Una pregunta que puede cambiarles la vida
Devocional mundial para jóvenes adultos con el presidente Nelson
Domingo, 15 de mayo de 2022
Nuestros queridos hermanos y hermanas, ¡cuánto los amamos! Cómo nos gustaría poder llevarnos a cada uno de ustedes a casa con nosotros. Y lo que es más importante, oramos para que algo de lo que el Espíritu Santo les enseñe esta noche los ayude a estar mejor preparados para regresar a Casa —Casa con C mayúscula.
Esta noche me gustaría hablar con ustedes sobre una pregunta, una pregunta que puede cambiarles la vida. Esta única pregunta podría aumentar su confianza, disminuir su ansiedad, aportarles motivación, elevar su estado de ánimo y sus aspiraciones, mejorar su productividad, aumentar su enfoque y claridad de pensamiento, ayudarlos a resistir la tentación y a detectar el engaño, aumentar su gratitud, disminuir el estrés en su vida, multiplicar su capacidad de amar y ayudarlos a tomar mejores decisiones. ¡Esta pregunta en particular puede brindarles gozo, consuelo, amor y paz!
¿Cómo puedo estar tan segura?
Porque eso es exactamente lo que me enseñaron treinta de sus compañeros. ¡Y yo les creo!
Estos jóvenes adultos me enseñaron que hacerse esta pregunta concreta puede ayudarlos a buscar lo que es verdaderamente importante en la vida, ayudarlos a realizar los cambios que ustedes quieran hacer en su vida e incluso puede ayudarlos a arrepentirse de verdad.
Según sus amigos, esta pregunta puede darles ojos para ver como nunca antes han visto la mano del Señor en su vida, la belleza de la tierra y la bondad en los demás. En resumen, debido a que esta pregunta puede ponerlos en contacto con el Espíritu del Señor y con el ADN divino de su espíritu, ¡esta pregunta en particular puede aportarles más luz y verdad!
Sus compañeros también me enseñaron que esta pregunta funcionará sin importar cuán ocupada o monótona sea su vida actualmente. Tampoco importa cómo se sientan: ¡felices, tristes, aislados, desbordados, deprimidos, animados, nerviosos, entusiasmados, solos, excluidos, abrumados, ignorados o encantados! No importa. Esta pregunta en particular puede funcionarles a ustedes.
¿Les gustaría conocer la pregunta?
¡Genial!
Primero, un poco de contexto: Jesucristo, nuestro Salvador, nuestro Redentor y la cabeza de esta, Su Iglesia, ha dejado muy en claro que quiere que, tanto ustedes como yo, seamos cada vez más santos. Él incluso nos manda que lo hagamos, diciéndonos: “… debéis practicar […] la santidad delante de mí”1. ¡Y no lo deja así! Añade la palabra constantemente.
Ahora bien, ¿no parece demasiado inalcanzable, e incluso imposible, practicar la santidad constantemente? Entiendo muy bien que piensen: “Hermana Nelson, simplemente no soy capaz de hacerlo”. Permítanme asegurarles que yo sé que sí son capaces.
Antes de casarme, yo era psicóloga, terapeuta matrimonial y de familia y profesora en BYU. En el transcurso de esos treinta años de mi vida profesional, descubrí el poder de las preguntas. Algunas preguntas pueden ayudarnos a plantearnos las cosas de una manera totalmente nueva, abriendo el corazón y la mente a todo tipo de posibilidades que, de otra manera, nunca consideraríamos. Así que, hace dos meses, mientras pensaba en el poder de las preguntas, invité a treinta de nuestros amigos jóvenes adultos, de su misma edad, casados y solteros, a experimentar con esta pregunta durante tres días. Les pedí que hicieran lo siguiente: “En una sola situación al día, durante tres días, pregúntense: ‘¿Qué haría un joven adulto santo?’”.
Eso es todo. Esa es la pregunta: “¿Qué haría un joven adulto santo?”.
Por ejemplo:2
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¿Cómo comenzaría el día un joven adulto santo?
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¿Qué habría en su lista de “tareas pendientes”?
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¿Cómo hablaría con un amigo? ¿Cómo iría de compras o jugaría, oraría, lavaría la ropa o le leería a un niño?
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¿Qué escucharía o diría un joven adulto santo? ¿Qué escribiría o leería? ¿Qué miraría o qué ropa se pondría?
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Si una joven adulta santa fuera acusada falsamente, traicionada o malinterpretada, ¿qué haría?
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¿Qué haría en una situación realmente difícil en la que se pusieran a prueba sus valores o su moral?
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¿Cómo se prepararía para participar de la Santa Cena cada domingo?
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¿Cómo utilizaría un joven adulto soltero santo su tiempo para prepararse, en lugar de esperar al matrimonio?
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¿Cómo fortalecerían su matrimonio los jóvenes adultos santos que están casados?
¿Y qué fue lo que sucedió? En varios estados de los Estados Unidos y en dos ciudades de Canadá, treinta jóvenes adultos se pusieron manos a la obra, preguntándose: “¿Qué haría un joven adulto santo?”.
Comenzó una oleada de actividades cotidianas habituales, y ahora cada una de ellas se realizaba como lo haría un joven adulto santo. Al cabo de solo unos días, empezaron a llegar informes.
Permítanme contarles lo que hicieron algunos de sus amigos:3
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Aunque solo hubieran comido zanahorias, las comieron con más gratitud.
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La música y los pódcast habituales se cambiaron por música inspiradora, discursos de conferencia general y pódcast de Ven, sígueme.
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Se eliminaron las aplicaciones de redes sociales que consumían mucho tiempo.
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Se apagaron los programas con lenguaje grosero.
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Se cambiaron las prioridades en las “saturadas listas de tareas pendientes”.
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Se oró antes de enfrentarse a tareas escolares difíciles, invitando al Espíritu Santo a convertirse en el tutor.
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Se saborearon las Escrituras en diversos momentos, incluso justo antes de comenzar un examen, lo cual produjo resultados milagrosos.
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Se recuperaron los hábitos de fortalecimiento espiritual perdidos desde el regreso a casa de la misión.
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Se compartieron testimonios con compañeros de clase.
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Los celos por los amigos que se salían en citas y se casaban fueron reemplazados por sentimientos de amor y alegría por ellos.
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El tiempo de conducir un automóvil se convirtió en un tiempo tranquilo de meditación.
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Se sustituyeron los pensamientos negativos persistentes por el recuento de pequeñas victorias y muchas bendiciones.
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El pulsar y deslizar se sustituyó por llamadas telefónicas y visitas en persona.
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Aumentó el tiempo en el templo, ¡al igual que las tareas domésticas que hacían los esposos!
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¡Y se experimentó abundantemente el amor del Padre Celestial y de Jesucristo!
¿Qué más ocurrió?
Una joven adulta descubrió “¡el poder de mi albedrío!”. Ella continuó diciendo: “Cuando elegí ver la conferencia general como lo haría un joven adulto santo, no buscaba complacer a nadie ni controlar la forma en que la gente me ve. La estaba viendo porque sé que esta Iglesia es verdadera; el Evangelio es verdadero; los hombres y las mujeres que discursan son inspirados y guiados por el Señor, y yo quería aprender”.
Una “complace personas crónica” dijo que su estrés en el trabajo había disminuido y escribió: “Hacerme esa pregunta cambió mi perspectiva por completo. Adquirí una confianza renovada porque estaba recordando el significado de cosas más importantes. Descubrí que, cuanto más santa te vuelves, menos te preocupas por hacer lo que los demás quieren y más por lo que Dios quiere”.
Mis queridos hermanos y hermanas, en la actualidad, el Templo de Salt Lake es una maravilla arquitectónica, pero no es un templo del Señor en funcionamiento. Mientras esa extraordinaria estructura se somete a extensas renovaciones y estabilizaciones que contribuyen a la seguridad, el Templo de Salt Lake ha quedado inhabilitado como templo. Cuando se inhabilita un templo, se retira lo que es sagrado, en lo que respecta a las ordenanzas y a la instrucción. Tristemente, lo mismo puede suceder con las personas.
Debido a los ataques de Satanás, a las malas decisiones y a las interacciones —que ponen en peligro la vida eterna— con quienes están en el edificio grande y espacioso, trágicamente, en la vida de muchos jóvenes adultos ha desaparecido lo sagrado. Esos jóvenes adultos han sido, por así decirlo, inhabilitados como “templo[s] de Dios”4.
Ahora bien, tanto si esto les ha ocurrido como si no, los invito a recuperar —o a aumentar— lo sagrado en su vida haciendo exactamente lo que el Señor ha mandado, que es “practicar […] la santidad […] constantemente”. Quizás deseen comenzar este proceso al hacer lo mismo que hicieron sus compañeros: preguntándose, en una sola situación cada uno de los tres días: “¿Qué haría un joven adulto santo?”. Y luego llévenlo a cabo con la respuesta.
A medida que su vida se vuelva más difícil5 y traten de ser un poco más santos cada día, y se arrepientan rápidamente cuando cometan un error, hallarán gozo en esta vida y la vida eterna en el mundo venidero. Y empezarán a experimentar, de la manera más profunda e inolvidable, exactamente lo que nuestro Salvador Jesucristo prometió cuando dijo: “… puedo haceros santos”6.
Mis queridos hermanos y hermanas, el presidente Nelson se dirigirá a ustedes ahora. Les testifico, y podría testificar ante cualquier tribunal de cualquier nación de la tierra, que el presidente Russell M. Nelson es el profeta del Señor en la tierra hoy, elegido e instruido por Él. En el nombre de Jesucristo. Amén.