Los deberes básicos del sacerdocio
La misión de la Iglesia del Señor es ayudar a todo pueblo a venir a Cristo. Las familias pueden colaborar con el cumplimiento de esta misión al hacer lo siguiente:
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Proveer para sus propias necesidades físicas y espirituales y colaborar en satisfacer las necesidades de otras personas.
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Compartir el Evangelio con los demás.
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Asegurarse de que los miembros de la familia reciban las ordenanzas del templo y ayudarles a extender esas bendiciones a sus antepasados fallecidos.
Necesidades físicas y espirituales
Necesidades espirituales
La sección anterior de esta guía, titulada “La enseñanza del Evangelio en el hogar”, contiene información en cuanto a la forma en que las familias pueden proveer para sus necesidades espirituales.
Necesidades físicas
Las familias deben llegar a ser autosuficientes para que puedan proveer para sus propias necesidades físicas y ayudar a otras personas. Para ser autosuficientes, los miembros de la familia deben estar dispuestos a trabajar. El trabajo implica esfuerzo físico, mental o espiritual. Es una fuente de realización personal, de felicidad, de autoestima y de prosperidad. Los padres deben esforzarse por ser autosuficientes y enseñar a sus hijos a hacer lo mismo. Ser autosuficientes les hará posible ayudar a aquellos que lo necesiten.
El padre es el responsable de proveer para las necesidades vitales de su familia y para su protección. La responsabilidad principal de las madres es la de criar a sus hijos. Los padres se encargan de que la familia disfrute de un hogar limpio, de comida sana, de ropa, de atención médica y dental, de oportunidades educativas, de instrucción en cuanto a la administración financiera y, si fuera posible, de capacitación en cuanto a la forma de cultivar algo de sus propios alimentos. Los padres deben enseñar a sus hijos a cocinar la comida al igual que cómo conservarla para su uso en el futuro.
Los padres deben estar dispuestos a trabajar arduamente para proveer para estas necesidades físicas. “Ni permitiréis que vuestros hijos anden hambrientos ni desnudos” (Mosíah 4:14). Los padres deben hacer planes y prepararse para proveer para la familia en épocas de enfermedad, catástrofes naturales, desempleo u otras dificultades. Si el padre encuentra dificultades a la hora de proveer para las necesidades físicas de su familia y no hay otros miembros de la familia que puedan ayudarle, puede pedir ayuda a través de los líderes del sacerdocio.
Los niños pueden ayudar a proveer para las necesidades físicas de su familia ayudando a los padres en su trabajo, siendo estudiosos en la escuela, encargándose de su ropa y otros artículos personales, cuidando la limpieza del hogar y la suya propia y cuidando su salud.
Los miembros de la familia deben esforzarse por mejorar su habilidad para leer, escribir y hacer operaciones aritméticas básicas; también deben aprovechar toda oportunidad que se presente de obtener conocimiento y mejorar sus talentos. Deben obedecer la Palabra de Sabiduría y consumir alimentos sanos. En la medida de lo posible, las familias deben almacenar una cantidad de artículos de primera necesidad suficiente para abastecerse durante un año, o tanto como les sea posible. Los miembros de la familia deben evitar deudas innecesarias, ahorrar para el futuro, cumplir con todas sus obligaciones, utilizar sus recursos con sabiduría y evitar el derroche.
Los padres deben enseñar a sus hijos a compartir con otras personas. Prácticamente todos podemos dar algo, sin importar lo poco que tengamos. Una manera de ayudar a los necesitados es por medio del ayuno mensual y la donación de ofrendas de ayuno, las que se utilizan para alimentar al hambriento, vestir al desnudo, consolar al afligido y cobijar al que no tiene hogar. Demostramos nuestro amor por el Señor cuando ayudamos a otras personas. Él dijo: “…en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis” (Mateo 25:40).
Compartir el Evangelio
El Señor, por medio de Sus profetas de los últimos días, ha enseñado que todo
miembro de la Iglesia tiene la responsabilidad de compartir el Evangelio con los demás. “Conviene que todo hombre que ha sido amonestado, amoneste a su prójimo” (D. y C. 88:81). Alma, un profeta del Libro de Mormón, explica que cuando somos bautizados, debemos estar dispuestos a “ser testigos de Dios en todo tiempo, y en todas las cosas y en todo lugar” (Mosíah 18:9).
Los miembros de la familia deben hacer todo lo que puedan para ayudar a sus familiares, amigos y vecinos a aprender en cuanto al Evangelio de Jesucristo y las bendiciones que puede traer a su vida. Por medio de compartir el Evangelio, los padres y los niños pueden fortalecer su propio testimonio y extender las bendiciones del Evangelio a otras personas. Los miembros de la familia pueden hacer lo siguiente:
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Ser buenos ejemplos por medio de la obediencia a todos los mandamientos (véase Mateo 5:16).
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Mostrar agradecimiento por ser miembros de la Iglesia (véase Romanos 1:16) y hacer saber a otras personas que son miembros.
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Preguntar a sus conocidos si desearían saber más en cuanto a la Iglesia.
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Pedir al Señor que les ayude a seleccionar a una familia o persona que esté dispuesta a escuchar el Evangelio.
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Hacer que de alguna manera esa familia o persona entre en contacto con la Iglesia, ya sea invitándoles a una noche de hogar para la familia o a una reunión o actividad de la Iglesia, regalándoles libros o folletos de la Iglesia para leer, o hablando con ellos en cuanto a las bendiciones del Evangelio.
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Invitar a esa familia o persona a su casa para que los misioneros puedan enseñarles.
Los padres tienen la responsabilidad de prepararse a sí mismos y a sus hijos para servir en una misión regular. Para preparar a los niños, especialmente a los varones, los padres deben enseñarles el Evangelio en el hogar, llevar a cabo el estudio de las Escrituras y las oraciones personales y familiares y hablar a menudo en cuanto a las responsabilidades y bendiciones de compartir el Evangelio. Pueden enseñar a sus hijos a ahorrar dinero para su misión, a ser trabajadores y autosuficientes y a amar y servir a los demás.
Ordenanzas del templo por los vivos y por los muertos
En los templos, los miembros dignos de la Iglesia reciben ordenanzas sagradas y hacen convenios con Dios. También participan en la obra por sus
antepasados fallecidos. Siempre que sea posible, el padre y la madre deben obtener su recomendación para el templo de los líderes del sacerdocio y asistir al templo para recibir sus propias ordenanzas del templo. Aun en el caso de que no les sea posible asistir al templo, deben vivir siendo dignos de una recomendación para el templo.
Las familias tienen la sagrada responsabilidad de asegurarse de que se lleven a cabo las ordenanzas del templo a favor de sus antepasados que hayan fallecido sin recibirlas. Los miembros de la Iglesia que han recibido sus propias ordenanzas deben volver al templo con tanta frecuencia como se lo permitan sus medios y la proximidad del templo, para efectuar las ordenanzas por sus antepasados.
Los padres y las madres deben reunir y guardar registros por escrito de los acontecimientos más importantes de su vida y de la de sus hijos, tales como los certificados de bendiciones, bautismos, ordenaciones al sacerdocio, matrimonios, defunciones; cartas importantes; fotografías; noticias de prensa seleccionadas y otros artículos similares. Deben compilar su propia historia personal y alentar a todo miembro de la familia a llevar un registro de la suya. También deben ayudar a los niños más pequeños a comenzar a registrar su propia historia.
Las familias deben reunir información sobre sus antepasados y compilarla dentro de su registro de historia familiar. Deben comenzar recopilando la información de las cuatro generaciones mas recientes.