“Capítulo 2: La Expiación de Jesucristo”, Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: Russell M. Nelson, 2023
“Capítulo 2”, Enseñanzas: Russell M. Nelson
Capítulo 2
La Expiación de Jesucristo
De tal manera amó Dios al mundo que envió a Su Hijo Unigénito
De la vida de Russell M. Nelson
Tres semanas antes de la Conferencia General de octubre de 2023, el presidente Russell M. Nelson sufrió una caída y se lesionó la espalda, a causa de lo cual no pudo asistir a la conferencia en persona. En un mensaje pregrabado, relató lo que había aprendido durante su recuperación:
“Al lidiar con el intenso dolor que me causó mi reciente lesión, he sentido un aprecio aun mayor por Jesucristo y el incomprensible don de Su Expiación. ¡Piensen en ello! El Salvador sufrió ‘dolores, aflicciones y tentaciones de todas clases’ [Alma 7:11] para que Él nos pudiera consolar, sanar y rescatar en los momentos de necesidad. Jesucristo describió Su experiencia en Getsemaní y en el Calvario: ‘Padecimiento que hizo que yo, Dios, el mayor de todos, temblara a causa del dolor y sangrara por cada poro’ [Doctrina y Convenios 19:18]. Mi lesión me ha llevado a reflexionar una y otra vez sobre ‘la grandeza del Santo de Israel’ [2 Nefi 9:40]. En mi proceso de sanación, el Señor ha manifestado Su poder divino de maneras apacibles e inequívocas”.
Enseñanzas de Russell M. Nelson
El sacrificio expiatorio del Salvador es el acto central de toda la historia de la humanidad
El plan de salvación se preparó antes de la fundación de la tierra; contenía la gloriosa posibilidad de recibir una herencia divina en el reino de Dios.
La parte central de ese plan era la Expiación de Jesucristo. En los consejos preterrenales, Él fue preordenado por Su Padre para expiar nuestros pecados y romper las ligaduras de la muerte física y de la espiritual. Jesús declaró: “Yo soy el que fue preparado desde la fundación del mundo para redimir a mi pueblo. […] En mí todo el género humano tendrá vida, y la tendrá eternamente, sí, aun cuantos crean en mi nombre” [Éter 3:14].
Como Santos de los Últimos Días, nos referimos a [la] misión [de Cristo] como la Expiación de Jesucristo, la cual hizo realidad la resurrección para todos y posibilitó la vida eterna para aquellos que se arrepientan de sus pecados y reciban y cumplan ordenanzas y convenios esenciales.
Es doctrinalmente incompleto hablar del sacrificio expiatorio del Señor con frases abreviadas, tales como “la Expiación”, “el poder habilitador de la Expiación”, “aplicar la Expiación” o “ser fortalecidos por la Expiación”. Tales expresiones suponen un riesgo real de centrar la fe en algo equivocado al tratar el acontecimiento como si este tuviera una existencia viviente y capacidades independientes de nuestro Padre Celestial y Su Hijo, Jesucristo.
Bajo el gran plan eterno del Padre, es el Salvador quien sufrió. Es el Salvador quien rompió las ataduras de la muerte. Es el Salvador quien pagó el precio de nuestros pecados y transgresiones, y quien los limpia con la condición de que nos arrepintamos. Es el Salvador quien nos libera de la muerte física y espiritual.
No existe una entidad amorfa llamada “la Expiación” a la que podamos acudir en busca de socorro, sanación, perdón o poder. Jesucristo es la fuente. Términos sagrados como Expiación y Resurrección describen lo que el Salvador hizo, según el plan del Padre, para que podamos vivir con esperanza en esta vida y obtener la vida eterna en el mundo venidero. El sacrificio expiatorio del Salvador —el acto central de toda la historia de la humanidad— se comprende y se aprecia más cuando lo relacionamos expresa y claramente con Él.
Por favor, enseñen a sus hijos y enséñense unos a otros acerca del Señor Jesucristo. Su Expiación es el acontecimiento más importante de la historia del mundo y es el cimiento de nuestra religión. Todo lo demás en cuanto a nuestra religión es secundario con respecto a eso.
El Salvador era el único que podía llevar a cabo la Expiación
Era necesari[a] […] una Expiación infinita que redimiera a Adán y a Eva y a toda su posteridad; esa Expiación debía también habilitar nuestro cuerpo físico para la resurrección y cambiarlo a una condición en la que no tuviera sangre ni estuviera sujeto a las enfermedades, el deterioro ni la muerte.
De acuerdo con la ley eterna, la Expiación exigía que un Ser inmortal, no sujeto a la muerte, se ofreciera en sacrificio; pero también debía morir y volver a tomar Su cuerpo. El Salvador era el único que podía llevar esto a cabo, pues había heredado de Su madre la facultad de morir y de Su Padre el poder sobre la muerte. […]
El Señor dijo: “Esta es mi obra y mi gloria: Llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre” (Moisés 1:39). Él, que había creado la tierra, vino a esta vida para cumplir la voluntad de Su Padre y todas las profecías sobre Su expiación, la cual redime a todas las almas del castigo de sus transgresiones, con la condición de que se arrepientan.
Se encuentra un rico significado al estudiar la palabra Expiación
Se encuentra un rico significado al estudiar la palabra Expiación en los idiomas semíticos de la época del Antiguo Testamento. En hebreo, la palabra básica que significa expiación es kaphar, un verbo que significa “cubrir” o “perdonar”. Estrechamente relacionada se encuentra la palabra aramea y arábiga kafat, que significa un “abrazo estrecho” […]. En el Libro de Mormón hay referencias evidentes a ese abrazo. Una dice: “El Señor ha redimido a mi alma; […] he visto su gloria, y estoy para siempre envuelto entre los brazos de su amor” [2 Nefi 1:15]. Otra ofrece la gloriosa esperanza de “ser recibido en los brazos de Jesús” [Mormón 5:11].
Lloro de gozo al contemplar el significado de todo esto. El ser redimido es ser expiado, es ser recibido en el estrecho abrazo de Dios, con una expresión no solo de Su perdón, sino de nuestra unidad de corazón y de mente. ¡Qué privilegio! ¡Y qué gran consuelo para quienes tenemos seres queridos que ya han abandonado nuestro círculo familiar para traspasar la puerta que llamamos muerte! […].
Aunque las palabras expiar o Expiación, en cualquiera de sus formas, aparecen una sola vez en la traducción del Rey Santiago del Nuevo Testamento al inglés, aparecen treinta y cinco veces en el Libro de Mormón. Como otro testimonio de Jesucristo, este libro arroja preciosa luz sobre Su Expiación, al igual que Doctrina y Convenios y La Perla de Gran Precio. La revelación de los últimos días ha añadido mucho al entendimiento básico que obtenemos de la Biblia.
La Expiación del Salvador es infinita
En los tiempos preparatorios del Antiguo Testamento, la práctica de la expiación era finita, o sea, tenía un final. Era una predicción simbólica de la Expiación definitiva de Jesús el Cristo. Su Expiación es infinita: no tiene fin. También es infinita en el sentido de que todo el género humano se salvará de la muerte sin fin, y es infinita en términos de Su inmenso sufrimiento. Es infinita en el tiempo, dando fin al prototipo anterior del sacrificio de animales. Es infinita en lo que abarca, porque se hizo una sola vez por todos. Y la misericordia de la Expiación se extiende no solo a una cantidad infinita de personas, sino también a un número infinito de mundos creados por Él. Es infinita más allá de cualquier escala de dimensión humana o de comprensión mortal.
Jesús fue el único que pudo haber ofrecido esa Expiación infinita, dado que había nacido de madre mortal y de Padre inmortal. Debido a ese nacimiento singular, Jesús era un Ser infinito.
La garra de la muerte física es temporal gracias a la Expiación de Jesucristo
Se dice en broma: “Nada es tan permanente como la muerte”. Pero no es así. La garra de la muerte física es temporal; comenzó con la caída de Adán y terminó con la Expiación de Jesucristo. El período de espera en el paraíso también es temporal y llega a su fin con la resurrección. El Libro de Mormón nos enseña que “el paraíso de Dios ha de entregar los espíritus de los justos, y la tumba los cuerpos de los justos; y el espíritu y el cuerpo son restaurados de nuevo el uno al otro, y todos los hombres se tornan incorruptibles e inmortales; y son almas vivientes” (2 Nefi 9:13) […].
El Señor, que nos creó en primer lugar, ciertamente tiene poder para volver a hacerlo. Los mismos elementos necesarios que están ahora en nuestro cuerpo estarán disponibles a Su mandato; el mismo código genético único que ahora está integrado en cada una de nuestras células todavía existirá entonces para formar otras nuevas. El milagro de la resurrección, por asombroso que sea, primeramente tiene un maravilloso paralelo en el milagro de nuestra creación.
La resurrección es un requisito para la perfección eterna. Gracias a la Expiación de Jesucristo, nuestro cuerpo, corruptible en la vida terrenal, llegará a ser incorruptible. Nuestro ser físico, ahora sujeto a las enfermedades, a la muerte y al deterioro, adquirirá una gloria inmortal. Nuestro cuerpo, sustentado por la sangre vital y que envejece sin cesar, será sustentado por el espíritu y llegará a ser inalterable y a quedar por encima de las ligaduras de la muerte.
Mediante Su Expiación, Jesucristo puede sanarnos y ayudarnos a sobrellevar nuestras pruebas
Al principio de Su ministerio terrenal, Jesús anunció que había sido enviado “a sanar a los quebrantados de corazón” [Lucas 4:18]. Dondequiera que impartió enseñanzas, Su modelo fue uniforme. Mientras cito las palabras que Él habló en cuatro ocasiones y lugares diferentes, fíjense en el modelo.
-
A la gente de Tierra Santa, el Señor dijo que los de Su pueblo deben “ve[r] con los ojos, y o[ír] con los oídos, y ent[ender] con el corazón, y […] conv[ertirse], y yo los sane” [Mateo 13:15].
-
A los habitantes de la Antigua América, el Señor resucitado hizo esta invitación: “¿No os volveréis a mí […], y os arrepentiréis de vuestros pecados, y os convertiréis para que yo os sane?” [3 Nefi 9:13].
-
A los líderes de Su Iglesia, enseñó: “Debéis continuar ministrando por estos; pues no sabéis si tal vez vuelvan, y se arrepientan, y vengan a mí con íntegro propósito de corazón, y yo los sane” [3 Nefi 18:32].
-
Posteriormente, durante “la restauración de todas las cosas” [Hechos 3:21], el Señor enseñó al profeta José Smith con respecto a los pioneros: “Después de sus tentaciones y de mucha tribulación, he aquí, yo, el Señor, los buscaré; y si no se obstina su corazón ni se endurece su cerviz en contra de mí, serán convertidos y yo los sanaré” [Doctrina y Convenios 112:13].
Debido al sacrificio del Salvador, tenemos acceso a Su poder sanador. Él sanará nuestro corazón, nos dará fuerza cuando estemos débiles, nos habilitará para hacer cosas que nunca podríamos hacer por nuestra cuenta, y nos sanará del pecado si nos arrepentimos. La Expiación de Jesucristo puede ayudarnos a sobrellevar el duelo, la tristeza, la debilidad, el miedo, la ansiedad y todo lo que forma parte de las pruebas de la vida terrenal.
La vida puede ser abrumadora a veces. Recuerdo el día en que mi esposa Dantzel murió repentinamente cuando su corazón dejó de latir. Todo mi conocimiento como cardiocirujano no pudo salvarla. El cáncer se cobró la vida de dos de nuestras hijas. Entiendo la angustia de la separación de los seres queridos.
Pero Jesús es la Luz que brilla en la oscuridad. Él es “el camino, y la verdad y la vida” [Juan 14:6]. Él es nuestra ancla cuando nos hallamos en extrema necesidad.
Mediante la Expiación del Salvador, podemos ser perfeccionados en Él
Por favor, enseñen y vuelvan a enseñar que, mediante la Expiación de nuestro Salvador, las personas pueden ser perfeccionadas en Él. Pero ese estado de perfección no se alcanza aquí y ahora. En esta vida, todos nosotros somos imperfectos. Sí, todos cometemos errores. Pero la Expiación de Cristo hace posible que los superemos y dejemos atrás nuestros pecados y errores. Podemos ser perdonados si tan solo nos arrepentimos. Mediante el arrepentimiento genuino, experimentaremos un cambio total de mentalidad, de espíritu e incluso de los deseos de nuestro corazón. Únicamente por medio del arrepentimiento continuo y concienzudo podemos llegar a ser devotos discípulos del Señor.
Las ordenanzas esenciales del Evangelio simbolizan la Expiación del Salvador
Las ordenanzas esenciales del Evangelio simbolizan la Expiación. El bautismo por inmersión es un símbolo de la muerte, sepultura y Resurrección del Redentor. El participar de la Santa Cena renueva los convenios bautismales y también renueva nuestro recuerdo de la carne herida del Salvador y de la sangre que derramó por nosotros. Las ordenanzas del templo simbolizan nuestra reconciliación con el Señor y sellan a las familias juntas para siempre. La obediencia a los convenios sagrados que se hacen en los templos nos habilita para recibir la vida eterna, el mayor don que Dios ha dado al hombre, y “el propósito y la finalidad de nuestra existencia”.
La Expiación de Jesucristo es el mayor acto de amor de toda la historia
La prueba de la Expiación se centró en la ciudad de Jerusalén, en donde tuvo lugar el mayor acto de amor de la historia. Partiendo del aposento alto, Jesús y Sus amigos cruzaron el hondo valle al este de la ciudad y llegaron a un olivar en las laderas más bajas del monte de los Olivos. En ese huerto con el nombre hebreo de Getsemaní, que significa “prensa de aceite”, se habían aplastado y prensado aceitunas para hacer aceite y proporcionar alimento. Allí, en Getsemaní, el Señor “sufrió el dolor de todos los hombres, a fin de que todo hombre pudiese arrepentirse y venir a él” [Doctrina y Convenios 18:11]. Tomó sobre sí el peso de los pecados de todo el género humano, soportando la enorme carga que hizo que sangrara por cada poro.
Más tarde fue golpeado y azotado. A modo de tortura, le colocaron en la cabeza una corona de espinas, y se burlaron de Él y lo insultaron. Sufrió toda clase de humillaciones a manos de Su propio pueblo. “Vine a los míos”, dijo, “y los míos no me recibieron” [3 Nefi 9:16]. En lugar de un cálido abrazo, recibió de ellos un cruel rechazo. Luego le obligaron a cargar Su propia cruz hasta el cerro del Calvario, donde fue clavado a aquella cruz y padeció un dolor insoportable.
Más tarde dijo: “Tengo sed” [Juan 19:28]. Para un médico, esta es una expresión muy significativa. Los médicos saben que, cuando un paciente entra en estado de shock por la pérdida de sangre, si aún está consciente, el paciente invariablemente, con los labios resecos y arrugados, pide agua.
Aunque el Padre y el Hijo sabían con anticipación lo que acontecería, la realidad trajo consigo una agonía indescriptible. “Y [Jesús] decía: Abba, Padre, todas las cosas son posibles para ti; aparta de mí esta copa; pero no lo que yo quiero, sino lo que quieres tú” [Marcos 14:36]. Entonces Jesús cumplió la voluntad de Su Padre. Tres días después, precisamente como se había profetizado, se levantó del sepulcro. Se convirtió en las primicias de la Resurrección. Había llevado a cabo la Expiación, la cual podía dar inmortalidad y vida eterna a todos los seres humanos obedientes. Todo lo que la Caída había dado lugar a que se desviara, la Expiación había permitido que se corrigiera.
La Expiación [de Cristo] nos bendice a cada uno de nosotros de una manera muy personal. Escuchen atentamente esta explicación de Jesús:
“Porque he aquí, yo, Dios, he padecido estas cosas por todos, para que no padezcan, si se arrepienten;
“más si no se arrepienten, tendrán que padecer así como yo;
“padecimiento que hizo que yo, Dios, el mayor de todos, temblara a causa del dolor y sangrara por cada poro y padeciera, tanto en el cuerpo como en el espíritu, y deseara no tener que beber la amarga copa y desmayar.
“Sin embargo, gloria sea al Padre, bebí, y acabé mis preparativos para con los hijos de los hombres” (Doctrina y Convenios 19:16–19).
Jesús cumplió la gloriosa promesa que hizo en los concilios preterrenales al expiar la caída de Adán y Eva incondicionalmente y nuestros pecados con la condición de que nos arrepintamos.
Podemos ser de buen ánimo debido a que el Salvador ha vencido al mundo
Antes de que el Salvador se sometiera a la agonía de Getsemaní y del Calvario, Él declaró a Sus apóstoles: “En el mundo tendréis aflicción. Pero confiad; yo he vencido al mundo” [Juan 16:33; cursiva agregada]. Posteriormente, Jesús nos rogó a cada uno de nosotros que hiciéramos lo mismo cuando dijo: “Es mi voluntad que venzáis al mundo” [Doctrina y Convenios 64:2; cursiva agregada].
Queridos hermanos y hermanas, mi mensaje hoy a ustedes es que, gracias a que Jesucristo venció este mundo caído y expió por cada uno de nosotros, ustedes también pueden vencer este mundo saturado de pecado, egocéntrico y, a menudo, agotador.
Debido a que el Salvador, por medio de Su Expiación infinita, redimió a cada uno de nosotros de la debilidad, los errores y el pecado, y debido a que experimentó cada dolor, preocupación y carga que ustedes hayan tenido alguna vez, entonces, conforme se arrepientan verdaderamente y busquen Su ayuda, podrán elevarse por encima de este mundo precario actual.
Pueden vencer las plagas espiritual y emocionalmente agotadoras del mundo, que incluyen la arrogancia, el orgullo, la ira, la inmoralidad, el odio, la codicia, los celos y el temor. A pesar de las distracciones y distorsiones que se arremolinan a nuestro alrededor, pueden hallar verdadero descanso —es decir, alivio y paz— incluso en medio de sus problemas más acuciantes.
Invitaciones y promesas
Encuentren alivio y paz por medio de la Expiación infinita del Salvador
Queridos hermanos y hermanas, mi mensaje hoy a ustedes es que, gracias a que Jesucristo venció este mundo caído y expió por cada uno de nosotros, ustedes también pueden vencer este mundo saturado de pecado, egocéntrico y, a menudo, agotador.
Debido a que el Salvador, por medio de Su Expiación infinita, redimió a cada uno de nosotros de la debilidad, los errores y el pecado, y debido a que experimentó cada dolor, preocupación y carga que ustedes hayan tenido alguna vez, entonces, conforme se arrepientan verdaderamente y busquen Su ayuda, podrán elevarse por encima de este mundo precario actual.
Pueden vencer las plagas espiritual y emocionalmente agotadoras del mundo, que incluyen la arrogancia, el orgullo, la ira, la inmoralidad, el odio, la codicia, los celos y el temor. A pesar de las distracciones y distorsiones que se arremolinan a nuestro alrededor, pueden hallar verdadero descanso —es decir, alivio y paz— incluso en medio de sus problemas más acuciantes.
Enseñen a sus hijos acerca de la Expiación del Salvador
Por favor, enseñen a sus hijos y enséñense unos a otros acerca del Señor Jesucristo. Su Expiación es el acontecimiento más importante de la historia del mundo y es el cimiento de nuestra religión. Todo lo demás en cuanto a nuestra religión es secundario con respecto a eso.
Enseñen que la Expiación del Salvador puede perfeccionarnos
Por favor, enseñen y vuelvan a enseñar que, mediante la Expiación de nuestro Salvador, las personas pueden ser perfeccionadas en Él. Pero ese estado de perfección no se alcanza aquí y ahora. En esta vida, todos nosotros somos imperfectos. Sí, todos cometemos errores. Pero la Expiación de Cristo hace posible que los superemos y dejemos atrás nuestros pecados y errores. Podemos ser perdonados si tan solo nos arrepentimos. Mediante el arrepentimiento genuino, experimentaremos un cambio total de mentalidad, de espíritu e incluso de los deseos de nuestro corazón. Únicamente por medio del arrepentimiento continuo y concienzudo podemos llegar a ser devotos discípulos del Señor.
Videos
Discursos relacionados
“Jesucristo es nuestro Salvador” (Liahona, abril de 2023)
“Gratitude for the Mission and Ministry of Jesus Christ” (devocional de la Universidad Brigham Young, 18 de agosto de 1998)
“Jesus the Christ—Our Master and More” (devocional de la Universidad Brigham Young, 2 de febrero de 1992)