Devocionales de 2021
Valientes en el testimonio de Jesús


Valientes en el testimonio de Jesús

Devocional mundial de Seminarios e Institutos para jóvenes adultos, 2021

10 de enero de 2021

Queridos hermanos y hermanas escuchen este hermoso deseo para un año nuevo, cantado en español: “Una esperanza al mundo regocija, la luz de un nuevo día al fin nació”1.

A la hermana Gong y a mí nos sorprendió y preocupó cuando nuestra prueba de COVID-19 dio positivo. Les agradecemos sus mensajes y oraciones por nuestra recuperación plena. Aunque estuvimos aislados, no nos sentimos aislados. Ahora, la hermana Gong y yo oramos aún más por todos los que padecen las dificultades de la pandemia.

En el mundo, hay unos 1470 millones de adultos en edades de 18 a 30 años; y en nuestra Iglesia, 2,3 millones de adultos en esas edades viven en 180 países o territorios, en seis continentes. Ustedes leen el Libro de Mormón en 114 idiomas.

A la hermana Gong y a mí nos encanta reunirnos con ustedes, ya sea en Rexburg, Idaho; Manaos, Brasil; Bogotá, Colombia; y por todo el mundo2, en cada continente y circunstancia.

¿Sabían que ahora tenemos la Estaca Polo Norte, Alaska?

Hoy nos reunimos mediante la tecnología. Ruego que el Espíritu Santo nos una en la fe, les toque el corazón y les abra el camino en estos tiempos difíciles.

Queridos hermanos y hermanas, Dios vive. Por favor, vengan y sientan Su amor y poder para crecer y cambiar. Dejen que Él los sostenga “con brazos de seguridad”3, con Su certeza de que ustedes son suficiente y poseen una inmensa capacidad divina que pueden desarrollar a diario.

Hoy deseo extenderles tres invitaciones que me han inspirado a 1) profundizar mi relación con Dios, 2) cambiar el futuro ahora y 3) llegar a ser mejor. Ruego que estas invitaciones, en conjunto, fortalezcan su fe y los acerquen más a Dios y a sus allegados mientras hallan gozo continuo en Su senda de los convenios.

Primera invitación: el Padre Celestial, con un amor incluyente, promete: “Quedaos tranquilos, y sabed que yo soy Dios”4.

Me crie en la ciudad, pero me encanta ir de excursión por la montaña. Con mis amigos, explorábamos y escalábamos todo el día; luego, acampábamos junto a un lago solitario, bajo la bóveda celeste y arrullados por el viento.

Hace poco, la hermana Gong y yo viajamos hasta un sitio donde había una oscuridad tal, que pudimos ver la Vía Láctea. Era casi tan brillante como se ve en esta foto.

La Vía Láctea es objeto de mitos, asombro y misterio. En chino, Vía Láctea se dice “Tian He” (“río del cielo”). En Bielorrusia, Estonia y Finlandia la llaman “la vía de las aves”. Algunas personas la llaman el “Camino de Santiago”. En cheroqui, es “la senda por la que huyó el perro”; en hebreo, “el río de luz”5.

“En el principio creó Dios los cielos y la tierra […]. Y vio Dios que era bueno”6. Dios es sabio, poderoso y bueno. El propósito, la elegancia y la armonía de Sus creaciones testifican de Su amor infinito y Su plan de felicidad para nosotros. Alma testifica: “… todas las cosas indican que hay un Dios, sí, aun la tierra y todo cuanto hay sobre ella, sí, y su movimiento, sí, y también todos los planetas que se mueven en su orden regular testifican que hay un Creador Supremo”7.

Se requiere un esfuerzo consciente para calmarse y “queda[rse] tranquilo”. Se requiere receptividad y humildad espirituales para “sabe[r] que [Dios es] Dios”8. En ocasiones, el no ocuparnos de las cosas que importan menos nos ayuda a encontrar las que más importan.

Un modo importante de saber que Dios es Dios es reconocer Su influencia en las creaciones que hizo para alegrar el corazón. Nosotros cantamos:

Por la belleza terrenal,

por el cielo y su fulgor;

por la protección del mal

que nos das con tanto amor,

gratitud y gran loor

te rendimos, oh Señor9.

Otro modo de conocer a Dios es ver bondad y significado en las relaciones que manifiestan lo divino: en la ternura, las bendiciones inesperadas, la reconciliación, el perdón y el sacrificio.

El presidente Russell M. Nelson señaló recientemente que el arte, la literatura y la música nos pueden enriquecer10. Igual sucede con las ciencias, cuando se las comprende con fe.

Estas son dos vistas famosas del cielo nocturno.

De la ciencia, una imagen del telescopio Hubble nos recuerda que, tal como lo vieron Moisés y Abraham, las creaciones de Dios abarcan incontables galaxias, incluso en espacios donde el cielo nocturno parece estar vacío.

Del arte, Vincent van Gogh captó La noche estrellada en óleo sobre lienzo justo antes del amanecer. La reconstrucción astronómica del cielo de junio de 1889 sugiere que el lucero de la mañana de van Gogh es el planeta Venus. Las grandes obras de arte inspiran nuevas maneras de ver la bondad de Dios.

La bondad de Dios puede enriquecer nuestras almas. El bullicioso, congestionado y contaminado mundo de hoy nos hace difícil el “queda[rse] tranquilo” y “sabe[r] que [Dios es] Dios”11. No nos damos cuenta del ruido que hace el extractor de la cocina hasta que lo apagamos. La superficialidad, los espejismos y los laberintos seculares nos distraen y confunden. El miedo a perderse algo dejó de ser una novedad, pero nosotros aún seguimos pegados a nuestros dispositivos. Hay quienes creen que estar ocupados a tiempo completo con múltiples tareas nos da más importancia.

Enmarcamos la vida para que sea “Instaperfecta” para la próxima publicación en Instagram, aunque sabemos que “Instaperfecto” no es ni “instantáneo” ni “perfecto”. Nos preocupa que los filtros nuevos, que también son irreales, afecten la aprobación de la persona o las publicaciones.

En el documental El dilema de las redes sociales, los conocedores de la industria tecnológica nos advierten: “Si no pagas por el producto, el producto eres tú”. Algunos expertos temen ahora que las redes sociales dañen inesperadamente a la sociedad y al bienestar personal. Les preocupa que los algoritmos que se han diseñado para optimizar cómo se usan y comparten, y el beneficio económico de la publicidad también fomenten la desconfianza, la división y la depresión12. Y lo que quizás convenza más es que estos gurús de la tecnología protegen a sus familias del uso excesivo de las redes sociales.

Quedarse tranquilo y reflexivo no significa estar solos. Leonardo da Vinci dijo: “Mientras estás solo, estás por tu cuenta”13. El no trabajar tanto me despeja la mente y el corazón. Y así, la gratitud y su virtud gemela, la humildad, abren mis ojos y oídos espirituales a las evidencias de la generosa abundancia del Señor que nos rodea.

Un comentador del idioma hebreo explica que la expresión quedarse tranquilo puede significar “soltar”. Saber que yo soy Dios puede traducirse como “reconocer Su poder salvador en nuestras vidas”14. En otras palabras, “quedaos tranquilos, y sabed que yo soy Dios” es permitir que Dios prevalezca en nuestras vidas15.

El presidente Nelson nos enseñó: “Nada abre tanto los cielos como la combinación de mayor pureza, estricta obediencia, búsqueda diligente, el deleitarse a diario en las palabras de Cristo en el Libro de Mormón, y dedicar tiempo frecuente a la obra del templo y de historia familiar”16, una senda de los convenios hacia el gozo permanente.

Cuando vamos con más calma y buscamos con fe, nuestra perspectiva cambia. Cuando el élder Marion G. Romney era un joven misionero en Australia (luego sería Apóstol y miembro de la Primera Presidencia), un día de preparación se hallaba meditando Doctrina y Convenios 76.

“Cuando terminó de leer se sorprendió al darse cuenta de que era de noche […]. Miró a los cielos, donde la Cruz del Sur y otras estrellas brillaban con un esplendor inusual. Mientras contemplaba con asombro, le pareció que era llevado en el Espíritu más allá de esos astros para ver las cosas que había estado leyendo. De un modo milagroso, se le concedió saber que esas cosas no eran fábulas, sino realidades de la más profunda magnitud”17. Su biografía dice: “De allí en adelante, él tuvo una perspectiva eterna”18.

La perspectiva eterna nos servirá de ancla hoy en día. Se ha profetizado: “… todas las cosas estarán en conmoción”19. El Señor dice que Su voz se escucha en los terremotos, las tempestades, pestilencias y las olas del mar que se precipitan allende sus límites20. En estos tiempos, algunos llaman bueno a lo malo y malo a lo bueno21; otros dicen “comed, bebed y divertíos, porque mañana moriremos”22. Pero la luz y la verdad espirituales desechan las tinieblas de entre nosotros23.

El Señor nos reafirma: cálmense y estén tranquilos24, “permane[zcan] tranquilos, con la más completa seguridad, para ver la salvación de Dios y que se revele su brazo”25. Por favor, queridos hermanos y hermanas, “[q]uedaos tranquilos, y sabed que [Dios es] Dios26.

Ahora, nuestra segunda invitación: cultiven relaciones que cambien el futuro ahora.

Hace poco, tuve la oportunidad de agradecer a alguien a quien no conocía, pero que cambió mi futuro.

Se llama Melba Oakes (no está relacionada con el presidente Dallin H. Oaks).

Cuando Melba tenía 21 años, estaba recién casada y vivía en San Mateo, California. Melba se hizo amiga de una joven de 17 años recién conversa, llamada Jean.

Jean era la única de su familia que se había unido a la Iglesia y estaba lejos de su hogar estudiando bachillerato. Algunos familiares de Jean confiaban en que Jean iba a olvidarse de la Iglesia al hallarse en un lugar nuevo.

Pero Melba y otros miembros estuvieron allí para Jean en cosas pequeñas y sencillas. Cuando Jean se graduó de bachillerato, Melba estuvo presente. Melba aún conserva la invitación al matrimonio de Jean.

Jean se enamoró y se casó con un joven maravilloso, llamado Walter. De hecho, ellos se casaron tres veces: en una boda china, en una ceremonia estadounidense y al sellarse por esta vida y por la eternidad en el santo templo. Cuando se conocieron, Walter tenía un firme testimonio de Cristo, pero aún no conocía La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Así que Jean y otras personas le enseñaron el Evangelio restaurado. Él llegó a ser un miembro fiel y un patriarca en la Iglesia.

Como ya se imaginarán, al casarse Jean con Walter Gong, Jean pasó a llamarse Jean Gong: mi querida madre. En la actualidad, ella tiene 94 años. Melba Oakes tiene 98 años. Han sido amigas en el Evangelio durante 77 años.

Hace poco me enteré de que la hermana Melba Oakes vive en St. George, Utah. La llamé por teléfono para agradecerle que ella hubiera cambiado mi futuro y el de mi familia. Al ayudar a Jean Gong cuando era una conversa frágil, Melba Oakes bendijo a lo que actualmente son cuatro generaciones de la familia Gong de este lado del velo, y a 34 generaciones conocidas de la familia Gong del otro lado del velo, que se remontan hasta el Primer Dragón Gong, que nació en el año 837 d. C.

Lamentablemente, otras amigas de mi madre no siguieron en la Iglesia. Una de ellas la abandonó cuando algunos miembros de la Iglesia la excluyeron por motivo de su raza. Otra se fue apartando al considerar que tenía que elegir entre los amigos de la Iglesia y los no miembros. Y otra permitió que las presiones del mundo sembraran dudas acerca de las enseñanzas de la Iglesia. Claro está, que ustedes confrontan desafíos aún más intensos hoy en día.

Estoy eternamente agradecido a Melba Oakes y a todos los que ayudaron a mi madre cuando ella era nueva en el Evangelio. También rindo homenaje a mi madre. Ella se ha mantenido firme en su fe y valiente en su testimonio. Ella y mi padre decidieron permanecer fieles en la verdadera Iglesia de Dios, y lo lograron, a pesar de las presiones de la sociedad y de algunos miembros de la Iglesia con prejuicios raciales.

Hermanos y hermanas, en nuestro entorno hay otras Jean Gong y Melba Oakes: en nuestras residencias, nuestros trabajos, barrios y ramas, y en nuestros círculos y amistades. Nadie quiere sentir que es un proyecto. Todos buscamos socializar y tener oportunidades de contribuir. Todos necesitamos un lugar seguro donde podamos buscar y preguntar; un lugar seguro para aprender y vivir la doctrina del Evangelio y la cultura de la Iglesia. Deseamos que se nos vea como adultos y queremos ser responsables y aportar como adultos.

Queremos que la Iglesia sea un lugar donde no nos juzguemos, donde nos arrepintamos si alguien siente que lo estamos juzgando de un modo perjudicial. La directora de las obreras del Templo de Guadalajara, México, dice que el santo templo la inspira a “juzgar menos y amar más”. Ella tiene razón. Por favor, vengan tal como son. Los necesitamos. A medida que nos volvemos más compasivos e incluyentes, e invitamos a los demás a hacer lo mismo, nuestra comunidad del Evangelio se hace más abierta, vulnerable y atrayente. En cierto modo, todos llegamos a ser nuevos conversos, miembros que regresan, o recién llegados, buscando nuestro camino.

En las sociedades divididas, los discípulos de Jesucristo comparten una divinidad y humanidad común que supera cualquier diferencia. En los tiempos oscuros y, a veces, claustrofóbicos, los creyentes irradian Su luz y Su verdad liberadora. En tanto que hay hambre espiritual en la tierra27, nosotros nos gloriamos en Él como el agua viva y el pan de vida.

En un mundo reseco, sediento de una sonrisa, hambriento de un saludo, podemos redefinir nuestras zonas de confort. Siéntense al lado de una persona que esté sola. Incluyan, feliciten y den ánimo, en persona y en línea. Proporcionen el beneficio de la duda. Escuchen, vayan y estén disponibles. Ministren con un pensamiento o una Escritura oportunos. Perciban una lágrima o una sonrisa. Oren siempre.

Hoy ustedes me ayudan a mí. Mañana los ayudo yo. Estamos aquí el uno para el otro; es lo que hacen los amigos y la familia en el Evangelio.

Sé que muchos de ustedes son el único miembro o el único activo de su familia. Ustedes son valientes y fieles, pero a menudo es difícil. Aférrense fuerte a la barra de hierro, o como dijo un joven adulto en Manaos, Brasil: “Sientan el acero”. Tomen la determinación de que serán firmes e inamovibles, un eslabón fuerte en sus generaciones. Valdrá la pena.

No importa tanto si somos la primera o la sexta generación en la Iglesia, como que seamos valientes en nuestro testimonio de Jesucristo. Planten, nutran y protejan esa inestimable semilla de fe. Permítanle echar buenas raíces y florecer en ustedes y sus familias eternas.

Sean una Melba Oakes o una Jean Gong: cultiven relaciones hoy que cambien el futuro en uno, en cinco y hasta en setenta y siete años.

Esto nos lleva a nuestra tercera invitación: Lleguen a ser mejores al trabajar con el Señor de la cosecha y a Su lado.

Al aprender a trabajar con fe y diligencia, el Señor de la cosecha los bendecirá mediante la ley de la cosecha con “gozo en el fruto de [nuestras] labores”28. Al trabajar arduamente y con inteligencia, se abrirán oportunidades. A lo que algunos llaman suerte, nosotros llamamos bendiciones. Sabemos que la humilde oración y el empeño tenaz traen milagros en Su tiempo y a Su manera.

El libro de Gálatas en el Nuevo Testamento describe la ley de la cosecha como “todo lo que el hombre [o la mujer] siembre, eso también segará”29. “No nos cansemos, pues, de hacer el bien, porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos”30. Dicho de otra forma: cosechamos lo que plantamos: lo bueno es restaurado por lo bueno, así como la rectitud, la justicia y la misericordia31.

London y Luke Brockbank, fieles exmisioneros, recientemente sellados en el santo templo; dicen que aprendieron la ley de la cosecha trabajando con sus familias en la huerta desde pequeños.

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London: Bueno, nos levantábamos muy temprano, antes que las abejas y antes del calor del día, y sacábamos malas hierbas, sembrábamos plantas y fertilizábamos todo lo que podíamos para mantener cada fruto en su propia estación.

Lo que quiero decir es que a todo el mundo le gusta cosechar frutas —y comerse algunas mientras cosecha—, pero el deshierbar es lo más difícil porque se está arrodillada en el terreno, y después de un rato empieza a doler. Y tienes las manos sucias, las puntas de los dedos y las manos se manchan por estar deshierbando.

Élder Gong: Por eso es que dicen que tienes buenas manos para las plantas.

London: Sí, pero no es porque las plantas estén creciendo bien, sino porque has estado deshierbando.

Luke: London mencionó la clase de cosas básicas que tienes que hacer para cultivar un huerto; que hay que fertilizar y plantar. No puedes ir solo una vez por semana y esperar que todo esté yendo realmente bien.

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Élder Gong: Les pregunté a London y a Luke acerca de nuestro Salvador como la vid verdadera, que nos nutre espiritualmente32.

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London: Cuando cultivamos las plantas de la huerta, debemos fertilizarlas para que tengan los nutrientes apropiados para seguir creciendo. Es parecido a nuestros testimonios, porque no podemos vivir de una sola experiencia espiritual. Necesitamos renovarnos constantemente con nuevas experiencias. Es maravilloso recordar nuestras experiencias espirituales y reflexionar en ellas, pero cada vez necesitamos más.

Luke: Lo único en lo que podemos confiar cien por ciento es en el Salvador. Creo que es por eso que Él es en verdad la vid verdadera, porque siempre podemos confiar en Él. Y si nos esforzamos por alinear nuestra voluntad con la de Él como dije —que Él está en nosotros y nosotros en Él—, el Salvador es el único que puede de verdad llevarnos hacia adelante.

London: Amo al Salvador, y tengo un fuerte testimonio de Él y de lo que ha hecho por nosotros. En verdad se siente que Él es nuestro mejor amigo, como alguien que nunca va a abandonarte. Porque estoy segura de que todos hemos tenido buenos amigos que nos han abandonado con o sin previo aviso; y, de cualquier modo, no es una experiencia grata. Pero es tan maravilloso saber que el Salvador nunca lo hará, que Él siempre estará con nosotros y que Él está ahí para consolarnos y ayudarnos cuando lo necesitamos.

[End video transcript]

Élder Gong: Gracias, London y Luke. London, Luke y yo conversamos sobre la justicia y la misericordia en la ley de la cosecha. Segamos lo que sembramos. Pero Dios también añade Su misericordia a nuestros esfuerzos. El apóstol Pablo dice: “Yo planté, Apolos regó, pero Dios ha dado el crecimiento”33. Cuando Dios da el crecimiento, Él abre las ventanas de los cielos y derrama bendiciones hasta que sobreabunde34. Al verse con ojos espirituales, las tiernas misericordias del Señor suelen exceder generosamente lo que nuestro propio esfuerzo pueda merecer.

A veces la vida parece injusta, con momentos difíciles, sombríos y solitarios. Con deseos rectos y obediencia, podemos pensar que hemos hecho todo lo que se nos ha pedido y, sin embargo, las cosas no han salido como esperábamos; es difícil. Nos podemos sentir abatidos, disgustados e incluso hasta amargados. En esos momentos, por favor, recuerden, que de un modo que no entendemos, el “Hijo del Hombre ha descendido debajo de todo ello”35. Él entiende, porque Él ha estado allí36. “He aquí”, dice nuestro Salvador, “en las palmas de mis manos te tengo grabad[o]”37. Él promete: “… todas estas cosas te servirán de experiencia, y serán para tu bien”38.

Esperamos en el Señor con anticipación y a veces con ansiedad. Sus promesas son seguras: “… los que esperan en Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán las alas como águilas; correrán y no se cansarán; caminarán y no se fatigarán”39. “Por la noche durará el llanto, y a la mañana vendrá la alegría”40. “No hay pesares en la tierra que el cielo no pueda curar”41.

En Su tiempo y a Su manera, Dios compensará las injusticias, las penas y desilusiones. Para el que está dispuesto y es humilde, Su evangelio es uno de segundas y terceras oportunidades, hasta setenta veces siete42. Quienes guardan los mandamientos de Dios son y serán “bendecidos en todas las cosas”43.

En los inmensos sufrimientos y las necesidades de la humanidad en la actualidad, hallamos motivación y propósito divino para prestar servicio cristiano. Para nosotros, el amar a Dios y al prójimo significa oportunidades y responsabilidades del convenio. Una encuesta reciente de la Iglesia indica que los jóvenes adultos están reconociendo y abordando necesidades humanitarias urgentes en Europa, Centroamérica, Sudamérica, el Caribe, Asia, África, Norteamérica, el Pacífico y en casi cualquier otro lugar en el mundo. Ustedes y sus amigos, solo por mencionar unos cuantos:

  • están cosiendo mascarillas,

  • ayudan en centros de refugio para mujeres,

  • ayudan en las labores de limpieza y socorro por desastres naturales,

  • proporcionan alimentación para los niños,

  • edifican las comunidades locales y

  • entregan suministros a los bancos de alimentos44.

En esta pandemia de COVID-19, nuestros miembros, nuestros amigos y nuestra Iglesia están proporcionando nuestro más grande esfuerzo humanitario relacionado al COVID con 1031 proyectos en 151 países. Las personas necesitadas están recibiendo más de 28,4 millones de equipos de protección personal (EPP); 3,5 millones de alimentos; 1,8 millones de estuches de higiene y 1,07 millones de equipos y suministros médicos.

Hasta ahora, desde la granja hasta la mesa, más de 700 camiones con alimentos y otros artículos esenciales, han recorrido 2,5 millones de kilómetros desde el sistema de almacenes del obispo de la Iglesia hasta 380 bancos de alimentos, refugios para personas sin hogar y agencias caritativas. Pregunté qué es un camión típico de 18 ruedas. Normalmente, cada camión lleva 3264 latas de carne de res o pavo; 7488 latas de maíz, habichuelas o tomates cortados; 6528 latas de carne guisada, sopa o chile con carne; y 792 frascos de nuestra famosa —esta es mi favorita— mantequilla de maní producida por la Iglesia, todo lleno de nutrición, energía y buena voluntad.

Nuestros camiones también transportan frutas, legumbres y postres producidos o procesados en 19 granjas, 3 huertos frutales, 4 fábricas de enlatado, 1 lechería y 3 haciendas de ganado de la Iglesia. Probablemente, ustedes vivan en una comunidad en la que nuestra Iglesia se ha asociado con grupos locales para proporcionar alimentos y otros artículos esenciales.

La asistencia y la seguridad alimentarias a nivel mundial nos concierne. Las Naciones Unidas pronostican que las perturbaciones ocasionadas por el COVID-19 pueden llevar a otros 130 millones de personas al hambre crónica. Aunque solo es un comienzo, nuestras contribuciones humanitarias son continuas, necesarias y bien recibidas en regiones vulnerables como Somalia, Yemen, República Democrática del Congo, Haití y Zimbabue; y en regiones en conflicto como Siria, Yemen, Sudán del Sur, República Democrática del Congo y la región de Sáhel, en África, entre otras.

Los niños hambrientos necesitan alimentos. Junto con un socio humanitario, estamos entregando 30 millones de comidas a niños en escuelas en nueve países en desarrollo. Cada plato de comida contiene 482 calorías de granos, proteínas, verduras y frutas esenciales para la vida.

Como hemos visto, la Iglesia realiza donaciones humanitarias en el mundo y también proporciona un generoso sostén en Norteamérica y Sudamérica, así como en otras regiones donde viven muchos miembros de la Iglesia.

Los refugiados y los desplazados internos constituyen un enorme desafío humanitario. Nuestra Iglesia se halla en la primera línea de muchas crisis de refugiados. Junto con nuestros colaboradores, proporcionamos alimentos, artículos de higiene, agua y saneamiento, materiales de refugio, ropa, equipos de protección personal y apoyo educativo en Latinoamérica, Europa, África, Asia y el Oriente Medio.

Nos ajustamos a las necesidades locales y las satisfacemos. Respetamos las costumbres y la cultura locales. Por ejemplo, el devastador tsunami de 2004 en Indonesia causó la muerte o la desaparición de unas 228 000 personas. Nuestro ayuno mundial en la Iglesia ayudó a reconstruir mezquitas, comprar máquinas de coser para hacer ropas tradicionales necesarias y restablecer viviendas y escuelas. Los líderes islámicos nos dijeron: “Nosotros ayunamos, por lo que las donaciones provenientes del ayuno tienen un significado especial para nosotros. El ayuno y sacrificio de ustedes reflejan su fe y amor por Dios”.

Como discípulos de Jesucristo, el pertenecer al convenio de Dios y unos a otros nos invita a ser buenos y hacer el bien. Como saben, nuestra Iglesia brinda ayuda humanitaria sin distinción de raza, afiliación religiosa o nacionalidad. Nuestras actividades humanitarias no se utilizan para hacer proselitismo de nuestras creencias. Trabajamos con asociaciones de todas las religiones, o sin religión. Respondemos a necesidades inmediatas y a largo plazo. Permanecemos en el sitio mientras haya necesidad, que es mucho después de que las cámaras de las noticias se han marchado. Fomentamos la valía individual y la autosuficiencia. Percibimos las bendiciones del Padre Celestial al expresar nuestro amor por Dios haciendo lo que podemos por nuestros hermanos y hermanas —Sus hijos e hijas— en todas partes y de todas las formas posibles.

Hermanos y hermanas, a medida que aprenden, crecen y sirven, y al esforzarse por ser valientes en el testimonio de Jesucristo, sean pacientes y comprensivos con ustedes mismos. Con demasiada frecuencia somos muy duros con nosotros mismos. El Señor nos invita a venir tal y como somos, a hacer todas las cosas con “prudencia y orden”. Él no espera que corramos más aprisa de lo que nuestras fuerzas nos permitan, aun cuando seamos diligentes y valientes45.

A veces, podemos sentirnos menos necesarios o menos comprometidos si el Señor no nos ha pedido que hagamos “alguna gran cosa”46. Sin embargo, lo que el Señor más necesita es que permitamos que nuestra luz brille con intensidad cada día. Recuerden que Jesús es la vid verdadera. El crecimiento espiritual y la felicidad de ustedes es muy preciado para Él.

En resumen, al comenzar este nuevo año, los invito a recibir las bendiciones plenas de estas tres invitaciones:

  1. “Quedaos tranquilos, y sabed que [Dios es] Dios”47. Dejar que la bondad de Dios y Sus creaciones estimulen su imaginación, calmen y tranquilicen su corazón y testifiquen que Él espera listo para profundizar la relación personal con ustedes.

  2. Cambiar el futuro ahora. Nutran relaciones multigeneracionales que los bendigan a ustedes y a los que están a su alrededor en los años por venir.

  3. Confíen en el Señor de la cosecha para que les ayude a ser mejores. Al trabajar con Él y junto a Él en Su viña, el Señor de la cosecha nos hará crecer enormemente. Sus bendiciones son las de un gozo pleno48.

Tres acciones adicionales los ayudarán a fortalecer su fe y a ser valientes en su testimonio de Jesucristo.

  1. Poseer dignamente una recomendación vigente para el templo. Hagan esto, aun cuando el templo no esté abierto completamente. Hagan esto, aun cuando tengan que poner en orden algunos aspectos de sus vidas.

  2. Permitan que su obispo o presidente de rama conozca quiénes son y dónde se hallan. Si actualmente no tienen un llamamiento, podrían decir: “Obispo (o presidente de rama), cuando el Señor tenga un llamamiento para mí, yo estaré feliz de servir en nuestra Iglesia”.

    Todos necesitamos alas y raíces: un amplio círculo de amistades, así como un círculo más estrecho donde podamos servir regularmente junto con compañeros y líderes compasivos, entre ellos, un obispo que posea llaves.

  3. A medida que llamen, pidan y busquen, forjen un ambiente personal que nutra la fe y les ayude a guardar los mandamientos de Dios. Dios nos dio Sus mandamientos con amor, para protegernos y bendecirnos. Vivan dignamente para que el Espíritu Santo sea su compañero constante y los ayude a encontrar lo que más necesitan y ansían. No dejen que el mundo pretenda ofrecerles cosas que no puede darles.

Queridos hermanos y hermanas, Dios es nuestro Padre Eterno. Su Hijo Amado es nuestro Salvador Jesucristo. Las ordenanzas, los convenios y la doctrina eternos se hallan en Su Iglesia restaurada, que lleva Su nombre: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. La restauración de la plenitud del evangelio de Jesucristo sigue adelante, desde el profeta José Smith hasta el presidente Russell M. Nelson en la actualidad. El Libro de Mormón y las sagradas Escrituras testifican, al igual que yo, que Jesús es el Cristo.

Queridos amigos, ¡dejen que su luz alumbre!49. Continúen fieles a sus convenios y valientes en el testimonio de Jesucristo. Que Dios los envuelva con Su compasión y los bendiga en sus esperanzas y deseos rectos. Que hallen el pertenecer al convenio y el gozo en Su evangelio, en su lugar y espacio en Su Iglesia, la cual es nuestra Iglesia. En el sagrado y santo nombre de nuestro Salvador Jesucristo. Amén.

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