Edificar una vida resistente al adversario
Ruego que continuemos edificando nuestra vida según los planos y las especificaciones técnicas del diseño divino establecido por nuestro Padre.
A lo largo de los años, desde este hermoso púlpito del Centro de Conferencias, hemos recibido magníficos consejos, inspiración, instrucción y revelación. En ocasiones, los discursantes han utilizado comparaciones relacionadas con sus ámbitos de conocimiento y experiencia para ilustrar de forma clara y poderosa un principio del evangelio de Jesucristo.
De esta manera, por ejemplo, hemos aprendido sobre aviones y vuelos en los que una pequeña desviación inicial puede conducirnos a un lugar alejado de nuestro destino original1 . También de esta manera hemos aprendido sobre la comparación entre la función de nuestro corazón físico y el potente cambio en el corazón que se requiere para responder a la invitación del Señor de seguirlo2.
Esta vez me gustaría agregar humildemente una comparación inspirada en un área del campo de mi preparación profesional. Me refiero al mundo de la ingeniería civil. Desde el comienzo de mis estudios universitarios, soñaba con el día en que completaría los requisitos para poder tomar la clase en la que se me enseñaría a diseñar edificios y otras estructuras que luego podrían considerarse “antisísmicos”.
Finalmente llegó el día de mi primera clase sobre ese tema. Estas fueron las primeras palabras del profesor: “Seguramente están ansiosos por comenzar este curso y aprender a diseñar estructuras antisísmicas”, a lo que muchos de nosotros asentimos con entusiasmo. Luego añadió: “Lamento decirles que esto no es posible, porque no puedo enseñarles a diseñar un edificio que sea contra terremotos, ‘antiterremotos’ o que se oponga a un terremoto. Eso no tiene sentido”, dijo él, “porque los terremotos ocurrirán de todos modos, ya sea que nos guste o no”.
Luego agregó: “Lo que sí puedo enseñarles es a diseñar estructuras que sean resistentes a los terremotos, estructuras que puedan resistir las fuerzas que provienen de un sismo, a fin de que la estructura permanezca en pie sin sufrir ningún daño grave y luego pueda continuar prestando el servicio para el cual se había concebido”.
El ingeniero hace los cálculos que indican las dimensiones, cualidades y características de los cimientos, las columnas, las vigas, las losas de concreto [hormigón] y otros elementos estructurales que se diseñen. Estos resultados se traducen en planos y especificaciones técnicas, los cuales el constructor debe seguir de manera estricta a fin de que la obra se materialice y así cumpla con el propósito para el cual se diseñó y se construyó.
Aunque han pasado más de cuarenta años desde aquella primera clase de ingeniería resistente a los terremotos, recuerdo perfectamente el momento en que comencé a adquirir una comprensión más profunda y completa de la vital importancia de que este concepto estuviera presente en las estructuras que diseñaría en mi vida profesional futura. No solo eso, sino algo aún más importante es que estuviera permanentemente presente en la edificación de mi propia vida y en la de quienes pudiera ejercer una influencia positiva.
¡Cuán bendecidos somos de contar con el conocimiento del Plan de Salvación creado por nuestro Padre Celestial, de tener el evangelio restaurado de Jesucristo y de contar con la guía inspirada de los profetas vivientes! Todos los elementos anteriores constituyen los “planos” divinamente diseñados y las “especificaciones técnicas” que nos enseñan claramente cómo construir vidas felices, vidas que sean resistentes al pecado, a la tentación y a los ataques de Satanás, quien procura de forma desesperada frustrar nuestro destino eterno de estar junto a nuestro Padre Celestial y con nuestra amada familia.
El Salvador mismo, al comienzo de Su ministerio, “quedó solo para ser tentado por el diablo”3, pero Jesús salió victorioso de esa gran prueba. ¿De qué manera le sirvió a Él tener una actitud a prueba de Satanás o a prueba de tentaciones? Lo que hizo que Jesús saliera triunfante de esos momentos tan difíciles fue Su preparación espiritual, la cual le permitió estar en condiciones de resistir las tentaciones del adversario.
¿Cuáles fueron algunos de los factores que ayudaron al Salvador a estar preparado para ese momento crucial?
Primero, Él había ayunado durante cuarenta días y cuarenta noches, ayuno que debe haber estado acompañado de una oración constante. Así que, aunque Él estaba físicamente débil, Su espíritu era muy fuerte. Aunque, afortunadamente, no se nos pide ayunar por tanto tiempo, sino por solo veinticuatro horas y una vez al mes, el ayuno nos brinda fortaleza espiritual y nos prepara para ser resistentes a las pruebas de esta vida.
En segundo lugar, en el relato de las tentaciones a las que fue sometido el Salvador, vemos que Él siempre le respondió a Satanás teniendo las Escrituras en mente, citándolas y usándolas en el momento adecuado.
Cuando Satanás lo tentó a convertir piedras en pan para satisfacer el hambre por Su largo ayuno, el Señor le dijo: “Escrito está: No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”4 . Entonces, cuando el Señor estaba en el pináculo del templo, el diablo trató de tentarlo para que demostrara Su poder, a lo cual el Señor respondió con autoridad: “Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios”5 . Y al tercer intento de Satanás, el Señor respondió: “… [E]scrito está: Al Señor tu Dios adorarás y a él solamente servirás”6.
Un terremoto deja su marca incluso en estructuras que fueron diseñadas y construidas correctamente; consecuencias tales como tal vez algunas grietas, muebles o techos caídos y ventanas rotas. Sin embargo, este edificio bien diseñado y bien construido cumplirá con su propósito de proteger a sus ocupantes y, con algunas reparaciones, recuperará su estado original.
De manera similar, las bofetadas del adversario también pueden causar “grietas” o algún daño parcial en nuestra vida, a pesar de nuestros esfuerzos por edificarla de acuerdo con el diseño divino perfecto. Esas “grietas” pueden manifestarse por medio de sentimientos de tristeza o remordimiento por haber cometido algunos errores y por no haber hecho todo de manera perfecta, o por sentir que no somos tan buenos como queremos ser.
Pero lo que es verdaderamente relevante es que, por haber seguido los planos y las especificaciones divinamente diseñados, es decir, el evangelio de Jesucristo, todavía estamos en pie. La estructura de nuestra vida no se ha derribado a causa de los esfuerzos del adversario o de situaciones difíciles que hayamos tenido que afrontar; más bien, estamos listos para seguir adelante.
El gozo prometido en las Escrituras como el propósito de nuestra existencia7 no debe entenderse como que no tendremos dificultades ni pesares, que no tendremos “grietas” como consecuencias de tentaciones, de adversidad o de pruebas reales de nuestra vida terrenal.
Ese gozo tiene que ver con la perspectiva de Nefi sobre la vida cuando dijo: “… [H]abiendo conocido muchas aflicciones durante el curso de mi vida, siendo, no obstante, altamente favorecido del Señor todos mis días”8. ¡Todos sus días! Incluso los días en que Nefi sufrió a causa de la incomprensión y el rechazo de sus propios hermanos, incluso cuando lo ataron en el barco, incluso el día en que falleció su padre, Lehi, incluso cuando Lamán y Lemuel se convirtieron en enemigos mortales de su pueblo. Incluso en esos días difíciles, Nefi se sintió altamente favorecido del Señor.
Podemos tener la tranquilidad de saber que el Señor nunca nos permitirá ser tentados más allá de lo que podamos resistir. Alma nos invita a “vel[ar] y or[ar] incesantemente, para que no se[amos] tentados más de lo que pod[amos] resistir, y así se[amos] guiados por el Santo Espíritu, volviéndo[nos] humildes, mansos, sumisos, pacientes, llenos de amor y de toda longanimidad”9.
Lo mismo se puede hacer respecto a las pruebas de la vida. Ammón nos recuerda las palabras del Señor: “Id […] y sufrid con paciencia vuestras aflicciones, y os daré el éxito”10.
El Señor siempre nos proporciona ayuda cuando afrontamos adversidad, tentación, incomprensión, debilidades e incluso la muerte. Él ha dicho: “Y ahora de cierto os digo, y lo que digo a uno lo digo a todos: Sed de buen ánimo, hijitos, porque estoy en medio de vosotros, y no os he abandonado”11. ¡Él nunca nos abandonará!
Ruego que continuemos edificando nuestra vida según los planos y las especificaciones técnicas del diseño divino establecido por nuestro Padre y llevado a cabo mediante nuestro Salvador Jesucristo. Así, debido a la gracia que recibimos mediante la expiación de nuestro Salvador, tendremos éxito al construir una vida resistente al pecado, resistente a la tentación, y seremos fortalecidos para soportar los momentos tristes y difíciles de la vida. Y, además, estaremos en condiciones de tener acceso a todas las bendiciones prometidas mediante el amor de nuestro Padre y nuestro Salvador. En el nombre de Jesucristo. Amén.