Ven, sígueme
Nuestra meta es la conversión


“Nuestra meta es la conversión”, Ven, sígueme — Para uso individual y familiar Nuevo Testamento 2019 (2019)

“Nuestra meta es la conversión”, Ven, sígueme — Para uso individual y familiar 2019

Joven conversa con su abuela

Nuestra meta es la conversión

El propósito de toda enseñanza y todo aprendizaje en el Evangelio es profundizar la conversión y llegar a ser más como Jesucristo. Por esta razón, cuando estudiamos el Evangelio, no estamos buscando simplemente nueva información, sino que queremos llegar a ser “nuevas criaturas” (véase 2 Corintios 5:17). Eso significa, confiar en Cristo y depender de Él para cambiar nuestro corazón, nuestra visión, nuestras acciones y nuestra naturaleza misma.

Aunque el tipo de aprendizaje del Evangelio que fortalece nuestra fe y conduce al milagroso cambio de la conversión no ocurre en forma inmediata. Sino que se extiende más allá del salón de clases hasta el corazón y el hogar de las personas. Exige esfuerzos diarios y coherentes por entender y vivir el Evangelio. La verdadera conversión requiere de la influencia del Espíritu Santo.

El Espíritu Santo nos guía hacia la verdad y nos da testimonio de la verdad (véase Juan 16:13). Él ilumina nuestra mente, vivifica nuestro entendimiento y toca nuestro corazón mediante la revelación de Dios, la fuente de toda verdad. El Espíritu Santo purifica nuestro corazón. Él nos inspira el deseo de vivir por la verdad, y nos susurra maneras de hacerlo. Ciertamente, “el Espíritu Santo… os enseñará todas las cosas” (Juan 14:26).

Por estas razones, en nuestro esfuerzo por vivir, aprender y enseñar el Evangelio, lo primero que debemos procurar es la compañía del Espíritu. Esta meta debe gobernar nuestras elecciones y guiar nuestros pensamientos y acciones. Debemos procurar todo lo que invite a tener la influencia del Espíritu, y rechazar cualquier cosa que aleje esa influencia, porque sabemos que si podemos ser dignos de la presencia del Espíritu Santo, también podremos ser dignos de vivir en la presencia del Padre Celestial y de Su Hijo, Jesucristo.