu generosidad. Amén”6.
[Fin del video]
Cuatro relatos del Nuevo Testamento7 describen a nuestro Salvador alimentando a una multitud de 5 000 personas. Dos relatos adicionales del Nuevo Testamento describen8, en otra ocasión, a nuestro Salvador alimentando a una multitud de 4 000 personas. Esas grandes multitudes parecen incluir hombres con mujeres, y además niños9.
A veces decimos que Dios está en los detalles. Hace poco, combiné los detalles de las Escrituras de Mateo, Marcos, Lucas y Juan, y las notas de la Biblia en una sola narración bíblica textual.
Por favor, inviten al Espíritu Santo a abrir nuestro entendimiento mientras estudiamos los relatos bíblicos y los principios del Evangelio en el ejemplo de nuestro Salvador.
Nuestro ruego es que un mayor aprecio por el ministerio de nuestro Salvador nos acerque a nosotros, a nuestra familia y a nuestros alumnos más a Él.
Este es nuestro pasaje de las Escrituras combinado:
“Y los apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y lo que habían enseñado.
“Y él les dijo: Venid vosotros aparte a un lugar desierto, y reposad un poco. Porque eran muchos los que iban y venían, de modo que ni aun tenían oportunidad de comer…
“Pero muchos los vieron ir y le reconocieron; y concurrieron allá muchos a pie desde las ciudades, y llegaron antes que ellos y se reunieron con él.
“Y saliendo Jesús, vio una gran multitud y tuvo compasión de ellos, porque eran como ovejas que no tenían pastor”10.
“… y él los recibió, y les hablaba del reino de Dios y sanaba a los que tenían necesidad de ser sanados”11.
“Y cuando anochecía, se acercaron a él sus discípulos, diciendo: El lugar es desierto y la hora es ya pasada; despide a la multitud”12 “para que vayan a los campos y las aldeas de alrededor y compren para sí pan, porque no tienen qué comer”13.
“Y Jesús les dijo: No tienen necesidad de irse; dadles vosotros de comer”14.
“Y le dijeron: ¿Quieres que vayamos y compremos pan por doscientos denarios y les demos de comer?”15.
“Uno de sus discípulos, Andrés, hermano de Simón Pedro, le dijo:
“Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos pescados; pero, ¿qué es esto para tantos?”16.
“Y él les dijo: Traédmelos acá”17.
“Y les mandó que hiciesen recostar a todos por grupos sobre la hierba verde”18. “Y había mucha hierba en aquel lugar”19. “Y se recostaron por grupos, de ciento en ciento, y de cincuenta en cincuenta”20.
“Y tomando los cinco panes y los dos pescados, mirando al cielo, los bendijo, y los partió”21, “y habiendo dado gracias”22, “dio los panes a los discípulos, y los discípulos a la gente”23 “y repartió entre todos los dos peces”24 “cuantos querían”25.
“Y comieron todos”26, “… y se saciaron”27.
“Y cuando se saciaron, dijo a sus discípulos: Recoged lo que ha quedado, para que no se pierda nada”28.
“… y recogieron lo que sobró”29 “y llenaron doce cestas de pedazos de los cinco panes de cebada”30 “y… de los peces”31 “que les sobraron a los que habían comido”32.
“Y los que comieron fueron como cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños” 33.
“Y después que los hubo despedido, se fue al monte a orar”34.
“Entonces aquellos hombres, cuando vieron el milagro que Jesús había hecho, dijeron: Verdaderamente este es el profeta que había de venir al mundo”35.
¿Qué notaron, sintieron o aprendieron de Jesucristo alimentándonos a cada uno de nosotros, y a todos nosotros, con cinco panes y dos peces pequeños? ¿Eran los panes como el maná, dulces como el culantro y la miel?36. ¿Y cómo nos alimentaron, y saciaron, a todos, dos pequeños peces?
Las siguientes son nueve cosas que noto y siento; quizás puedan ayudar a cada uno de nosotros a entender mejor a nuestro Salvador, acercarnos más a Él e invitarnos a ser más como Él.
Tema 1: Nuestro Salvador tiene compasión.
Muchos de los milagros de nuestro Salvador comienzan con Su comprensión y compasión. Él conoce nuestro corazón y circunstancias; está lleno de compasión por nuestras esperanzas y nuestros dolores, nuestros deseos y nuestras necesidades.
Habían sido momentos muy difíciles; Juan el Bautista había sido decapitado; se había traído su cabeza en un plato, la promesa de un apenado rey a la hija bailarina de una madre maliciosa. Nuestro Salvador y Sus discípulos se habían ido a un lugar apartado a descansar; sin embargo, ¿qué siente nuestro Salvador al ver a una gran multitud? Él “tuvo compasión de ellos”37. Los recibe, les enseña, los sana y, de una manera muy práctica, sabe que “no tienen qué comer”38.
A lo largo de Su ministerio, nuestro Salvador siente compasión: compasión por el leproso39, compasión por el hijo del hombre poseído por un espíritu inmundo40, compasión por una madre viuda cuyo único hijo ha muerto41. Nuestro Salvador nos enseña a ser como el buen samaritano que tuvo compasión por el hombre herido y dejado por muerto42.
Del mismo modo, el padre del hijo pródigo tuvo compasión y corrió a su hijo cuando este “aún estaba lejos”43. Es interesante que, hablando del pan, cuando el hijo pródigo “[volvió] en sí”, reconoce: “¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan…!”44.
Nuestro Salvador comienza con compasión y concluye con amable bondad.
Los relatos del Evangelio en inglés dicen que después de que Jesús alimentó a la multitud, les mandó que se fueran. Sin embargo, en la nota de pie de página de Marcos, se aclara que Él “despedía a la multitud”45. ¿No oyen a Jesús despedir en forma compasiva a la gente mientras se van después de haberlos alimentado?
Tema 2: Nuestro Salvador comienza con lo que ellos tienen.
Con el deseo de alimentar a la multitud, nuestro Salvador comienza preguntando a Sus discípulos lo que tienen. Él es el Creador del mundo, el Señor del cielo y de la tierra, pero comienza con lo que ellos tienen, desde donde están.
“Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos pescados…46.
Nuestro Salvador comienza con lo que ellos tienen: “Traédmelos acá”47.
¿Alguna vez se miran a ustedes mismos, lo que tienen que enseñar o a quienes tienen que enseñar y se preguntan cómo lo que tienen puede ser suficiente? Quizás, como los discípulos, vemos los pocos panes y peces pequeños y nos maravillamos: “… pero, ¿qué es esto para tantos?”48.
Como maestros, invitamos a cada alumno a contribuir en la clase. Algunos ofrecen más, otros menos. Como alumnos y maestros (ya que somos ambos), comenzamos con lo que tenemos, con lo que somos ahora. Él entonces puede magnificarnos y multiplicar nuestros esfuerzos. El principio de crecer desde donde estemos refleja la verdad que se encuentra en el Libro de Mormón de que somos salvos por Su gracia “después de hacer cuanto podamos”49.
Él sonríe cuando traemos lo que tenemos y lo que somos, y venimos a Él.
Tema 3: Nuestro Salvador procede de manera ordenada.
¿Alguna vez han estado atrapados en una gran multitud que empuja, atropella y trata de agarrar algo? Yo sí. La gente que estaba adelante no se preocupaba por la gente que estaba atrás. Yo tenía miedo de que si alguien se caía, sería pisoteado.
En cambio, nuestro Salvador “les mandó [a los discípulos] que hiciesen recostar a todos por grupos”50. Esos grupos estaban organizados a su vez “por grupos, de ciento en ciento… de cincuenta en cincuenta”51.
En la Iglesia hablamos de una compañía de pioneros; de una compañía que va a adorar al templo. Para nosotros, la palabra compañía denota un grupo ordenado con un propósito mayor compartido.
Aunque se dice que es un lugar desierto, nuestro Señor no hace que la multitud se siente en la tierra descubierta y polvorienta. Él hace que los grupos se sienten “sobre la hierba verde”52. Él escogió un sitio donde “había mucha hierba en aquel lugar”53.
Tema 4: Nuestro Salvador expresa gratitud.
Tomó los panes y los peces, y “mirando al cielo, los bendijo, y los partió”54.
El Creador del cielo y de la tierra, el mismo Rey de reyes, da gracias antes de dividir los panes y los peces y multiplicarlos entre todos ellos, [dándoles] “cuanto querían” comer55.
Tema 5: Nuestro Salvador alimenta a los discípulos y hace que ellos alimenten a la multitud.
Eso es orden, pero es más que orden. Es fortalecer a los pastores para que los pastores puedan fortalecer a las ovejas. Es enseñar a los maestros para que los maestros puedan enseñar a los alumnos. Es un patrón divino en la Biblia, en el Libro de Mormón y en Su Iglesia restaurada: “… y dio los panes a los discípulos, y los discípulos a la gente”56.
Es el gran don de dar y recibir espiritualmente. Saber que enseñaremos nos ayuda a aprender. Al enseñar a otras personas para que aprendan, aprendemos a enseñar. Nuestro ejemplo al aprender y enseñar ayuda a nuestros alumnos a saber que ellos también pueden aprender y enseñar.
Tema 6: Nuestro Salvador alimenta a los 5 000 y a cada uno al mismo tiempo.
De manera milagrosa, los panes y los peces se dividen y se multiplican para cada persona en la multitud: “Y comieron todos”57, y “se saciaron”58.
Ese es un milagro que procuramos los maestros: enseñar a toda la clase y a cada persona de la clase. Eso requiere ocuparse de los 5 000 y de cada persona; insta a tratar las preocupaciones generales y las necesidades individuales; y, más allá del equilibrio, invita el milagro espiritual de que aquello con lo que empezamos llegará a ser suficiente.
Tema 7: Nuestro Salvador se asegura de que nada se pierda.
“Y cuando se saciaron, dijo a sus discípulos: Recoged lo que ha quedado, para que no se pierda nada”59.
Parte de empezar con gratitud por lo que tenemos es asegurarse de que nada se pierda cuando concluimos. La economía del cielo no desperdicia; se hace uso de todo al principio, no se deja que nada se pierda al final.
El élder Richard G. Scott compartió la forma en que podemos registrar las impresiones y saber si todavía hay más60. Ese proceso repetitivo de pedir, recibir, registrar, meditar, obedecer y preguntar si hay más refleja la declaración de nuestro Salvador de “os será añadido”61.
Y hay más. Al describirse a sí mismo como el pan de vida, nuestro Salvador señala: “Y esta es la voluntad del Padre que me envió: Que todo lo que me ha dado no lo pierda”62. El conserva a quienes el Padre le ha dado, para que ninguno se pierda. Como maestros, misioneros, empleados, hacemos todo en nuestra fe y poder para mantener a quienes se nos han confiado a nuestro cuidado, para que ninguno se pierda.
Tema 8: Con nuestro Salvador, terminamos con más de lo que comenzamos.
Asegurándose con gratitud de que nada se perdiese, los discípulos se dieron cuenta de otro milagro: “… y recogieron lo que sobró”63 “y llenaron doce cestas de pedazos de los cinco panes de cebada”64 “y… de los peces”65 “que les sobraron a los que habían comido”66.
Un milagro de multiplicación espiritual es que, con nuestro Salvador, terminamos con más de lo que comenzamos. Terminamos con más amor, más aprendizaje, más inspiración, más bondad que cuando comenzamos. Enseñar llenos del Espíritu vuelve como el pan con el agua, como los panes y los peces, con más de lo que comenzamos.
Resumamos nuestro análisis hasta ahora:
Nuestro Salvador entiende nuestro corazón y circunstancias. Él siente compasión y nos bendice y llena en todos los sentidos.
Comienza desde donde estamos, con lo que tenemos, incluso aceptando los pocos panes y peces de un muchacho.
Procede de una manera ordenada.
Es agradecido; mira al cielo antes de bendecir y partir.
Comparte primero con los discípulos, y les pide a ellos que den a la gente.
Sabe cómo cuidar y enseñar a los 5 000 y a cada uno al mismo tiempo.
Recoge con gratitud lo que tenemos, para que nada se pierda.
Nos ayuda a entender que hemos terminado con más de lo que comenzamos.
Y hay más. Alimentar a la multitud no es ni la primera ni la última vez que nuestro Salvador usa pan y peces para enseñar y testificar de Su abundancia.
Así, nuestro noveno y último tema es:
Tema 9: Para aquellos que tienen ojos para ver y oídos para oír, nuestro Salvador enseña y testifica de la abundancia de la Santa Cena.
“Entonces aquellos hombres, cuando vieron el milagro que Jesús había hecho, dijeron: Verdaderamente este es el profeta que había de venir al mundo”67.
Más tarde, refiriéndose específicamente a los panes y a los peces, nuestro Salvador pregunta a Sus discípulos:
“¿Y no recordáis?
“Cuando partí los cinco panes entre cinco mil, ¿cuántas cestas llenas de pedazos recogisteis? Y ellos dijeron: Doce.
“Y cuando repartí los siete panes entre cuatro mil, ¿cuántas cestas llenas de pedazos recogisteis? Y ellos dijeron: Siete”68.
Para repetir: El Suyo es un mundo de panes y peces, de abundancia.
A la mujer del pozo, con un significado particular en una tierra árida, nuestro Salvador se declara a sí mismo el agua viva. Jesús le dijo: “… el que bebiere del agua que yo le daré no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que brote para vida eterna”69.
A los que le preguntan a Jesús: “Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Pan del cielo les dio a comer”70, Jesús responde: “… mi Padre… da el verdadero pan del cielo”71; “Yo soy el pan de vida”72; “El que cree en mí tiene vida eterna”73.
No hay nada más básico, más esencial ni más universal que el pan y el agua. ¿Qué recibimos cuando el pan de vida y el agua viva se unen? Por supuesto, recibimos la Santa Cena.
Al final de Su ministerio mortal, en un modelo que los discípulos habían visto antes, nuestro Salvador “tomó el pan, y habiendo dado gracias, lo partió y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí”74.
Al comienzo de Su ministerio como ser resucitado, mostrando nuevamente un patrón familiar, nuestro Salvador instituyó la Santa Cena entre los nefitas, Sus otras ovejas:
Manda a Sus discípulos que traigan pan y vino.
Hace que la multitud se siente en el suelo.
Toma el pan, lo parte y lo bendice.
Les da a los discípulos y les manda que lo coman.
Y cuando los discípulos han comido y están llenos, manda a los discípulos que den a la multitud.
La multitud come y se llena75.
Más tarde, nuestro Señor administra nuevamente la Santa Cena entre los nefitas, esta vez proveyendo milagrosamente el pan y el vino:
“Ahora bien, [no había] pan ni vino;
“pero verdaderamente les dio de comer pan y de beber vino también”76.
Promete que los que comieron del pan y del vino para su alma, “nunca tendrá hambre ni sed, sino que será llena”77.
De hecho, “cuando toda la multitud hubo comido y bebido, he aquí, fueron llenos del Espíritu”78.
Ese es el cumplimiento de la gran promesa de la Santa Cena a hombres y a mujeres de todas las épocas, de todas las circunstancia, a cada uno de nosotros cuyas vidas dependen del pan y del agua: “… bienaventurados son todos los que padecen hambre y sed de rectitud, porque ellos serán llenos del Espíritu Santo”79.
Hermanos y hermanas, ¡gracias por ser alumnos y maestros notables en un mundo espiritualmente hambriento y sediento! ¡Gracias por hacer que cada lección, cada interacción con los alumnos sea como un fiesta espiritual de panes y de peces!
Hermanos y hermanas, he sentido una fuente de agua viva rebosar dentro de mí con una plenitud de amor por mi Salvador.
Hace poco, al tener el privilegio de repartir el pan y el agua, sentí el gran amor de nuestro Salvador por aquellos que recibían esos emblemas sagrados. También sentí una gratitud inmensa hacia nuestro Salvador por haber instituido la ordenanza de la Santa Cena.
En ocasiones, al reflexionar (incluso en el día de reposo), siento una aprobación serena de que estoy haciendo todo lo que puedo en este momento. Más a menudo, siento esperanza y ánimo de que puedo “[venir] a Cristo, y [perfeccionarme] en él”80, a pesar de mis limitaciones.
Espero que cada uno vea el pan y los peces, y el pan y el agua, de manera diferente81.
Espero que encuentren regocijo, aventura e inspiración en el entretejido de los relatos bíblicos, los principios del Evangelio y las palabras de los profetas y apóstoles vivientes a medida que cumplan con su sagrada responsabilidad de ayudar a nuestros alumnos a conocer mejor a nuestro Salvador y a venir reverentemente a Él.
Espero que recuerden que “de Jehová es la tierra y su plenitud”82. El Suyo es un mundo de panes y peces. Su promesa en la Santa Cena es que haya en abundancia y de sobra.
Testifico, con agradecimiento, de Dios, nuestro Padre Eterno; de Su Santo Hijo, nuestro Salvador Jesucristo; y del Espíritu Santo. Testifico, con agradecimiento, de las verdades restauradas y de la sucesión ininterrumpida de la autoridad del sacerdocio desde el profeta José hasta el presidente Thomas S. Monson en la actualidad; de las Sagradas Escrituras y del consuelo, la guía y el gozo que recibimos al tener Su Espíritu con nosotros cuando lo recordamos siempre a Él.
Sin importar donde estén, sin importar sus circunstancias, sin importar sus alegrías y desafíos, espero que hayan sentido en nuestra noche juntos lo mucho que el Señor y Su Iglesia los aman. Él los ama; nosotros los amamos. En el sagrado y santo nombre de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Amén.
© 2017 por Intellectual Reserve, Inc. Todos los derechos reservados. Aprobación del inglés: 12/16. Aprobación de la traducción: 12/16. Traducción de “And Jesus Said unto Them: I Am the Bread of Life.” Spanish. PD60002379 002