Prólogo de la Primera Presidencia
A los tres meses de organizada la Iglesia, el Señor, por intermedio del profeta José Smith, le pidió a Emma, la esposa del Profeta, que hiciera una selección de himnos religiosos para la Iglesia: “Porque mi alma se deleita en el canto del corazón; sí, la canción de los justos es una oración para mí, y será contestada con una bendición sobre su cabeza” (D. y C. 25:12).
Es con mucho placer que publicamos ahora un nuevo himnario en español, 156 años después que se publicó aquel primer himnario de la Iglesia. Esta edición contiene muchos de los himnos originales, así como también muchos himnos nuevos; todos han sido seleccionados especialmente para los miembros de la Iglesia de esta generación.
La música en nuestras reuniones de la Iglesia
La música es una parte esencial de nuestras reuniones de la Iglesia. Los himnos invitan la presencia del Espíritu del Señor, inducen a la reverencia, nos ayudan a sentirnos más unidos y nos dan la oportunidad de alabar al Señor.
El canto de los himnos muchas veces es en sí un elocuente sermón. Los himnos nos instan a arrepentirnos y a hacer buenas obras, fortalecen nuestro testimonio y nuestra fe, nos consuelan cuando nos sentimos tristes o desesperanzados y nos inspiran a perseverar hasta el fin.
Esperamos que las congregaciones canten más en las reuniones. Deseamos que todos los miembros canten los himnos, tanto los que tengan facilidad para la música como los que no la tengan, y que los líderes, los maestros y los miembros en general a menudo busquen en los hermosos versos de los himnos el tema para sus discursos.
Los miembros de nuestra Iglesia siempre se han caracterizado por sus coros. Las ramas y los barrios de la Iglesia deben tener un coro que cante en las reuniones con regularidad, y les sugerimos que preparen su repertorio básico con himnos del himnario.
La música en el hogar
La música tiene un poder ilimitado para influir en la familia y motivarla a ser más devota y espiritual. Como Santos de los Últimos Días debemos llenar nuestra casa de música que nos inspire.
Nuestro himnario se presta para cantar en casa así como en la capilla; por eso esperamos que tenga un lugar prominente en nuestros hogares junto con las Escrituras y otros libros religiosos. Con el canto de los himnos podemos atraer al hogar un hermoso espíritu de paz que inspire amor y unidad en la familia.
Enseñemos a nuestros hijos a familiarizarse con los himnos: cantémoslos los domingos, en la noche de hogar, al estudiar las Escrituras, antes o después de orar; cantémoslos mientras trabajemos y en cualquier momento en que estemos juntos; hagamos de ellos canciones de cuna para enseñar a nuestros pequeños a tener fe y testimonio.
La música en nuestra vida diaria
Además de beneficiarnos como miembros de la Iglesia y como integrantes de nuestra familia, los himnos pueden beneficiarnos en forma individual porque nos dan ánimo, valor y el empuje para que actuemos correctamente; nos llenan el alma de pensamientos celestiales y nos dan paz espiritual.
Los himnos también nos ayudan a resistir las tentaciones de Satanás. Les sugerimos que memoricen los himnos que más les gusten y que estudien las referencias de las Escrituras que los acompañan. Si alguna vez tienen pensamientos impuros, canten mentalmente uno de esos himnos para desplazar lo malo y reemplazarlo con lo bueno.
Hermanos y hermanas, valgámonos de nuestros himnos para invitar al Espíritu del Señor para que esté presente en nuestras congregaciones, en nuestro hogar y en nuestra propia vida. Aprendámoslos de memoria, reflexionemos en lo que dicen, recitemos o cantemos la letra y permitamos que nos nutran espiritualmente. Recordemos que la canción de los justos es una oración para nuestro Padre Celestial, y “será contestada con una bendición sobre [nuestra] cabeza”.
La Primera Presidencia