2010–2019
La verdad y el plan
Octubre de 2018


15:49

La verdad y el plan

Cuando buscamos la verdad sobre la religión, debemos utilizar métodos espirituales apropiados para esa búsqueda.

La revelación moderna define la verdad como “el conocimiento de las cosas como son, como eran y como han de ser” (Doctrina y Convenios 93:24). Esa es una definición perfecta para el Plan de Salvación y “La Familia: Una Proclamación para el Mundo”.

Vivimos en una época de información ampliamente expandida y diseminada, pero no toda esa información es verdadera. Debemos ser prudentes al buscar la verdad y elegir fuentes para realizar esa búsqueda. No debemos considerar el prestigio o la autoridad secular como fuentes de verdad fidedignas. Debemos tener cuidado con fiarnos de información o consejos que ofrezcan las celebridades, los atletas destacados o las fuentes anónimas de internet. La pericia en un campo no se debe tomar como pericia sobre la verdad en otros temas.

Asimismo, debemos tener cuidado con las razones de aquel que proporciona la información. Es por eso que en las Escrituras se nos advierte contra la superchería (véase 2 Nefi 26:29). Si la fuente es anónima o desconocida, la información también puede ser sospechosa.

Nuestras decisiones personales deben basarse en información de fuentes que reúnan los requisitos con respecto al tema, y estén libres de motivaciones egoístas.

I.

Cuando buscamos la verdad sobre la religión, debemos utilizar métodos espirituales apropiados para esa búsqueda: la oración, el testimonio del Espíritu Santo y el estudio de las Escrituras y de las palabras de los profetas actuales. Siempre me entristece oír de alguien que habla sobre la pérdida de la fe religiosa debido a las enseñanzas seculares. Aquellos que una vez tuvieron visión espiritual pueden sufrir ceguera espiritual que se han causado ellos mismos. Como dijo el presidente Henry B. Eyring: “Su problema no reside en lo que creen que ven; sino en lo que no pueden ver”1.

Los métodos de la ciencia nos llevan a lo que llamamos verdad científica, pero la “verdad científica” no es la totalidad de la vida. Aquellos que no aprenden “por el estudio como por la fe” (Doctrina y Convenios 88:118) limitan su comprensión de la verdad a lo que pueden verificar por medios científicos. Eso pone límites artificiales en su búsqueda de la verdad.

El presidente James E. Faust dijo: “Los que han sido [bautizados] ponen sus almas en peligro al buscar irreflexivamente solo la fuente secular de conocimiento. Creemos que La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días tiene la plenitud del evangelio de Cristo, y que el Evangelio es la esencia de la verdad y la luz eterna”2.

Encontramos gozo verdadero y perdurable al conocer y actuar sobre la verdad acerca de quiénes somos, el significado de la vida terrenal y hacia dónde vamos cuando morimos. Esas verdades no se pueden aprender por métodos científicos o seculares.

II.

Ahora hablaré de las verdades restauradas del Evangelio que son fundamentales de la doctrina de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Por favor, consideren estas verdades con detenimiento, ya que explican mucho sobre nuestra doctrina y nuestras prácticas, quizás incluso algunas cosas que aún no se comprenden.

Hay un Dios, que es el Padre amoroso de los espíritus de todos los que han vivido o que vivirán.

El género es eterno. Antes de nacer en esta tierra, todos vivimos como espíritus masculinos o femeninos en la presencia de Dios.

Acabamos de escuchar al Coro del Tabernáculo de la Manzana del Templo entonar “El plan de Dios puedo seguir”3. Ese es el plan que Dios estableció para que todos Sus hijos en espíritu pudieran progresar eternamente. Ese plan es vital para cada uno de nosotros.

Bajo ese plan, Dios creó esta tierra como un lugar donde Sus amados hijos en espíritu pudiesen nacer en la vida terrenal para recibir un cuerpo físico y tener la oportunidad de progresar eternamente al tomar decisiones justas.

Para ser significativas, esas elecciones terrenales tenían que hacerse entre las fuerzas opuestas del bien y del mal. Tenía que haber oposición y, por tanto, a un adversario, quien fue expulsado por rebelión, se le permitió tentar a los hijos de Dios para actuar en contra del plan de Dios.

El propósito del plan de Dios era dar a Sus hijos la oportunidad de elegir la vida eterna. Eso solo se podría lograr mediante la experiencia terrenal y, después de la muerte, mediante el crecimiento posterrenal en el mundo de los espíritus.

En el curso de la vida terrenal, todos nos contaminaríamos a causa del pecado al ceder a las tentaciones inicuas del adversario, y finalmente moriríamos. Aceptamos esos retos, confiando en la seguridad del plan de que Dios nuestro Padre proporcionaría un Salvador, Su Hijo Unigénito, nos rescataría mediante una resurrección universal a una vida personificada después de la muerte. El Salvador también proporcionaría una expiación para pagar el precio de todos, para ser limpios del pecado según las condiciones que Él prescribió. Esas condiciones incluían la fe en Cristo, el arrepentimiento, el bautismo, el don del Espíritu Santo y otras ordenanzas realizadas por la autoridad del sacerdocio.

El gran plan de felicidad de Dios proporciona un equilibrio perfecto entre la justicia eterna y la misericordia que podemos obtener mediante la expiación de Jesucristo. También permite que seamos transformados en nuevas criaturas en Cristo.

Un Dios amoroso nos tiende la mano a cada uno de nosotros. Sabemos que por medio de Su amor y por la expiación de Su Hijo Unigénito, toda la humanidad puede ser salva mediante la obediencia a las leyes y ordenanzas de Su evangelio” (Artículos de Fe 1:3.; cursiva agregada).

La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días se conoce apropiadamente como una Iglesia centrada en la familia. Pero lo que no se entiende bien es que el centrarnos en la familia va más allá de las relaciones en esta vida mortal. Las relaciones eternas también son fundamentales para nuestra teología. “La familia es ordenada por Dios”4. Bajo el gran plan de nuestro amoroso Creador, la misión de Su Iglesia restaurada es ayudar a los hijos de Dios a alcanzar la bendición divina de la exaltación en el reino celestial, la cual solo se puede lograr por medio de un matrimonio eterno entre un hombre y una mujer (véase Doctrina y Convenios 131:1-3). Afirmamos las enseñanzas del Señor de que el “ser hombre o el ser mujer es una característica esencial de la identidad y del propósito premortales, mortales y eternos de la persona”, y que el “matrimonio entre el hombre y la mujer es esencial para Su plan eterno”5.

Por último, el amor de Dios es tan grande que, con excepción de los pocos que deliberadamente se convierten en hijos de perdición, Él ha provisto un destino de gloria para todos Sus hijos. “Todos Sus hijos” incluye a todos los que han muerto. Efectuamos ordenanzas a favor de ellos, de manera vicaria, en nuestros templos. El propósito de la Iglesia de Jesucristo es facultar a Sus hijos para el más alto grado de gloria, que es la exaltación o la vida eterna. Para aquellos que no desean hacerlo o que no reúnen los requisitos, Dios ha provisto otros reinos, aunque menores, de gloria.

Cualquier persona que entienda estas verdades eternas puede comprender por qué los miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días pensamos como pensamos y hacemos lo que hacemos.

III.

Ahora mencionaré algunas aplicaciones de estas verdades eternas, las cuales solo se pueden comprender a la luz del plan de Dios.

Primero, honramos el albedrío individual. La mayoría reconoce los grandes esfuerzos de la Iglesia restaurada por promover la libertad religiosa en los Estados Unidos y en todo el mundo. Esos esfuerzos no solo promueven nuestros propios intereses, sino que, de acuerdo con Su plan, procuran ayudar a todos los hijos de Dios a disfrutar de la libertad de elección.

Segundo, somos un pueblo misionero. A veces nos preguntan por qué enviamos misioneros a tantas naciones, incluso entre poblaciones cristianas. Recibimos la misma pregunta de por qué damos millones de dólares de ayuda humanitaria a personas que no son miembros de nuestra Iglesia, y por qué no vinculamos esa ayuda a nuestros esfuerzos misionales. Hacemos esto porque estimamos a todos los seres mortales como hijos de Dios —nuestros hermanos y hermanas— y queremos compartir nuestra abundancia espiritual y material con todos.

Tercero, para nosotros, la vida terrenal es sagrada. Nuestro compromiso con el plan de Dios requiere que nos opongamos al aborto y a la eutanasia.

Cuarto, a algunas personas les preocupan algunas posturas de la Iglesia sobre el matrimonio y los hijos. Nuestro conocimiento del Plan de Salvación que Dios ha revelado requiere que nos opongamos a las actuales presiones sociales y legales de retractarnos del matrimonio tradicional y de hacer cambios que confunden o alteran el género o mezclan las diferencias entre hombres y mujeres. Sabemos que las relaciones, identidades y funciones de los hombres y las mujeres son esenciales para lograr el gran plan de Dios.

Quinto, también tenemos una clara perspectiva sobre los hijos. Consideramos que dar a luz y cuidar de los hijos es parte del plan de Dios y un feliz y sagrado deber de quienes tienen el poder de participar en él. En nuestra opinión, los máximos tesoros en la tierra y en el cielo son nuestros hijos y nuestra posteridad. Por lo tanto, debemos enseñar y luchar por principios y prácticas que brinden las mejores condiciones para el desarrollo y la felicidad de los hijos; de todos ellos.

Finalmente, somos hijos amados de un Padre Celestial que nos ha enseñado que la masculinidad y la femineidad, el matrimonio entre un hombre y una mujer, y dar a luz y criar a los hijos son esenciales para Su gran plan de felicidad. Nuestra postura con respecto a esos principios básicos a veces provoca oposición a la Iglesia, y consideramos que eso es inevitable. La oposición es parte del plan, y la oposición más vigorosa de Satanás se dirige a lo que es más importante para el plan de Dios. Él pretende destruir la obra de Dios; sus métodos principales son desacreditar al Salvador y Su autoridad divina, eliminar los efectos de la expiación de Jesucristo, desalentar el arrepentimiento, falsificar la revelación y contradecir la responsabilidad individual. También procura confundir el género, distorsionar el matrimonio y desalentar la maternidad; especialmente por parte de padres que criarán hijos en la verdad.

IV.

La obra del Señor avanza a pesar de la oposición organizada y constante que afrontamos, a medida que luchamos por practicar las enseñanzas de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Para aquellos que vacilan bajo esa oposición, propongo estas sugerencias.

Recuerden el principio del arrepentimiento que se logró por el poder de la expiación de Jesucristo. Como exhortó el élder Neal A. Maxwell, no se encuentren entre los “que preferirían cambiar la Iglesia que cambiarse a sí mismos”6.

Como instó el élder Jeffrey R. Holland:

Aférrense al conocimiento que ya tienen y manténganse firmes hasta que reciban más conocimiento…

En esta Iglesia lo que sabemos siempre prevalecerá sobre lo que no sabemos”7.

Ejerciten fe en el Señor Jesucristo, que es el primer principio del Evangelio.

Finalmente, busquen ayuda. Nuestros líderes de la Iglesia los aman y procuran guía espiritual para ayudarles. Ofrecemos muchos recursos, como los que encontrarán en LDS.org. y otros medios de apoyo para estudiar el Evangelio en el hogar. También tenemos hermanos y hermanas ministrantes que han sido llamados para brindar ayuda amorosa.

Nuestro amoroso Padre Celestial quiere que tengamos el gozo que es el propósito de nuestra creación. Ese gozoso destino es la vida eterna, que podemos obtener al avanzar a lo largo de lo que nuestro profeta, el presidente Russell M. Nelson, con frecuencia llama “la senda de los convenios”. Esto es lo que dijo en su primer mensaje como Presidente de la Iglesia: “Manténgase en [la senda] de los convenios. Su compromiso de seguir al Salvador al hacer convenios con Él y luego guardar esos convenios abrirá la puerta a toda bendición y privilegio espirituales que están al alcance de hombres, mujeres y niños en todas partes”8.

Solemnemente testifico que las cosas que he dicho son verdad, y son posibles por las enseñanzas y la expiación de Jesucristo, quien lo hace todo posible bajo el gran plan de Dios, nuestro Padre Eterno. En el nombre de Jesucristo. Amén.

Notas

  1. Henry B. Eyring, To Draw Closer to God: A Collection of Discourses, 1997, pág. 143.

  2. James E. Faust, “La vida abundante”, Liahona, enero de 1986.

  3. “El plan de Dios puedo seguir”, Canciones para los niños, pág. 86.

  4. La Familia: Una Proclamación para el Mundo”, Liahona, mayo de 2017, pág. 145.

  5. La Familia: Una Proclamación para el Mundo”, pág. 145.

  6. Neal A. Maxwell, If Thou Endure It Well, 1996, pág. 101.

  7. Jeffrey R. Holland, “Creo”, Liahona, mayo de 2013, pág. 94; cursiva en original.

  8. Véase Russell M. Nelson, “Al avanzar juntos”, Liahona, abril de 2018, pág. 7.