Transmisiones anuales
“Sobre todo”


“Sobre todo”

Transmisión vía satélite de la capacitación para el Sistema Educativo de la Iglesia • 12 de junio de 2019 • Auditorio de la planta baja del edificio de las Oficinas Generales de la Iglesia

Primero, me gustaría agradecer a cada uno por sus esfuerzos por hacer del Salvador el centro de su estudio y enseñanza del Evangelio. Al observar las clases y verlos a ustedes y a sus alumnos reconocer Sus títulos y funciones, estudiar Sus características y atributos y aprender de Su ejemplo perfecto1, he sentido la gratitud del Padre Celestial por estar ustedes testificando de Su Hijo Amado. A medida que han seguido el consejo del élder Clark de ayudar a sus alumnos a aprender a conocerlo y a aprender de Él2, he visto un aumento del Espíritu Santo en su enseñanza y sus invitaciones. Como me dijo recientemente una maestra: “Poner a Jesús en el centro de mi enseñanza ha traído el gozo de vuelta a mi salón de clase”. Los aliento a continuar buscando la inspiración sobre cómo hacer esto de manera más eficaz cada día.

Hoy me gustaría invitarlos a ampliar sus esfuerzos por ayudar a los alumnos a ver al Salvador, no solo en su estudio de las Escrituras, sino también en ustedes, a medida que se esfuerzan por emular Su ejemplo y Su amor. Tal vez recuerden esta reflexión del presidente Boyd K. Packer que me parece conmovedora y asombrosa en sus implicaciones:

“Los atributos que he tenido el privilegio de reconocer en ustedes, hermanos y hermanas, [a lo largo de los] años, no son ni más ni menos que la imagen del Maestro de maestros que se ve reflejada en ustedes. Pienso que al grado que se desempeñen de acuerdo con el desafío y asignación que tienen, la imagen de Cristo efectivamente se graba sobre sus rostros. A efectos prácticos, en ese salón de clase, en ese momento, en esa situación y con esa inspiración, ustedes son Él y Él es ustedes”3.

De los extensos atributos del Salvador, el que parece proporcionar tanto la motivación como el fundamento para todos los demás es Su amor perfecto: Su amor por Su Padre Celestial y Su amor por cada uno de nosotros.

El apóstol Pablo escribió: “Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y todo conocimiento, y si tuviese toda la fe… y no tengo caridad, nada soy”4. A un grupo de maestros de Seminario e Instituto, Pablo podría haberles dicho: “Aunque tengo el don del carisma y entiendo lo fundamental de la enseñanza y el aprendizaje y toda la pedagogía, y aunque tengo muy buenas lecciones prácticas, si no tengo caridad, nada soy”. Por favor, no usen esa declaración como una excusa para no trabajar arduamente para ser un maestro muy hábil. Sino recuerden que si oramos para obtener entendimiento, conocimiento e incluso fe, si no tenemos caridad, seremos como “metal que resuena o címbalo que retiñe”5.

“La caridad es sufrida, es benigna”

El apóstol Pablo también escribió: “La caridad es sufrida, es benigna”6.

Un ejemplo de la bondad del Salvador se encuentra en Lucas 19. Zaqueo, un publicano, se había vuelto rico en su servicio a los romanos, pero era odiado por los judíos, quienes se sentían traicionados porque él recaudaba impuestos. Un día, Zaqueo procuró ver a Jesús, pero no pudo hacerlo porque era pequeño de estatura y no pudo abrirse paso entre la multitud, que no estuvo dispuesta a ayudarlo. Así fue como Zaqueo corrió hacia el lugar por donde Jesús caminaba y trepó a un árbol sicómoro para verlo pasar.

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Zaqueo en un árbol.

Las Escrituras indican: “Y cuando Jesús llegó a aquel lugar, mirando hacia arriba, le vio y le dijo: Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que me aloje en tu casa.

“Entonces él descendió aprisa y le recibió gozoso”7.

¿Pueden imaginarse lo que significó para Zaqueo ser visto y lo hizo la invitación del Salvador por alguien tan acostumbrado a ser excluido? Ese pequeño acto de bondad debe haber marcado una gran diferencia.

Nuestros alumnos necesitan nuestra longanimidad y bondad. La mala conducta, las interrupciones y las malas actitudes pueden, a veces, dificultar la enseñanza; pero, en esos momentos, les insto a mirar más allá de la conducta y ver a la persona. Por favor, hagan una pausa lo suficientemente larga como para preguntar: “¿Qué otra cosa podría estar causando esa conducta o esa actitud?”.

Como enseñó el élder Holland: “Y si los chicos son indiferentes, quizá no les puedan enseñar todavía, pero pueden amarlos. Y si los aman hoy, quizá les puedan enseñar mañana.

“… nada de esto depende de ellos. Podemos amarlos de principio a fin, y habrá milagros”8.

Pero, ¿cómo lo hacemos, en especial cuando algunos parecen más difíciles de amar? El élder Holland también nos ayudó con eso cuando dijo: “Pueden comenzar al amar a Dios. Luego pedirle que les ayude a extender el amor de ustedes por Él a los demás que necesitan de su amor”9. Pueden “[pedir] al Padre con toda la energía de [sus] corazones, que [sean] llenos de este amor”10. Podemos orar para verlos como Él los ve. Podemos escuchar y tratar de entenderlos.; Como agregó el presidente Henry B. Eyring: “Sírvanles; busquen cosas pequeñas que puedan hacer por ellos. Paguen el precio del servicio y Dios lo honrará. Les hago esa promesa. No se preocupen si sus alumnos no son siempre encantadores; hagan algo por ellos y poco a poco les irán pareciendo más adorables. Será un don de Dios”11.

A todos ustedes que asisten a las presentaciones musicales y eventos deportivos de sus alumnos o encuentran maneras más sutiles de servirles, gracias. Incluso si ellos no los ven, sentirán que el amor de ustedes se incrementa porque el Señor los bendecirá a ustedes con caridad porque les prestaron servicio a ellos12.

Otro ejemplo de la bondad del Salvador se encuentra en el capítulo 5 de Marcos.

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Jesús sana a la mujer con flujo de sangre

Piensen por un momento lo que hizo Jesús por la mujer que padecía de flujo de sangre. Él hizo mucho más que sanarla físicamente. Ella debe haber estado exhausta por el dolor, el rechazo social y los problemas económicos. Entonces, cuando Jesús percibió que había salido virtud de Él, “miraba alrededor para ver a la que había hecho esto”13. La sanación física ya había tenido lugar. Jesús estaba en camino para satisfacer otra necesidad apremiante y, sin embargo, se detuvo. Él reconoció su fe y tiernamente se refirió a ella como “hija”14. El Salvador la vio a ella, no a su enfermedad. Vio a una persona que necesitaba ser amada y elevada, no un problema a resolver o una tarea a realizar15.

Cualquiera sea la tarea que deban realizar, la lección que deban preparar o enseñar, o el problema de disciplina que puedan encontrar, siempre es una oportunidad para elevar a las personas.

Y espero que nuestro amor se extienda a aquellos que actualmente no están inscritos o no asisten. Existen muchos como Zaqueo y como esta mujer, que esperan detrás de las multitudes. Así que sigan el ejemplo del Salvador y vayan a buscarlos16. Por favor, oren y deliberen en consejo mientras buscan inspiración sobre cómo podrían ayudar a más jóvenes a aprender acerca del Salvador y Sus enseñanzas. Los esfuerzos dedicados a la inscripción y a la finalización deben ser una prioridad y una pasión impulsora en nuestra obra de bendecir a los hijos de nuestro Padre Celestial.

“Sobre todo, vestíos, como con un manto, con el vínculo de la caridad”.

El Señor le dijo al profeta José Smith: “Sobre todo, vestíos, como con un manto, con el vínculo de la caridad, que es el vínculo de la perfección y de la paz”17. ¿Qué aspecto tendría estar vestidos con vínculos de caridad?

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mujer sorprendida en adulterio

En Juan 8, leemos acerca de una mujer que fue llevada al templo y presentada ante Jesús por los fariseos. Le dijeron al Salvador:

“Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo del adulterio;

“y en la ley, Moisés nos mandó apedrear a tales mujeres; tú, pues, ¿qué dices?”.

Jesús se inclinó y escribió en el suelo, como si no los hubiera oído. Cuando continuaron preguntando, Él se enderezó y dijo: “El que de entre vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella”. Y otra vez se inclinó y escribió en el suelo.

Cuando los fariseos comenzaron a sentirse acusados por su propia conciencia, se fueron uno por uno. Una vez que Jesús y la mujer quedaron solos, Él preguntó suavemente: “Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te ha condenado?

“Y ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más”18.

Al reflexionar en este suceso, ¿considerarán tres de las muchas lecciones que podemos aprender del ejemplo perfecto del Salvador?

Primero, la expiación de Jesucristo nos permite aprender de nuestros errores y, a través del arrepentimiento, no ser condenados por ellos. En nuestras clases hay alumnos que han cometido errores. Al enseñar de manera compasiva acerca de la voluntad de nuestro Padre Celestial de perdonar y del gozo del arrepentimiento17, ayudamos a los alumnos (y a nuestros hijos) a creer que la expiación del Salvador se aplica a ellos, porque así es.

Dicho sea de paso, este consejo también se aplica a nosotros de igual manera. Nosotros también necesitamos de la expiación del Salvador para ayudarnos a nosotros a ser perdonados y sanar. Entonces, al experimentar personalmente el gozo del arrepentimiento, podremos inspirar a nuestros alumnos a volverse al Salvador porque esa invitación vendrá de nuestro propio cambio de corazón.

Segundo, el amor es un gran motivador para ayudarnos a querer hacer lo correcto. El élder Dale G. Renlund dijo: “Ciertamente, el Salvador no aprobó el adulterio, pero tampoco condenó a la mujer, sino que la animó a reformar su vida. Ella se animó a cambiar gracias a la compasión y la misericordia de Él. La Traducción de José Smith de la Biblia da fe de su discipulado consiguiente: ‘Y la mujer glorificó a Dios desde aquella hora, y creyó en su nombre’ [Juan 8:11, nota c al pie de página]”20.

Como maestros, o como padres, podemos sentirnos tentados a refrenar las necesarias expresiones de amor porque nos preocupa que puedan confundirse con excusar el pecado o disculpar la mala conducta. Nuestros alumnos y nuestros hijos generalmente ya saben cómo nos sentimos con respecto al Señor y Sus mandamientos; lo que a menudo necesitan es la seguridad de que son amados y valorados. El amor y la esperanza que esta mujer debe haber sentido al ser bendecida por los “vínculos de la caridad” del Salvador es lo que esperamos que todos nuestros alumnos sientan al aprender acerca de Él y Su evangelio.

Tercero, el Salvador ama la doctrina del Padre, pero nunca la usó como un garrote. Los fariseos conocían bien la ley de Moisés e incluso recurrían a ella, citando tanto la ley como sus consecuencias. Pero el Dador de la ley mismo, cuya misión era “vendar a los quebrantados de corazón, [y] proclamar libertad a los cautivos”21, optó en cambio por mostrar misericordia. Protegió a la mujer de las manos y corazones acusadores de los fariseos, al tiempo que les proporcionó a ellos una necesaria introspección y conciencia de su propia necesidad de cambiar.

En ocasiones, tenemos alumnos y maestros que han usado la doctrina de una manera que invita a un espíritu de acusación y condenación. En lugar de alentar y edificar, este enfoque es degradante y puede incluso destruir. Seguir el ejemplo del Maestro es enseñar de una manera que brinde esperanza y sane el corazón quebrantado.

Además del pecado, los corazones quebrantados pueden deberse a diferentes circunstancias. Muchos alumnos provienen de situaciones difíciles, incluso traumáticas, que les hacen dudar de si son amados y valorados. Algunos luchan contra los desafíos con ansiedad o perfeccionismo, lo cual les hace escuchar la condenación en lugar de la esperanza. Otros sienten que no son queridos porque afrontan tentaciones o desafíos relacionados con la identidad sexual y se sienten atrapados y preocupados por no tener lugar o futuro en la Iglesia restaurada de Jesucristo.

Como maestros, debemos tratar de comprender cómo pueden ser estas experiencias para nuestros alumnos. Permítanme compartir con ustedes solo un ejemplo de la perspectiva de un exalumno explicando su experiencia en Seminario. Él dijo: “El mandamiento es amar a tu prójimo, pero parece que la gente piensa que es amar al prójimo a menos que la persona sea gay. El mensaje general es que eso es lo peor que existe. Me hace preguntarme cómo puedo tener autoestima y cómo puede amarme el Padre Celestial”.

Cualesquiera que sean los desafíos personales que los alumnos puedan enfrentar, necesitamos escuchar a fin de comprender y comunicar empatía y amor sinceros. Debemos crear salones de clase en los que las preguntas sean bienvenidas y los temas se analicen con respeto y comprensión. Debemos enseñar claramente la verdad y ayudar a cada alumno a reconocer su identidad eterna como hijo de Padres Celestiales amorosos22. Y debemos ayudar a los alumnos a saber que no están solos. El mostrar más amor y comprensión invitará al Espíritu Santo, aumentará el aprendizaje y sanará los corazones quebrantados23.

El presidente Dallin H. Oaks ha enseñado: “Tenemos el deber de ‘llevar las cargas los unos de los otros para que sean ligeras’ [Mosíah 18:8]. Si bien no podemos cambiar la doctrina del Señor, deseamos que nuestros miembros y nuestras normas sean considerados con los que luchan con los desafíos de la vida terrenal”. También dijo que “los esfuerzos de nuestros miembros por mostrar más comprensión, compasión y amor deberían aumentar el respeto y la comprensión… [y] reducir el odio y la contención tan comunes hoy en día… Ese es sin duda nuestro deseo, y buscamos la ayuda de nuestros miembros y otras personas para alcanzarlo”24.

Es fundamental que cada maestro entienda la doctrina, tenga conocimiento de lo que los profetas del Señor están diciendo actualmente sobre estos temas y sepa cómo responder de manera útil y compasiva25. Estamos muy comprometidos a progresar en esas áreas y proporcionaremos capacitación y recursos adicionales para ayudarlos.

Si hay momentos en los que ustedes o los alumnos dicen cosas que pueden hacer que alguien sienta que no es querido, ¿orarán por la fortaleza y la comprensión sobre cómo podrían ayudar a bajar las manos acusadoras? Ayuden a sus alumnos a recordar que cada uno de nosotros todavía está creciendo y necesita la misericordia del Salvador. Es Lucifer quien fue conocido como el Acusador, quien “[nos] acusaba delante de nuestro Dios día y noche”26. En comparación, las manos, los brazos y el amor del Señor aún están extendidos.

Otra característica de amor divino es el deseo de nuestro Padre Celestial para nosotros de llegar a ser como Él y de recibir todas las bendiciones que Él ha preparado para Sus hijos.

Nuestro Padre Celestial es un Dios de altas expectativas.

El élder D. Todd Christofferson dijo: “Nuestro Padre Celestial es un Dios de altas expectativas27. Él no se da por vencido con nosotros. Tiene paciencia con nosotros cuando vacilamos, tiene esperanza por nosotros a medida que mejoramos y soporta pacientemente mientras vamos creciendo. Una maestra que ama a sus alumnos también tiene altas expectativas y se preocupará más por su progreso eterno que por cómo salió hoy la clase o cuánto la quieren sus alumnos.

Jesús se interesó profundamente en el progreso de Sus seguidores.

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Jesús y Pedro caminando sobre el agua

Por ejemplo, Jesús vio en Pedro lo que este no podía ver en sí mismo. Invitó a Pedro a actuar con fe. Cuando Pedro vaciló, el Salvador lo elevó, centrándose siempre en quién llegaría a ser Pedro al final.

El tener altas expectativas inspirará a los alumnos a actuar con fe, permitiéndoles experimentar las bendiciones prometidas del Señor. El élder Neil L. Andersen enseñó que cuando lideramos y enseñamos sin amor y tenemos bajas expectativas, fomentamos las desviaciones. Las altas expectativas sin amor fomentan la rebelión. Gran amor pero bajas expectativas crean un sentimiento de fraternidad, pero poco progreso. Sin embargo, gran amor y altas expectativas crean milagros28. Ese es el tipo de amor que tiene el Salvador y el tipo de amor que debemos tener si hemos de marcar una diferencia en la vida de nuestros alumnos.

Cuando les pregunto a los alumnos de Seminario e Instituto de qué manera los ha bendecido el amor de su maestro, sus respuestas llegan rápidamente y están llenas de gratitud. Aquí hay algunos ejemplos recientes:

Una jovencita dijo: “Me encanta entrar a Seminario y ver a mi maestro feliz y sonriente. Ni siquiera sé cómo expresar con palabras cuánto ha hecho su amor por mí. Hace poco me hizo un cumplido y salí del edificio tratando de no llorar; me hizo muy feliz. Ese simple cumplido significó mucho para mí. Cada día estoy emocionada por ir a Seminario. Es el suceso más destacado de mi día. El amor de mi maestro por mí me ha enseñado a amar a todos los demás como hijos o hijas de Dios”.

Parafraseando a otro alumno: “Nuestra clase de hoy realmente me ha cambiado. Me armé de valor para hacer una pregunta difícil sobre la identidad sexual y mi maestra realmente escuchó y trató de entender lo que quería decir. Luego se tomó el tiempo para responder a mi pregunta. Lo que dijo realmente me abrió los ojos a algunas cosas que no había considerado antes”.

Y finalmente, un joven escribió: “Comencé este semestre con una mala actitud. No me importaban el Evangelio ni yo mismo, y estaba muy lejos de ser feliz. Les había dicho a mis padres que quería dejar Seminario. Luego fui a la clase y el maestro sabía mi nombre, aunque yo no había estado allí nunca. El espíritu en nuestra clase marcó el tono de todo el día y la vida mejoró un poco. Cambié mis hábitos, empecé a asistir más a la Iglesia, a leer las Escrituras y comencé a pensar. Debido a su amor por nosotros y por el Evangelio, y a la luz de Cristo que vi en él, me esforcé por obtener esa luz y ese amor. Voy a graduarme de Seminario, servir una misión y un día me casaré en el templo porque mi maestro invitó al Espíritu y enseñó con Él como compañero todos los días”.

Para terminar, me gustaría expresar mi gratitud por el Señor y por ustedes. Estoy agradecido por el amor inmediato y que todo lo abarca del Señor. Estoy agradecido por Su paciencia mientras me esfuerzo por aprender las lecciones de las que hemos hablado hoy. Su amor y compasión me hacen querer ser mejor y quiero que sepan cuánto los amamos. Reconocemos su servicio incansable para con los que ustedes enseñan y ayudan. Sabemos cuánto oran por ellos, cuánto sufren cuando ellos tienen problemas y cuánto se alegran cuando ellos tienen éxito. Sabemos que ustedes llevan sus propias cargas y confían diariamente en que el Señor les dará fortaleza para ustedes y para sus familias. Esperamos que sepan que oramos por ustedes y que los amamos.

Que puedan ayudar a cada alumno a conocer y amar al Salvador al ayudarlo a verlo a Él tanto en su estudio de las Escrituras como en ustedes mismos. Mi oración es que simplemente seamos bondadosos y veamos a las personas y no los problemas; que tendamos una mano para bendecir a aún más hijos de nuestro Padre Celestial; que bajemos las manos acusadoras y ayudemos a todos a sentir que tienen un lugar y un futuro en la Iglesia del Señor; que animemos a nuestros alumnos a seguir las enseñanzas del Salvador como discípulos de Jesucristo de toda la vida, aferrándose a la senda de los convenios a fin de que puedan recibir todas las bendiciones que nuestro Padre Celestial tiene para ellos. Que los ayudemos a sentir el amor de nuestro Padre Celestial y Su Hijo Jesucristo y a confiar en ese amor. Y que nunca olviden que “la imagen de Cristo efectivamente [puede] graba[rse] sobre sus rostros. A efectos prácticos, en ese salón de clase, en ese momento, en esa situación y con esa inspiración, ustedes son Él y Él es ustedes”29.

En el nombre de Jesucristo. Amén.

Notas

  1. Véase Chad H Webb, “Hablamos de Cristo, nos regocijamos en Cristo” (discurso dado en la transmisión de capacitación anual del Sistema Educativo de la Iglesia, 12 de junio de 2018).

  2. Véase Kim B. Clark, “Aprended de Mí” (Una velada con una Autoridad General, 26 de enero de 2018).

  3. Boyd K. Packer, “El maestro ideal” (discurso dado a los maestros de Seminario e Instituto el 28 de junio de 1962), págs. 5–6.

  4. 1 Corintios 13:2.

  5. 1 Corintios 13:1

  6. 1 Corintios 13:4.

  7. Lucas 19:5–6; véase Lucas 19:1–6.

  8. Jeffrey R. Holland, “Enseñar y aprender en la Iglesia”, Liahona, junio de 2007, pág. 70.

  9. Correspondencia personal.

  10. Moroni 7:48.

  11. Henry B. Eyring, “El Libro de Mormón cambiará sus vidas”, Liahona, febrero de 2004, pág. 18.

  12. Véase 1 Juan 4:19.

  13. Marcos 5:32, cursiva agregada.

  14. Marcos 5:34.

  15. “Nunca permitan que el problema que se tenga que resolver llegue a ser más importante que la persona a la que se tenga que amar” (Thomas S. Monson, “Encontrar gozo en el trayecto”, Liahona, noviembre de 2008, pág. 86).

  16. Véase Juan 9:1–38.

  17. Doctrina y Convenios 88:125, cursiva agregada.

  18. Juan 8:1–11.

  19. “Demasiadas personas consideran el arrepentimiento como un castigo; algo a evitarse excepto en las circunstancias más graves; pero es Satanás quien genera ese sentimiento de castigo. … trata de impedir que miremos hacia Jesucristo, que espera con los brazos abiertos, con la esperanza y disposición de sanarnos, perdonarnos, limpiarnos, fortalecernos, purificarnos y santificarnos…

    “Nada es más liberador, más ennoblecedor ni más crucial para nuestro progreso individual que centrarse con regularidad y a diario en el arrepentimiento. El arrepentimiento no es un suceso; es un proceso; es la clave de la felicidad y la paz interior. Cuando lo acompaña la fe, el arrepentimiento despeja el acceso al poder de la expiación de Jesucristo” (Russell M. Nelson, “Podemos actuar mejor y ser mejores”, Liahona, mayo de 2019, pág. 67).

  20. Dale G. Renlund, “Nuestro Buen Pastor”, Liahona, mayo de 2017, pág. 30.

  21. Isaías 61:1.

  22. Véase “La Familia: Una Proclamación para el Mundo”, Liahona, noviembre de 2017, pág. 145.

  23. Investigadores de la Universidad Brigham Young identificaron a docentes que obtenían puntajes muy altos en las preguntas de una encuesta, tanto en el fortalecimiento espiritual como en el enriquecerse intelectualmente. Pidieron a los profesores que compartan cosas específicas sobre cómo enseñaron a los alumnos y cómo interactuaron con ellos. Con lo que compartieron los docentes, los investigadores crearon una encuesta de 15 preguntas. Luego enviaron esa encuesta a un gran número de alumnos y les pidieron que indicaran qué comportamientos de los docentes tuvieron el mayor impacto en el fortalecimiento espiritual de ellos y en el enriquecerse intelectualmente. Según la encuesta, los alumnos respondieron que el factor número uno en estos resultados eran los maestros “demostrando que creían en el potencial de los alumnos”. El factor más significativo número seis era que los maestros “sentían y expresaban preocupación y empatía por los alumnos”. Para más información sobre esta encuesta, véase Alan L. Wilkins y A. Jane Birch, “Spiritually Strengthening and Intellectually Enlarging Faculty: What Students Want”, Perspective, Spring 2017, págs. 30–37.

  24. First Presidency Shares Messages from General Conference Leadership Session”, 4 de abril de 2019, mormonnewsroom.org.

  25. Véase Ronald A. Rasband, “Jesucristo es la respuesta” (Una velada con una Autoridad General, 8 de febrero de 2019); “Suicide—Instructions for Inservice Leaders”. El sitio web “Esperanza y ayuda” de la Iglesia ofrece recursos para ayudar a los maestros en una variedad de temas, entre los que se encuentran: abuso o maltrato, adicción, cómo superar la adicción a la pornografía, muerte, pesar y pérdida, discapacidades, divorcio, salud emocional y mental, ser mormón y gay, embarazo y ser soltero, y suicidio.

  26. Apocalipsis 12:10.

  27. D. Todd Christofferson, “Yo reprendo y disciplino a todos los que amo”, Liahona, mayo de 2011, pág. 97.

  28. Véase Neil L. Andersen, “La fe para encontrar y bautizar conversos” (Seminario para nuevos presidentes de misión, 25 de junio de 2016).

  29. Boyd K. Packer, “El maestro ideal”, pág. 6.

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