“Elise, la ingeniera”, El Amigo, junio de 2024, págs. 30–31.
Elise, la ingeniera
Tal vez no soy lo suficientemente inteligente, pensó Elise.
Esta historia sucedió en Kenia.
“Elise, despierta”, dijo la mamá.
Elise gruñó y se dio la vuelta, ya que quería seguir durmiendo.
Mantuvo los ojos fuertemente cerrados un minuto más. Luego pensó en sus amigas de la escuela y en las cosas que aprendería allí. Finalmente salió de la cama para hacer su oración.
“Querido Padre Celestial”, oró, “gracias por un nuevo día. Por favor, ayúdame a llegar a la escuela a tiempo. Ayúdame a aprender y a ser amable con los demás. En el nombre de Jesucristo. Amén”.
Eran las 4 de la mañana y todavía estaba oscuro afuera. La escuela de Elise estaba lejos, por eso tenía que levantarse tan temprano. Pero sabía que aprender era importante. Además, ¡tenía que ir a la escuela si quería ser ingeniera algún día!
Antes de irse, Elise tomó su mochila y un poco de “chapati” como desayuno. Terminó de comer el pan sin levadura mientras esperaba el autobús.
Cuando llegó el autobús, el sol se asomaba sobre los edificios en la distancia. Elise se subió al vehículo y buscó su asiento; miró por la ventana y pensó en ser ingeniera. Algún día iba a construir máquinas para ayudar a las personas.
Cuando bajó del autobús, Elise todavía tenía que caminar unas pocas cuadras para llegar a la escuela. Revisó la hora y comenzó a correr. ¡No podía llegar tarde!
“Bienvenidos, alumnos”, dijo la tía Claudia. “Tía” era como llamaban a su maestra. “Hoy aprenderemos acerca de las fracciones”.
Elise se enderezó en su asiento. Le encantaban las matemáticas.
Pero mientras la tía Claudia escribía la ecuación en la pizarra, Elise se sentía confundida. Revisó su libro de matemáticas y luego sus notas. Las cifras no tenían sentido.
“Terminen la tarea de la página 42 para mañana”, indicó la tía Claudia. “Pueden utilizar el resto de la hora para trabajar en ella”.
Elise escribió el primer problema y comenzó a resolverlo, pero luego se quedó atascada y suspiró. Tal vez su amiga Jessie la podría ayudar.
“Jessie”, susurró Elise, “¿me puedes ayudar a resolver el primer problema?”.
Jessie sacudió la cabeza. “Estoy tratando de terminar la tarea antes de que acabe la clase”.
Elise frunció el ceño. Se acercó a su amigo Miguel. “¿Sabes cómo resolver el primero?”, preguntó Elise.
Pero Miguel también estaba demasiado ocupado. “Lo siento”, dijo, y siguió trabajando.
Elise sintió dolor de estómago. ¡Por lo general era muy buena en matemáticas!
Cuando Elise llegó a casa, estaba oscuro otra vez. Estaba cansada y todavía tenía que terminar la tarea.
Elise comenzó el problema otra vez, pero aún no podía resolverlo. ¡Los números hicieron que le doliera la cabeza! Tal vez no podría ser ingeniera después de todo.
En ese momento, Emma, la hermana mayor de Elise, se sentó junto a ella. “¿Estás bien?”, le preguntó.
Elise refunfuñó. “¡No sé resolver estos problemas! Todos los demás de la clase saben hacerlo. No soy lo suficientemente inteligente”.
Emma se rio, “¡Sí eres inteligente!”, dijo. “Cuando algo es difícil, eso no significa que no seas inteligente. Simplemente quiere decir que necesitas más práctica. Muéstrame en qué estás trabajando; te puedo enseñar”.
Elise le mostró la ecuación y Emma comenzó a escribir los números. Después de unos minutos, todo comenzó a tener sentido. Elise tomó el lápiz de la mano de Emma y acabó el problema.
“¡Lo lograste!”, exclamó Emma. “¡Sigue practicando! Si te quedas atascada otra vez, puedo ayudarte”.
Elise sintió una calidez en su interior al comenzar a trabajar en el siguiente problema. ¡El Padre Celestial había contestado su oración de la mañana y la había ayudado a aprender! Estaba agradecida porque Él le hubiera dado una hermana mayor paciente que le explicara los problemas. Con la ayuda del Padre Celestial y un poco de trabajo arduo, ¡podría ser ingeniera algún día!