Una oración de Navidad que fue contestada
“Y el Señor también recordará las oraciones de los justos, las cuales se han dirigido a él a favor de ellos” (Mormón 5:21).
Peggy se despertó la mañana de Navidad. Estaba entusiasmada por recibir un juguete nuevo y divertido y por comer el festín navideño. Pero al mirar a su alrededor, supo que ese año sería diferente, ya que aunque su padre había trabajado arduamente, había escaseado el dinero para la familia.
No había señal de ningún festín navideño. Las bandejas de verduras estaban vacías, y no había comida en el refrigerador.
Peggy y su hermano, Malcolm, caminaron a la puerta del dormitorio de sus padres y los vieron arrodillados junto a la cama. Callados, escucharon que su padre y su madre oraban al Padre Celestial para que ayudara a la familia a tener comida.
“Ven”, le dijo Peggy a Malcolm. “Vamos afuera”.
Peggy y Malcolm salieron a recolectar algunos de los helechos salvajes que crecían cerca de la huerta. Quizás no habría juguetes este año, pero aún podían hacer que su casa tuviera un ambiente navideño.
Se sintieron mejor después de haber decorado la casa con helechos verdes, pero aún no había señal de comida.
“El Señor proveerá”, dijo su madre. “Vamos a poner la mesa”.
El padre puso los platos en la mesa, y la madre puso los tenedores y las cucharas.
Los niños se miraron el uno al otro con expresión confusa. La mesa estaba lista, pero aún no había comida. La hora del desayuno pasó y se acercaba la hora del almuerzo. Peggy sentía dolor por el hambre que tenía y se preguntaba cómo iba a recibir comida su familia.
El reloj marcó las doce del mediodía, luego las 12:30 y después las 12:45. Todavía nada. Entonces Peggy oyó llamar a la puerta.
Corrió a abrir la puerta y se sorprendió al ver a la familia Kirk allí. Tenían jamón, pan, pollo, ensaladas y dulces. Peggy no podía creer lo que veía.
“Nos estábamos sentando a comer nuestro almuerzo de Navidad cuando pensamos en ustedes”, dijo el hermano Kirk. “Esperamos que esta comida les venga bien”.
El padre estrechó la mano del hermano Kirk, y la madre comenzó a poner la comida en la mesa de la cocina. Peggy todavía estaba sorprendida. Miró a sus padres con ojos bien abiertos, pero parecía que ellos habían esperado que eso sucediera.
Peggy sabía que el sentimiento que había tenido por la mañana era correcto. Esa Navidad era diferente. Ésa fue la Navidad en que aprendió que el Padre Celestial escucha y contesta las oraciones. Y ése fue el mejor regalo que pudo haber recibido.