Preparación para la misión
Lección 2: El Plan de Salvación


“Lección 2: El Plan de Salvación”, Predicad Mi Evangelio: Una guía para el servicio misional, 2018, págs. 47–59

“Lección 2”, Predicad Mi Evangelio, págs. 47–59

Lección 2

El Plan de Salvación

Su objetivo

Al enseñar, ayude a las personas a prepararse para el bautismo y la confirmación. Considere los requisitos para el bautismo que se enseñan en Doctrina y Convenios 20:37 y en las preguntas para la entrevista bautismal que se relacionan. Con espíritu de oración, decida qué enseñar y qué invitaciones hacer basándose en las necesidades, intereses y situación de la persona. Esté al tanto de las preguntas y el nivel de comprensión de aquellos a quienes enseña.

Preguntas para la entrevista bautismal

  • ¿Cree que Dios es nuestro Padre Eterno?

  • ¿Cree que Jesucristo es el Hijo de Dios, el Salvador y el Redentor del mundo?

  • ¿Está dispuesto(a) a santificar el día de reposo, incluso el participar de la Santa Cena cada semana y prestar servicio a los demás?

Invitaciones

  • ¿Preguntará a Dios en oración para saber que lo que hemos enseñado es verdadero?

  • ¿Se arrepentirá de sus pecados?

  • ¿Asistirá con nosotros a la Iglesia este domingo?

  • ¿Leerá el Libro de Mormón y preguntará a Dios en oración para saber que es la palabra de Dios?

  • ¿Seguirá el ejemplo del Salvador y será bautizado(a) el (fecha)?

  • ¿Podemos fijar una hora para nuestra próxima visita?

  • Mandamientos de la lección 4 que elija incluir.

Ayudar a otras personas a saber en cuanto a Jesucristo

Los misioneros deben testificar de Jesucristo e invitar a todos a venir a Él a fin de ser salvos y recibir mayor felicidad, consuelo, gozo y paz en esta vida. El brindar conocimiento específico acerca del Salvador es importante para aquellos que saben poco o nada en cuanto a Él. El Libro de Mormón: Otro Testamento de Jesucristo tiene como fin ayudar a todas las personas a saber que “Jesús es el Cristo… que se manifiesta a sí mismo a todas la naciones” (portada del Libro de Mormón). Una de las maneras más eficaces de enseñar y testificar del Salvador es leer juntos el Libro de Mormón; los pasajes de otros libros canónicos también podrían ser de utilidad.

Considere las sugerencias que se dan a continuación. Esta actividad también se puede llevar a cabo como parte de esta lección o de otras, o como una lección en sí misma. Cuando sea práctico, repita esta actividad varias veces antes y después del bautismo y la confirmación.

Portada e introducción

Explique con claridad el objetivo del libro.

1 Nefi 10–11

Lehi y Nefi testifican del Salvador.

1 Nefi 19

Nefi relata las profecías acerca del ministerio y de la expiación del Salvador.

2 Nefi 2

Lehi testifica del Salvador como Redentor.

2 Nefi 9

Jacob testifica de la expiación de Jesucristo.

2 Nefi 31–33

Nefi enseña la doctrina de Cristo.

Enós

Enós experimenta el poder de la expiación del Salvador.

Mosíah 2–5

El rey Benjamín enseña acerca de Cristo.

Mosíah 12–16

Abinadí da su vida testificando de Jesucristo.

Alma 5, 7

Alma testifica acerca del Salvador.

Alma 17–22

Los lamanitas reciben el testimonio de Jesucristo.

Alma 34

Amulek testifica acerca de la expiación del Salvador.

Alma 36

Alma experimenta el poder de la expiación de Jesucristo.

Alma 40–42

Alma testifica sobre la resurrección y la expiación de Jesucristo.

Helamán 5

Nefi y Lehi son instrumentos en las manos de Dios para testificar acerca del Salvador.

3 Nefi 9–10

El Salvador invita a la gente a venir a Él.

3 Nefi 11–18

El Salvador enseña a los nefitas en cuanto al Padre y Su doctrina.

3 Nefi 27

El Salvador enseña Su Evangelio.

Éter 3

El hermano de Jared ve al Salvador.

Éter 12

Éter y Moroni testifican acerca del Salvador y del poder de Su expiación.

Moroni 7–8

Mormón enseña sobre el amor puro de Cristo y Su expiación.

Moroni 10

Moroni invita a todos a venir a Cristo y a ser perfeccionados en Él.

El Cristo Viviente

Profetas y apóstoles testifican acerca del Salvador.

La vida preterrenal: El propósito y el plan de Dios para nosotros

Muchas personas se preguntan: “¿De dónde vinimos? ¿Por qué estamos aquí? ¿A dónde vamos?”. El plan de salvación nos proporciona la respuesta a esas preguntas.

Dios es el Padre de nuestro espíritu; somos literalmente Sus hijos y Él nos ama. Antes de nacer en esta tierra vivíamos como hijos espirituales de nuestro Padre Celestial; sin embargo, no éramos como nuestro Padre Celestial ni podíamos llegar a ser como Él y disfrutar de todas las bendiciones de las que Él disfruta sin la experiencia de vivir en la vida terrenal con un cuerpo físico.

Todo el propósito de Dios —Su obra y Su gloria— es permitirnos a cada uno disfrutar todas Sus bendiciones. Él ha proporcionado un plan perfecto para lograr Su propósito. Nosotros entendimos y aceptamos ese plan antes de venir a la tierra. En las Escrituras, el plan de Dios se llama el plan de misericordia, el plan de felicidad, el plan de redención y el plan de salvación.

Jesucristo es el fundamento del plan de Dios. Por medio de Su expiación, Jesucristo llevó a cabo el propósito de Su Padre e hizo posible que todos nosotros disfrutáramos de la inmortalidad y la exaltación. Satanás, o el diablo, es enemigo del plan de Dios.

El albedrío, o la facultad de escoger, es uno de los dones más grandes que Dios ha dado a Sus hijos. Nuestro progreso eterno depende de cómo utilicemos ese don. Debemos elegir entre seguir a Jesucristo o a Satanás.

Durante nuestra vida en la tierra nos encontramos separados físicamente de Dios, pero Él desea que todos Sus hijos encuentren paz en esta vida y una plenitud de gozo en Su presencia en la vida venidera; Él desea que lleguemos a ser como Él.

Estudio de las Escrituras

Hijos de Dios

El propósito de Dios

Vida preterrenal

La Creación

Bajo la dirección del Padre, Jesucristo creó la tierra, un lugar en el que viviríamos y obtendríamos experiencia. A fin de que progresáramos y llegáramos a ser como Dios, cada uno de nosotros tenía que obtener un cuerpo y ser probado durante un período de prueba en la tierra. Al estar en la tierra, nos encontramos alejados de la presencia física de Dios; no recordamos nuestra vida preterrenal y debemos andar por medio de la fe, en vez de la vista.

Estudio de las Escrituras

El albedrío y la caída de Adán y Eva

Adán y Eva fueron los primeros hijos de Dios que vinieron a la tierra. Dios creó a Adán y a Eva y los puso en el Jardín de Edén; fueron creados a la imagen de Dios, con cuerpos de carne y huesos. Mientras Adán y Eva estaban en el jardín, seguían en la presencia de Dios y podrían haber vivido para siempre. Vivían en inocencia y Dios proveía de lo necesario para sus necesidades.

En el Jardín de Edén, Dios dio a Adán y a Eva su albedrío; les mandó que no comieran del fruto prohibido, o sea, del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal. El obedecer ese mandamiento significaba que podrían permanecer en el Jardín, pero no podrían progresar al experimentar la oposición en la vida terrenal. No podían conocer el gozo porque no podían experimentar penas ni dolor.

Satanás tentó a Adán y a Eva para que comieran el fruto prohibido, y eligieron hacerlo. Eso era parte del plan de Dios. Debido a su elección, fueron expulsados del Jardín y echados de la presencia física de Dios. A ese acontecimiento se le llama la Caída. La separación de la presencia de Dios es la muerte espiritual. Adán y Eva se volvieron seres mortales, sujetos a la muerte física, o sea, la separación del cuerpo y el espíritu. Ahora podrían experimentar enfermedades y todo tipo de sufrimiento; ellos tenían el albedrío moral, o la habilidad de elegir entre lo bueno y lo malo. Eso hizo posible que ellos aprendieran y progresaran; también hizo posible que ellos tomaran decisiones incorrectas y pecaran. Además, ahora podrían tener hijos, a fin de que el resto de los hijos espirituales de Dios pudieran venir a la tierra, obtener cuerpos físicos y ser probados. Los hijos de Dios podrían progresar y llegar a ser como Él solamente de esa manera.

La enseñanza acerca de la Caída

Cuando enseñe esta doctrina por primera vez, explique de manera muy sencilla que Dios eligió a dos de Sus hijos, Adán y Eva, para que fuesen los primeros padres en la tierra. Después de que transgredieron, estuvieron sujetos tanto al pecado como a la muerte, y por sí mismos no podían regresar a vivir con el Padre Celestial. El Señor le habló a Adán y le enseñó el plan de salvación y redención a través del Señor Jesucristo. Al seguir ese plan, Adán y su familia podrían tener gozo en esta vida y volver a vivir con Dios (véanse Alma 18:36; 22:12–14).

Estudio de las Escrituras

En el Jardín

La Caída

Nuestra vida en la tierra

La vida en la tierra es una oportunidad y una bendición. Nuestro objetivo en esta vida es tener gozo y prepararnos para volver a la presencia de Dios. En la tierra vivimos en una condición en la que estamos sujetos tanto a la muerte física como a la espiritual. Dios tiene un cuerpo de carne y huesos perfecto, glorificado e inmortal. Para llegar a ser como Dios y volver a Su presencia, nosotros también debemos tener un cuerpo de carne y huesos perfecto e inmortal. Sin embargo, debido a la caída de Adán y Eva, toda persona que vive en la Tierra tiene un cuerpo imperfecto y mortal que con el tiempo morirá. Si no fuese por el Salvador Jesucristo, la muerte acabaría con toda esperanza de tener una existencia futura con nuestro Padre Celestial.

Junto con la muerte física, el pecado es un gran obstáculo que nos impide llegar a ser como nuestro Padre Celestial y regresar a Su presencia. En nuestra condición mortal, a menudo cedemos a la tentación, quebrantamos los mandamientos de Dios y pecamos. Todos cometemos errores durante nuestra vida en la tierra; aunque a veces no parezca ser así, el pecado siempre conduce a la desdicha, ya que trae sentimientos de culpa y vergüenza. Debido a nuestros pecados, no nos es posible regresar a vivir con nuestro Padre Celestial a menos que primeramente seamos perdonados y limpiados.

Mientras estamos en la tierra, tenemos experiencias que nos traen felicidad; también tenemos experiencias que nos traen dolor y pesar, algunas de las cuales son el resultado de los actos pecaminosos de otras personas. Esas experiencias nos proporcionan oportunidades para aprender y progresar, para distinguir el bien y el mal, y tomar decisiones. Dios influye en nosotros para hacer lo bueno, mientras que Satanás nos tienta para cometer el pecado. Al igual que con la muerte física, no podemos vencer los efectos del pecado por nosotros mismos; sin la expiación de Jesucristo, no podemos hacer nada.

Estudio de las Escrituras

Probación o período de prueba

Elección

El bien y el mal

Pecado

Los inmundos no pueden morar con Dios

La expiación de Jesucristo

Antes de que se organizara el mundo, nuestro Padre Celestial escogió a Jesucristo para ser nuestro Salvador y Redentor. El sacrificio expiatorio de Jesucristo hizo posible que superáramos los efectos de la Caída. Todos los profetas, desde el principio del mundo, han testificado que Jesucristo es nuestro Redentor.

Todos experimentaremos la muerte física, pero Jesucristo venció el obstáculo de esa muerte física para todos nosotros. Cuando Él murió en la cruz, Su espíritu se separó de Su cuerpo; al tercer día, Su espíritu y Su cuerpo se reunieron eternamente, para no volver a separarse jamás. Él se apareció a muchos, mostrándoles que tenía un cuerpo inmortal de carne y huesos. A la reunión del cuerpo y el espíritu se le llama resurrección, y es un don que se nos ha prometido a cada uno de nosotros. Debido a la resurrección de Jesucristo, todos seremos resucitados, no importa si hemos hecho lo bueno o lo malo en esta vida; tendremos un cuerpo perfecto e inmortal de carne y huesos que nunca más volverá a estar sujeto a las enfermedades, el dolor o la muerte. La resurrección hace posible que regresemos a la presencia de Dios para ser juzgados, pero no garantiza que podamos vivir en Su presencia; para recibir esa bendición, también debemos ser limpios del pecado.

Dios envió a Su Amado Hijo Jesucristo a vencer el obstáculo del pecado, además del obstáculo de la muerte física. Nosotros no somos responsables de la caída de Adán y Eva, pero sí somos responsables de nuestros propios pecados. Dios no puede considerar el pecado con el más mínimo grado de tolerancia, y el pecado nos impide vivir en Su presencia. Únicamente por medio de la gracia y la misericordia de Dios podemos llegar a estar limpios del pecado a fin de que podamos vivir de nuevo con Dios; esto se puede lograr si ejercemos fe en Jesucristo, si nos arrepentimos, somos bautizados, recibimos el don del Espíritu Santo y perseveramos hasta el fin.

Para llevar a cabo el Plan de Salvación, Cristo pagó el castigo por nuestros pecados; solo Él pudo hacerlo. Él fue llamado y preparado en la vida preterrenal; Él era el Hijo literal de Dios en la carne; era sin pecado y totalmente obediente a Su Padre. No obstante que fue tentado, nunca cedió a la tentación. Cuando el Padre le pidió a Su Hijo Amado que pagara el precio de los pecados del mundo, Jesús estuvo preparado y dispuesto. La expiación del Salvador comprendió Su sufrimiento en el Jardín de Getsemaní y Su sufrimiento y muerte en la cruz, y concluyó con Su resurrección. No obstante que sufrió de una manera incomprensible —tanto que sangró por cada poro y pidió que, si fuese posible, le fuese quitada esa carga—, se sometió a la voluntad del Padre en una expresión suprema de amor por Su Padre y por nosotros. A ese triunfo que Jesucristo logró sobre la muerte espiritual mediante Su sufrimiento y sobre la muerte física mediante Su resurrección, se le llama la expiación de Jesucristo.

Cristo promete perdonar nuestros pecados con la condición de que lo aceptemos, lo cual hacemos al ejercer fe en Él, arrepentirnos, recibir el bautismo por inmersión y la imposición de manos para recibir el don del Espíritu Santo, y esforzarnos fielmente por guardar Sus mandamientos hasta el fin de nuestra vida. Por medio del arrepentimiento constante, podemos obtener el perdón y ser limpios de nuestros pecados mediante el poder del Espíritu Santo; se nos libera de la carga de la culpabilidad y la vergüenza y, mediante Jesucristo, podemos llegar a ser dignos de volver a la presencia de Dios.

Al confiar en la expiación de Jesucristo, Él nos puede ayudar a sobrellevar bien nuestras tribulaciones, enfermedades y dolor, y podemos sentir gozo, paz y consuelo. Todo lo que es injusto en la vida se puede remediar por medio de la expiación de Jesucristo.

Sin embargo, al pagar el precio de nuestros pecados, Jesús no nos eximió de nuestra responsabilidad personal; debemos demostrar que lo aceptamos a Él y que seguiremos Sus mandamientos. Únicamente por medio del don de la expiación del Salvador podemos volver a vivir con Dios.

Estudio de las Escrituras

Resurrección

Expiación del Salvador

El evangelio de Jesucristo: El camino

El mundo de los espíritus

No obstante que Cristo conquistó la muerte física, todas las personas deben morir, ya que la muerte es parte del proceso mediante el cual somos transformados de la mortalidad a la inmortalidad. Al morir, nuestro espíritu va al mundo de los espíritus. La muerte no cambia nuestra personalidad ni nuestros deseos por lo bueno o lo malo. Aquellos que eligen obedecer a Dios en esta vida viven en un estado de felicidad, paz y descanso de los afanes y las preocupaciones; aquellos que eligieron no obedecer en esta vida y no se arrepintieron viven en un estado de desdicha. En el mundo de los espíritus, el Evangelio se predica a aquellos que no obedecieron el Evangelio o que no tuvieron la oportunidad de escucharlo mientras estuvieron en la tierra. Nosotros permaneceremos en el mundo de los espíritus hasta que seamos resucitados.

Estudio de las Escrituras

El Evangelio se predica a los muertos

La muerte y el mundo de los espíritus

La resurrección, la salvación y la exaltación

Cuando nuestro cuerpo y nuestro espíritu se reúnan por medio de la resurrección, seremos llevados a la presencia de Dios para ser juzgados. Allí recordaremos perfectamente nuestra rectitud y nuestra culpa. Si nos hemos arrepentido, recibiremos misericordia. y seremos recompensados de acuerdo con nuestras obras y nuestros deseos.

Salvación

Mediante la expiación y resurrección del Salvador, todas las personas serán salvas (ganarán la salvación) de la muerte física. Resucitarán y llegarán a ser inmortales; es decir, vivirán para siempre. La inmortalidad es un don gratuito e incondicional para todas las personas, ya sean rectas o impías.

Las personas también pueden ser salvas (ganar la salvación) de la muerte espiritual personal mediante la expiación de Jesucristo, por medio de su fe en Él, al vivir en obediencia a las leyes y ordenanzas del Evangelio, y al servirle.

La vida eterna y la exaltación no son lo mismo que la inmortalidad.

El presidente Russell M. Nelson enseñó: “En el plan eterno de Dios, la salvación es un asunto individual y la exaltación es un asunto familiar” (“La salvación y la exaltación”, Liahona, mayo de 2008, pág. 10).

Exaltación

La exaltación, o la gloria celestial, se refiere al estado supremo de felicidad y gloria del Reino Celestial. La exaltación es un don condicional. El presidente Nelson ha enseñado: “Estas condiciones de acceso abarcan la fe en el Señor, el arrepentimiento, el bautismo, recibir el Espíritu Santo y permanecer fieles a las ordenanzas y a los convenios del templo” (“La salvación y la exaltación”, págs. 8–9). Exaltación significa vivir con Dios para siempre en familias eternas; es conocer a Dios y a Jesucristo, y vivir la vida que ellos disfrutan.

Resurrección y reencarnación

Algunas personas pueden confundir la doctrina de la resurrección con el concepto de la reencarnación. La enseñanza humana de la reencarnación, de que nacemos de nuevo en el mundo en una forma diferente, no es verdadera ni se basa en las Escrituras. La doctrina de la resurrección supone el recibir una recompensa eterna de un cuerpo inmortal de carne y huesos; esa es una doctrina verdadera. Asegúrese de que las personas a las que enseñe comprendan claramente la doctrina de la resurrección.

El juicio y los grados de gloria

Durante nuestra vida terrenal tomamos decisiones en cuanto al bien y el mal. Dios nos recompensa de acuerdo con nuestras obras y nuestros deseos. Debido a que Dios recompensa a todos según sus deseos y las obras que hayan realizado en la tierra, hay diferentes reinos de gloria a los cuales seremos asignados después del Juicio.

Reino Celestial

Aquellos que se hayan arrepentido de sus pecados, que hayan recibido las ordenanzas del Evangelio y hayan guardado los convenios correspondientes serán limpiados mediante la expiación de Cristo, y serán salvos en el Reino Celestial (véase Doctrina y Convenios 137:10). En las Escrituras se compara ese reino con la gloria o el resplandor del sol.

El Reino Celestial tiene tres cielos o grados (véase Doctrina y Convenios 131:1), y solo los que tengan un matrimonio eterno, sellado por el Santo Espíritu, podrán entrar en el más alto, que es la exaltación (véase Doctrina y Convenios 131:2); vivirán en la presencia de Dios, llegarán a ser como Él y recibirán una plenitud de gozo.

Los que estén en el Reino Celestial que no tengan un matrimonio eterno pueden entrar a otro “cielo” o “grado” del Reino Celestial, pero en ese lugar son ángeles ministrantes que “permanecen separada y solitariamente, sin exaltación, en su estado de salvación… ángeles de Dios para siempre jamás” (Doctrina y Convenios 132:17; véanse también Doctrina y Convenios 131:4; Russell M. Nelson, “El matrimonio celestial”, Liahona, noviembre de 2008, pág. 92).

Reino Terrestre

Las personas que no acepten la plenitud del evangelio de Jesucristo en esta vida o en la venidera, pero que vivan honorablemente, recibirán un lugar en el Reino Terrestre, el cual se compara con la gloria de la luna (véase Doctrina y Convenios 76:71–80).

Reino Telestial

Aquellas personas que continúen en sus pecados y no se arrepientan en esta vida ni acepten el Evangelio en el mundo venidero recibirán su recompensa en el reino más bajo, al que se le llama el Reino Telestial, el cual se compara con la gloria de las estrellas (véase Doctrina y Convenios 76:81–86).

Estudio de las Escrituras

Resurrección y Restauración

Juicio

Reinos de gloria

Vida eterna

Plan de Salvación

La expiación de Jesucristo hace posible la salvación.

El estudio de las Escrituras, la asistencia a la Iglesia y la oración

El estudio de las Escrituras, la asistencia a la Iglesia y la oración pueden ayudar a las personas a sentir el amor de Dios y a reconocer la verdad mediante el testimonio del Espíritu Santo. Aliente a quienes enseña a incluir esas prácticas a medida que aprendan sobre el Plan de Salvación y la expiación de Jesucristo. (Véase la sección “Orar a menudo”, en la lección 4, donde podrá encontrar orientación en cuanto a la forma de ayudar a alguien a aprender a orar y a leer las Escrituras). Cuando ellos estudian regularmente las Escrituras, y en particular el Libro de Mormón; cuando asisten a la Iglesia con regularidad; y cuando oran a Dios con fe, sinceridad y verdadera intención (con el compromiso de actuar de conformidad con las respuestas recibidas), Dios contestará sus oraciones, guiará su vida y les ayudará a discernir la verdad.

Invitación para ser bautizado(a)

Según lo indique el Espíritu, la invitación para ser bautizado(a) y confirmado(a) debe ser específica y directa: “¿Seguirá el ejemplo de Jesucristo y será bautizado(a) por alguien que posea la autoridad del sacerdocio de Dios? Tendremos un servicio bautismal el (fecha). ¿Se preparará para ser bautizado(a) en esa fecha?”.

Ideas para la enseñanza

Esta sección contiene ideas que usted puede utilizar en la preparación y enseñanza de la información comprendida en esta lección. Pida en oración la guía del Espíritu a medida que decida cómo utilizar esas ideas. Añada las ideas que seleccione al plan de la lección. Tenga presente que esas ideas son sugerencias —no requisitos— para ayudarle a satisfacer las necesidades de las personas a las que enseñe.

Plan de la lección corto (3–5 minutos)

El Plan de Salvación nos enseña de dónde vinimos, por qué estamos aquí en la tierra y a dónde iremos después de esta vida; traza nuestro trayecto eterno desde la vida preterrenal, a través de la vida terrenal, la muerte y la resurrección, hasta nuestra vida en las eternidades. El plan también explica lo que nuestro amoroso Padre Celestial hace para ayudarnos a realizar este trayecto con éxito a fin de que podamos volver a Su presencia y llegar a ser como Él. El plan se centra en la misión y expiación de Jesucristo al vencer los efectos de la Caída y hacer posible para nosotros la vida eterna y la exaltación. Lo invitamos a meditar y orar en cuanto a este mensaje.

  • La vida preterrenal: el propósito y el plan de Dios para nosotros

  • La Creación

  • El albedrío y la caída de Adán y Eva

  • Nuestra vida en la tierra

  • La expiación de Jesucristo

  • El mundo de los espíritus

  • La resurrección, la salvación y la exaltación

  • El juicio y los grados de gloria

Invitaciones

  • ¿Preguntará a Dios en oración para saber que lo que hemos enseñado es verdadero?

  • ¿Se arrepentirá de sus pecados?

  • ¿Asistirá con nosotros a la Iglesia este domingo?

  • ¿Leerá el Libro de Mormón y preguntará a Dios en oración para saber que es la palabra de Dios?

  • ¿Seguirá el ejemplo del Salvador y será bautizado(a) el (fecha)?

  • ¿Podemos fijar una hora para nuestra próxima visita?

  • Mandamientos de la lección 4 que elija incluir.

Plan de la lección intermedio (10–15 minutos)

Nuestro mensaje nos ayuda a entender el propósito de la vida y quiénes somos; nos brinda esperanza y nos ayuda a hallar paz, gozo y felicidad; nos dice de dónde vinimos, por qué estamos aquí en la tierra y a dónde iremos después de esta vida. Dios es nuestro Padre y nos ama; nosotros somos Sus hijos; somos parte de Su familia y vivimos con Él antes de que naciéramos en la tierra. Él tiene un plan de felicidad que hace posible que volvamos a Su presencia después de esta vida. Nuestro progreso depende de la forma en que utilicemos el albedrío que Dios nos dio, o sea, la facultad de escoger. Como parte de ese plan, la caída de Adán y Eva hizo posible que viniésemos a la tierra, obtuviéramos un cuerpo físico, adquiriéramos experiencia y tuviéramos familias propias; pero la Caída también trajo la muerte física, que es la separación del espíritu y el cuerpo, y la muerte espiritual, que es la separación de Dios.

Jesucristo es el fundamento del plan de Dios. El sacrificio expiatorio de Cristo venció los efectos tanto de la muerte física como de la espiritual. Todos seremos resucitados y viviremos para siempre con cuerpos físicos libres de dolor y enfermedad. Cristo también hizo posible que venciéramos la muerte espiritual. A medida que vivamos Su Evangelio, Él misericordiosamente perdonará nuestros pecados; Él nos sanará y reemplazará el remordimiento y la vergüenza con la paz y la felicidad en esta vida.

Como parte del plan misericordioso de Dios, todos pasaremos por una muerte física. Nuestros espíritus se separarán de nuestros cuerpos y viviremos por un tiempo en el mundo de los espíritus. Luego resucitaremos con un cuerpo inmortal, una unión eterna de nuestro cuerpo y espíritu. Se nos juzgará según nuestras obras y deseos; aquellos que hayan vivido el Evangelio recibirán el don más grande de nuestro Padre Celestial, el don de la exaltación, que es vivir como familia en Su presencia.

Una vez más nuestro Padre Celestial ha tendido una mano de amor a Sus hijos para revelar Su plan de felicidad. Podemos aprender acerca de este maravilloso plan en el Libro de Mormón, el cual puede leer, y luego meditar y orar al respecto. Le invitamos a asistir a la Iglesia y a adorar con nosotros.

Invitaciones

  • ¿Preguntará a Dios en oración para saber que lo que hemos enseñado es verdadero?

  • ¿Se arrepentirá de sus pecados?

  • ¿Asistirá con nosotros a la Iglesia este domingo?

  • ¿Leerá el Libro de Mormón y preguntará a Dios en oración para saber que es la palabra de Dios?

  • ¿Seguirá el ejemplo del Salvador y será bautizado(a) el (fecha)?

  • ¿Podemos fijar una hora para nuestra próxima visita?

  • Mandamientos de la lección 4 que elija incluir.

Plan de la lección completo (30–45 minutos)

  • La vida preterrenal: el propósito y el plan de Dios para nosotros

    • Dios es nuestro Padre Celestial y nosotros somos Sus hijos (véanse Hechos 17:16–34; Hebreos 12:9).

    • Dios tiene un plan para nuestra felicidad. Jesucristo es fundamental en ese plan.

    • El plan de felicidad de Dios hace posible volver a Su presencia (véase Moisés 1:39).

    • Nuestro progreso eterno depende de la forma en que utilicemos nuestro albedrío (véase 2 Nefi 2:27–29).

  • La Creación

    • Jesucristo creó la tierra bajo la dirección del Padre (véase Hebreos 1:1–3).

  • El albedrío y la caída de Adán y Eva

    • Adán y Eva fueron creados a la imagen de Dios (véase Génesis 1:26–27).

    • En el Jardín de Edén eran inocentes y vivían en la presencia de Dios.

    • Debido a que comieron del fruto prohibido, fueron expulsados del jardín (véase Moisés 4:19–31). A eso se le llama la Caída.

    • Se convirtieron en seres terrenales, pudieron tener hijos y estuvieron sujetos al pecado y a la muerte (véanse 2 Nefi 2:22–25; Moisés 5:11).

  • Nuestra vida en la tierra

    • Nuestro objetivo en la vida es hallar paz, gozo y felicidad duraderos como familias y prepararnos para regresar a vivir con Dios.

    • Vinimos a la tierra a ser probados (véase Abraham 3:24–25).

    • Obtenemos un cuerpo de carne y huesos, pero estamos sujetos a la muerte física.

    • Dios da mandamientos; si obedecemos, somos bendecidos; si desobedecemos, pecamos y recibimos las consecuencias.

    • Todo pecado se debe pagar, ya sea que lo paguemos nosotros mismos o que lo pague Cristo (véase Doctrina y Convenios 19:15–20).

    • Tomamos decisiones y todos pecamos (véase Romanos 3:23).

    • Tenemos experiencias que nos traen la felicidad y también el dolor.

    • Sin Cristo, no podemos vencer la muerte física ni la espiritual.

  • La expiación de Jesucristo

    • Debido a que Jesucristo venció la muerte física, todos seremos resucitados (véase Alma 11:41–43).

    • Mediante la expiación de Cristo, podemos ser limpios del pecado a fin de que podamos volver a vivir en la presencia de Dios (véase 2 Nefi 9:8–9).

    • Cristo perdonará nuestros pecados si tenemos fe en Él, nos arrepentimos, recibimos el bautismo y el don del Espíritu Santo y perseveramos hasta el fin.

  • El mundo de los espíritus

    • Todas las personas han de morir.

    • Al morir, nuestro espíritu va al mundo de los espíritus.

    • Vivimos en un estado de sufrimiento o en un estado de paz y descanso, según la forma en que hayamos vivido en esta vida.

  • La resurrección, la salvación y la exaltación

    • Nuestro espíritu y nuestro cuerpo serán reunidos en la resurrección (véanse Alma 11:42–45; 40:23).

    • La vida eterna y la exaltación son dones de Dios que se dan a aquellos que obedecen el evangelio de Jesucristo en su totalidad (véanse Doctrina y Convenios 14:7; 132:17).

  • El Juicio y los reinos de gloria (véanse Doctrina y Convenios 76; 137; 1 Corintios 15:40–42).

    • Regresaremos a la presencia de Dios para ser juzgados de acuerdo con nuestras obras y nuestros deseos.

    • Si nos hemos arrepentido, recibiremos misericordia.

    • Recibimos un reino de gloria de acuerdo con nuestras obras y deseos (véase Doctrina y Convenios 137:9).

    • Aquellos que reciban el Evangelio y vivan valientemente de acuerdo con él a lo largo de su vida, recibirán el Reino Celestial (véase Doctrina y Convenios 76:50–70).

    • Las personas honorables que son “[cegadas] por las artimañas de los hombres” y que “no son valientes en el testimonio de Jesús” reciben el Reino Terrestre (véase Doctrina y Convenios 76:75, 79).

    • Los que pequen y no se arrepientan recibirán la gloria telestial después de que sufran por sus pecados.

Invitaciones

  • ¿Preguntará a Dios en oración para saber que lo que hemos enseñado es verdadero?

  • ¿Se arrepentirá de sus pecados?

  • ¿Asistirá con nosotros a la Iglesia este domingo?

  • ¿Leerá el Libro de Mormón y preguntará a Dios en oración para saber que es la palabra de Dios?

  • ¿Seguirá el ejemplo del Salvador y será bautizado(a) el (fecha)?

  • ¿Podemos fijar una hora para nuestra próxima visita?

  • Mandamientos de la lección 4 que elija incluir.

Preguntas para después de la enseñanza

  • ¿Qué preguntas desea hacer acerca de lo que le hemos enseñado?

  • ¿Qué es lo que entiende acerca del plan que Dios tiene para usted y su familia?

  • De lo que le hemos enseñado, ¿qué es lo que entiende acerca del papel de Jesucristo? ¿Qué significa eso para usted?

Definiciones clave

A continuación siguen algunos términos que con frecuencia no se entienden. Asegúrese de explicarlos claramente y de que las personas a las que enseñe los entiendan.

  • Expiación de Jesucristo: Según se utiliza en las Escrituras, expiar significa sufrir el castigo por un pecado cometido, quitando de ese modo los efectos del pecado a los pecadores arrepentidos y permitiéndoles reconciliarse con Dios. Jesucristo sufrió en Getsemaní y en la cruz; Él era la única persona capaz de llevar a cabo una Expiación perfecta por toda la humanidad. Él sufrió el castigo por nuestros pecados en Getsemaní y murió en la cruz; Él tomó sobre Sí los dolores, las enfermedades, tentaciones, aflicciones y debilidades de todos (véase Alma 7:11–12).

  • Exaltación: Llegar a ser como nuestro Padre Celestial y vivir en Su presencia como miembros de Su familia. El presidente Nelson ha enseñado: “Ser exaltados, o alcanzar la exaltación, se refiere al estado supremo de felicidad y gloria del Reino Celestial” (véase “La salvación y la exaltación”, pág. 8). La exaltación se obtiene mediante la expiación de Cristo y por la obediencia a todas las leyes y ordenanzas del Evangelio.

  • Caída (de Adán y Eva): Cuando Adán y Eva comieron el fruto prohibido, se convirtieron en seres terrenales, o sea, estuvieron sujetos al pecado y a la muerte. Adán llegó a ser la “primera carne” sobre la tierra (Moisés 3:7). Las revelaciones de los últimos días aclaran que la Caída es una bendición y que a Adán y a Eva se les debe honrar como los primeros padres de toda la humanidad.

  • Inmortalidad: La condición de vivir para siempre en un estado resucitado, sin estar sujetos a la muerte física.

  • Juicio: Dios, por conducto de Jesucristo, nos juzgará individualmente para determinar la gloria eterna que recibiremos. Ese juicio se basará en nuestra obediencia a los mandamientos de Dios, incluida nuestra aceptación del sacrificio expiatorio de Jesucristo. Recibiremos nuestra recompensa eterna teniendo en cuenta si nuestras obras y deseos han sido buenos o malos.

  • Vida terrenal: Período que abarca desde el nacimiento hasta la muerte física.

  • Muerte física: La separación de nuestro espíritu —el cual vive para siempre y no puede morir— de nuestro cuerpo físico.

  • Vida preterrenal (existencia premortal; vida antes de venir a la tierra): Como hijos espirituales de nuestro Padre Celestial, vivimos en Su presencia antes de nacer en esta tierra. En la vida preterrenal no teníamos cuerpos físicos.

  • Redención: Liberar, comprar o rescatar, como por ejemplo, liberar a una persona de la esclavitud mediante un pago. Redención se refiere a la expiación de Jesucristo y al estar libres del pecado. La expiación de Jesús redime a toda la humanidad de la muerte física. Mediante Su expiación, aquellos que tengan fe en Él y se arrepientan también serán redimidos de la muerte espiritual.

  • Resurrección: La reunión del cuerpo espiritual con el cuerpo físico de carne y huesos después de la muerte. Después de la resurrección, el espíritu y el cuerpo jamás volverán a separarse y la persona se vuelve inmortal. Toda persona nacida en la tierra será resucitada debido a que Jesucristo venció la muerte.

  • Salvación: Ser salvos de la muerte física y de la espiritual. “Creemos que los hombres serán castigados por sus propios pecados, y no por la transgresión de Adán… que por la expiación de Cristo, todo el género humano puede salvarse, mediante la obediencia a las leyes y ordenanzas del Evangelio” (Artículos de Fe 1:2–3). Todas las personas serán salvas de la muerte física, es decir, serán resucitadas, por la gracia de Dios, por medio de la muerte y resurrección de Jesucristo. Es un don incondicional del Salvador para todos los seres humanos, independientemente de las decisiones que tomen en la vida. La salvación de la muerte espiritual (del pecado) es condicional. El presidente Russell M. Nelson enseñó: “Las personas también podrán ser salvas (ganar la salvación) de la muerte espiritual personal mediante la expiación de Jesucristo, por medio de su fe en Él, al vivir en obediencia a las leyes y ordenanzas de Su Evangelio, y al servirle” (véase “La salvación y la exaltación”, pág. 8).

  • Muerte espiritual: La separación de Dios y de Su influencia; morir en cuanto a las cosas que están relacionadas con la rectitud. La muerte espiritual entró en el mundo debido a la caída de Adán y Eva (véase Alma 42:6–7). Los seres terrenales que tengan pensamientos, palabras y obras pecaminosos están muertos espiritualmente aunque aún estén vivos en la tierra (véase 2 Nefi 9:39). Por medio de la expiación de Jesucristo, los hombres y las mujeres pueden llegar a ser limpios del pecado y vencer la muerte espiritual a medida que se arrepientan y vivan los principios y las ordenanzas del Evangelio (véase Artículos de Fe 1:2–3).

Otros términos que tal vez sea necesario explicar a las personas a quienes enseñe

  • Bautismo por inmersión

  • Celestial

  • Limpios [del pecado]

  • Creación

  • Progreso eterno

  • Fe

  • Fruto prohibido

  • Perdón [de pecados]

  • Jardín de Edén

  • Reinos de gloria

  • Oposición

  • Plan de Salvación

  • Probación

  • Arrepentirse

  • Pecado

  • Mundo de los espíritus

  • Telestial

  • Terrestre

  • Árbol de la ciencia del bien y del mal