“Lección 1: El mensaje de la restauración del evangelio de Jesucristo”, Predicad Mi Evangelio: Una guía para el servicio misional, 2018, págs. 31–46
“Lección 1”, Predicad Mi Evangelio, págs. 31–46
Lección 1
El mensaje de la restauración del evangelio de Jesucristo
Dios es nuestro amoroso Padre Celestial
Dios es nuestro Padre Celestial; nosotros somos Sus hijos; Él tiene un cuerpo de carne y huesos glorificado y perfecto; Él nos ama y entiende y siente nuestros pesares y se regocija con nuestro progreso. Él desea comunicarse con nosotros, y nosotros podemos comunicarnos con Él mediante la oración sincera.
Él nos ha dado esta experiencia en la tierra para aprender y progresar, y nosotros podemos demostrar nuestro amor por Él por medio de nuestras decisiones y de nuestra obediencia a Sus mandamientos.
Dios nos ha proporcionado a nosotros, Sus hijos, una manera de tener éxito en esta vida y de regresar a vivir en Su presencia; sin embargo, para lograrlo, debemos ser puros y limpios por medio de la obediencia. La desobediencia nos aleja de Él. La parte central del plan de nuestro Padre es la expiación de Jesucristo, la cual incluyó Su sufrimiento en el jardín de Getsemaní, así como también Su sufrimiento y muerte en la cruz. Por medio de la expiación de Cristo podemos ser librados de la carga de nuestros pecados y adquirimos la fe y la fortaleza para hacer frente a nuestras pruebas.
El Evangelio bendice a las familias y a las personas en forma individual
El evangelio restaurado de Jesucristo bendice a las familias y a las personas en forma individual. Ayuda a esposos y esposas, a padres e hijos a medida que se esfuerzan por crear vínculos más firmes y fortaleza espiritual en sus familias. Esas bendiciones se pueden tener ahora y en la eternidad. El evangelio de Jesucristo ayuda a resolver las dificultades y los desafíos actuales.
El mensaje del evangelio de Jesucristo es que todas las personas son parte de la familia de Dios y que las familias pueden estar unidas ahora y en la eternidad. Debido a que las familias son ordenadas por Dios, son la unidad social más importante en esta vida y por la eternidad. Dios ha establecido las familias para dar felicidad a Sus hijos, para permitirles aprender principios correctos en un ambiente lleno de amor, y para prepararlos para la vida eterna. El hogar es el mejor lugar para enseñar, aprender y poner en práctica los principios del evangelio de Jesucristo. El hogar que está establecido en los principios del Evangelio será un lugar de refugio y seguridad; será un lugar donde more el Espíritu del Señor y bendiga a los miembros de la familia con paz, gozo y felicidad. Por medio de los profetas de todas las edades, incluida la nuestra, Dios ha revelado Su plan de felicidad para las familias y las personas en forma individual.
Nuestro Padre Celestial revela Su Evangelio en toda dispensación
Una forma importante en que Dios demuestra Su amor por nosotros es llamando a profetas, a quienes se les da el sacerdocio: el poder y la autoridad que Dios da al hombre para actuar en Su nombre para la salvación de Sus hijos. Los profetas aprenden el evangelio de Jesucristo por revelación. A su vez, enseñan el Evangelio a los demás y testifican de Jesucristo como el Salvador y Redentor. Las enseñanzas de los profetas se encuentran en libros sagrados llamados Escrituras.
Al plan que nuestro Padre tiene para que tengamos éxito en esta vida y para que regresemos a vivir con Él se le llama el evangelio de Jesucristo, siendo la expiación de Jesucristo la parte central de ese plan. Mediante la expiación de Jesucristo, podemos recibir la vida eterna si ejercemos fe en Jesucristo, nos arrepentimos, somos bautizados por inmersión para la remisión de los pecados, recibimos el don del Espíritu Santo y perseveramos hasta el fin. “… esta es la senda; y no hay otro camino, ni nombre dado debajo del cielo por el cual el hombre pueda salvarse en el reino de Dios. Y ahora bien, he aquí, esta es la doctrina de Cristo” (2 Nefi 31:21). Todas las personas tienen el don del albedrío, el cual incluye la libertad de aceptar o rechazar el Evangelio tal como lo enseñan los profetas y apóstoles. Los que deciden obedecer son bendecidos, pero los que desprecian, rechazan o tergiversan el Evangelio no reciben las bendiciones prometidas por Dios.
Cada vez que las personas deciden hacer caso omiso, desobedecer o distorsionar cualquier principio u ordenanza del Evangelio; cada vez que rechazan a los profetas del Señor; o cuando no perseveran en la fe; se distancian de Dios y comienzan a vivir en la oscuridad espiritual. Con el tiempo, esto conduce a una condición llamada apostasía. Cuando la apostasía generalizada se produce, Dios retira la autoridad del sacerdocio para enseñar y administrar las ordenanzas del Evangelio.
En la historia bíblica se han registrado muchos casos en los que Dios habla a los profetas, y también se hallan muchos casos de apostasía. Para dar fin a cada período de apostasía general, Dios ha demostrado Su amor hacia Sus hijos al llamar a otro profeta y darle la autoridad del sacerdocio para restaurar y enseñar de nuevo el evangelio de Jesucristo. Básicamente, el profeta actúa como mayordomo para supervisar a los miembros de la familia de Dios aquí en la tierra. A los períodos dirigidos bajo la responsabilidad profética se les llama “dispensaciones”.
Dios reveló el evangelio de Jesucristo a Adán y le dio la autoridad del sacerdocio. Adán fue el primer profeta en la tierra. Por revelación, Adán aprendió acerca de la relación correcta de la humanidad con Dios el Padre, Su Hijo Jesucristo y el Espíritu Santo; de la expiación y resurrección de Jesucristo, y de los primeros principios y ordenanzas del Evangelio. Adán y Eva enseñaron a sus hijos esas verdades y los alentaron a desarrollar la fe y a vivir el Evangelio en todos los aspectos de su vida. A Adán le siguieron otros profetas, pero, con el paso del tiempo, la posteridad de Adán rechazó el Evangelio y cayó en la apostasía, optando por ser inicua.
Así comenzó el modelo de las dispensaciones proféticas que se compone en gran parte de la historia registrada del Antiguo Testamento. El Padre Celestial reveló Su Evangelio mediante la comunicación directa a profetas, como Noé, Abraham y Moisés. Cada profeta fue llamado por Dios para comenzar una nueva dispensación del Evangelio. Dios concedió la autoridad del sacerdocio a cada uno de esos profetas y les reveló verdades eternas. Lamentablemente, en cada dispensación, la gente, con el tiempo, hizo uso de su albedrío para rechazar el Evangelio, y luego cayeron en la apostasía.
El ministerio terrenal y la expiación del Salvador
Varios cientos de años antes del nacimiento de Jesucristo, la gente cayó otra vez en la apostasía, pero cuando el Salvador inició Su ministerio terrenal, estableció de nuevo Su Iglesia en la tierra.
Nuestro Padre Celestial envió a Su Hijo a la tierra para expiar los pecados de toda la humanidad y vencer la muerte: “Porque de tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su Hijo unigénito… para que el mundo sea salvo por él” (Juan 3:16–17). Nuestro Padre Celestial envió a Su Hijo Jesucristo a tomar sobre Sí, por medio de Su sufrimiento, los pecados de todos los que vivirían en esta tierra, y a vencer la muerte física. El Salvador realizó un sacrificio expiatorio infinito a fin de que, si tenemos fe en Él, nos arrepentimos, somos bautizados, recibimos el Espíritu Santo y perseveramos hasta el fin, podamos recibir el perdón de nuestros pecados y entrar y seguir el camino que nos llevará a la vida eterna en la presencia de Dios (véase 2 Nefi 31:13–21).
Durante Su ministerio terrenal, el Salvador enseñó Su Evangelio y realizó muchos milagros. Llamó a doce hombres para que fueran Sus Apóstoles, y puso Sus manos sobre la cabeza de ellos para darles la autoridad del sacerdocio. Él organizó Su Iglesia, cumplió las profecías y fue rechazado y crucificado; pero lo que es más importante, llevó a cabo la Expiación. El Hijo de Dios, el Señor Jesucristo, realizó todo lo que Su Padre Celestial lo envió a hacer.
Antes de la muerte y resurrección del Señor, Él dio a Sus Apóstoles la autoridad para enseñar Su Evangelio, realizar las ordenanzas de salvación y establecer Su Iglesia en el mundo.
La Gran Apostasía
Después de la muerte de Jesucristo, gente inicua persiguió a los Apóstoles y a los miembros de la Iglesia, y mató a muchos de ellos. Con la muerte de los Apóstoles, las llaves del sacerdocio y la autoridad presidente del sacerdocio fueron quitadas de la tierra. Los Apóstoles habían conservado pura la doctrina del Evangelio, habían mantenido el orden y establecido las normas de dignidad para los miembros de la Iglesia. Sin los Apóstoles, y con el paso del tiempo, la doctrina se corrompió y se hicieron cambios no autorizados en la organización y en las ordenanzas del sacerdocio de la Iglesia, como el bautismo y el otorgamiento del don del Espíritu Santo.
Sin revelación ni autoridad del sacerdocio, la gente se apoyó en la sabiduría humana para interpretar las Escrituras y los principios y las ordenanzas del evangelio de Jesucristo. Se enseñaban ideas falsas como si fuesen verdaderas; se perdió gran parte del conocimiento del carácter y de la naturaleza verdaderos de Dios el Padre, de Su Hijo Jesucristo y del Espíritu Santo. Partes importantes de la doctrina de la fe en Jesucristo, del arrepentimiento, del bautismo y del don del Espíritu Santo se tergiversaron o se olvidaron. La autoridad del sacerdocio que se dio a los Apóstoles de Cristo ya no se encontraba sobre la tierra. Al final, esa apostasía fue la causa de que surgieran muchas iglesias.
Después de siglos de oscuridad espiritual, hombres y mujeres que buscaban la verdad protestaron contra las prácticas religiosas de esa época; reconocieron que gran parte de la doctrina y muchas de las ordenanzas del Evangelio habían sido cambiadas o se habían perdido; entonces buscaron mayor luz espiritual y muchos hablaron de la necesidad de una restauración de la verdad. Sin embargo, ninguno de ellos afirmaba que Dios los hubiese llamado para ser profetas, sino que intentaron reformar las enseñanzas y las prácticas que ellos creían que habían sido cambiadas o que se habían corrompido. Sus esfuerzos ocasionaron la organización de muchas iglesias protestantes. Esa reforma dio como resultado un marcado énfasis en la libertad religiosa, lo cual abrió el camino para la Restauración final.
Los Apóstoles del Salvador predijeron esa apostasía universal y también predijeron que el evangelio de Jesucristo y Su Iglesia serían restaurados una vez más sobre la tierra.
La restauración del evangelio de Jesucristo por conducto de José Smith
Cuando las circunstancias fueron propicias, nuestro Padre Celestial de nuevo se acercó a Sus hijos con amor; llamó como profeta a un jovencito llamado José Smith, por conducto del cual se restauró la plenitud del evangelio de Jesucristo en la tierra.
José Smith vivía en los Estados Unidos, que en ese tiempo era quizás el único país que disfrutaba de libertad religiosa. Era una época de gran agitación religiosa en el este de los Estados Unidos. Los integrantes de su familia eran sumamente religiosos y siempre estaban en busca de la verdad, pero muchos ministros afirmaban tener el Evangelio verdadero. José deseaba “saber cuál de todas las sectas era la verdadera” (José Smith—Historia 1:18). La Biblia enseñaba que había “un Señor, una fe, un bautismo” (Efesios 4:5). José asistió a diferentes iglesias, pero siguió confundido en cuanto a cuál iglesia debía unirse. Más tarde, escribió:
“… pero eran tan grandes la confusión y la contención entre las diferentes denominaciones, que era imposible que una persona tan joven como yo… llegase a una determinación precisa sobre quién tenía razón y quién no… En medio de esta guerra de palabras y tumulto de opiniones, a menudo me decía a mí mismo: ¿Qué se puede hacer? ¿Cuál de todos estos grupos tiene razón; o están todos en error? Si uno de ellos es verdadero, ¿cuál es, y cómo podré saberlo?” (José Smith—Historia 1:8, 10).
Mientras José buscaba la verdad entre las distintas religiones, se volvió a la Biblia en busca de orientación, y leyó: “Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, quien da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada” (Santiago 1:5). Debido a este pasaje, José decidió preguntar a Dios sobre lo que debía hacer. En la primavera de 1820, se dirigió a una arboleda cercana y se arrodilló a orar. Contamos con cuatro diferentes relatos de lo que ocurrió después, registrados por él o por escribientes bajo su dirección (véase el ensayo de Temas del Evangelio titulado “Relatos de la Primera Visión”). En uno de los relatos, describió su experiencia de esta manera:
“… vi una columna de luz, más brillante que el sol, directamente arriba de mi cabeza; y esta luz gradualmente descendió hasta descansar sobre mí… Al reposar sobre mí la luz, vi en el aire arriba de mí a dos Personajes, cuyo fulgor y gloria no admiten descripción. Uno de ellos me habló, llamándome por mi nombre, y dijo, señalando al otro: Este es mi Hijo Amado: ¡Escúchalo!” (José Smith—Historia 1:16–17).
En aquella visión, Dios el Padre y Su Hijo Jesucristo se aparecieron a José Smith. El Salvador le dijo a José que no se uniera a ninguna de las iglesias ya que “todas estaban en error” y “todos sus credos eran una abominación”. Él dijo: “… con sus labios me honran, pero su corazón lejos está de mí; enseñan como doctrinas los mandamientos de los hombres, teniendo apariencia de piedad, mas negando la eficacia de ella” (José Smith—Historia 1:19). Aunque mucha gente buena creía en Cristo y se esforzaba por entender y enseñar Su Evangelio, no tenía la plenitud de la verdad ni la autoridad del sacerdocio para bautizar y efectuar otras ordenanzas salvadoras. Esas personas habían heredado un estado de apostasía, puesto que cada generación tenía la influencia de lo que heredaba de la anterior, incluso los cambios en la doctrina y las ordenanzas, tales como el bautismo. Tal como Dios lo había hecho con Adán, Noé, Abraham, Moisés y otros profetas, Él llamó a José Smith para que fuera el profeta por medio del cual se restaurara la plenitud del Evangelio en la tierra.
Después de la aparición del Padre y del Hijo, se enviaron otros mensajeros celestiales, o ángeles, a José Smith y a su colega, Oliver Cowdery. Juan el Bautista apareció y les confirió a José Smith y a Oliver Cowdery el Sacerdocio Aarónico, el cual incluye la autoridad para efectuar la ordenanza del bautismo. Pedro, Santiago y Juan (tres de los Apóstoles originales de Cristo) aparecieron y les confirieron a José Smith y a Oliver Cowdery el Sacerdocio de Melquisedec, restaurando la misma autoridad que fue dada antiguamente a los Apóstoles de Cristo. Con esta autoridad del sacerdocio, se le indicó a José Smith que organizara la Iglesia de Jesucristo una vez más sobre la tierra. Por conducto de él, Jesucristo llamó a doce Apóstoles.
Los profetas de la Biblia se refieren a los tiempos en los que vivimos como los últimos días, los días postreros o la dispensación del cumplimiento de los tiempos. Es el período justo antes de la segunda venida de Jesucristo; es la dispensación final; es por ello que la Iglesia se llama La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.
Un profeta viviente dirige la Iglesia hoy en día. Dicho profeta, el Presidente de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, es el sucesor autorizado de José Smith. La autoridad de él y de los Apóstoles actuales data desde la época de Jesucristo en una cadena ininterrumpida de ordenaciones por conducto de José Smith.
El Libro de Mormón: Otro Testamento de Jesucristo
Sabiendo que la duda, la incredulidad y la información errónea irían a permanecer después de siglos de oscuridad, nuestro amoroso Padre Celestial sacó a luz un antiguo volumen de Escrituras sagradas, semejante a la Biblia, que contiene la plenitud del Evangelio sempiterno de Jesucristo. Ese volumen de Escrituras sagradas proporciona una evidencia convincente de que José Smith es un profeta verdadero de Dios. Ese registro es el Libro de Mormón: Otro Testamento de Jesucristo.
Un mensajero celestial llamado Moroni guio a José Smith hacia un cerro donde unas planchas de oro habían estado escondidas durante siglos. Esas planchas de oro contenían los escritos de profetas que daban un relato de los tratos de Dios con algunos de los antiguos habitantes de las Américas. José Smith tradujo el contenido de esas planchas por el poder de Dios. Los profetas del Libro de Mormón sabían acerca de la misión del Salvador y enseñaron Su Evangelio. Después de Su resurrección, Cristo se apareció a aquellas personas, les enseñó Su evangelio y estableció Su Iglesia. El Libro de Mormón es una prueba de que “Dios inspira a los hombres y los llama a su santa obra en esta edad y generación, así como en las antiguas” (Doctrina y Convenios 20:11). Para saber que el Libro de Mormón es verdadero, la persona debe leerlo y meditar y orar al respecto. La persona que con sinceridad busca la verdad no tardará en sentir que el Libro de Mormón es la palabra de Dios.
El leer, meditar y orar acerca del Libro de Mormón son pasos críticos para una conversión perdurable. Las personas que empiezan a leer el Libro de Mormón por primera vez toman pasos importantes a fin de llegar a saber que José Smith es un profeta de Dios y que la verdadera Iglesia ha sido restaurada en la tierra.
Ore para saber la verdad por conducto del Espíritu Santo
Este mensaje de la restauración del evangelio de Jesucristo es verdadero o no lo es. Nosotros podemos saber que es verdadero por medio del poder del Espíritu Santo, tal como se promete en Moroni 10:3–5. El estudio regular de las Escrituras (particularmente del Libro de Mormón), la asistencia habitual a la Iglesia y la oración sincera nos ayudan a sentir el poder del Espíritu Santo y a descubrir la verdad. Después de leer el mensaje del Libro de Mormón y meditar en él, cualquiera que desee conocer la verdad debe preguntar a nuestro Padre Celestial en oración, en el nombre de Jesucristo, si es verdadero.
Puesto que Dios es nuestro Padre y nosotros somos Sus hijos, Él nos ayudará a reconocer la verdad. Cuando oramos con fe, sinceridad y verdadera intención (con el compromiso de actuar de conformidad con las respuestas que recibamos), Dios contestará nuestras preguntas, guiará nuestra vida y nos ayudará a tomar buenas decisiones.
Cuando oramos, nos dirigimos a nuestro Padre Celestial; le damos gracias por nuestras bendiciones y pedimos para saber que el mensaje del Libro de Mormón es verdadero. Nadie puede saber las verdades espirituales sin la oración.
En respuesta a nuestras oraciones, el Espíritu Santo nos enseñará la verdad por medio de nuestros sentimientos y pensamientos. Los sentimientos que provienen del Espíritu Santo son poderosos pero, por lo general, son suaves y apacibles. Al empezar a sentir que lo que estamos aprendiendo es verdadero, tendremos el deseo de saber todo lo que nos sea posible acerca de la Restauración.
El saber que el Libro de Mormón es verdadero lleva a un conocimiento de que José Smith fue llamado como profeta y que el evangelio de Jesucristo fue restaurado por conducto de él.
Ideas para la enseñanza
Esta sección contiene ideas que usted puede utilizar en la preparación y enseñanza de la información comprendida en esta lección. Pida en oración la guía del Espíritu a medida que decida cómo utilizar esas ideas. Añada las ideas que seleccione al plan de la lección. Tenga presente que esas ideas son sugerencias —no requisitos— para ayudarle a satisfacer las necesidades de las personas a las que enseñe.
Preguntas para después de la enseñanza
-
¿Qué preguntas desea hacer acerca de lo que le hemos enseñado?
-
Si hubiera un profeta en la tierra hoy día, ¿qué le preguntaría?
-
¿Piensa que Dios escucha sus oraciones? ¿Por qué?
-
¿Le gustaría saber que el Libro de Mormón es verdadero? ¿Por qué?
Definiciones clave
-
Albedrío: La facultad y el privilegio que Dios concede a las personas para elegir y actuar por sí mismas.
-
Apostasía: Un alejamiento de la verdad por parte de las personas, la Iglesia o naciones enteras, incluso la rebelión contra la autoridad y el rechazo de los profetas. Entre las evidencias de la apostasía se incluyen la transgresión de las leyes de Dios, el cambiar las ordenanzas del Evangelio y el quebrantar los convenios (véase Isaías 24:5).
-
Dispensación: Un período de tiempo en el que el Señor tiene por lo menos a un siervo autorizado en la tierra que posee las llaves del santo sacerdocio. Además de Jesucristo, profetas tales como Adán, Enoc, Noé, Abraham, Moisés y José Smith han iniciado personalmente una nueva dispensación del Evangelio. Cuando el Señor organiza una dispensación, el Evangelio se revela de nuevo a fin de que la gente de esa dispensación no tenga que depender de las dispensaciones anteriores para obtener el conocimiento del plan de salvación. La dispensación que José Smith inició se conoce como la “dispensación del cumplimiento de los tiempos”.
-
Sacerdocio: La autoridad y el poder que Dios da al hombre para actuar en el nombre de Jesucristo en todas las cosas para la salvación de la humanidad.
-
Profeta: Hombre que ha sido llamado por Dios y que habla por Él. Como mensajero de Dios, un profeta recibe autoridad del sacerdocio, mandamientos, profecías y revelaciones de Dios. Tiene la responsabilidad de dar a conocer a todos los seres humanos la voluntad y el verdadero carácter de Dios, y de demostrar el significado de Sus tratos con ellos. El profeta denuncia el pecado y predice sus consecuencias; es predicador de rectitud. En ocasiones, un profeta puede ser inspirado para predecir el futuro para el beneficio de la humanidad. Sin embargo, su responsabilidad primordial es testificar de Cristo.
-
Redentor: Jesucristo es el gran Redentor de la humanidad porque Él, por medio de Su expiación, pagó el precio por los pecados del género humano e hizo posible la resurrección de todas las personas. Redimir significa entregar, comprar o rescatar, como por ejemplo, librar a una persona de la esclavitud mediante el pago. Redención se refiere a la expiación de Jesucristo y al estar libres del pecado. La expiación de Jesús redime a toda la humanidad de la muerte física. Mediante Su expiación, la cual incluye Su sufrimiento en Getsemaní y en la cruz, así como Su resurrección, las personas que tienen fe en Él y que se arrepienten son redimidos de la muerte espiritual.
-
Reformador: Reformar significa modificar algo con la intención de mejorarlo. El término reformadores se refiere a hombres y mujeres (como Martín Lutero, William Tyndale y Juan Wiclef) que protestaron contra las prácticas de la iglesia de su época, la cual consideraban que debía reformarse.
-
Restauración: Restaurar significa volver a poner una cosa en el estado que antes tenía, o traer de nuevo. La Restauración, según el uso que le dan los Santos de los Últimos Días, significa que la verdadera Iglesia de Jesucristo, que se perdió debido a la apostasía, fue traída de nuevo al estado original en que existía cuando Jesucristo la organizó. A diferencia de la Reforma, la Restauración se llevó a cabo mediante la autoridad divina por conducto de la revelación.
-
Revelación: Es la comunicación de Dios con Sus hijos en la tierra; puede provenir por medio de la Luz de Cristo y del Espíritu Santo en forma de inspiración, visiones, sueños o visitas de ángeles. La revelación brinda orientación que puede llevar a los fieles a la salvación eterna en el Reino Celestial. El Señor revela Su obra a Sus profetas y ratifica a los creyentes que las revelaciones dadas a los profetas son verdaderas (véase Amós 3:7). Mediante la revelación, el Señor proporciona guía individual para toda persona que la busque y que tenga fe, se arrepienta y sea obediente al evangelio de Jesucristo.
Otros términos que tal vez sea necesario explicar a las personas a quienes enseñe
-
Apóstol
-
Expiación de Jesucristo
-
Biblia
-
Perseverar hasta el fin
-
Don del Espíritu Santo
-
Evangelio
-
Obediencia y desobediencia a los mandamientos
-
Ordenanzas de salvación
-
Oración
-
Arrepentimiento
-
Resurrección
-
Volver a vivir en Su presencia
-
Salvación
-
Salvador
-
Escrituras
-
Pecado
-
Mayordomía