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10: ¿Cómo puedo mejorar mis aptitudes didácticas?


“10: ¿Cómo puedo mejorar mis aptitudes didácticas?” Predicad Mi Evangelio: Una guía para el servicio misional, 2018, págs. 189–210

“10 Aptitudes didácticas”, Predicad Mi Evangelio, págs. 189–210

10

¿Cómo puedo mejorar mis aptitudes didácticas?

Considere esto

  • ¿Cómo debo enseñar con las Escrituras?

  • ¿Por qué debo hacer preguntas al enseñar?

  • ¿Qué tipo de preguntas debo hacer?

  • ¿Qué puedo hacer para escuchar mejor al Espíritu y a las personas a las que enseño?

  • ¿Cómo puedo ayudar a las personas a resolver sus dudas?

  • ¿Cómo puedo ayudar a otras personas a superar adicciones?

Usted ha sido llamado a enseñar el Evangelio restaurado a cuantas personas lo reciban. La enseñanza es fundamental para todo lo que haga. A fin de enseñar con poder convincente, debe cultivar atributos cristianos, estudiar las lecciones misionales, mejorar su habilidad de hablar el idioma de la misión y depender del Espíritu. El Señor lo declaró de forma muy sencilla, al dar un mandamiento con promesa:

“No intentes declarar mi palabra, sino primero procura obtenerla, y entonces será desatada tu lengua; luego, si lo deseas, tendrás mi Espíritu y mi palabra, sí, el poder de Dios para convencer a los hombres” (Doctrina y Convenios 11:21).

“Ni os preocupéis tampoco de antemano por lo que habéis de decir; mas atesorad constantemente en vuestras mentes las palabras de vida, y os será dado en la hora precisa la porción que le será medida a cada hombre” (Doctrina y Convenios 84:85).

La Primera Presidencia y el Cuórum de los Doce Apóstoles han declarado: “Nuestro objetivo es enseñar el mensaje del Evangelio restaurado de tal modo que se permita que el Espíritu dirija tanto a los misioneros como a las personas que estén recibiendo la enseñanza. Es esencial aprender las [lecciones] misionales, pero estas no se deben enseñar mediante una presentación memorizada. El misionero deberá ser libre de utilizar sus propias palabras, según se lo indique el Espíritu. No deberá hacer una recitación memorizada, sino que deberá hablar lo que le salga del corazón con sus propias palabras. Podrá desviarse del orden de las lecciones, impartiendo lo que se sienta inspirado a presentar, de acuerdo con el interés y las necesidades de la persona. Basándose en sus propias convicciones y en sus propias palabras, deberá dar testimonio de la veracidad de sus enseñanzas” (“Declaración en cuanto a la obra misional”, Carta de la Primera Presidencia, 11 de diciembre de 2002).

Aprenda a confiar en que el Espíritu le indicará lo que debe decir y hacer. Al estudiar, cultivar y utilizar las aptitudes didácticas de este capítulo, llegará a ser un instrumento más capaz en las manos del Señor. El Espíritu hará uso del conocimiento y de las aptitudes que usted haya cultivado para ayudarle a enseñar con más poder. La calidad y el poder de su enseñanza ayudarán a otras personas a entender y a sentir la importancia que tiene el Evangelio restaurado para ellas. El entendimiento que las personas obtengan se verá influenciado por la rectitud personal de usted, además de la forma en que centre su atención en las personas y las escuche, y cuán bien explique el Evangelio, utilice las Escrituras, comparta su testimonio, haga preguntas y las invite a hacer y a guardar compromisos.

Siga al Espíritu

“El Espíritu es el elemento más importante en esta obra. Cuando el Espíritu magnifica su llamamiento, usted puede realizar milagros para el Señor en el campo misional. Si no cuenta con el Espíritu, nunca tendrá éxito, no importa cuánto talento y habilidad tenga” (Ezra Taft Benson, Seminario para nuevos presidentes de misión, 25 de junio de 1986).

Invite al Espíritu

Las siguientes sugerencias le ayudarán a invitar al Espíritu a su enseñanza:

  • Ore.

  • Use las Escrituras, especialmente el Libro de Mormón.

  • Dé testimonio.

  • Relate experiencias.

  • Exprese su amor por el Señor y por los demás.

Cómo comenzar a enseñar

“Los primeros momentos con las personas son sumamente importantes, ya que ellos tienen que aprender a confiar en usted. Comience la primera visita de manera cordial, respetuosa y sincera. Haga unas cuantas preguntas sencillas para que logre entender la formación religiosa de las personas y lo que ellas esperan de las visitas de los misioneros. Por ejemplo, pregunte: “¿Qué función ha desempeñado la religión en su vida?”. Sin embargo, no haga preguntas personales que los incomode.

Antes de comenzar, pida a todos los presentes que participen en la lección. Anímelos a apagar el televisor y a eliminar otras distracciones a fin de que eso no impida que el Espíritu del Señor esté presente.

Explique que le gustaría comenzar y terminar cada lección con una oración, e indique que usted ofrecerá la primera. Ore en forma sencilla y ferviente, pidiendo que el Señor bendiga a las personas a las que está enseñando en todo aspecto de su vida, y en especial pida que puedan sentir la verdad de lo que les enseñará.

Demuestre interés y amor sinceros por las personas, y fe en el poder de conversión del Evangelio (véase Moroni 7:43–48). Siguiendo la guía del Espíritu, exprese sentimientos como los que figuran a continuación:

  • Ya que Dios es nuestro Padre Celestial, nosotros somos hermanos y hermanas. Nos gustaría dirigirnos a ustedes como hermanos y hermanas.

  • Cada una de las personas a las que enseñamos tiene desafíos y problemas personales. No importa cuáles sean sus necesidades o sus problemas, el Salvador y Sus enseñanzas, o sea, el Evangelio, les ayudarán.

  • Nuestro mensaje les permitirá mejorar su calidad de vida; les ayudará a sobrellevar los problemas y los desafíos que todos tenemos en la vida.

  • Nuestro mensaje, el cual se centra en Jesucristo, es de gran valor e importancia.

  • Todos cometemos errores en la vida, los cuales nos producen sentimientos de culpabilidad y vergüenza que no se pueden aliviar sin el arrepentimiento y el perdón. Esos sentimientos pueden sanar completamente mediante la expiación de Cristo.

  • Nuestro mensaje no se puede aprender en una sola visita. La comprensión llegará con el tiempo mediante la oración, el estudio y la experiencia, y al guardar los mandamientos de Dios.

  • Nosotros tenemos debilidades, igual que todos los demás. Tal vez no hablemos muy bien el idioma o no podamos contestar todas sus preguntas, pero hemos sido llamados por un profeta de Dios para compartir lo que sabemos y sabemos que nuestro mensaje es verdadero.

  • Nosotros seremos los guías para que puedan aprender la verdad de nuestro mensaje por ustedes mismos, y en ustedes estará el aceptar el mensaje y actuar de conformidad con él; por lo tanto, siéntanse libres de hacer preguntas.

  • Al esforzarse sinceramente por entender nuestro mensaje, es posible que tengan desafíos, pero Dios les ayudará.

  • Al aceptar nuestro mensaje, aprenderán a hacer convenios, o promesas, con Dios. Aprenderán cómo hacer cambios que harán que su vida esté más en armonía con las enseñanzas de Él. Sentirán el deseo de seguir las enseñanzas de Jesucristo y de ser bautizados por la debida autoridad (véase Juan 3:5).

Antes de enseñar la doctrina de una lección, considere dar una breve reseña de lo que va a enseñar. Ayude a las personas a ver la relevancia personal que tendrá para ellas. Muchas de las personas a las que usted enseña han sido preparadas por el Señor (véase Alma 16:16–17). A medida que ustedes compartan sus experiencias espirituales durante la primera reunión, ellas reconocerán que ustedes son siervos del Señor.

Actividad: Estudio con el compañero

Practique con el compañero diferentes maneras de comenzar una lección, utilizando varias de estas sugerencias.

Adapte su enseñanza para cubrir las necesidades

Cada persona o familia a la que enseñe es única. Aunque usted no entienda todos sus intereses, logros, necesidades y preocupaciones, debe ser muy consciente de sus circunstancias. Sean cuales fueren las necesidades o los problemas de las personas, la mejor ayuda para todas las personas es que acepten y vivan el Evangelio. Al escuchar los susurros del Espíritu, usted podrá adaptar su enseñanza a las necesidades de ellas.

Deje que el Espíritu determine el orden en que presentará las lecciones de acuerdo con las necesidades, los intereses, las preguntas y situaciones de las personas a las que enseñe. Puede usar más de una reunión para enseñar los principios de una lección y, en ocasiones, tal vez desee enseñar el contenido de dos lecciones en una sola reunión. Nuestro Padre Celestial conoce a Sus hijos, así que confíe en la inspiración para tomar esas decisiones al estar enseñando. Ore pidiendo el don del discernimiento y esté atento a los pensamientos o sentimientos que perciba acerca de lo que deba enseñar.

Tendrá que adaptar su enseñanza a fin de poner más atención en los compromisos que sean más difíciles para la persona. Por ejemplo, es posible que una persona acepte fácilmente que el Libro de Mormón es la palabra de Dios, mientras que a otra le puede resultar difícil aceptar otro libro que no sea la Biblia. Una persona tal vez tenga problemas para dejar el tabaco, pero acepte fácilmente la ley del diezmo.

Al planear cuándo enseñará ciertos principios doctrinales, tenga muy presente la cantidad de información nueva que imparte. Enseñe a un ritmo apropiado para las personas. Algunas progresarán con rapidez, otras más lentamente. Asegúrese de hacer suficientes preguntas y de escuchar las respuestas con atención a fin de entender claramente cuán rápido y cuán bien están aprendiendo y aplicando la doctrina que usted les presenta.

Sea consciente del tiempo. La mayoría de las citas de enseñanza no deben durar más de cuarenta y cinco minutos; no obstante, si es necesario, la visita de enseñanza puede ser de quince a veinte minutos. Si la persona solo dispone de quince minutos para reunirse con usted, adapte la enseñanza para respetar esa limitación.

Confíe en la promesa de que el Espíritu le dará “en el momento preciso, lo que [habrá] de decir” (Doctrina y Convenios 100:6).

Actividad: Estudio personal

Figúrese que camina por una calle y ve a un hombre mayor que trata de colocar unas bolsas muy pesadas en el cubo de la basura. Usted y su compañero le ayudan y, como resultado, él les pregunta quiénes son. Después de conversar unos momentos, les invita a su hogar y acepta escuchar su mensaje. Durante la conversación inicial les relata lo siguiente:

  • Su esposa murió hace un año y realmente la echa de menos.

  • Tiene problemas de corazón que hacen que se canse fácilmente.

  • Hoy más que nunca se pregunta si Dios realmente existe.

¿Qué podría enseñarle? ¿Cómo podría adaptar la enseñanza para cubrir mejor las necesidades y las preguntas de él?

Estudio de las Escrituras

¿Qué significa dar “la porción que le será medida a cada hombre”?

¿Qué ha prometido el Señor a sus misioneros fieles?

Al enseñar con su compañero, demuestren unidad

El Señor ha mandado: “… saldréis por el poder de mi Espíritu, de dos en dos, predicando mi evangelio” (Doctrina y Convenios 42:6). La enseñanza será más poderosa e interesante si usted y su compañero trabajan unidos. Al planear y al estudiar cada día, hablen de cómo enseñarán para que haya unidad entre ustedes y enseñen con una sola voz.

Su enseñanza será más poderosa si usted y su compañero se alternan dando porciones breves de la lección. Evite caer en una rutina al presentar el mensaje. Apoye a su compañero, ofreciendo un segundo testimonio de las verdades de las que él o ella hayan testificado. Cuando el Espíritu le indique que diga algo, siga esas impresiones. Esté dispuesto a ceder el tiempo a su compañero para no impedir la guía del Espíritu. Al hablar, mantenga contacto visual con la persona, y cuando no esté hablando, ore por su compañero y ponga mucha atención a las respuestas de la persona.

Estudio de las Escrituras

¿Cómo se apoyan mutuamente los compañeros?

Invite a los miembros a ayudarle a enseñar

Siempre que sea posible, invite a los miembros, de preferencia a los conversos recientes, a ayudarle a enseñar. La situación ideal es incluir a miembros de la Iglesia que hayan sido miembros de la misma iglesia a la que pertenecen las personas a las que está enseñando. Muestre a los miembros una copia de la lección y conversen acerca de lo que usted desea que ellos enseñen. Hablen de la forma en que trabajarán juntos; por ejemplo, cuando sea apropiado, pida a los miembros que compartan cómo pudieron aprender, aceptar y vivir cierto principio de la lección. Dígales que expliquen cómo tomaron la decisión de unirse a la Iglesia. Cuando los miembros participen en la enseñanza, ellos tendrán la oportunidad de sentir el gozo de la obra misional, y además se brindará amistad a las personas que enseña. El presidente Thomas S. Monson enseñó:

Durante la enseñanza, las personas pueden beneficiarse con la fortaleza de los testimonios de un matrimonio de miembros de la Iglesia, que hace pocos años se haya bautizado. En la Misión Ontario y Quebec, Canadá, donde vivíamos cuando yo era presidente de misión, encontramos que la población pertenecía en su mayoría a tres religiones: la católica romana, la anglicana y la Iglesia unida de Canadá. En cada ciudad de la misión hacíamos arreglos para que una familia recién bautizada, que hubiera pertenecido a una de esas religiones, estuviese disponible para acompañar a los misioneros que estaban enseñando a nuevas personas, quizás en la segunda o tercera visitas.

Pueden apreciar, por ejemplo, cuando los misioneros [estaban] trabajando con aquellos que pertenecían a la Iglesia unida de Canadá, la fuerza del testimonio de [un hermano y hermana] que procedían de la Iglesia unida de Canadá. [El esposo] diría: “Cuando me uní a La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días… hallé la verdad en su plenitud. Ustedes también pueden hacer el cambio. Ustedes también pueden tomar la misma decisión. De hecho, los podemos recoger el domingo por la mañana y así podemos sentarnos juntos en la capilla. Entonces podrán oír y sentir por ustedes mismos. Estaremos a su lado”.

Anthony y Edith Belfiglio fueron una de esas parejas de hermanamiento para los que tenían raíces católicas. El efecto fue el mismo. Se puede lograr; y tales conversos se mantienen convertidos. Además, los matrimonios que se eligen para llevar a cabo esa asignación fortalecen aún más sus raíces en el fértil terreno del Evangelio… El hermano Belfiglio llegó a ser [un patriarca] ordenado (Capacitación misional vía satélite, 25 de abril de 2003).

Actividad: Estudio personal

Imagínese que tiene una primera cita para enseñar una lección a una familia en el hogar de un miembro. Decida cómo prepararía a los siguientes miembros para que le ayudaran a enseñar:

  • Un misionero de barrio que recientemente regresó de una misión de tiempo completo

  • Un presbítero

  • Un converso reciente

  • El obispo

Use las Escrituras

Los libros canónicos de la Iglesia son la fuente básica para enseñar el Evangelio restaurado de Jesucristo. También puede utilizar las palabras de los profetas de nuestros días. Hay muchas razones por las cuales es de vital importancia utilizar las Escrituras como la base de su enseñanza; por ejemplo:

  • El Señor y Sus profetas nos han dado instrucciones de hacerlo (véanse Doctrina y Convenios 42:12, 56–58; 71:1). Un profeta de los últimos días aconsejó: “Al enseñar los principios del Evangelio, debemos utilizar las palabras del Libro de Mormón tal como las emplea el Señor” (véase Ezra Taft Benson, “El Libro de Mormón y Doctrina y Convenios”, Liahona, julio de 1987, pág. 86).

  • En las Escrituras se invita al Espíritu Santo a tomar parte en la enseñanza, ya que en ellas se enseña la palabra de Dios con poder (véase Alma 31:5).

  • En las Escrituras se contestan las grandes preguntas del alma (véanse 2 Nefi 32:3; Jacob 2:8).

  • Las Escrituras dan autoridad y validez a la enseñanza, aun en los lugares donde las personas no tienen una formación cristiana.

© Greg K. Olsen. Prohibida la reproducción.

Su habilidad de enseñar con poder, basándose en las Escrituras, se deriva en gran medida del tiempo que dedica a estudiarlas. Al deleitarse diariamente con la palabra, mejorará su habilidad de enseñarla. Además, sus invitaciones a estudiar las Escrituras y a meditar en ellas serán más poderosas porque usted estará haciéndolo. Ayude a las personas a cultivar la fe en Jesucristo por medio del estudio de las Escrituras, en especial del Libro de Mormón, y a obtener un testimonio de son fuentes de verdad revelada. Cuando las personas lleguen a creer en las Escrituras, usted podrá, con más facilidad, ayudarles a entender correctamente la doctrina. Las sugerencias que figuran a continuación podrían serle útiles.

Presente el pasaje de las Escrituras. Describa brevemente los antecedentes históricos y el contexto del pasaje que usará. Invite a las personas que enseña a buscar puntos específicos en el pasaje. Al enseñar a personas que tengan un conocimiento limitado de las Escrituras, tal vez sea necesario comenzar describiendo el contenido de un pasaje, usando un lenguaje que ellas entiendan más fácilmente. A continuación figuran algunos ejemplos de la manera de presentar un pasaje de las Escrituras:

  • “Aquí, en la historia de José Smith, tenemos las palabras del propio Profeta que relatan lo que le ocurrió cuando fue a la arboleda a orar. Él dijo: ‘Vi una columna de luz…’”. 

  • “En este pasaje, el profeta Alma está enseñando a los pobres a ejercer su fe en la palabra de Dios. Alma compara la palabra de Dios con una semilla que se puede sembrar en el corazón. ¿Podría comenzar a leer en el versículo…?”. 

Lea el pasaje. Lea los versículos en voz alta o pida a la persona que lo haga. Sea sensible con los que tengan dificultad para leer. Si a las personas se le dificulta entender un pasaje, lea con ellas pausadamente, y ayúdeles a entender los puntos más difíciles o deles a leer un pasaje más sencillo. También podría definir las palabras y las frases difíciles:

  • “… pídala a Dios, quien da a todos abundantemente y sin reproche [‘sin reproche’ significa que Dios no le culpará ni recriminará], y le será dada” (Santiago 1:5).

Algunos pasajes de las Escrituras son claros y no necesitan ninguna explicación; pero con otros, puede tomarse el tiempo necesario para explicar lo que se ha leído.

Aplique el pasaje. Para aplicar las Escrituras a usted mismo y a las personas a las que enseña, muéstreles por qué los principios son pertinentes en nuestros días (véase 1 Nefi 19:23). Explíqueles cómo pueden aplicar los principios en sus vidas. Cuando lo hagan, llegarán a saber que la doctrina es verdadera. Testifique de ese principio y prométales bendiciones. Por ejemplo:

  • “Los del pueblo de Alma, al igual que usted, tenían cargas muy pesadas que tenían que soportar, casi más de lo que podían tolerar. Pero al ejercer su fe en Dios y ‘clamar a él poderosamente’, Él los fortaleció de tal manera que pudieron sobrellevar bien las pruebas, y después los liberó de sus tribulaciones. Tal como lo hizo con esas personas, yo sé que Dios le ayudará a usted con sus tribulaciones si usted…”. 

  • “La instrucción de Alma a su pueblo en las aguas de Mormón se aplica a nosotros en la actualidad. Juan, ¿está usted dispuesto a…?”. 

Entre las personas a las que usted enseñe, habrá grandes diferencias en la manera de ver los textos sagrados, la familiaridad con la Biblia, el entendimiento del lenguaje de las Escrituras y la intensidad de su creencia en que la Biblia contiene la palabra de Dios. Ayude a todas las personas a aprender a apreciar las Escrituras. Al utilizar las Escrituras eficazmente en la enseñanza, usted ayuda a las personas a comenzar a estudiarlas por su cuenta. Después de cada visita, sugiera ciertos capítulos o versículos en particular que desee que lean. Puede darles algunas preguntas para que las tengan en cuenta mientras lean, las cuales pueden analizar en la siguiente reunión. Eso las animará a estudiar las Escrituras a diario en el hogar y a participar en las reuniones y clases de la Iglesia en las que se utilicen las Escrituras.

Perspectiva cultural de las Escrituras

La mayoría de las religiones cuentan con textos sagrados o libros de Escritura, pero el uso que les den y su perspectiva puede ser diferente de la forma en la que los miembros de la Iglesia consideran las Escrituras. Por ejemplo, tal vez sea necesario que explique que el hecho de que usted marque las Escrituras es evidencia de su deseo de entender y aplicar las enseñanzas que contienen y que no indica una falta de respeto. Ayude a las personas a las que usted enseñe a entender que los libros canónicos son importantes porque contienen la palabra del Señor tal como la escribieron los profetas de Dios, y que los aceptamos como verídicos.

Actividad: Estudio con el compañero

Repase uno de los pasajes que figuran a continuación y determine cómo haría lo siguiente:

  • Presentar el pasaje.

  • Dar los antecedentes históricos y el contexto del pasaje.

  • Leer el pasaje y explicar su significado.

  • Explicar las palabras difíciles.

  • Ayudar a las personas a las que enseña a aplicarlo en su vida.

Portada del Libro de Mormón; 3 Nefi 11; Moroni 10:3–8; Juan 17:3; Romanos 8:16–17; 1 Corintios 15:29; Santiago 1:5; 1 Pedro 3:19–20; Amós 3:7

Estudio de las Escrituras

¿Por qué es importante enseñar con las Escrituras?

Enseñe con el objeto de que entiendan

Es más fácil para las personas creer el mensaje de la restauración del Evangelio cuando entienden el mensaje. El presidente James E. Faust dijo: “Estudia, medita y enseña basándote en las Escrituras, especialmente el Libro de Mormón y el Nuevo Testamento. Aprende la verdad tan cabalmente que puedas declararla con claridad. B. H. Roberts escribió: ‘A fin de que se conozca, la verdad debe declararse; y cuanto más clara y completa sea la declaración, mejor será la oportunidad para el Espíritu Santo de dar testimonio al alma de los hombres de que la obra es verdadera’ [New Witnesses for God, 3 tomos, 1909, tomo II, pág. VII]. No podemos convertir a nadie si nosotros mismos no estamos convertidos” (“Lo que deseo que mi nieto sepa antes de salir en una misión”, Liahona, julio de 1996, pág. 44).

A usted se le ha mandado razonar con las Escrituras y declararlas al enseñar (véase Doctrina y Convenios 68:1). Declarar significa ampliar y explicar con claridad. Declarar el Evangelio significa explicar el significado de la doctrina y los pasajes con sencillez y claridad, y depender del Espíritu para que guíe sus palabras. Debe utilizar un lenguaje digno, pero familiar, para ayudar a las personas a entender los principios doctrinales. Haga preguntas para ayudarlas a pensar en los principios y ver si entienden y aceptan lo que usted les haya enseñado.

Al final de las primeras tres lecciones del capítulo 3, encontrará una lista de palabras que tal vez no resulten familiares para las personas a las que enseñe. Parte del enseñar con el objeto de que las personas entiendan implica explicar palabras, frases e ideas a fin de que las personas las comprendan. Usted puede hacer lo siguiente para mejorar su habilidad de explicar el Evangelio:

  • Entender las palabras que utilice.

  • Definir las palabras que otras personas tal vez no entiendan. Muchas de las palabras que tienen un significado especial para los miembros de la Iglesia se definen con sencillez en los recursos aprobados de la Iglesia.

  • Hacer preguntas como las siguientes: “¿Sabe lo que queremos decir cuando decimos…?” o “¿Puede usted decirnos con sus propias palabras lo que acabamos de enseñarle?”.

Al estudiar la doctrina del capítulo 3, localice las palabras que piense que sean difíciles de entender para otras personas. Al enseñar la doctrina expuesta en el capítulo 3, tome nota de las palabras, las frases y los conceptos que resulten difíciles de entender para las personas. Defina esas palabras valiéndose de los recursos mencionados anteriormente. Ponga a prueba sus definiciones con las personas a las que enseña y con conversos recientes.

Estudio de las Escrituras

¿Por qué debemos declarar o explicar cuidadosamente la doctrina?

¿Cómo aprendemos? ¿Por qué es importante dar a conocer la información en forma gradual?

¿Por qué es importante la sencillez?

¿Cómo se comunica el Señor con Sus hijos?

Haga preguntas

Jesucristo a menudo hacía preguntas para ayudar a las personas a meditar en los principios y a aplicarlos. Sus preguntas fomentaban la reflexión, la introspección y el compromiso.

Las buenas preguntas le ayudarán a entender los intereses, las preocupaciones o las dudas que tengan otras personas. También pueden realzar la enseñanza, invitar al Espíritu y ayudar a las personas a aprender.

Las preguntas inadecuadas pueden intimidar, irritar y ofender a las personas. También pueden hacer que usted pierda el control de la enseñanza. Trate de hacer preguntas que:

  • Sean sencillas y fáciles de entender.

  • Ayuden a las personas a pensar en lo que usted está enseñando.

  • Le ayuden a determinar hasta qué punto entienden las personas lo que usted les está enseñando.

  • Ayuden a las personas a aplicar lo que aprendan.

Al contestar ese tipo de preguntas, las personas a las que usted enseñe sentirán que pueden hablar abiertamente. Las buenas preguntas pueden llevar a las personas a hacerle preguntas cuando no entiendan, cuando tengan alguna preocupación o cuando deseen saber qué hacer. Las buenas preguntas ayudarán a las personas a quienes enseñe a compartir sus sentimientos y, al hacerlo, a descubrir un testimonio creciente. Algunos ejemplos de preguntas eficaces son:

  • ¿Qué preguntas desea hacer acerca de lo que le hemos enseñado?

  • ¿Cree usted que nuestro Padre Celestial le ama? ¿Por qué?

  • ¿En qué sentido cometemos a veces el mismo error que las personas de esta historia?

A fin de ayudar a las personas a las que enseñe a prepararse para contestar preguntas, tal vez desee decir: “Mientras yo le explico la importancia de santificar el día de reposo, pregúntese: ‘¿Qué significa este mandamiento para mí?’”. Evite hacer preguntas que:

  • Abarquen más de una idea.

  • Tengan que ver con doctrina que aún no hayan enseñado.

  • No tengan un propósito claro.

  • Interroguen innecesariamente o sean indiscretas.

El hacer demasiadas preguntas, sobre todo durante la primera visita, da la impresión de que están realizando un “interrogatorio”. No pida a las personas que den respuestas específicas acerca de detalles obvios o que no vengan al caso, ya que hará que una buena situación de enseñanza se convierta en un juego de adivinanzas. Cuando necesite una respuesta específica, es mejor hacer una pregunta que se atenga a los hechos o presentar la información de otra manera. Evite hacer preguntas que pudieran avergonzar a una persona si esta no conoce las respuestas. Las preguntas son más útiles cuando se hacen después de enseñar un principio clave y de dar su testimonio al respecto. A continuación hay ejemplos de preguntas poco eficaces:

  • ¿Quién fue el primer profeta? (Si se hace antes de enseñar acerca de las dispensaciones).

  • ¿Por qué el mantener puro nuestro cuerpo nos ayudará a tener el Espíritu y demostrará que estamos dispuestos a seguir a un profeta de Dios? (Más de una idea).

  • ¿Es importante conocer los mandamientos de Dios? (Es una pregunta que se contesta con un sí o un no, y la respuesta es demasiado obvia).

  • ¿Qué opina acerca del Libro de Mormón? (Antes de que lo hayan leído).

  • ¿Qué podemos hacer todos los días para sentirnos más cerca de Dios? (Pregunta imprecisa que busca una respuesta específica: orar).

  • ¿Quién fue el siguiente profeta después de Noé? (Les está pidiendo que adivinen).

© 1985 Robert T. Barrett. Prohibida la reproducción.

Aprenda a hacer las preguntas que le indiquen los susurros del Espíritu. El tipo de pregunta correcto en el momento apropiado puede ayudar en gran medida a las personas a las que enseñe a aprender el Evangelio y a sentir el Espíritu. De la misma manera, el tipo incorrecto de preguntas o una pregunta hecha en un momento inoportuno puede interferir con el aprendizaje. El hacer las preguntas correctas en el momento preciso requiere que usted esté sintonizado con el Espíritu, que escuche a las personas a las que enseñe y que se concentre durante la enseñanza. La enseñanza eficaz puede ser un trabajo muy arduo y requiere concentración y esfuerzo de su parte y de parte de su compañero.

Actividad: Estudio personal o con el compañero

¿Qué podría ocurrir con el progreso de una persona si esta se topara con las siguientes situaciones y usted nunca se enterara?

  • Compañeros de trabajo que con regularidad se burlan de las cosas espirituales.

  • Familiares que son miembros fieles de otra iglesia.

  • Amigos que creen que los mormones son una secta no cristiana.

  • Una experiencia espiritual al leer el Libro de Mormón.

Piense en una pregunta que haría para aprender más acerca de cada una de las situaciones anteriores. Anote esas preguntas en su diario de estudio. Analice con el compañero la forma en que podrían mejorar las preguntas que cada uno de ustedes haya formulado para esta actividad.

Escuchar

Cuando escucha atentamente a los demás, los entiende mejor. Si ellos saben que sus pensamientos y sentimientos son importantes para usted, es más probable que sean receptivos a la enseñanza, compartan experiencias personales y hagan compromisos. Si usted escucha, podrá adaptar más eficazmente su enseñanza a las necesidades e intereses de ellos.

Sobre todo, escuche para detectar los susurros del Espíritu. Cuando otras personas compartan con usted sus sentimientos, puede que usted reciba en su mente pensamientos o ideas que vienen del Espíritu. También podrá entender lo que otras personas estén tratando de expresar.

Mientras otras personas le estén hablando, evite la tendencia a pensar en lo que les va a responder. Asegúrese de concentrarse realmente en la persona que habla en lugar de estar pensando en lo que va a responder. El élder Jeffrey R. Holland enseñó: “Quizás más importante que hablar sea el escuchar. Esas personas no son objetos inanimados disfrazados de estadística bautismal. Son hijos de Dios, nuestros hermanos y hermanas, y necesitan lo que nosotros tenemos. Sean sinceros; hagan un esfuerzo verdadero. Pregunten a esos amigos qué es lo más importante para ellos, lo que ellos atesoren y lo que ellos consideren de más valor. Luego, escuchen. Si la situación es propicia, podrían preguntarles cuáles son sus temores, lo que anhelan o lo que piensen que les falta en la vida. Les prometo que en algo de lo que ellos digan siempre se destacará una verdad del Evangelio sobre la cual ustedes pueden dar testimonio y ofrecer más conocimiento… Si escuchamos con amor, no habrá necesidad de preguntarnos qué decir; pues nos será dado por el Espíritu y por nuestros amigos” (“Me seréis testigos”, Liahona, julio de 2001, pág. 16; cursivas en el original).

Las personas también se comunican por la forma de sentarse, sus expresiones faciales, lo que hacen con las manos, su tono de voz y el movimiento de los ojos. Observe esos mensajes tácitos, ya que pueden ayudarle a entender los sentimientos de las personas a las que enseñe. Sea consciente también de sus propias expresiones no verbales. Envíe un mensaje de interés y de entusiasmo al escuchar sinceramente.

No tenga miedo al silencio. Las personas suelen necesitar tiempo para pensar en las preguntas y responderlas o para expresar lo que sienten. Tal vez desee hacer una pausa después de hacer una pregunta, después de compartir una experiencia espiritual o cuando a las personas se les dificulte expresarse. Asegúrese de dar tiempo a las personas para redondear sus pensamientos antes de que usted responda, y no las interrumpa cuando ellas estén hablando.

Cuando crea que entiende lo que se está diciendo, haga comentarios que demuestren su comprensión; por ejemplo: “Entonces lo que está diciendo es _____. ¿No es así?”, o “Si le entendí bien, usted piensa que _____”. Cuando no esté seguro de si ha entendido bien, pida a la persona que aclare lo que haya dicho.

Algunas personas tal vez tengan la tendencia a dominar la conversación y no dejar que usted enseñe el Evangelio restaurado. Usted tendrá que aprender a tomar control de dichas situaciones con mucho tacto; por ejemplo: “Apreciamos lo que nos está diciendo, pero ese es un tema que nos gustaría tratar más adelante. Le voy a pedir a mi compañero que lo apunte para que no se nos olvide y lo tratemos en otra visita”. Recuerde, la mejor manera de ayudar a las personas es enseñarles el evangelio de Jesucristo.

Al escuchar con atención, el Espíritu le ayudará a saber qué decir. El escuchar requiere esfuerzo y concentración. Un misionero relató la siguiente experiencia verídica (se han cambiado los nombres):

Mi compañero y yo enseñábamos a la familia Sánchez. Hacía calor y los niños hacían mucho ruido. Le pregunté a la hermana Sánchez acerca de su lectura del Libro de Mormón, pero cuando ella empezó a explicar, noté que su hijo había tomado el cuaderno de mi compañero y corría por todo el cuarto agitándolo en el aire. Aunque yo miraba a la hermana Sánchez, mi mente estaba en otro lado. Pensé: “Hace tanto calor. Ojalá se calmara ese niño. Esto sencillamente no va a funcionar”. Mientras mis pensamientos iban errantes, noté que a la hermana Sánchez se le estaba dificultando hablar. Recibí una sutil impresión en mi mente de que debía escuchar. Luché por no hacerle caso al calor ni al ruido, y observé su rostro detenidamente mientras ella hablaba. Miró al suelo y después nos miró a mi compañero y a mí. Su esposo intentaba sin éxito hacer callar a los niños. Hubo una pausa, y luego, con voz temblorosa, dijo: “Hice lo que me pidieron. Leí los capítulos que me indicaron y oré”. De nuevo se detuvo y miró hacia abajo. Miró a sus hijos y después me miró a los ojos. “Recibí una respuesta”, me dijo sonriente y con lágrimas en los ojos. “Es verdad. Yo sé que es verdad”. El Espíritu llenó la habitación. Con el corazón lleno de gratitud por haber escuchado, le sonreí y le dije: “Sí que lo es”.

Actividad: Estudio personal y con el compañero

Después de estudiar la historia anterior, anote en su diario de estudio las respuestas a las preguntas que figuran a continuación o coméntelas con su compañero.

  • ¿Qué habría ocurrido si el misionero hubiera estado más preocupado por su comodidad personal o por el cuaderno del compañero?

  • ¿Qué bendiciones recibió esa persona porque el misionero la escuchó?

    Conteste las preguntas a continuación:

    A= Nunca es verdad

    B= A veces es verdad

    C= Casi siempre es verdad

    D= Siempre es verdad

  • Cuando hablo con otras personas, en lugar de escucharlas con atención, pienso en experiencias similares que yo puedo compartir.

  • Cuando otras personas me hablan de sus sentimientos, trato de ponerme en su lugar para ver cómo me sentiría.

  • Cuando enseño a las personas, estoy preocupado por lo que diré o enseñaré en seguida.

  • Me frustro cuando las personas quieren hablar mucho.

  • Se me dificulta seguir o entender lo que los demás están tratando de decirme.

  • A menudo dejo vagar mi mente cuando está enseñando mi compañero.

  • Me molesto si alguien está hablando conmigo y otras personas nos interrumpen o me distraen.

  • Recibo inspiración espiritual para decir o hacer algo, pero no hago caso.

Determine lo que puede hacer para mejorar su habilidad de escuchar.

Cultive una buena relación con las personas a las que enseña

Para evitar sentir vergüenza, algunas personas contestarán las preguntas como creen que usted quiere que las contesten en lugar de expresar lo que verdaderamente piensan. Trate de cultivar con ellos una relación que les permita sentir confianza para compartir sus verdaderos pensamientos con usted.

Ayude a las personas a resolver sus dudas

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A algunas de las personas a las que enseñe les faltará la fe para cumplir sus compromisos, otras se enfrentarán con oposición y otras no siempre aceptarán todo lo que usted les enseñe. Esas personas deben tomar sus propias decisiones, pero usted debe hacer todo lo posible por contestar sus preguntas, por ayudarles a resolver sus dudas y por vencer la oposición.

A veces las dudas de las personas son como un iceberg o témpano de hielo flotante, y solo se distingue una porción muy pequeña arriba de la superficie. Esas dudas pueden ser complejas y difíciles de resolver. Por eso es necesario que usted siga al Espíritu y responda de la forma más apropiada a la situación. Ore para tener el don del discernimiento y siga las impresiones que reciba. Nuestro Padre Celestial es el que mejor conoce el corazón y las experiencias de todas las personas (el iceberg o témpano completo) y le ayudará a saber lo que es mejor para cada persona.

Primero haga preguntas y escuche para entender las dudas y ayudar a las personas a resolverlas. Dependa del Espíritu para que le ayude a saber cómo ayudarles a resolver sus dudas. Por ejemplo, podría usar un pasaje de las Escrituras para resolver una duda acerca de la necesidad del bautismo, o podría dar su testimonio del profeta José Smith.

A menudo las dudas o preocupaciones tienen que ver con el aspecto social más que con la doctrina. Por ejemplo, algunas personas pueden temer a la oposición de los miembros de la familia si se unen a la Iglesia, o tal vez teman el rechazo de sus amigos en el trabajo. Cualquiera que sea la duda o preocupación, las personas tal vez hayan tenido experiencias u otras influencias en el pasado que formen parte de esa preocupación, y que usted no entiende. En muchos casos, quizás los miembros le puedan ayudar a entender a las personas así como a saber cómo ayudarles con sus dudas o preocupaciones.

Lo que usted haga para resolver la duda o preocupación de la persona a la que enseña dependerá de la naturaleza de la misma. Determine si la duda ha surgido porque la persona no ha recibido una confirmación espiritual de la veracidad de la Restauración, o si la persona no quiere comprometerse a vivir un principio verdadero. El comprender de esa manera el origen del problema le indica si debe concentrarse en el testimonio o en el compromiso.

Actividad: Estudio con el compañero

Escoja una de las invitaciones para hacer un compromiso, las cuales se hacen al enseñar las lecciones. Después determine varias dudas que pudieran impedir que una persona hiciera o guardara ese compromiso. Analice y practique con el compañero la mejor forma de ayudar a la persona a resolver su duda.

El arrepentimiento y el recuperarse de adicciones

El arrepentimiento es un proceso espiritual que incluye la humildad, la confesión, la restitución y el abandono del pecado. Es estar continuamente comprometido a mejorar nuestros pensamientos y actos a medida que nos esforzamos por llegar a ser más como el Salvador. Aun cuando los pecados se repitan, el arrepentimiento está disponible para ayudar a la persona a sanar (véanse Mosíah 26:30; Moroni 6:8; Doctrina y Convenios 1:31–32).

El arrepentimiento tal vez implique un proceso emocional y físico. Las personas deben abandonar las maneras habituales y arraigadas de actuar indebidamente. Las conductas indeseables deben reemplazarse con conductas sanas y apropiadas.

A veces al progresar hacia una mayor autodisciplina, aun con la mejor de las intenciones, los conversos ceden a la tentación. Por lo tanto, el arrepentimiento y la recuperación pueden tomar bastante tiempo. En tales casos, los nuevos conversos deben trabajar con los líderes del sacerdocio, y no con los misioneros, al tratar de superar la tentación y arrepentirse plenamente.

A través del bautismo y la confirmación, las personas reciben el don del Espíritu Santo, el cual fortalecerá su capacidad de superar esos desafíos. Pero el bautismo y la confirmación no eliminan por completo los impulsos emocionales y físicos que acompañan a esas conductas. Aunque una persona pueda tener cierto éxito inicial, es posible que sea necesaria una curación emocional mayor a fin de arrepentirse y recuperarse totalmente.

Actividad: Estudio personal o con el compañero

  • Piense en alguien a quien esté enseñando, en un converso reciente o en un miembro que esté volviendo a la actividad y que esté tratando de superar una adicción.

  • Estudie las secciones “Fe en Jesucristo” y “El arrepentimiento” de la lección “El evangelio de Jesucristo” en el capítulo 3.

  • ¿Qué elementos de esa lección y de ese capítulo le enseñaría a esa persona para ayudarle a superar su adicción?

  • Elabore un plan de la lección para ayudar a esa persona.

Cómo ayudar a otras personas a entender el arrepentimiento y a recuperarse de la adicción

Es posible que le hagan preguntas y le pidan aclaraciones acerca de la adicción. Usted también querrá ayudar a las personas a encontrar respuestas a preguntas difíciles relacionadas con esos problemas. Lo mejor que puede hacer es referirlas a los líderes locales del sacerdocio y animarlas a familiarizarse con el Programa para recuperarse de las adicciones que la Iglesia tiene en línea. También podría alentar a los líderes locales de la Iglesia que vayan a ver ese recurso. Los líderes locales también pueden consultar el sitio web de la Iglesia dedicado a la vida providente.

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Vea a continuación algunas sugerencias sobre la manera en que puede expresar amor y dar apoyo a aquellos que estén luchando por superar la adicción:

  • Reconozca los esfuerzos que ellos hacen para venir a Cristo. Ayúdelos a ver que los esfuerzos que ellos hacen por recuperarse y sanar son reconocidos y valorados por el Padre Celestial y Jesucristo y que ellos pueden ser fortalecidos mediante el Salvador y Su expiación. Él reconoce plenamente la intención que tienen en su corazón de hacer lo bueno.

  • Ore por ellos en sus oraciones personales y cuando ore con ellos. Cuando sea apropiado, aliéntelos a recibir una bendición del sacerdocio de manos de los líderes del sacerdocio.

  • Continúe enseñándoles el evangelio de Jesucristo. Enséñeles que el Padre Celestial, el Salvador y el Espíritu Santo los aman y desean que triunfen.

  • Aliéntelos a asistir a la Iglesia regularmente y hacer amistades con los miembros.

  • Sea positivo y apóyelos, especialmente si recaen.

La mejor forma en que los Santos de los Últimos Días pueden ayudar a los miembros nuevos a permanecer activos es ser sus amigos. Los miembros deben dar una mano de amistad a las personas que usted esté enseñando y a los nuevos miembros, con una actitud cálida y positiva. Por lo general, los visitantes y los nuevos conversos responderán favorablemente cuando los saluden con una sonrisa, cuando les pregunten sinceramente cómo están, cuando otras personas se sienten junto a ellos durante las reuniones y cuando los inviten a una cena familiar o a una noche de hogar.

Ya que es probable que algunas personas vuelvan a su adicción, los líderes del sacerdocio y los miembros no deben escandalizarse ni desanimarse si se enteran de que alguien a quien usted esté enseñando o un nuevo miembro están teniendo dificultades con problemas de ese tipo. Deben demostrar amor hacia esa persona y no juzgarla si cede a una vieja adicción. Deben tratar ese revés como algo pasajero y normal. El condenar a la persona o al nuevo converso nunca le ayuda y probablemente lo lleve al desánimo, al fracaso y a la inactividad. El nuevo converso que repentinamente deje de asistir a la Iglesia quizás haya cedido a una vieja adicción y esté sintiéndose indigno y desanimado. Una visita inmediata para darle ánimo y apoyo puede ayudarle a tener éxito. Los miembros deben demostrar con palabras y hechos que la Iglesia es un lugar donde se puede hallar el amor de Cristo (véase 3 Nefi 18:32). El élder Dale G. Renlund aconsejó: “No solo debemos ser tolerantes mientras otras personas tratan de superar sus afecciones personales; también debemos ser amables, pacientes, comprensivos y apoyarlos” (“Los Santos de los Últimos Días siguen intentándolo”, Liahona, mayo de 2015, pág. 58).

Permanecer activo en la Iglesia y esforzarse por vivir fielmente son cosas importantes que debe hacer cualquier persona en tanto que se esfuerza por superar sus problemas de adicción.

Actividad: Estudio personal

Piense en algún hábito que usted tenga; algo que haga con frecuencia sin pensar, tal como tronarse los nudillos, ajustarse los anteojos, comer demasiado o dormir hasta muy tarde. Trate de pasar un día entero sin hacerlo ni una sola vez. Cuando lo consiga, intente pasar una semana entera sin hacerlo. Analice su experiencia con su compañero. Luego, trate de imaginar cuánto más difícil es para alguien a quien usted esté enseñando que logre vencer su adicción a la pornografía o a sustancias dañinas como el tabaco, el alcohol o las drogas.

Deje algo a la persona a la que está enseñando

Al concluir cada visita de enseñanza, dé a la(s) persona(s) a la(s) que enseñe algo para leer o en qué meditar a fin de prepararse para la siguiente reunión. Podría asignarles que estudien ciertos capítulos del Libro de Mormón; o alentarlas a utilizar los recursos aprobados de la Iglesia (impresos y digitales), tales como la Biblioteca del Evangelio, para hallar respuestas a una duda, investigar algún tema o ver un video. Debe siempre darle algo en qué pensar o meditar y algo acerca de lo cual deba orar. Eso puede convertirse en el tema inicial de la conversación la próxima vez que se reúnan.

Actividad: Estudio con el compañero

Repase los artículos aprobados por la Iglesia que están a su disposición para obsequiar a las personas. ¿Hay otros artículos que deba obtener para compartirlos con las personas a las que enseña? Haga una lista de los artículos que debe pedir.

Piense en cada persona a la que vaya a enseñar esta semana. ¿Qué capítulos del Libro de Mormón les serían más útiles leer? ¿Qué otros artículos les beneficiarían? Escriba lo que tiene planeado darle a cada persona y lo que hará para hacer un seguimiento durante su próxima visita.

Enseñe el Evangelio restaurado a los que no tengan una formación cristiana

Algunas de las personas a las que usted enseñe quizás no crean en nuestro Padre Celestial ni en Jesucristo ni sigan la tradición cristiana. Sin embargo, muchas de esas personas tendrán creencias, prácticas y lugares que consideren sagrados. Como siervo de Dios, es esencial que usted demuestre el debido respeto por las creencias y tradiciones religiosas de ellas. No haga nada que demuestre una falta de respeto por lo que es importante para ellas.

Tal vez se pregunte cómo puede adaptar su método de enseñanza para esas personas. Convendría recordar que, a fin de ser convertidos, todos los hijos de Dios, sin importar cuál haya sido su formación, deben cultivar la fe en Jesucristo, arrepentirse, recibir las ordenanzas del bautismo y la confirmación, y perseverar hasta el fin al los mandamientos y prestar servicio. Los principios que contribuyen a que las personas edifiquen la fe en Jesucristo son los mismos en todas las culturas. En la Biblioteca del Evangelio, en la sección “Misionero(a)”, encontrará valiosos recursos para enseñar a personas que no tengan una formación cristiana.

Para ayudar a las personas a comprender de forma correcta que Dios es nuestro Padre Celestial y a cultivar la fe en Jesucristo, usted puede ayudarlas a tener experiencias espirituales personales, en lugar de simplemente hablarles de la naturaleza de Dios. Por ejemplo, las ayudará a obtener esa comprensión a medida que ellas hagan lo siguiente:

  • Obtengan una convicción espiritual de que Dios el Padre y Su Hijo Jesucristo se aparecieron al profeta José Smith.

  • Le escuchen a usted enseñar y testificar sinceramente del Evangelio y relatar la razón por la que eligió seguir a Jesucristo.

  • Les escuchen frecuentemente a usted y a otros miembros hablar con nuestro Padre Celestial en oración sencilla y sincera.

  • Le escuchen a usted dar un testimonio poderoso.

  • Oren con usted y por su cuenta.

  • Lleguen a saber lo que usted siente acerca de las Escrituras cuando las lee y habla de ellas.

  • Lean diariamente la palabra de Dios en las Escrituras (en especial el Libro de Mormón).

  • Asistan a la Iglesia para que vean cómo adoramos al Señor.

  • Conozcan a miembros de la Iglesia que les expliquen cómo llegaron a creer en nuestro Padre Celestial y en Jesucristo.

  • Guarden los mandamientos.

Esas actividades son benéficas para todas las personas a las que enseñe, pero son esenciales cuando enseñe a personas que no cuenten con una formación cristiana, ya que es menos probable que hayan tenido esas experiencias anteriormente.

Muchos conversos que no tenían una formación cristiana informan que no entendían mucho de lo que decían los misioneros, pero que sentían el Espíritu y querían hacer lo que los misioneros les pedían que hicieran. Usted debe hacer todo lo posible por ayudar a las personas a comprender la doctrina del Evangelio. Sea paciente y apóyelas, ya que puede tomar algo de tiempo que las personas aprendan a reconocer y expresar los sentimientos que tengan. Es posible que usted tenga que ajustar el ritmo y la profundidad de su enseñanza para ayudarles a entender. Al prepararse para enseñar a las personas que no tengan una formación cristiana, pueden serle útiles las siguientes sugerencias:

  • Dé reseñas y repasos sencillos de cada lección.

  • Pídales que le digan lo que entiendan y lo que hayan experimentado.

  • Tómese el tiempo necesario para definir las palabras y los principios esenciales. Las personas a las que enseñe quizás no estén familiarizadas con muchas de las palabras que usará al enseñar.

  • Regrese a una lección que ya haya enseñado, a fin de enseñar la doctrina con mayor claridad. Eso puede ser necesario en cualquier momento durante el proceso de la enseñanza.

Ejemplos de las Escrituras

En las Escrituras se encuentran ejemplos de misioneros que han enseñado a personas que no creían en Dios o que no entendían Su verdadera naturaleza. Estudie los pasajes de las Escrituras que figuran a continuación, y después explique a su compañero o escriba en su diario de estudio cómo esos misioneros ayudaron a la gente a recibir un testimonio de que Dios existe.

Actividad: Estudio con el compañero

Cuando sea posible, localice a un converso que no haya seguido la tradición cristiana antes de reunirse con los misioneros. Disponga lo necesario para reunirse con él o con ella, y pregúntele acerca de la experiencia de su conversión. Por ejemplo, podría preguntarle qué lo llevó a creer en Dios, cuándo oró por primera vez, cuándo sintió por primera vez que había recibido la respuesta a una oración, qué papel desempeñaron las Escrituras en su conversión y cómo fue para él o ella asistir a los servicios dominicales. Escriba en su diario de estudio lo que aprenda.

Recuerde esto

  • Cuando se enseña el Evangelio restaurado a las personas y estas lo viven, se cubren sus necesidades.

  • Planifique y estudie diariamente con su compañero a fin de que estén unidos y enseñen con una sola voz.

  • Comparta su testimonio con frecuencia.

  • Las Escrituras, en especial el Libro de Mormón, son las fuentes básicas que debe utilizar en la enseñanza.

  • Ore para recibir el don de discernimiento para saber cuándo utilizar las aptitudes que se describen en este capítulo.

Ideas para el estudio y la práctica

Estudio personal

  • Imagínese que usted se halla en las situaciones que se explican a continuación. ¿Cómo podría usar los principios y las aptitudes que se describen en este capítulo para ayudar a estas personas a progresar? Planifique cómo los aplicaría a cada situación.

    • Al caminar por un parque, ve a una mujer y a un pequeño sentados en una banca. La mujer está llorando.

    • Llega a la casa de alguien que se ha estado preparando para el bautismo y esa persona le dice que ya no quiere reunirse con usted.

    • Se reúne por séptima vez con una persona que ha recibido las enseñanzas de varios misioneros en un período de dos años. Ha habido muy pocos indicios de progreso.

    • Comienza a enseñar un mensaje del Evangelio a una familia que son miembros, y le dicen: “Ya hemos hablado con todos nuestros conocidos y les hemos pedido que reciban a los misioneros, y todos nos han dicho que no”.

  • Escoja una de las lecciones misionales. Seleccione uno o dos pasajes de las Escrituras de cada uno de los principios principales. Practique la enseñanza de esos pasajes tal como se explica en la sección “Use las Escrituras” de este capítulo.

  • En el transcurso de varias semanas, estudie las enseñanzas del Salvador en los Evangelios (Mateo, Marcos, Lucas, Juan) y en 3 Nefi. En su diario de estudio, haga una lista de las preguntas que Él hizo y luego compárelas con las preguntas que usted suele hacer.

  • Lea el relato de Ammón y el rey Lamoni en Alma 18 y el relato de Aarón en Alma 22:4–18. Al leer, determine y describa cómo Ammón y Aarón hicieron lo siguiente:

    • Siguieron al Espíritu y enseñaron con amor.

    • Comenzaron a enseñar.

    • Ajustaron sus enseñanzas para cubrir las necesidades.

    • Dieron testimonio.

    • Usaron las Escrituras.

    • Hicieron preguntas, escucharon y resolvieron dudas.

    • Animaron a hacer compromisos a las personas a las que enseñaron.

  • Lea la siguiente declaración del presidente Harold B. Lee sobre el tema de enseñar con el objeto de que las personas entiendan. Evalúe la claridad con la que usted enseña la doctrina del Evangelio. Escriba en su diario de estudio lo que aprenda.

    “Ruego que permanezcan dentro del contexto de las Escrituras y que lo comuniquen en términos comprensibles” (The Teachings of Harold B. Lee, selección de Clyde J. Williams, 1996, pág. 444).

    “Ahora, no estamos enviándoles como maestros a enseñar doctrina nueva. Deben enseñar [la doctrina antigua], no con una claridad que permita simplemente entenderla, sino con una claridad tal que nadie pueda malentenderla” (The Teachings of Harold B. Lee, pág. 458).

Estudio con el compañero

  • Revise el plan de una de las lecciones que haya enseñado recientemente. Escriba una pregunta por cada uno de los principios principales que se incluyen en el bosquejo del plan. Después revise las preguntas para ver si concuerdan con lo que se enseña en este capítulo. En seguida, conteste cada una de las preguntas como si usted fuera alguien a quien se está enseñando y, si es necesario, cámbielas. Comparta las preguntas con su compañero o compañera y evalúenlas juntos.

    Consideren las necesidades de alguien al que estén enseñando y hablen de la forma en que él o ella tal vez contesten sus preguntas. Analicen también cómo esas preguntas podrían invitar al Espíritu y ayudar a la persona a aprender el Evangelio.

  • Piensen en las nuevas personas a las que están enseñando. Analicen lo que pueden hacer para ayudarlas a progresar. Anoten sus ideas en su diario de estudio y hagan planes en su agenda diaria.

Consejo de distrito, conferencias de zona y consejo de líderes de la misión

  • Invite a la reunión a miembros o a personas que estén enseñando actualmente. Explique al grupo que quiere que los misioneros mejoren su capacidad de compartir su importante mensaje. Seleccione una lección y una aptitud. Pida a los misioneros que durante veinte minutos enseñen a una o varias personas la lección que usted haya seleccionado, concentrándose en la aptitud que usted haya escogido. Pídales que cambien de persona a la que enseñan después de veinte minutos. Después que los misioneros hayan tenido la oportunidad de enseñar, reúna al grupo y pida a las personas a las que se les enseñó que digan a los misioneros qué fue lo más eficaz y un aspecto en el que puedan mejorar.

  • Muestre ejemplos en video de misioneros que enseñan a personas o hacen contacto con ellas. Escoja una aptitud y analicen como grupo cuán bien los misioneros del video pusieron en práctica los principios correspondientes a esa aptitud.

  • Escoja una aptitud o un aspecto importante de cierta habilidad, e indique la doctrina o los pasajes de las Escrituras que la corroboren. Enseñe a los misioneros la base doctrinal de esa aptitud.

Presidente de misión, su esposa y sus consejeros

  • De vez en cuando, acompañe a los misioneros cuando enseñen. Planifique con ellos cómo participará usted en la enseñanza.

  • Inste a los líderes del sacerdocio y de las organizaciones auxiliares a acompañar a los misioneros en sus visitas de enseñanza y a evaluar su enseñanza.

  • Al enseñar a los misioneros en las conferencias de zona, los consejos de líderes de la misión, las entrevistas y cuando enseñe con ellos, demuestre la manera eficaz de utilizar las Escrituras, de formular preguntas y de escuchar.