En las Escrituras, este vocablo por regla general significa un convenio o promesa sagrados; no obstante, las personas impías, entre ellas, Satanás y sus ángeles, también hacen juramentos para lograr sus fines inicuos. En los tiempos del Antiguo Testamento, los juramentos eran aceptables; sin embargo, Jesucristo enseñó que no debemos jurar en el nombre de Dios ni de ninguna de Sus creaciones (Mateo 5:33–37).