2023
Los tres niveles de la Navidad
Diciembre de 2023


Mensaje del Área

Los tres niveles de la Navidad

Hace muchos años, leí un artículo en una publicación de la Iglesia en la que se hablaba sobre diferentes “niveles” en los que nos podemos encontrar al celebrar la Navidad. Este concepto me ha ayudado a fortalecer mi comprensión de la venida a la tierra de nuestro Señor Jesucristo y a engrandecer mi gratitud por la obra maravillosa y eterna que Él llevó a cabo por todos los hijos de Dios,y particularmente, por el gozo que experimentan aquellos que son obedientes a Sus mandamientos.Primeramente, encontramos el nivel de Papá Noel o San Nicolás, el que está representado por el árbol de Navidad, los deseos secretos por un regalo en particular, paquetes con envoltorios multicolores, música navideña, luces, comida rica y decoraciones especiales en nuestros hogares, centros comerciales especialmente decorados con grandes árboles, Papá Noel tomándose fotografías con los niños, niños entusiasmados y padres cansados, pero llenos de amor. Es un tiempo de calidez especial, de preocuparse y de dar a los demás. Es el nivel donde comemos más de lo que es prudente, muchas veces gastamos demasiado y hacemos muchas cosas, disfrutando cada minuto. A muchos nos encanta el nivel navideño de Papá Noel.

Luego nos encontramos con el nivel de la Noche de Paz, el nivel del Niño Jesús en el pesebre. Este es un nivel superior, más hermoso, en el que cantamos y escuchamos villancicos, así como la hermosa y familiar historia: “Y aconteció en aquellos días que salió un edicto de parte de Augusto César”1. Es el nivel del mesón sin un lugar para José y María, del sagrado y silencioso momento en un oscuro establo cuando el Hijo de Dios vino a la tierra. Pastores en los empinados cerros cerca de Belén, ángeles con sus buenas nuevas, una nueva estrella en el oriente, reyes magos viajando grandes distancias en búsqueda del rey de los judíos. Hermoso y significativo, sin este sagrado segundo nivel de Navidad seríamos infinitamente más pobres, más pequeños.

El problema es que estos dos niveles no permanecen, no duran. Un par de semanas en el primer nivel es alrededor de todo lo que podríamos aguantar. Es demasiado intenso. Las velas se apagan, los atractivos envoltorios se van a la basura, las hermosas decoraciones se retiran y se guardan y los juguetes se rompen. Las fiestas pasan y comienzan las dietas. ¡Y ahora hay que desarmar y guardar el árbol de Navidad!

Quizás más de una cansada mamá, al limpiar y retirar las decoraciones, dirá: “¡Gracias al cielo que ya pasó la Navidad!”.

Aun el segundo nivel, el nivel del Niño Jesús, no permanece. ¿Cuántas veces en el año cantamos “Noche de Luz, Noche de Paz”? Los ángeles, la estrella y los pastores, incluso el misterio silencioso y sagrado de esa noche santa no pueden satisfacer por mucho tiempo la necesidad básica de la humanidad. Quien mantiene a Cristo solamente en el pesebre, al final, estará decepcionado y vacío.

No obstante, el solitario y el hambriento aún están entre nosotros, tal vez más solitarios y hambrientos que antes. Especialmente quien no ha conocido a aquel Niño Jesús ya hecho hombre, quien vino al mundo para darnos la salvación, el gozo y la oportunidad de regresar a vivir con nuestro Padre.

Finalmente, llegamos al nivel del Cristo adulto. Para que la Navidad dure, permanezca todo el año, para que crezca en belleza, significado y propósito, para que tenga el poder de cambiar vidas, debemos celebrarla en un nivel superior a los otros dos, el nivel del Cristo adulto. Es en este nivel —no como un niño— que nuestro Salvador trae Sus dones de gozo duradero, paz duradera, esperanza duradera. Fue el Cristo adulto quien extendió la mano y tocó lo intocable, quien amó lo despreciado, quien así nos amó a todos, que incluso en Su agonía en la cruz pidió perdón para Sus enemigos.

Este es el Cristo, creador de mundos sin número, que lloró porque tantos de nosotros no tenemos amor los unos por los otros. Él es quien voluntariamente dio su vida por cada uno de nosotros.

Él es quien tuvo una función clave en el plan de salvación, quien aceptó el plan de redención del Padre y se sometió a Su voluntad al decir: “Padre, hágase tu voluntad, y sea tuya la gloria para siempre”2.

Él es el Cristo que por siglos los profetas dijeron que vendría: “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado; y el principado estará sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz”3.

Él es quien da vida a todos los hombres: “Porque así como en Adán todos mueren, así también en Cristo todos serán vivificados”4.

Sí, Él fue y es maravilloso, el Gran Consejero, el Dios poderoso, dispuesto a sacrificar Su vida para que podamos vivir si tan solo estamos dispuestos a aceptarlo como nuestro Salvador. Él es el Padre Eterno, el Príncipe de Paz.

Este es el Cristo, el Cristo adulto, que nos dio el ejemplo perfecto y nos pidió que lo sigamos.

Este es Jesucristo, cuyo nacimiento estamos celebrando y quien nos dice: “Si me amáis, guardad mis mandamientos”5.

Él también nos dice: “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis los unos a los otros”6.

La aceptación de esa invitación —de guardar Sus mandamientos y de amarnos unos a otros— es la manera, la única manera, de celebrar la Navidad durante todo el año y así disfrutar del amor del Padre en su plenitud a lo largo de toda nuestra vida.

Notas

  1. Lucas 2:1.

  2. Moisés 4:2.

  3. Isaías 9:6.

  4. 1 Corintios 15:22.

  5. Juan 14:15.

  6. Juan 13:34.

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