Continuamente prontos para orar (Alma 34:39; Moroni 6:4; Lucas 21:36)
Se requiere vigilancia constante para contrarrestar la autocomplacencia y la despreocupación.
Ruego fervientemente que el Espíritu Santo nos ayude a ustedes y a mí al regocijarnos y adorar juntos.
En la Conferencia General de abril de 1976, el élder Boyd K. Packer se dirigió específicamente a la juventud de la Iglesia. En su clásico mensaje titulado “Cocodrilos espirituales”, describió cómo, durante una asignación en África, observó cocodrilos bien camuflados al acecho de víctimas desprevenidas. Después, comparó los cocodrilos a Satanás, quien acecha a los jóvenes incautos al camuflar la naturaleza mortal del pecado.
Yo tenía veintitrés años cuando el élder Packer dio ese discurso, y Susan y yo esperábamos el nacimiento de nuestro primer hijo pocos días después. Nos impresionaron el contenido de su mensaje sobre evitar el pecado y la forma magistral en que utilizó el comportamiento común de los animales para enseñar una importante lección espiritual.
Susan y yo también hemos viajado a África en muchas asignaciones y hemos tenido oportunidades de ver los espléndidos animales de ese continente. Al recordar el impacto que tuvo el discurso del élder Packer en nuestra vida, hemos tratado de observar y aprender lecciones del comportamiento de la fauna africana.
Quiero describir las características y tácticas de dos guepardos [o chitas] que Susan y yo vimos mientras acechaban a sus presas, y relacionar algunas de las cosas que observamos con el diario vivir del evangelio de Jesucristo.
Guepardos y topis
Los guepardos son los animales terrestres más rápidos del planeta y alcanzan velocidades de hasta 120 km/h. Esos hermosos animales pueden acelerar desde el punto de partida hasta una velocidad de 109 km/h en menos de tres segundos. Son depredadores que se acercan sigilosamente a sus presas y recorren a toda velocidad una corta distancia para perseguir y atacar.
Susan y yo pasamos casi dos horas observando a dos guepardos que acechaban a un grupo numeroso de topis, los antílopes más comunes y generalizados de África. La hierba alta y seca de la sabana africana era de color marrón dorado y ocultaba casi por completo a los depredadores mientras perseguían a un grupo de topis. Los guepardos se separaron aproximadamente noventa metros el uno del otro, pero trabajaron en conjunto.
Mientras un guepardo se sentaba erguido en la hierba y no se movía, el otro se agazapaba por el suelo y se acercaba lentamente a los desprevenidos topis. Luego, el guepardo que había estado sentado desaparecía en la hierba en el preciso momento en que el otro se sentaba en posición vertical. Ese patrón alterno de un guepardo agazapado que se arrastraba hacia adelante mientras que el otro se sentaba erguido en la hierba continuó durante mucho tiempo. La sigilosa estrategia tenía como fin distraer y engañar a los topis y así desviar su atención del peligro inminente. Con paciencia y constancia, los dos guepardos trabajaron en equipo para asegurar su próxima comida.
Entre el grupo numeroso de topis y los guepardos que se acercaban había varios topis mayores y más fuertes que permanecían como centinelas en montículos de termitas. El panorama de la pradera desde las pequeñas colinas permitía que esos topis guardianes estuvieran al tanto de las señales de peligro.
Entonces, de repente, cuando pareció que los guepardos estaban a una distancia suficiente para atacar, el grupo de topis se dio vuelta y salió corriendo. No sé si los topis centinelas se comunicaron con el grupo más grande, ni cómo lo hicieron, pero de algún modo se dio una advertencia y todos los topis se trasladaron a un lugar seguro.
¿Qué hicieron los guepardos después? Sin demora, ambos reanudaron su patrón alternativo en el que uno se agazapaba y se arrastraba hacia adelante, mientras que el otro se sentaba en la hierba. El patrón de persecución continuó, no cesaron, no descansaron ni hicieron ninguna pausa. Fueron implacables en seguir su estrategia para distraer y desviar. Susan y yo observamos cómo desaparecían en la distancia, acercándose cada vez más y más al grupo de topis.
Esa noche, Susan y yo tuvimos una conversación memorable sobre lo que habíamos observado y aprendido. También hablamos de esa experiencia con nuestros hijos y nietos, y destacamos muchas lecciones valiosas. A continuación, describiré tres de esas lecciones.
Lección n.º 1: Tengan cuidado con los disfraces engañosos del mal
Para mí, los guepardos son criaturas elegantes, atractivas y cautivadoras. Su pelaje, de color amarillento a blanco grisáceo con manchas negras, actúa como un hermoso disfraz que los hace casi invisibles mientras acechan a sus presas en las praderas africanas.
De manera similar, las ideas y acciones espiritualmente peligrosas a menudo pueden parecer atractivas, deseables o placenteras. Por lo tanto, en nuestro mundo actual, cada uno de nosotros debe ser consciente del mal engañoso que pretende ser bueno. Como Isaías advirtió: “¡Ay de los que a lo malo llaman bueno, y a lo bueno, malo; que hacen de la luz tinieblas y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce y lo dulce por amargo!”1.
En un período paradójico, en el que la vulneración de la santidad de la vida humana se pregona como un derecho y el caos se describe como libertad, cuán bendecidos somos de vivir en esta dispensación de los últimos días en la que la luz restaurada del Evangelio puede brillar en nuestra vida y ayudarnos a discernir los oscuros engaños y distracciones del adversario.
“Porque aquellos que son prudentes y han recibido la verdad, y han tomado al Santo Espíritu por guía, y no han sido engañados, de cierto os digo que estos no serán talados ni echados al fuego, sino que aguantarán el día”2.
Lección n.º 2: Manténgase despiertos y alertas
Para un topi, un momento fugaz de descuido o falta de atención podría acarrear el repentino ataque de un guepardo. Del mismo modo, la autocomplacencia espiritual y la despreocupación nos hacen vulnerables a los avances del adversario. La desconsideración de lo espiritual invita a un gran peligro en nuestra vida.
Nefi describió cómo, en los últimos días, Satanás intentaría pacificar y adormecer a los hijos de Dios con una falsa sensación de “seguridad carnal, de modo que dirán: Todo va bien en Sion; sí, Sion prospera, todo va bien. Y así el diablo engaña sus almas, y los conduce astutamente al infierno”3.
Se requiere vigilancia constante para contrarrestar la autocomplacencia y la despreocupación. Estar alerta es el estado o la acción de vigilar con atención para prever posibles peligros o dificultades; y vigilar denota el acto de permanecer despierto para cuidar y proteger. En términos espirituales, debemos permanecer despiertos y estar atentos a las impresiones del Espíritu Santo y a las señales que provienen de los atalayas del Señor que están en las torres4.
“Sí, y también os exhorto […] a estar continuamente prontos para orar para que no seáis desviados por las tentaciones del diablo […] porque he aquí, él no os recompensa con ninguna cosa buena”5.
Centrar nuestra vida en el Salvador y en Su evangelio nos permite vencer la tendencia del hombre natural a la somnolencia y la pereza espirituales. Al ser bendecidos con ojos para ver y oídos para oír6, el Espíritu Santo puede aumentar nuestra capacidad de mirar y escuchar cuando normalmente no pensemos que necesitamos mirar ni escuchar, o cuando no pensemos que algo se pueda ver o escuchar.
“Velad, pues, para que estéis apercibidos”7.
Lección n.º 3: Comprender la intención del enemigo
Un guepardo es un depredador que, de forma natural, se alimenta de otros animales. Todo el día, y cada día, el guepardo es un depredador.
Satanás “es enemigo de la rectitud y de todos los que procuren hacer la voluntad de Dios”8. Todo el día, cada día, su único fin y propósito es hacer que los hijos y las hijas de Dios sean miserables como lo es él9.
El plan de felicidad del Padre tiene como fin brindar guía a Sus hijos, ayudarlos a sentir un gozo duradero y llevarlos a salvo de regreso a Él, con cuerpos resucitados y exaltados. El diablo se esfuerza por hacer que los hijos y las hijas de Dios estén confusos y sean desdichados, y por obstaculizar su progreso eterno. El adversario trabaja incesantemente para atacar los elementos del plan del Padre que a él más le disgustan.
Satanás no tiene cuerpo, y se ha suspendido su progreso eterno. Así como un dique detiene el agua que fluye por el lecho de un río, de igual forma el progreso eterno del adversario se frustra debido a que no posee un cuerpo físico. Como resultado de su rebelión, Lucifer mismo se ha privado de todas las bendiciones y experiencias terrenales que son posibles mediante un tabernáculo de carne y huesos. Uno de los poderosos significados de la palabra condenado en las Escrituras se ilustra en la incapacidad que él tiene de seguir progresando y de llegar a ser semejante a nuestro Padre Celestial.
Dado que nuestro cuerpo físico es tan fundamental en el plan de felicidad del Padre y en nuestro progreso espiritual, Lucifer pretende frustrar nuestro progreso al tentarnos a usar nuestro cuerpo de forma indebida. El presidente Russell M. Nelson ha enseñado que, en última instancia, la seguridad espiritual consiste en “nunca dar el primer paso tentador para ir hacia donde no debemos ir, ni hacer lo que nunca debemos hacer […] Como seres humanos, todos tenemos apetitos [físicos] que son necesarios para nuestra supervivencia. Esos apetitos son absolutamente esenciales para la perpetuación de la vida. Entonces, ¿qué es lo que hace el adversario? […] Nos ataca por medio de nuestros apetitos. Nos tienta a que comamos lo que no debemos comer, a que bebamos lo que no debemos beber y a que amemos como no debemos amar”10.
Una de las mayores ironías de la eternidad es que el adversario, que es desdichado precisamente porque no tiene un cuerpo físico, nos invita y nos induce a compartir su desdicha mediante el uso inapropiado de nuestro cuerpo. Por lo tanto, la herramienta que él mismo no tiene y que no puede utilizar es el objetivo principal de sus intentos de seducirnos hacia la destrucción física y espiritual.
Comprender el objetivo de un enemigo es vital para la preparación eficaz contra posibles ataques11. Precisamente porque el capitán Moroni conocía las intenciones de los lamanitas, estuvo preparado para confrontarlos en el momento de su llegada y salió victorioso12. Ese mismo principio y promesa se aplica a cada uno de nosotros.
“… si estáis preparados, no temeréis.
“Y para que os escapéis del poder del enemigo”13.
Invitación, promesa y testimonio
Así como se pueden aprender lecciones importantes al observar el comportamiento de los guepardos y los topis, también nosotros debemos buscar las lecciones y advertencias en los acontecimientos sencillos de la vida cotidiana. A medida que busquemos una mente y un corazón receptivos para recibir guía celestial por el poder del Espíritu Santo, entonces algunas de las mejores instrucciones que podamos recibir y muchas de las advertencias más potentes que puedan protegernos surgirán de nuestras propias experiencias cotidianas. En las Escrituras, así como en nuestra vida diaria, encontramos poderosas parábolas.
He destacado solo tres de las muchas lecciones que se pueden reconocer en la aventura que Susan y yo tuvimos en África. Los invito y animo a reflexionar sobre ese episodio con los guepardos y los topis, y a buscar lecciones adicionales para ustedes y su familia. Recuerden siempre que su hogar es el verdadero centro para aprender y vivir el Evangelio.
A medida que respondan con fe a esta invitación, acudirán a su mente pensamientos inspirados, en su corazón nacerán sentimientos espirituales y reconocerán las acciones que se deban emprender o continuar a fin de poder “toma[r] sobre vosotros toda [la] armadura [de Dios], para que podáis resistir el día malo, después de haber hecho todo, a fin de que podáis persistir”14.
Prometo que las bendiciones de la preparación eficaz y la protección espiritual fluirán a su vida mientras estén atentos y prontos para orar continuamente.
Testifico que el avanzar por el sendero de los convenios proporciona seguridad espiritual e invita al gozo duradero en nuestra vida. Y testifico que el Salvador resucitado y viviente nos sostendrá y fortalecerá tanto en los momentos buenos como en los malos. Testifico de estas verdades, en el sagrado nombre del Señor Jesucristo. Amén.