Conferencia General
“¿Me amas más que estos?”
Conferencia General de octubre de 2021


13:6

“¿Me amas más que estos?”

¿Qué cosas pueden hacer en su vida para demostrar que aman al Señor en primer lugar?

En noviembre de 2019, mi amigo y yo visitamos la Tierra Santa. Al estar allí, repasamos y estudiamos las Escrituras sobre la vida de Jesucristo. Una mañana, nos detuvimos en la orilla noroeste del mar de Galilea en un lugar que pudo haber sido donde Jesús se encontró con Sus discípulos después de Su resurrección.

Tras la resurrección de Jesús, tal como leemos en el capítulo 21 de Juan, Pedro y los otros discípulos pescaron toda la noche sin éxito1. Por la mañana, vieron a un hombre de pie en la orilla, que les dijo que echaran la red al otro lado de la barca. Para su asombro, la red se llenó milagrosamente2.

De inmediato reconocieron que el hombre era el Señor, y se apresuraron para ir a saludarlo.

Mientras arrastraban la red a la orilla, llena de peces, Jesús dijo: “Venid, comed”3. Juan informa que “cuando hubieron comido, Jesús le dijo a Simón Pedro: Simón hijo de Jonás, ¿me amas más que estos?”4.

Al encontrarme en esa misma orilla del mar, me di cuenta de que la pregunta del Salvador era una de las más importantes que Él podría hacerme algún día. Casi podía escuchar Su voz preguntar: “Russell, ¿me amas más que estos?”.

¿Se preguntan a qué se refería Jesús cuando le preguntó a Pedro: “¿me amas más que estos?”.

Al relacionar esa pregunta a nosotros mismos en nuestros días, el Señor puede estar preguntándonos cuán ocupados estamos y sobre las muchas influencias positivas y negativas que compiten por nuestra atención y nuestro tiempo. Tal vez nos pregunte a cada uno si lo amamos a Él más que a las cosas de este mundo. Esa puede ser una pregunta sobre lo que realmente valoramos en la vida, a quién seguimos y cómo vemos nuestra relación con la familia y los vecinos. O tal vez, Él pregunte qué es lo que realmente nos trae gozo y felicidad.

¿Nos traen las cosas de este mundo el gozo, la felicidad y la paz que el Salvador ofreció a Sus discípulos y que nos ofrece a nosotros? Solo Él puede brindarnos verdadero gozo, felicidad y paz si lo amamos y seguimos Sus enseñanzas.

¿Cómo contestaríamos la pregunta: “¿me amas más que estos?”.

Cuando descubramos un significado más completo a esa pregunta, podremos convertirnos en mejores miembros de la familia, vecinos, ciudadanos, miembros de la Iglesia e hijos e hijas de Dios.

A mi edad, he asistido a muchos funerales. Estoy seguro de que muchos de ustedes han notado lo que yo he notado. Al honrar la vida de un pariente o amigo fallecido es raro que el orador hable sobre el tamaño de la casa de la persona, la cantidad de automóviles o los saldos de las cuentas bancarias. Por lo general, no hablan de sus publicaciones en las redes sociales. En la mayoría de los funerales a los que he asistido, quienes hablan se centran en las relaciones de su ser querido, su servicio a los demás, las lecciones y experiencias de su vida y su amor por Jesucristo.

No me malinterpreten. No estoy diciendo que tener una linda casa o un lindo auto esté mal o que usar las redes sociales sea malo. Lo que sí estoy diciendo es que al final, esas cosas importan muy poco en comparación con amar al Salvador.

Cuando lo amamos y lo seguimos, tenemos fe en Él. Nos arrepentimos. Seguimos Su ejemplo, somos bautizados y recibimos el Espíritu Santo. Perseveramos hasta el fin y permanecemos en la senda de los convenios. Perdonamos a familiares y vecinos al dejar de lado los rencores que podamos tener. Nos esforzamos fervientemente por guardar los mandamientos de Dios. Nos esforzamos por ser obedientes. Hacemos convenios y los guardamos. Honramos a nuestros padres y a nuestras madres. Dejamos de lado las influencias negativas del mundo. Nos preparamos para Su segunda venida.

En “El Cristo Viviente: El Testimonio de los Apóstoles”, leemos: “… algún día [Jesús] regresará a la tierra […]. Él regirá como Rey de reyes y reinará como Señor de señores, y toda rodilla se doblará, y toda lengua hablará en adoración ante Él. Todos nosotros compareceremos para ser juzgados por Él según nuestras obras y los deseos de nuestro corazón”5.

Como uno de los apóstoles que firmó el documento “El Cristo Viviente”, puedo afirmar que el saber que Jesús “es la luz, la vida y la esperanza del mundo”6 me da un deseo mayor de amarlo más cada día.

Testifico que el Padre Celestial y Jesucristo viven; testifico que nos aman. Las Escrituras enseñan que “de tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su Hijo Unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna”7. Las Escrituras también enseñan que Jesús “de tal manera amó al mundo que dio su propia vida, para que cuantos crean lleguen a ser hijos [e hijas] de Dios”8.

Nuestro Padre Celestial nos amó de tal manera que preparó Su plan de salvación con un Salvador como la figura central. Y Jesús nos amó de tal manera que en el gran concilio de los cielos, cuando nuestro Padre Celestial preguntó: “¿A quién enviaré?”, Jesucristo, que fue el Primogénito de todos los hijos de nuestro Padre Celestial procreados en espíritu, respondió: “Heme aquí, envíame”9. Él dijo al Padre: “Padre, hágase tu voluntad, y sea tuya la gloria para siempre”10. Jesús se ofreció como voluntario para ser nuestro Salvador y Redentor para que pudiésemos llegar a ser como Ellos y regresar a Su presencia.

Esos dos pasajes de las Escrituras también enseñan que para regresar a Su presencia debemos creer. Debemos creer en Jesús y en el plan de felicidad de Dios. Creer es amar y seguir a nuestro Salvador y guardar los mandamientos, incluso en medio de las pruebas y del conflicto.

El mundo de hoy está en agitación; hay desengaños, desacuerdos, angustias y distracciones.

El presidente Dallin H. Oaks, en un mensaje que ofreció en 2017, destacó lo siguiente: “Estos son tiempos difíciles, llenos de grandes preocupaciones: guerras y rumores de guerras, posibles epidemias de enfermedades infecciosas, sequías, inundaciones y calentamiento global”11.

No podemos perder nuestro amor y esperanza en Jesús, incluso si enfrentamos desafíos aparentemente abrumadores. Nuestro Padre Celestial y Jesús nunca nos olvidarán. Ellos nos aman.

En octubre pasado, el presidente Russell M. Nelson nos enseñó la importancia de poner al Padre Celestial y a Jesucristo en primer lugar en nuestra vida. El presidente Nelson nos enseñó que un significado de la palabra Israel es “que Dios prevalezca”12.

Nos hizo una serie de preguntas a cada uno: “¿Estás dispuesto a dejar que Dios prevalezca en tu vida? ¿Estás dispuesto a permitir que Dios sea la influencia más importante de tu vida? ¿Permitirás que Sus palabras, Sus mandamientos y Sus convenios influyan en lo que haces cada día? ¿Permitirás que Su voz tenga prioridad sobre cualquier otra? ¿Estás dispuesto a permitir que todo lo que Él necesite que hagas tenga prioridad sobre cualquier otra ambición? ¿Estás dispuesto a que tu voluntad sea absorbida en la de Él?”13.

Siempre debemos recordar que nuestra verdadera felicidad depende de nuestra relación con Dios, con Jesucristo y los unos con los otros.

Una forma de demostrar nuestro amor es unirnos a familiares, amigos y vecinos para hacer algunas pequeñas cosas a fin de servirnos mejor unos a otros. Realicen cosas que hagan de este mundo un lugar mejor.

¿Qué cosas pueden hacer en su vida para demostrar que aman al Señor en primer lugar?

Al centrarnos en amar a nuestro prójimo como Él lo ama, comenzamos a amar verdaderamente a quienes nos rodean14.

Vuelvo a preguntar, ¿cómo responderían a la pregunta del Salvador: “¿me amas más que estos?”.

Al considerar esa pregunta como yo lo he hecho, ruego que respondan como lo hizo Pedro hace tanto tiempo: “Sí, Señor, tú sabes que te amo”15, y luego lo demuestren al amar y servir a Dios y a todos los que los rodean.

Testifico que tenemos la bendición de tener el evangelio de Jesucristo para guiarnos en la forma en que vivimos y nos tratamos unos a otros. En el Señor, descubrimos que cada hija e hijo de Dios son muy valiosos para Él.

Testifico que Jesucristo es nuestro amado Salvador. Él es el Hijo Unigénito de Dios. Y testifico de esto humildemente en el nombre de Jesucristo. Amén.