Conferencia General
Una búsqueda con fe, que fue recompensada
Conferencia General de octubre de 2021


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Una búsqueda con fe, que fue recompensada

Invito a que todos sigamos aumentando nuestra fe en Cristo, quien continúa cambiando la vida de todos los que lo buscan.

A partir de 1846, miles de pioneros hombres, mujeres y niños se dirigieron al oeste hacia Sion. Su gran fe avivó su inagotable valentía. Para algunos el viaje nunca terminó, porque murieron a lo largo del camino. Otros, frente a la severa adversidad, siguieron adelante con fe.

Gracias a ellos y varias generaciones después, mi familia disfrutó de las bendiciones del verdadero evangelio de Jesucristo.

De manera similar a otro joven, a quien mencionaré más adelante, yo tenía catorce años cuando empecé a tener dudas sobre la religión y mi fe. Asistía a una iglesia de otra denominación cerca de mi casa, pero sentía el deseo de visitar muchas otras iglesias.

Una tarde, observé a dos jóvenes con trajes oscuros y camisas blancas que entraban a la casa de mis vecinos. ¡Estos jóvenes se veían especiales!

Al día siguiente vi a mi vecina, Leonor López, y le pregunté en cuanto a esos jóvenes. Leonor me explicó que eran misioneros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Con regocijo me dijo que su familia se había bautizado en la Iglesia el año anterior. Al ver mi interés, Leonor me invitó a reunirme con los misioneros y aprender sobre la Iglesia.

Dos días después, fui adonde la familia López para reunirme con los misioneros. Ellos se presentaron como el élder John Messerly, de Ogden, Utah, y el élder Christopher Osorio, de Walnut Creek, California. Nunca los olvidaré.

Misioneros enseñando durante la cena

Debido a que yo solo tenía catorce años, el élder Messerly insistió en que fuéramos a mi casa, que estaba al lado, para que mi mamá supiera lo que me estaban enseñando. Estando ahí, él amablemente explicó que venían a compartir un mensaje sobre Jesucristo y le pidieron permiso a ella para enseñarme. Mamá aceptó y hasta nos acompañó mientras ellos me enseñaban.

Los misioneros primero le pidieron a Leonor que ofreciera una oración. Eso me conmovió profundamente, porque su oración no era una repetición de palabras memorizadas, sino una expresión del corazón. Sentí que en realidad estaba hablando con su Padre Celestial.

Después, los misioneros nos enseñaron sobre Jesucristo. Mostraron una ilustración de Él que me impresionó porque era una imagen del Cristo resucitado y viviente.

El Salvador Jesucristo

Ellos continuaron y nos enseñaron que Jesús había establecido Su Iglesia en la antigüedad, con Él a la cabeza y acompañado de doce apóstoles. Nos enseñaron sobre la Apostasía: la forma en que la verdad y la autoridad de Cristo se habían quitado de la tierra después de que Sus apóstoles murieron.

Nos contaron de un joven de catorce años llamado José Smith que, a principios del siglo XIX, visitó varias iglesias en busca de la verdad. Con el paso del tiempo, José estaba aún más confundido. Después de leer en la Biblia que podemos “p[edir] a Dios”1 que nos dé sabiduría, José, actuando con fe, se retiró a un bosque para orar y preguntar a qué iglesia debía unirse.

Uno de los misioneros leyó el relato de José de lo que sucedió conforme oraba:

“… vi una columna de luz, más brillante que el sol, directamente arriba de mi cabeza; y esta luz gradualmente descendió hasta descansar sobre mí […].

“Al reposar sobre mí la luz, vi en el aire arriba de mí a dos Personajes, cuyo fulgor y gloria no admiten descripción. Uno de ellos me habló, llamándome por mi nombre, y dijo, señalando al otro: Este es mi Hijo Amado: ¡Escúchalo!2.

Durante la lección, el Espíritu me confirmó varias verdades:

Primero, Dios escucha las oraciones sinceras de todos Sus hijos y el cielo está abierto para todos, no solo para unos cuantos.

Segundo, Dios el Padre, Jesucristo y el Espíritu Santo son tres seres distintos, unidos en Su propósito de “llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre”3.

Tercero, somos creados a la imagen de Dios. Nuestro Padre Celestial y Su Hijo Jesucristo tienen cuerpos de carne y huesos como nosotros, pero Ellos están glorificados y perfeccionados, y el Espíritu Santo es un personaje de espíritu4.

Cuarto, por medio de José Smith, Jesucristo restauró Su evangelio y Su Iglesia verdadera en la tierra. La autoridad del sacerdocio conferida a los apóstoles de Cristo hace dos mil años es el mismo sacerdocio conferido a José Smith y a Oliver Cowdery por Pedro, Santiago y Juan5.

Por último, aprendimos en cuanto a otro testamento de Jesucristo: el Libro de Mormón. Escrito por profetas de la antigüedad, nos cuenta de personas que vivieron en el continente americano antes, durante y después del nacimiento de Jesús. En él, aprendemos la manera en que conocieron, amaron y adoraron a Cristo, quien se les apareció como el Salvador resucitado.

El Espíritu me conmovió profundamente al conocer lo que el Salvador les dijo: “He aquí, yo soy Jesucristo, de quien los profetas testificaron que vendría al mundo”6.

Los misioneros nos dieron nuestro propio ejemplar del Libro de Mormón. Leímos y aceptamos la invitación que se encuentra al final del Libro de Mormón, que dice:

“Y cuando recibáis estas cosas, quisiera exhortaros a que preguntéis a Dios el Eterno Padre, en el nombre de Cristo, si no son verdaderas estas cosas; y si pedís con un corazón sincero, con verdadera intención, teniendo fe en Cristo, él os manifestará la verdad de ellas por el poder del Espíritu Santo;

“y por el poder del Espíritu Santo podréis conocer la verdad de todas las cosas”7.

Han pasado casi 45 años desde que mi madre y yo supimos del gozo y del poder que brinda el tener fe en Cristo. Fue debido a su fe en Cristo, que la familia López habló conmigo acerca de su nueva religión. Fue debido a su fe en Cristo que esos dos misioneros dejaron su hogar en los Estados Unidos para encontrarnos a mi mamá y a mí. Fue por la fe de todos esos queridos amigos que se plantó un grano de mostaza de fe en nosotros, el cual ha crecido desde entonces para ser un poderoso árbol de bendiciones eternas.

Durante estos años benditos, hemos sabido que, tal como lo declaró el presidente Russell M. Nelson: “Todo lo bueno de la vida —toda posible bendición de significado eterno— comienza con la fe. El permitir que Dios prevalezca en nuestras vidas comienza con la fe en que Él está dispuesto a guiarnos. El verdadero arrepentimiento comienza con la fe en que Jesucristo tiene el poder de purificarnos, sanarnos y fortalecernos”8.

Invito a que todos sigamos aumentando nuestra fe en Cristo, quien ha cambiado la vida de mi amada madre y la mía, y continúa cambiando la vida de todos los que lo buscan. Sé que José Smith es el Profeta de la Restauración, que el presidente Nelson es nuestro profeta hoy en día, que Jesús es el Cristo viviente y nuestro Redentor, y que el Padre Celestial vive y contesta las oraciones de todos Sus hijos. Testifico de estas verdades en el sagrado nombre de Jesucristo. Amén.