Verdad pura, doctrina pura y revelación pura
Hagan de esta conferencia un tiempo para deleitarse con los mensajes que el Señor nos dé a través de Sus siervos.
Mis queridos hermanos y hermanas, ¡bienvenidos a la conferencia general! ¡Qué gozo es estar con ustedes! Durante los últimos seis meses han estado en mis pensamientos de manera casi constante. He orado en cuanto a ustedes y por ustedes. Durante las últimas semanas he orado fervientemente para que esta conferencia sea un periodo de revelación y reflexión para todos los que procuran esas bendiciones.
Estamos encantados de dirigirnos a ustedes de nuevo desde el Centro de Conferencias. La mayoría de los asientos permanecen vacíos, pero la presencia de algunos miembros del Coro del Tabernáculo supone un maravilloso avance. Les damos la bienvenida a todos a esta conferencia, en gran parte virtual, dondequiera que estén.
Todavía estamos lidiando con los estragos del COVID-19 y sus variantes. Les agradecemos por seguir nuestros consejos, los de los expertos médicos y de los funcionarios gubernamentales de sus propias comunidades.
Convocamos cada conferencia general siguiendo las indicaciones del Señor1, si bien el formato ha variado con los años. Cuando yo era mucho más joven, la conferencia duraba tres o cuatro días; posteriormente, la duración se redujo a dos días. Cada mensaje, en ese entonces y ahora, es el resultado de la oración ferviente y de mucha preparación espiritual.
Las Autoridades Generales y los Oficiales Generales de la Iglesia que discursen centrarán sus mensajes en nuestro Salvador, Jesucristo, Su misericordia y Su infinito poder redentor. Nunca ha habido una época en la historia del mundo en la que el conocimiento de nuestro Salvador fuera más vital y relevante en lo personal para toda alma humana. Imaginen lo rápido que se resolverían los devastadores conflictos de todo el mundo, y los de nuestra propia vida, si todos nosotros decidiéramos seguir a Jesucristo y prestar atención a Sus enseñanzas.
Con ese espíritu, los invito a dar oído a tres cosas durante esta conferencia: la verdad pura, la doctrina pura de Cristo y la revelación pura. Al contrario de las dudas de algunos, sí existen el bien y el mal. Realmente existe la verdad absoluta: la verdad eterna. Una de las plagas de nuestra época es que muy pocas personas saben adónde acudir en busca de la verdad2. Puedo asegurarles que lo que oirán hoy y mañana constituye la verdad pura.
La doctrina pura de Cristo es poderosa; cambia la vida de todo aquel que la entiende y procura implementarla en su vida. La doctrina de Cristo nos ayuda a encontrar la senda de los convenios y a permanecer en ella. Mantenernos en ese camino estrecho pero bien definido nos hará merecedores, en última instancia, de recibir todo lo que Dios tiene3. ¡Nada puede valer más que todo lo que tiene nuestro Padre!
Finalmente, la revelación pura para las preguntas de su corazón hará que esta conferencia sea provechosa e inolvidable. Si aún no han buscado la ministración del Espíritu Santo para ayudarlos a escuchar lo que el Señor desea que escuchen durante estos dos días, los invito a que lo hagan ahora. Hagan de esta conferencia un tiempo para deleitarse con los mensajes que el Señor nos dé a través de Sus siervos y aprendan a ponerlos en práctica en su vida.
Esta es La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Somos Su pueblo del convenio. El Señor declaró que apresuraría Su obra en Su tiempo4, y lo está haciendo a un ritmo cada vez mayor. Tenemos el privilegio de participar en Su santa obra.
Invoco una bendición sobre todos los que buscan mayor luz, conocimiento y verdad, y expreso mi amor por cada uno de ustedes, en el sagrado nombre de Jesucristo. Amén.