Del campo misional
Alimentar a los que tienen hambre
Por medio de cosas sencillas pudimos satisfacer grandes necesidades, tanto físicas como espirituales.
En diciembre de 2004, me encontraba prestando servicio como misionero de tiempo completo en Lins, São Paulo, Brasil. El barrio y la rama locales decidieron participar en el programa anual de Brasil “Natal sem Fome” (Navidad sin hambre). Unimos nuestros esfuerzos a los de otras organizaciones —entre las cuales había soldados de las fuerzas armadas brasileñas, carteros y miembros de otras religiones— y pasamos por varios vecindarios recolectando alimentos que más tarde entregaríamos a las personas necesitadas de la ciudad. Además, aprovechamos esa ocasión como oportunidad para repartir tarjetas de obsequio, o “tarjetas de amistad”, como les decíamos nosotros. Se distribuyeron alrededor de dos mil tarjetas.
Muchos de los miembros comentaron sobre los hermosos sentimientos que habían tenido al servir y compartir el espíritu de la Navidad bajo el cálido sol brasileño. Era algo digno de admiración ver a los soldados repartir tarjetas de obsequio de una iglesia a la que ni siquiera pertenecían.
Una semana después recibimos 127 pedidos del DVD navideño Regocijaos, Jesús nació, con la participación del Coro del Tabernáculo Mormón. La semana siguiente recibimos 22 más. Mi compañero y yo empezamos a enseñar a esas personas y nos fue posible entrar en muchos hogares como resultado de ese proyecto.
Jamás olvidaré el gozo y el amor de aquel proyecto tan especial, mediante el cual ayudamos a propagar el Evangelio y llevar alivio a muchas familias que tenían hambre. Se aminoró tanto el hambre espiritual como el físico.
Sé que por medios pequeños y sencillos (como es el caso de una tarjeta de obsequio) pueden ocurrir muchas cosas grandes y maravillosas (como la salvación de las almas de los hombres). Esta experiencia fue una prueba de que hay muchas oportunidades que nos rodean durante la Navidad, y otras épocas, de sacar a luz esta maravillosa obra y este prodigio.