Elegir deseos justos
Devocional mundial para jóvenes adultos
Domingo, 3 de mayo de 2020
Mis amadas hermanas y hermanos, primero quiero agradecer a mi maravillosa esposa por los magníficos consejos dados. Gracias, Lynette.
Es una grandiosa bendición y oportunidad reunirnos con ustedes esta noche. Vivimos realmente en una época poco común, pero estoy convencido de que ustedes han nacido para esta época. No hace mucho, el presidente M. Russell Ballard dijo: “Creo que esta es la generación más grandiosa de jóvenes adultos en la historia de la Iglesia. Sinceramente siento que esto es verdad”1. Ustedes son una generación especial nacida para navegar en tiempos turbulentos y para preparar al mundo para la Segunda Venida de Jesucristo. Él los conoce muy bien y los ama.
Nuestra época
Esta noche, al venir a esta transmisión, nos dijeron que recibimos cientos de miles de tuits de preguntas sobre el Espíritu y sobre la revelación personal. Espero que cuando escuchen a mi esposa y a mí esta noche, podamos responder esas preguntas. Oro para que el Espíritu Santo, quien es el Maestro, pueda responder tanto a uno de ustedes como a muchos.
En las últimas semanas y meses, la comunidad mundial ha experimentado sufrimiento, incertidumbre, conmoción y desafíos inusuales. Estos son los días predichos desde la antigüedad, que culminarán en la gloriosa Segunda Venida de nuestro Salvador. Jesús mismo profetizó de estos días. Él dijo: “… también oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque ha de acontecer cuanto os dije […], hablo por el bien de mis escogidos; porque nación se levantará contra nación, y reino contra reino; habrá hambres, pestes y terremotos en diversos lugares […], el amor de muchos se enfriará […] tod[o] se cumplir[á]”2. Me gustaría compartir solo una perspectiva de todo esto. Es una lección de nuestra historia de la Iglesia.
Amanda Barnes Smith, su esposo, Warren, y sus cinco hijos eran nuevos conversos a la Iglesia cuando viajaron hacia Misuri. Se unieron a los santos en Haun’s Mill, justo unos días antes de que llegara un populacho y asesinara allí a muchos. Entre los que fueron asesinados se hallaban el esposo de Amanda y su hijo de diez años. Otros de sus niños resultó gravemente herido. Amanda recibió una revelación poderosa que le indicó cómo salvar a su hijo herido. En esa época de gran aflicción, ella escribió lo siguiente:
“En nuestra completa desolación, ¿qué otra cosa podíamos hacer nosotras, las mujeres, además de orar? La oración era nuestra única fuente de consuelo; nuestro Padre Celestial, nuestra única ayuda. Nadie, solo Él, podía salvarnos y librarnos.
“Un día, un miembro del populacho llegó desde el molino con un decreto del capitán. [Profiriendo maldiciones, gritó]: ‘El capitán dice que si ustedes, mujeres, no dejan de […] orar, ¡enviará a una cuadrilla y matará a cada […] una de ustedes!’.
“Y tendría que haberlo hecho, para que nosotras, unas pobres mujeres en la hora de nuestra mayor calamidad, dejásemos de orar.
“Nuestras oraciones fueron muy silenciosas por causa del miedo. No nos atrevíamos a que se escuchara nuestra voz de súplica en la casa. Podía orar en mi cama o en silencio, pero no podía vivir de esa manera por mucho tiempo. El silencio impío era más intolerable que lo que había sido la noche de la masacre.
“Ya no lo soportaba; anhelaba escuchar mi propia voz en oración a mi Padre Celestial.
“Me dirigí en secreto hasta un campo de maíz y me agazapé entre el maizal. Fue como el templo del Señor para mí en ese momento. Oré en voz alta y con todo fervor.
“Cuando salí del maizal, me habló una voz; era una voz tan clara como cualquier otra que jamás haya oído. No era una impresión silenciosa y potente del Espíritu, sino una voz, la cual repetía una estrofa del himno de los santos:
Al alma que anhele la paz que hay en mí,
no quiero, no puedo dejar en error;
yo lo sacaré de tinieblas a luz,
y siempre guardarlo con grande amor’3.
“A partir de ese momento, no tuve más temor. Sentía que nada podría herirme”4.
Esta época puede ser inquietante, pero sepan que lo que fue cierto para Amanda Barnes Smith lo es para ustedes. Sin importar los acontecimientos a su alrededor, ni las pruebas que deban soportar, Dios está al mando. Él no los abandonará, y ustedes no deben temer si son fieles y elevan sus voces a Él. Es de eso mismo que deseo hablarles esta noche.
Los lentes de mi esposa
Como dije, agradezco tener a mi esposa aquí esta noche. Ella lo es todo para mí. Nos conocimos hace muchos años en la escuela secundaria. Después de la graduación de la escuela, ella fue a la universidad Ricks College, en Rexburg, Idaho, y yo fui a BYU, en Provo. En nuestro primer año en la universidad, decidí un fin de semana conducir hasta Rexburg para ir a visitarla. Allí me enseñó una lección importante.
Ella no tenía auto y llevaba un tiempo sin poder conducir. Al salir de su apartamento, me preguntó si podría conducir mi auto. Le dije: “Claro”. Comenzamos a descender por una colina cerca de donde vivía. A mitad de camino, me preguntó: “¿Hay una señal de Pare [Stop] al final de esta vía?”. La señal era totalmente visible y le dije inmediatamente: “Sí, hay una señal de Pare”. Ella dijo: “Bien, eso pensé; es que simplemente no puedo verla”. Le pregunté: “¿Por qué no puedes verla?”. Y me dijo: “Porque no llevo puestos los lentes y sin ellos no veo mucho”. Y luego dije algo como: “¿Y por qué no estás usando tus lentes?”. “Porque no me gusta cómo me quedan, pero me olvidé de que no veo bien sin ellos”. Yo le dije: “Entonces, mejor me dejas conducir a mí”. La lección es sencilla: a menos que puedas ver con claridad, siempre estarás en peligro.
Y ahora les pregunto: “¿Qué tal van conduciendo por la vida?”. ¿Conducen sus vidas con los lentes necesarios para ver claramente la realidad de la vida? En la antigua ciudad de Laodicea, los santos no evidenciaban pecados visibles o llamativos, pero el Señor los reprendió por ser tibios en su discipulado. Se henchían de orgullo por sus logros y conocimientos, y se volvieron más engreídos e independientes de Dios. Aunque la ciudad era famosa por su pericia en cuanto al cuidado de los ojos, el Señor les dijo: “… unge tus ojos con colirio para que veas”5. La pregunta crítica para cada uno de nosotros es esta: “¿Veo mi vida a través de los cristales de las verdades, los mandamientos y los convenios de Dios o la veo solo con mis propios ojos? ¿Escucho a diario Su voz que recibo mediante la oración y la revelación personal del Espíritu o solo escucho mi propia voz y la voz de los sabios de este mundo que vociferan que las vías de Dios, e incluso, Sus profetas, están fuera de lugar, son aburridas, innecesarias, indiferentes e incluso, en el lenguaje del mundo: engañosas y odiosas?”.
José Smith dijo una vez: “El diablo hará su mayor esfuerzo por enredar a los santos […], puede transformar las cosas de tal manera que uno se sorprenda de los que están cumpliendo con la voluntad de Dios”. Sin la ayuda y las revelaciones de Dios, simplemente no podrán ver “las cosas como realmente son, y […] como realmente serán”6. El adversario busca que ustedes se sorprendan de los que están cumpliendo con la voluntad de Dios. Su intención es impedir que ustedes vean y entiendan la realidad, que no puedan ver que son hijos o hijas de Dios sumamente amados. Su deseo es legitimar al mundo; que ustedes rechacen a Dios o solo acudan parcialmente a Él; y en especial, que se definan a ustedes mismos, y a sus vidas, por las actividades políticas, culturales o mundanales, o por mera indiferencia.
Con frecuencia me he preguntado: “¿Qué hizo que Nefi llegara a ser creyente y no ser como Lamán o Lemuel?”. Los tres hermanos habían nacido de buenos padres. Una noche, escuché la respuesta a mi pregunta. Me hallaba en Bangkok, Tailandia, en una asignación con el presidente M. Russell Ballard, donde él citó este pasaje de las Escrituras:
“Y sucedió que yo, Nefi, siendo muy joven […] y teniendo grandes deseos de conocer los misterios de Dios, clamé por tanto al Señor; y he aquí que él me visitó y enterneció mi corazón, de modo que creí todas las palabras que mi padre había hablado; así que no me rebelé en contra de él como lo habían hecho mis hermanos”7.
Ahí estaba mi respuesta. Dios se manifiesta a Sí mismo de acuerdo con nuestros deseos. Nefi deseaba, más que cualquier otra cosa, conocer las verdades y los misterios de Dios y fue bendecido con la presencia, el gozo, el poder y la verdad de Dios. Lamán y Lemuel deseaban las banalidades del mundo, y recibieron su recompensa. Si ustedes desean estar con Dios, entonces tienen que unir sus deseos a la voluntad de Él.
El lugar y sobre qué coloquen los deseos de su corazón determinarán la forma en que recibirán poder, tanto para avanzar como para prevalecer en la vida. Por lo tanto, esta noche los invito a elegir enmarcar sus vidas en el deseo fundamental de llegar a convertirse y fortalecer a los demás. Recordarán lo que el Salvador le pidió a Su apóstol principal, Pedro, cuando le dijo: “Simón, Simón […], Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo; pero yo he rogado por ti, que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto, fortalece a tus hermanos”8.
El deseo de convertirse y de fortalecer a los demás
Nunca olvidaré la vez en que a mi esposa y a mí nos entrevistó un miembro de mayor antigüedad en el Cuórum de los Doce Apóstoles, para ver si estaba dispuesto a servir como presidente de misión. Mi esposa y yo estábamos muy ocupados con diversas cosas. Al momento de nuestra entrevista, nos hallábamos envueltos en una dinámica familiar muy complicada; participábamos en labores de ayuda humanitaria por todo el mundo que requerían mucho de nuestra atención y recursos, y era socio principal de una empresa de inversiones internacionales, sin mencionar todos los llamamientos de la Iglesia en los que estábamos trabajando. Yo creía que ya estábamos haciendo lo más que podíamos dentro de nuestras posibilidades. Al sentarnos ese día con ese amado Apóstol y al reflexionar en todas nuestras ocupaciones, ambos dijimos cortésmente que probablemente no era el mejor momento para que sirviéramos en una misión. Sin vacilación alguna, ese miembro de los Doce se volvió hacia mi esposa y le dijo: “Lynette, usted va a ser una gran misionera y compañera de su esposo”. Luego se dirigió a mí y me dijo: “¿Sabe? Usted realmente no lo entiende. El Señor lo está llamando para salvarle la vida. Vivirá ya sea por convenio o por conveniencia. Nunca hay un tiempo que sea conveniente para servir. Es una cuestión de fe. O cree que el Señor va a bendecirle con las bendiciones que necesita al obrar según las prioridades de Él o no lo cree”.
Me quedé sentado allí, asombrado. Me acababan de decir que el Señor estaba tratando de salvarme la vida. Estaba viviendo una buena vida en aquel entonces, pero me hallaba muy desequilibrado. Esa tarde, cuando Lynette y yo salimos de la oficina del Apóstol, fuimos a casa para considerar en oración cómo íbamos a vivir nuestra vida. Prontamente tomamos la decisión de servir al Señor y vivir por convenio, haciendo lo que fuera que el Señor nos pidiera. Una vida por convenio es mucho más equilibrada, vivida según las prioridades de Dios y no según las nuestras. Nuestra vida jamás ha vuelto a ser la misma desde entonces. Hemos sido completamente bendecidos por Su amor y Su guía. Y si algo sé es que esta misma bendición será de ustedes si permanecen fielmente en la senda de los convenios. Dios desea salvarles la vida.
¿Qué significa estar convertidos, vivir por convenio y no por conveniencia? Jesús dijo: “Mirad hacia mí en todo pensamiento”9. Como me dijo una vez un sabio maestro: “Él no dijo: ‘Piensen en mí de vez en cuando y mi Espíritu estará con vosotros’. Él dijo: ‘Y si os acordáis siempre de mí, tendréis mi Espíritu para que esté con vosotros’”10. Eso significa que al recordarle siempre, ustedes siempre tendrán el poder del cielo con ustedes para ayudarles diariamente en toda tarea pequeña y en los retos enormes que enfrenten; sin importar cuán sujetos estén. Eso abarca todos los temores, las adicciones, las inseguridades y cualquier obstáculo insuperable que tengan ante ustedes. Así que reflexionen ahora mismo cuál será la cosa más importante que deben hacer para recordarle a Él más plenamente, y actúen para lograrlo.
Mi mejor amigo de la infancia fue quien me presentó a mi esposa. Durante la secundaria, yo lo bauticé en la Iglesia, pero a él siempre le costó comprometerse plenamente a vivir el Evangelio, siempre se justificaba diciendo que él nunca hacía nada realmente malo, lo cual era cierto. Pero, una noche en una fiesta, él bebió demasiado y cayó accidentalmente por un barranco y murió. Él tenía la misma edad de muchos de ustedes. Esa tragedia nunca debió haber ocurrido si mi amigo hubiera guiado su vida por los convenios y no por la conveniencia.
¿Dónde trazan ustedes en sus vidas la raya divisoria con respecto a los mandamientos de Dios? Puede que algunos de ustedes vean sus vidas como la mayoría de nosotros obedece los límites de velocidad. ¿Piensa alguien en conducir ciñéndose a los límites de velocidad actuales? No, en cambio, deseamos saber cuánto podemos exceder el límite de velocidad sin que nos multen. Así es como mi amigo vivía su vida. En el Evangelio, jamás debemos pensar qué porción del mundo podemos aceptar sin cruzar la línea. Simplemente, debemos renunciar al mundo.
Solamente cuando tomen sobre ustedes los convenios de Dios, tendrán ojos para ver claramente por entre la confusión de este mundo. La Biblia enseña: “Pues este es el amor a Dios: Que guardemos sus mandamientos”11. Quienes viven por convenio no viven vidas perfectas para nada, sino que van refinando sus vidas mediante el arrepentimiento diario. Ese refinamiento les brinda acceso a las bendiciones más selectas de Dios y a los poderes mismos del cielo. ¿Hay alguno de ustedes escuchando esta noche que en estos tiempos turbulentos no necesite la guía y el poder de Dios?
Hace unos años, un socio comercial que había estado enfermo me comentó que el presidente Boyd K. Packer había ido a su casa a darle una bendición. Él me dijo: “Cuando lo acompañé hasta su auto, el presidente Packer me dijo: ‘No se apresure a volver de Getsemaní. Aprenda las lecciones que hay allí’”. Mi amigo me preguntó: “¿Qué crees que quiso decir?”. Antes que pudiera contestarle, añadió simplemente: “Creo que quería decir que solo debemos hacer la voluntad de Dios y eso es todo lo que deseo hacer”.
Cuando mi socio me dijo esas palabras, yo supe que tenía razón. Una de las pruebas supremas de la vida es si vamos a sujetarnos a la voluntad de Dios o si actuaremos por nuestra cuenta. Hace mucho tiempo atrás, el élder Neal A. Maxwell enseñó: “El sometimiento de nuestra voluntad es la única cosa exclusivamente personal que tenemos para colocar sobre el altar de Dios”12.
Sin embargo ¿qué significa estar dispuestos a hacer la voluntad de Dios? Por la experiencia de nuestro Salvador en el Jardín de Getsemaní, creo que debemos entender, en parte, que estar sujetos a la voluntad de Dios significa que ustedes y yo debemos estar dispuestos a sufrir y perseverar hasta el fin en cualquier cosa que Dios nos pida, incluso si se nos pide soportar algo que no es culpa nuestra. Esto puede abarcar cuestiones como discapacidades o inclinaciones físicas, acusaciones falsas, juicios o golpes de amigos, líderes e, incluso, miembros de la familia mal informados.
En el Jardín de Getsemaní, el Padre Celestial le pidió a nuestro Salvador que bebiera la amarga copa de pecados y aflicciones que no eran Suyos. En ese proceso, Jesús comenzó a “afligirse” por lo que le aguardaba. Se sintió “triste hasta la muerte” y oró “que, si fuese posible, pasase de él aquella hora”, diciéndole al Padre: “… todas las cosas son posibles para ti; aparta de mí esta copa”. Sin embargo, luego agregó: “[P]ero no sea como yo quiero, sino como tú”13. En nuestra época, el Salvador dijo en una revelación dada a José Smith: “… deseara no tener que beber la amarga copa y desmayar. Sin embargo, gloria sea al Padre, bebí, y acabé mis preparativos para con los hijos de los hombres”14.
Beber la copa y acabar los preparativos que el Padre ha dispuesto para nosotros, sin importar cuán amarga sea, forma parte del plan del Padre para brindarnos gozo eterno. ¿Piensan o creen que el Padre Celestial los va a proteger de momentos de dolor y sufrimiento que son necesarios para ayudarles a ser más como Él? El presidente John Taylor dijo que el profeta José Smith le dijo: “Tendrán que pasar por toda clase de pruebas […]. Dios los buscará y los tomará y retorcerá las fibras mismas de su corazón”. Ser discípulo de Jesucristo significa que uno es “sumiso, manso, humilde, paciente, lleno de amor y dispuesto a someterse a cuanto el Señor juzgue conveniente infligir sobre [uno]”15.
Nuestro amado profeta, el presidente Russell M. Nelson dijo recientemente: “… [V]ienen tiempos difíciles; rara vez, en el futuro, será fácil o popular ser un Santo de los Últimos Días fiel. Cada uno de nosotros será probado […], aquellos que con diligencia sigan al Señor ‘padecerán persecución’16. Esa misma persecución puede aplastarlos en una silenciosa debilidad tanto como motivarlos a ser un mejor ejemplo y más valientes en su vida diaria. La forma en que ustedes afronten las pruebas de la vida es parte del desarrollo de su fe”17.
El apóstol Pablo preguntó: “¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?”18. En el lenguaje moderno, podríamos decirlo de esta forma: “¿Permitiré que la dificultad para hallar a alguien con quien casarme, o un deseo de vivir en una relación no permitida, o un acontecimiento de la historia de la Iglesia, o una acción errada por parte de algún líder o maestro, o mis deseos mundanos, o la pérdida de un empleo, o una enfermedad problemática o un sufrimiento devastador me aparten de seguir diligentemente al Salvador y participar plenamente en Su Iglesia?”.
Todos sus pecados, todos sus dolores, aflicciones y enfermedades forman parte de lo que élder Maxwell llama “la aterradora aritmética” de la expiación [de Jesucristo]19, una aritmética que él dijo solo puede calcularse como “enormidad multiplicada por infinidad”20. Las incomodidades y los desafíos de las pruebas de la vida nunca van a ser peores que las de Él. Por consiguiente, la pregunta que les hace el cielo a ustedes es si van a seguir los pasos del Salvador y decir con Él: “… pero no sea como yo quiero, sino como tú”21.
Otra forma de decirlo es preguntarse: “¿Voy a confiar en Dios y en Sus designios para mi vida?”.
A medida que enfrenten desafíos y pruebas, sepan que Dios posee todo poder para sostenerlos, aun cuando no cambien las circunstancias a su alrededor. En medio de nuestras aflicciones desgarradoras, Él promete: “… aliviaré las cargas que pongan sobre vuestros hombros, de manera que no podréis sentirlas sobre vuestras espaldas […], para que sepáis de seguro que yo, el Señor Dios, visito a mi pueblo en sus aflicciones”22. Nunca duden de que el Señor tiene capacidad para abrir toda puerta válida; de reafirmarlos en sus preguntas de fe; de ayudarles a conseguir trabajo, formación académica y fortaleza para vivir en rectitud; así como cualquier otra cosa que necesiten para alcanzar su potencial completo. El Salvador prometió que Él preparará una vía23. ¿Puede algo o alguien más darles esa promesa? Confíen en Él para guiarse y sostenerse conforme se sujetan humildemente a Su voluntad.
Hace unos años, el presidente Henry B. Eyring hizo esta penetrante observación: “Si no tenemos arraigado en nuestro corazón el cimiento de la fe, el poder para perseverar se desmoronará”24. La fe es un principio de acción y la fe es una elección. La fe no se mide por la cantidad de reuniones y rituales que efectuamos. La fe ni siquiera es el reconocimiento que Dios y Jesucristo viven. La fe de ustedes consiste en cuánto confían en Dios y en su Salvador, Jesucristo, y cuánto dependen completamente de Ellos. Todos perseveramos o nos desmoronamos según el grado de nuestra confianza en Ellos y nuestra dependencia en Ellos.
Para edificar esa fe en Ellos, necesitarán eliminar de su vida todas las conductas de autojustificación. Deben apropiarse de su vida y no permitir que otros determinen cómo actuarán y qué elegirán. Ustedes controlan sus propios puntos de vista, actitudes, reacciones, sentimientos, pensamientos y creencias. El sentirse ofendido y alejarse no proviene de Dios. Su voz siempre nos invita: “¡Sígueme!”. Dios está preparado para responder cualquier pregunta, consolarnos en toda dificultad y redimir a cualquiera y a todas las personas. No existe un error o problema que Él no pueda remediar. Todas las búsquedas en casi mil millones y medio de sitios web en internet no podrán decirles si esta Iglesia es verdadera o si Jesucristo vive; solo Dios puede revelarles eso a ustedes. Y el punto decisivo es este: Dios no les dirá a ustedes una verdad y a mí me dirá otra. Todos nosotros recibiremos las mismas respuestas si preguntamos y lo buscamos a Él con sinceridad, fe y verdadera intención. Ustedes hacen esto, en parte, al desprenderse de todos sus argumentos de autojustificación.
Hace años, mientras estaba en una asignación en África, escuché un reportaje de un hombre que transportaba dos jirafas en su camión; una jirafa era considerablemente más alta que la otra. Al circular por la autopista, pasó por debajo de un puente que cruzaba la autopista, pero el puente no era lo suficientemente alto para la jirafa más alta. Cuando el camión pasó por debajo del puente, la jirafa más alta se golpeó la cabeza con el puente y falleció instantáneamente. Posteriormente, le preguntaron al conductor por qué no había sido más cuidadoso para evitar la muerte de la jirafa. Él dijo: “No es mi culpa. Ellos hicieron el puente muy bajito”.
La justificación de este hombre puede parecer ridícula, pero ¿han sido alguna vez tan irracionales a la hora de justificar sus malas decisiones? No culpen de la realidad de las cosas a los puentes bajos. En lugar de ello, busquen elevar su potencial pleno al ser merecedores de todo poder, bendición y milagro del cielo que necesiten, los que se les ha prometido al aumentar su fe duradera o confianza en Él. El Señor le dijo a José Smith: “… con cuánta frecuencia […] has seguido las persuasiones de los hombres […] no debiste haber temido al hombre más que a Dios. Aunque los hombres desdeñan los consejos de Dios y desprecian sus palabras, sin embargo, tú debiste haber sido fiel; y con su brazo extendido, él te hubiera defendido de todos los dardos encendidos del adversario; y habría estado contigo en todo momento de dificultad”25.
Ahora, me gustaría ir más allá del autoexamen y darles mi testimonio de que vivir por convenio y someterse a la voluntad de Dios también incluye la disposición de salir de dentro de uno y hacer lo que el Señor le dijo a Pedro: “… fortalece a tus hermanos”. El presidente Nelson dijo recientemente: “Debemos ser edificadores de […] fe en el Señor Jesucristo, y de fe en Su Iglesia […]. Debemos edificar la Iglesia y el Reino de Dios sobre la tierra”26. Él testificó además: “No hay nada que esté ocurriendo en esta tierra ahora que sea más importante que [el recogimiento de Israel]. No hay nada que sea de mayor consecuencia. Absolutamente nada. Ese recogimiento debería significar todo para ustedes. Esta es la misión para la cual fueron enviados a la tierra”27. Asimismo, el Salvador le preguntó a Pedro: “¿Me amas?” y luego dijo: “Apacienta mis ovejas”28.
En el evangelio de Juan, leemos que María y Marta enviaron a buscar al Salvador cuando su hermano Lázaro enfermó gravemente. Sus discípulos le rogaron que no fuese porque los judíos buscaban quitarle la vida; no obstante, Jesús fue a la tumba de Lázaro. Allí nuestro Salvador lloró y se entristeció con sus amigos. Luego, en el poder de Dios, Él mandó a Lázaro a levantarse de los muertos, diciendo: “¡Lázaro, ven fuera!”. Las Escrituras registran a continuación: “Y el que había estado muerto salió, atadas las manos y los pies con vendas […]. [Y] Jesús les dijo: Desatadle y dejadle ir”29.
Mis queridos amigos, no hay nada que dé más vida que compartir la Luz de Cristo y la luz de Su evangelio. Nada, excepto el evangelio de Cristo, puede traer paz a las naciones, salvar al mundo de la pobreza y elevar a los demás a una felicidad perdurable. Las organizaciones que operan bajo otros principios se quedarán cortas. Solo el Evangelio puede retirar las “vendas” de las personas a su alrededor. Inviten a las personas a venir a Su luz. Al hacerlo, Dios les promete que ustedes traerán “salvación a su [propia] alma”30, que sus pecados serán perdonados31 y que Él enviará a Sus “ángeles alrededor de [ustedes], para sostener[los]”32.
Esperanza
Soy muy consciente de que a pesar de sus buenas intenciones, las mías y las de cualquiera, la presión para que nos adaptemos a la opinión del mundo y no a los mandamientos de Señor puede ser inmensa. Pedro, con gran resolución, le dijo a Jesús: “Aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré. Aunque me sea menester morir contigo, no te negaré”33. Mas poco después, Pedro flaqueó y negó al Salvador tres veces. ¿Qué deben aprender de esto?
Yo creo que, en parte, el Señor desea que sepan que Él entiende que el someterse a Su voluntad, el vivir por convenio y el llegar a convertirse plenamente es un proceso y no un acontecimiento único. Jesús dio Su vida para que no evaluáramos nuestra vida por nuestras debilidades e imperfecciones, sino para que nos arrepintiéramos diariamente y creciéramos en fortaleza por medio del arrepentimiento hasta lograr una fe inamovible. Quizás deseen inscribir en sus corazones esta reflexiva instrucción del élder Jeffrey R. Holland, en la Conferencia General de abril de 2016:
“Nos consuela el hecho de que si Dios fuese a recompensar solo a los que son perfectamente fieles, no contaría con muchos nombres en la lista. De modo que recuerden, mañana y todos los días después, que el Señor bendice a aquellos que desean mejorar, que aceptan la necesidad de los mandamientos y tratan de guardarlos, que atesoran las virtudes semejantes a las de Cristo y se esfuerzan, al máximo de sus posibilidades, por adquirirlas. Si tropiezan en ese esfuerzo, también lo hacen los demás. El Salvador está allí para ayudarlos a seguir adelante. Si caen, soliciten Su fortaleza”34 .
Lynette y yo estuvimos sentados con el élder Holland en Johannesburgo cuando se levantó una joven adulta soltera y exmisionera y testificó: “No he llegado tan lejos solo para llegar hasta aquí”. Por favor, recuerden: “… sin importar el desafío que estén enfrentando actualmente […] sigan andando, sigan tratando; sigan confiando; sigan creyendo; sigan progresando […]. El cielo los estará animando hoy, mañana y siempre”35. Ustedes se hallan en la palma de la mano de Dios y Él tiene capacidad para librarlos de cualquier horno.
El élder Holland también habló de una tierna misericordia y seguridad adicionales del Señor, que ustedes querrán atesorar en sus corazones:
“El Espíritu no está bloqueado por un virus ni por las fronteras de los países ni por las predicciones médicas […]. [Hay] dones del cielo que no están limitados por los problemas que hay en la tierra ni las enfermedades en el aire […]. Él, que creó este mundo maravilloso en el que vivimos, puede decir a cualquiera de los elementos: ‘Hasta aquí y no más allá’ […]. Eso es lo que Él dirá a esta peste que afrontamos. Ante la presencia de Su Majestad, aun las creaciones de tamaño subatómico deben inclinarse —aunque solo sea en sentido figurado— y cada una debe confesar en su propia manera, que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, el gran Redentor de todos. Bajo la dirección de Su Padre, el Salvador está a cargo del destino del mundo. Nos hallamos en manos muy seguras y amorosas”36.
Conclusión
Me gustaría finalizar donde comencé. Yo creo que ustedes son la generación más grandiosa de jóvenes adultos de la historia de la Iglesia. Ustedes quizás también sean la generación que enfrenta los desafíos más grandes. Cuando reflexionen en los desafíos que los rodean, recuerden que Dios ha dicho: “… pues yo, el Señor, juzgaré a todos los hombres según sus obras, según el deseo de sus corazones”37. El Espíritu puede ayudarles a educar sus deseos, pero solo ustedes pueden elegir lo que desean, y solo ustedes son responsables ante Dios por esa elección. Él también ha declarado que “conforme a tus deseos […] te será hecho”38. Esto significa que, “¡más les vale que [quieran] las consecuencias de lo que [quieren]!”39.
Concluyo con esta experiencia y testimonio personal de mi vida. Hace unos años, en mi segundo año en la universidad, me hallaba solo en un apartamento, preparándome para los exámenes finales. Era un día cálido y mientras repasaba mis notas, un mosquito comenzó a zumbar frente a mi cara. La persistencia del mosquito comenzó a molestarme, hasta que me harté. Di una palmada y lo maté. Aun hoy, no puedo explicarme lo que sucedió a continuación: miré al mosquito muerto en la palma de mi mano y sentí gran compasión. Me dije: “No era necesario que muriera este mosquito. Ha muerto solo debido a mi frustración e impaciencia”. Me arrodillé entonces y rogué a Dios que me perdonara y permitiera que el mosquito viviera nuevamente. Al terminar la oración, el mosquito salió volando de mi mano.
Me he preguntado por años, por qué Dios hizo eso por mí. He recibido muchas respuestas, pero ninguna es tan importante como esta: Él deseaba que yo entendiera en lo profundo de mi alma, que Él tiene todo poder para levantarme a mí y a cualquiera, aun al más pequeño. Él quería que supiera que Él tiene compasión perfecta de nuestras debilidades y que Él cuenta hasta los cabellos de nuestra cabeza. Ahora bien, si Él quiso restaurar a un mosquito, Él nunca va a abandonarlos a ustedes, sin importar donde estén.
No sean como los habitantes de Laodicea; no permitan que la complacencia los gobierne. Este es mi testimonio a ustedes. Al despojarse de las excusas y del orgullo, a medida que pregunten y escuchen la voz de Él, no sus propias voces, y actúen conforme a las vías de Él, ustedes verán las cosas como realmente son. Conforme se esfuercen de todo corazón por llegar a convertirse, vivir por convenio y no por conveniencia, y se sometan a la voluntad de Dios, al tiempo que fortalecen a los demás, hallarán toda bendición y milagro que necesiten para triunfar en esta vida y poder volver a casa, a su Padre Celestial, y recibir gozo eterno.
Jesucristo es nuestro Salvador. Él vive. Esta es Su Iglesia y esta será la Iglesia que el Salvador recibirá en Su Segunda Venida. Nuestro Padre Celestial no está ausente. Su plan es el único plan de felicidad. Por el Espíritu Santo, ustedes pueden conocer la verdad de todas las cosas y todo lo que deben hacer. Mi oración es que tengan la valentía de arrepentirse de todo deseo que no sea recto y lo reemplacen por deseos divinos de vivir por convenio, y someterse y soportar la mano refinadora del Señor en sus vidas. Les testifico a ustedes en su juventud, tal como Alma testificó a su hijo Helamán en su juventud: “… sé que quienes pongan su confianza en Dios serán sostenidos en sus tribulaciones, y sus dificultades y aflicciones, y serán enaltecidos en el postrer día”40.
Es mi oración que el Señor los bendiga a todos en el nombre de Jesucristo. Amén.