La reunión del cuerpo espiritual y el cuerpo físico de carne y huesos después de la muerte. Después de la resurrección, el espíritu y el cuerpo nunca más volverán a separarse, y la persona será inmortal. Toda persona que nace en la tierra resucitará porque Jesucristo venció la muerte (1 Cor. 15:20–22).
Jesucristo fue el primero en resucitar sobre esta tierra (Hech. 26:23; Col. 1:18; Apoc. 1:5). El Nuevo Testamento aporta amplia evidencia de que Jesús se levantó de la tumba con un cuerpo físico: el sepulcro quedó vacío, comió pescado y miel, tenía un cuerpo de carne y huesos, la gente lo tocó y los ángeles dijeron que había resucitado (Mar. 16:1–6; Lucas 24:1–12, 36–43; Juan 20:1–18). La revelación de los postreros días confirma la realidad de la resurrección de Cristo y de todo el género humano (Alma 11:40–45; 40; 3 Ne. 11:1–17; DyC 76; Moisés 7:62).